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lunes, 26 de diciembre de 2011

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'via Blog this'LA CASA DE LA CALLE BEDOYA


Hermosa y amplia casona de estilo italiano, situada en el corazón del tradicional barrio de Alta Córdoba.: grandes ventanales, columnas de estilo jónico en la entrada principal, terraza con balustrada de piedra natural y un bien cuidado parque donde predominaban los pinos, le daban un aspecto señorial. Después de cruzar la alta verja y transitar un camino de lajas se llegaba al edificio al cual se accedía subiendo una escalera de seis escalones de mármol. Una pequeña y bella galería de estilo toscano separaba la escalinata de la puerta de entrada a la sala principal. Este espacioso salón presentaba un aspecto realmente lúgubre: pesados cortinados, de un tono azul sombrío, casi fúnebre, cubrían las tres ventanas, permitiendo muy poco el ingreso de la luz del día; piso alfombrado de color gris; muebles de estilo, elegantes, de tinte caoba oscuro. Del centro del salón colgaba una araña de bronce de nueve brazos con pequeñas lámparas ovales. La iluminación se completaba con apliques también de bronce en cada ángulo de la sala. De las paredes pendían cuadros surrealistas de colores intensos. Ocupaba un lugar destacado entre ellos “El grito” de Munch , que bañado por la luz de las pequeñas bombillas tornaba más trágico aún su alarido de desesperación existencial. En dos de sus esquinas, enfrentados en forma diagonal, sobre pequeñas mesas de mármol, descansaban grandes jarrones con figuras egipcias dispuestas en círculos, en las que predominaba el dios Anubis. Sobre la pared oeste de la sala, se abría una puerta de doble hoja, bajo una arcada de madera del mismo tono de los muebles, que permanecía siempre cerrada con llave. La casa contaba con dependencias de servicios en la planta baja, tres dormitorios, un escritorio y dos baños en la planta alta, sótano en el subsuelo y un espacioso garaje. Al fondo del parque se levantaba un cobertizo donde se guardaban elementos en desuso y herramientas de jardinería.
La casa había sido construida en la década del cuarenta por una familia italiana de muy buena posición económica. Muchos años después, a la muerte de sus padres, lo hijos la vendieron. Fue adquirida por una ciudadana alemana, Gretches Berg, viuda de un oficial del Admiral Graf Spee, el acorazado alemán, hundido en aguas del Río de la Plata en diciembre de 1939. Gretches de ochenta años, alta, delgada, de buen porte, ojos celestes clarisísimos y fríos, labios muy finos, pómulos salientes, nariz recta y delgada, que daban a su rostro un aspecto firme no exento de cierta crueldad; no tenía casi relación con sus vecinos, a los cuales siempre que podía, evitaba o se limitaba a un lacónico saludo. Vivía sola, su única compañía era una pareja de negros dobemann de aspecto feroz, que ladraban al unísono cuando veían algún desconocido parado frente a la verja. Los vendedores ambulantes ni se acercaban y los proveedores lo hacían con mucho respeto, con la tranquilidad de saber que los perros obedecían ciegamente a su dueña.
Tenía dos empleadas domesticas y un jardinero que se retiraban en cuanto terminaban sus tareas. A partir de las dieciséis horas Gretches quedaba sola en su casa. Muy rara vez se la veía en el jardín o caminando por el barrio. Su aire altivo había logrado que sus vecinos la ignoraran. Dos o tres veces en el mes llegaba gente a visitarla que pasaba largas horas con ella. Se decía que la alemana era muy aficionada a las cartas y más de uno afirmaba que allí funcionaba una “timba” encubierta.
Para Natalia era un gran día. Había conseguido un trabajo dentro de lo suyo, en un momento difícil para su economía. Estaba cursando el cuarto año en la Facultad de Lenguas, en las carreras de profesorado y traductorado de alemán, y el dinero que le enviaban sus padres desde Morteros, ya no era suficiente para poder seguir viviendo en Córdoba, a pesar de ser muy ahorrativa y medirse en sus gastos, aún en los esenciales. Había dejado sus antecedentes en una agencia de empleos y ayer le habían llamado para comunicarle que una señora alemana necesitaba una persona joven y culta que hablara correctamente el alemán para ordenar cartas y documentos de su esposo que había combatido en la Segunda Guerra Mundial. La propuesta le había parecido estupenda y esa mañana viajaba llena de optimismo hacia la casa de la calle Bedoya donde tenía que arreglar con la señora: sueldo, horarios y días de trabajo. Cuando llegó a destino, el jardinero estaba trabajando, por lo que los dobermann estaban encadenados, escuchándose sus roncos ladridos desde el fondo del parque.
Frau Grethes la recibió con fría cordialidad. Desde el primer momento comenzó a hablarle en alemán y a observarla atentamente, con poco disimulo. La condujo a la sala principal, que produjo una fea impresión en Natalia,donde le sirvió una taza de té. Le explicó que su marido había sido el capitán de fragata Karl Steinhoff quien había tenido el inmenso honor de combatir a bordo del Graf Spee a las órdenes de un verdadero héroe como lo fue el capitán Hans Langsdorff, quien se había suicidado después de poner a salvo a sus hombres en Buenos Aires. Steinhoff luego de un corto período de internación militar en la zona de Calamuchita, consiguió huir a Alemania, donde se reincorporó a la marina siendo destinado a la fuerza de submarinos comandada por Dönitz. Varios años después de finalizada la guerra había regresado a La Argentina, donde la conoció a ella, que era una adolescente, fanática nazi, que había llegado hacía poco tiempo con sus padres procedentes de Hamburgo.
Su marido, fallecido hacía varios años, prosiguió Gretches, había guardado gran cantidad de documentos, apuntes y cartas en una vieja valija que quería ordenar, para tratar de editar un libro, que diera a conocer al mundo el heroísmo y las glorias de la marina alemana del Tercer Reich, lo cual expresaba con indisimulado orgullo. Varias veces durante la conversación, que transcurrió siempre en alemán, la señora le corrigió la pronunciación, Natalia agradecía con una leve inclinación de cabeza. Una vez acordadas las condiciones laborales, subieron a la planta alta donde Frau Gretches le mostró el escritorio donde trabajaría y un dormitorio que estaría destinado para ella por si en alguna oportunidad tenía que quedarse a pernoctar allí. Como ya estaban a fin de semana, el lunes comenzarían sus tareas.
Natalia estaba disgustada consigo misma: obtenía un buen sueldo, trabajando en lo que sería su profesión, con una mujer que vivía sola y que además le ayudaría a perfeccionar su alemán. Tendría que estar saltando en un pie de contenta… y no lo estaba ¿Por qué?, sin duda se debía al aspecto tétrico de la casa y de su dueña, que evidentemente le habían causado miedo. Naty como la llamaban sus amigos era bonita, simpática y alegre, pero esa casa en semi penumbras, con sus feroces cancerberos, le había apagado su proverbial buen humor. Sería cuestión de acostumbrarse.
Había transcurrido más de una semana desde que comenzara a concurrir a la casa de la calle Bedoya y también había recibido, de acuerdo a lo pactado, su primera paga semanal. En las horas de su trabajo (de quince a veinte horas, de lunes a viernes) prácticamente no se movía del escritorio. A media tarde la señora le subía una bandeja con lo necesario para tomar un té con algunas masitas. Muy rara vez la invitaba a bajar. Cuando tenía alguna duda, ella debía llamar a Gretches desde la planta alta. Por suerte para ella, pues no le agradaba la sala principal, siempre con escasa luz y esos horribles cuadros de fuertes colores, que parecían llamaradas del infierno, cielos tormentosos u hondos abismos, y donde “El grito”:«Esa terrible famosa pintura», se destacaba entre todos ellos. La “galería” de la dueña de casa le erizaba la piel. Era mejor permanecer arriba.
El trabajo no era sencillo: el material de la valija del capitán Karl Steinhoff se componía de cartas de sus familiares durante la guerra, (en esa época no conocía a su esposa, que además, en aquellos años era aún, una niña), cuadernos con reflexiones ideológicas y filosóficas que demostraban que era un nazi convencido, muy bien adoctrinado, fanático y perverso ( como lo fueron todos sin distinción alguna), apuntes y comentarios sobre las acciones bélicas en que había participado, fundamentalmente en la guerra submarina con las famosas “manada de lobos” del almirante Dönitz, que causaron estragos en los mercantes que navegaban el Atlántico y el Mar del Norte. Su letra no era clara y el tiempo había dejado una huella indeleble sobre la vieja tinta, en papeles mal conservados.
Una gris tarde de principios de octubre, después de llamar durante un buen rato a la señora, sin recibir respuesta, decidió bajar. Al llegar a la planta baja pudo ver a través de la puerta entreabierta que conversaba muy animadamente, es más aún, parecía discutir con un hombre alto y delgado, muy elegantemente vestido, pero su sorpresa fue total, cuando al decidir regresar a su escritorio vio que estaba abierta una de las hojas de la doble puerta, de la sala prohibida, aquella que siempre permanecía cerrada con llave. La curiosidad superó al miedo y entró. La sala era espaciosa con largos bancos dispuestos como en una capilla; una especie de altar cubierto por un manto negro, delante del mismo un atril con un voluminoso libro que parecía una biblia; sobre el altar se veía un gran círculo de hierro con dos triángulos entrecruzados las cortinas eran negras, con dibujos de serpientes o dragones, bordadas con hilos dorados; en cada esquina de la sala de veían altos candelabros con largas velas de color rojo brillante, que parecían, por la parafina que había corrido sobre ellas al estar encendidas, una herida abierta goteando sangre sobre el candelero. No pudo ver más. Con el corazón a punto de estallarle vio a Gretches a pocos pasos de la puerta de entrada. Natalia sintió que sus manos totalmente húmedas temblaban; el sudor corría por su frente y sentía un intenso deseo de orinar. Estaba perdida. En ese momento se produjo el milagro: un llamado del jardinero detuvo en la pequeña galería previa a la entrada, a la dueña de casa. Era ahora o nunca, sacando fuerzas de donde no tenía se quitó los zapatos y corrió escaleras arriba. Entró al baño, orinó y se mojó la cara y el cuello. Se sentó en su escritorio no pudiendo controlar su respiración que era jadeante. Cinco minutos después entró la frau que la miró extrañada, de una manera inquisidora
─ ¿Qué te pasa Natalia? ─preguntó de manera imperativa.
─Nada grave, señora, creo que estoy por pecarme una gripe. Afortunadamente mañana es sábado, me podré quedar todo el día en cama.
─Espero que el lunes estés en condiciones de trabajar, Natalia─ dijo mirándola fijamente con sus fríos ojos celestes que se habían tornado gélidos─ Puedes retirarte ahora, si lo deseas.
─ Gracia, frau Gretchen, creo que será lo mejor.
Natalia durmió muy poco esa noche, tenía pesadillas que la atormentaban ¿Qué era todo aquello? ¿Donde se había metido? ¿Debía volver o renunciar? Un pensamiento la tranquilizó. A primera hora llamaría a su amigo Santiago Vásquez, periodista que había egresado hacía un par de años de la universidad. Joven, audaz y talentoso con un “olfato” especial para los trabajos de investigación, y que había realizado un excelente trabajo de investigación sobre las sectas en Córdoba.
─ Hola, ¿Santiago?
─ Sí, quien habla
─ Natalia, Santy
─ ¿Qué pasa?, ¿estás enferma que llamas a esta hora? Son las siete de la mañana, de un día sábado, muñeca.
─ No, Santiago, no estoy enferma, pero puedo estarlo si no me ayudan. Necesito hablar con vos a la brevedad posible. Por favor, es importante.
─ Bueno, Naty, tranquila, me levanto de inmediato y voy a tu casa.
Una hora y media después, Santiago estaba en la puerta del departamento, con un paquete de “criollitos” en la mano.
Entre mate y mate, Natalia fue contando todo lo visto y vivido en la casa de la calle Bedoya.
─Natalia, tu sabes que yo hice para la facultad, un trabajo sobre las sectas en nuestra ciudad. Me entusiasmó el tema y profundice en el, por lo cual puedo asegurarte que esa casa sirve de templo a una congregación satánica. Hay muchos elementos que así lo indican: los cuadros, la estrella de cinco puntas dentro del círculo, a la cual denominan “pentagrama” los triángulos entrecruzados que seguramente deben formar nueve ángulos, el color negro prevaleciente, las velas de color rojo sangre, el dios Anubis como figura dominante en los jarrones con figuras egipcias, a quien denominaban: “ El señor de las necrópolis” o “Dios de la muerte” Todo esto forma parte de la liturgia demoníaca y de las ceremonias de iniciación de nuevos adeptos al culto a Satanas.El libro que viste sobre el atril seguramente debe ser la Biblia Satánica, escrita en 1969 por un norteamericano, Antón La Vey, y es el libro sagrado de la Iglesia de Satán.
Natalia lo miraba con los ojos muy abiertos. Estaba pálida y un leve temblor recorría su cuerpo.
─ Tengo miedo, Santiago, tengo miedo.
─ Tienes razón de tenerlo, porque estas metida en un verdadero aprieto. Ahora no puedes renunciar e irte. Estoy seguro que la vieja tiene muy fuertes sospechas de que has profanado su “templo” y si desapareces se los vas a confirmar y pueden tomar represalias contra ti.
─ ¿Una denuncia a la policía?
─No funciona. Los fiscales evitan meterse con las sectas, porque tienen muy buenos abogados y casi siempre las denuncias terminan en vía muerta. En las ceremonias de iniciación suelen drogarse. Si se encontraran drogas que excedan el uso personal, podría ser motivo para un allanamiento. Mirá, Naty, tienes que tranquilizarte. A partir de ahora estaré a tu lado en esto. Voy a buscar todo tipo de información, tanto periodística, histórica, como judicial y trazaré estrategias a seguir que consensuaremos, por supuesto. Continúa con tu trabajo como si nada hubiera pasado es la mejor manera de protegerte a ti misma. Mantené tú celular siempre a mano. Nos enviaremos mensajes de texto en forma periódica, comunicando cualquier novedad, y nos reuniremos a conversar personalmente todos los días si es necesario. Además de esa manera me hago la ilusión de que soy tu novio.
Natalia premio el cumplido con una dulce sonrisa y una aprobación en su mirada
El trabajo se reanudó en la casona de Alta córdoba como si nada hubiese sucedido.Gretchel observaba a Natalia con atención y al no notar ningún cambio en su actitud se fue distendiendo. Natalia por su parte hacia un gran esfuerzo, físico y mental por fingir estar tranquila y despreocupada.
En los últimos días había notado un movimiento poco frecuente en la casa. Visitantes de ambos sexos que permanecían largos ratos conversando, generalmente lo hacían en la pequeña galería de entrada y las menos en la sala principal. Siempre se hablaba en tono muy discreto, sin duda para evitar que Natalia pudiese escuchar algo desde el piso superior.
Esa noche, Natalia, recibió la visita de Santiago Vásquez en su departamento. Esta vez traía un paquete de sándwiches en las manos.
─ Naty, tenemos mucho que conversar─ dijo besándola en la mejilla─ Mis averiguaciones me llevan a pensar que esta es una secta diabólica, que actúa en la clandestinidad y que deriva de la “iglesia” que dirige Karla La Vey, hija de Antón, como recordaras el autor de la Biblia Satánica, que falleció hace algunos años, y que tendría su sede actual en San Francisco, California, antes estaban en New York. Son gente muy peligrosa. Hay fuerte presunciones de algunas muertes rituales, lo que permitiría si obtenemos algunas pruebas una acción judicial importante. Natalia, creo que están preparando un ritual de iniciación. Yo debo entrar a la casa, tomar fotografías, conocer el terreno, para ver la manera de filmar una ceremonia importante.
─Santiago, ¡vos estás loco!.Todo está bajo llaves y esos dos perros horribles te destrozarían apena transpusieras la verja.
─Todo está pensado, mi amor. Sé como neutralizar los perros sin causarle daño y tengo un “socio” que hace poco salió de la cárcel, donde estuvo, por su extraordinaria habilidad para abrir puertas. Lo haríamos el día sábado, a las diez de la noche. Sabemos por una de sus empleadas domesticas que con puntualidad germánica, todos los días a esa hora toma un prolongado baño de inmersión antes de acostarse.
─ ¿Cómo te enteraste?
─ Un mínimo trabajo de inteligencia, Naty
El sábado a las nueve cincuenta de la noche, Vásquez y su “socio” Manuel estaban parados frente a la verja. Kurt y Erika salieron disparados desde el cobertizo del fondo ladrando con todas sus fuerzas, y mostrando sus dientes. Cuando pusieron sus hocicos entre las rejas, Santiago les disparó el aerosol anestésico que había conseguido. Poco a poco se fueron calmando hasta dormirse. Los acomodaron como si estuvieran mirando hacia la calle y abrieron rápidamente el portón. Sabían que el efecto duraría treinta minutos. Tenían que apurarse. Pudieron ver que en la planta alta se había encendido la luz del baño: eran las diez en punto de la noche. Manuel abrió rápidamente la puerta de entrada. Santiago tomó varias fotos de la sala principal. Luego se dirigieron al “templo” de la secta, donde a pesar de tener dos cerraduras, Manuel, demostró su profesionalidad. Quedaron asombrados del aspecto lúgubre y macabro del lugar. Habían pasado diez minutos desde que entraron y arriba todo se mantenía en calma. Querían aprovechar hasta el último minuto. Exploraron la planta baja y en la cocina encontraron la puerta de entrada al sótano, también cerrada con doble cerradura, en un minuto estuvieron adentro y nuevamente el asombro se adueño de ellos: era una especie de templete con ornamentación demoníaca similar al de la planta baja. De una de las paredes pendía un gran cuadro del Führer con el brazo extendido en el tradicional saludo nazi. Un ataúd con tapa de vidrio ocupaba el centro del recinto: dentro del mismo: un cadáver embalsamado. Manuel rogaba que salieran de una vez, se sentía mal: había robado en muchas partes, pero nunca había estado en la casa del diablo. Santiago alumbró el rostro del cadáver y una mueca de incredulidad trasformo sus facciones: estaba viendo la cara del Dr. González Malliveni, abogado y político desaparecido hace cinco años. Su ausencia imprevista causó un gran revuelo en todo el ámbito político y judicial, y pese a los esfuerzos de la policía nunca se pudieron encontrar rastros de él… y estaba allí, embalsamado ¿Por qué? ¿Qué significado tenía su cuerpo en ese lugar?
Sobre unos estantes había cajas llenas con pequeños paquete de cocaína en dosis listas para el consumo y otras con comprimidos y capsulas que seguramente serian anfetaminas y acido LSD. Fotografió todo, era suficiente, no hacía falta de ver más. Salieron rápidamente.los perros comenzaban a despertarse. Arriba, se había apagado la luz del baño.
Natalia estaba desesperada. La angustia corroía sus entrañas. Caminaba sin cesar dentro de su pequeño departamento. Temía verdaderamente por la integridad física de Santiago. Cuando sonó el teléfono celular se abalanzó sobre el. Escuchó, como en sueños su voz diciéndole que en un rato estaría con ella, y se arrodilló para agradecer al cielo y a su madre que nada le hubiera pasado. Al rato sonó el timbre del portero eléctrico y un piropo voló a través del mismo. Lo esperó en la puerta del ascensor y se estrecharon en un fuerte y prolongado abrazo. Esta vez el largo beso, mojado por las lágrimas de Natalia, no fue en la mejilla.
Santiago relató con lujos de detalles lo que había visto en la casa de Gretches. Su enorme sorpresa al encontrar el cadáver embalsamado del abogado desaparecido hacia cinco años, la considerable cantidad de droga que se guardaba.
─ La frau está perdida. Hay pruebas para mandarla a ella y a varios de sus secuaces una larga temporada a la cárcel. Hubo dos cosa que me llamaron la atención con respecto a la seguridad de la casa: primero la falta de un sistema de alarma, seguramente esta mujer confía demasiado en sus perros, y ya has visto con qué facilidad los neutralizamos. «Nadie debe confiar totalmente en nada». Segundo que no hubiese cámaras filmadoras en un lugar de ese tipo, y recién, hace apenas un rato vino a mi mente la respuesta: ninguno de los que allí concurre, quisiera ni en sueños ser filmado. Lo tendrían en un puño. Estas carencias facilitaron mucho nuestra tarea.
─ ¿Qué piensas hacer?
─ Llevar el material fotográfico que tengo al fiscal que todavía tiene en sus manos el caso González Manivelli, que seguramente me lo va a gradecer como maná llovido del cielo. En mi opinión antes proceder hay que esperar con paciencia. De lo que estoy seguro, por los indicios que tengo, es que muy pronto habrá una ceremonia de iniciación y allí estará la oportunidad de poder tomar a toda la secta y desbaratarla. Inclusive la fiscalía puede solicitar informes al FBI dado que la “casa matriz” de esta hermandad estaría en Estados Unidos.
─ Y mientras tanto, ¿yo que hago, Santiago?
─ Seguir en tu trabajo, pequeña, para que no haya un cambio de planes y capturarlos a todos. Va a ser la única forma en que esta pesadilla termine y puedas estar verdaderamente segura. No temas mi amor. El trabajo que hicimos esta noche con Manuel ha sido perfecto. La frau no se ha dado ni por enterada. Sin duda después de mi conversación con el fiscal, la policía va a montar una discreta vigilancia sobre la casa. Te vas a sentir más segura.
El lunes a la hora acostumbrada, Natalia llegó a cumplir con su tarea. Estaba tratando de concentrarse en unos documentos, cuando escuchó los pasos de Gretches subiendo la escalera. Sintió que una mano de hielo le recorría la espalda. Tuvo el deseo de salir corriendo y no regresar jamás a esa casa maldita. Consiguió serenarse con un gran esfuerzo
─ Guten Morgen, Natalia.
─ Guten Morgen, frau Gretches
A partir de allí la conversación continuó en alemán.
─ Natalia, quiero pedirle que trate de apurar el trabajo que está haciendo con la documentación de mi marido. Estoy ansiosa de entregar toda esta papelería bien ordenada a un escritor de mi amistad, que resaltará la actuación de Karl durante la guerra y también, como ya le dije anteriormente, las glorias de la Kriegsmarine del Tercer Reich. Si es necesario que trabaje más horas: hágalo. Pagaré bien su esfuerzo. Sabe que hay un dormitorio dispuesto para usted, por si decide alguna noche quedarse a pernoctar aquí.
Natalia, creyó ver un brillo malévolo en los ojos de su empleadora.
─El fiscal quedo estupefacto cuando vio el material que le había llevado y encontrarse con el desaparecido González Malliveni: no podía creerlo─ dijo, Santiago─ Coincide conmigo en esperar una oportunidad para hacer una verdadera redada.
El ofrecimiento de que te quedes a dormir lo huelo a trampa. Por supuesto no te quedaras por ningún motivo, más aún, le dirás que por la inseguridad reinante en las calles tu novio te ira a esperar todos los día a la salida. Una buena noticia: Inteligencia de la policía ya comenzó con una vigilancia constate de la casa. Se ha intervenido la línea telefónica y hay un control de la telefonía celular. Como veras, Naty, se ha tratado de no dejar nada librado al azar.
Diez días después, la señora, le pidió a Natalia que dejara antes su tarea, porque recibiría visitas y no quería que nadie se enterara del proyecto de su libro. Era treinta y uno de octubre, el día del diablo, del dios pagano Samhain (día de Hallowen), para la tradición druida-celta. Sería sin duda la noche de iniciación de nuevos miembros de la secta. Natalia comunico de inmediato la novedad a Santiago.
A las once de la noche el templo de la planta baja, iluminado solamente por la luz mortecina de las velas color sangre estaba completo en la capacidad de sus largos bancos. Música suave y tenebrosa, con coros de voces que más parecían aullidos humanos y de chacales que canticos, llenaba el ambiente. Gretches con una capa y capucha negra que cubría su rostro hasta la cejas, con voz bien timbrada leía párrafos de la Biblia Satánica y elevaba sus brazos en plegaría al Rey de las Tinieblas ante un silencio religioso de sus fieles, que permanecían con sus cabezas inclinadas en señal de sumisión.
En ese momento crucial de la ceremonia, un altavoz, que retumbo como un trueno dentro del templo, pedía en nombre de la Justicia Federal que se abriera de inmediato el portón de entrada, pues había una orden de allanamiento. Kurt y Erica ladraban enloquecidos de furor. Gretches se quitó de inmediato la capa y abrió una de las ventanas asomándose por ella.
─ ¿Qué pasa?─preguntó
─ Sra. soy el comisario Menéndez de la Policía Federal, señora. Tengo una orden de allanamiento. Por favor ábrame el portón, caso contrario entraré por la fuerza.
─¿Dé qué se me acusa comisario?
─ Se enterará cuando baje y lea las ordenes que tengo en mis manos
─ Por favor deme un par de minutos, porque estaba en cama.
Dentro de la casa el pánico se había adueñado de todos los presentes. Algunos trataban de esconderse en los lugares más inverosímiles, otros de huir por los fondos. Todos los vecinos estaban en la calle mirando atónitos semejante despliegue: patrulleros, camión celular, autobomba y una ambulancia. Nunca habían visto nada igual.
Pasados unos minutos, para gran sorpresa de los curiosos la casa comenzó a arder por los cuatros costados. Sin duda un mecanismo de incendio estaba preparado para una situación de este tipo.
Gretches, apareció en la puerta como una imagen del infierno, entre el denso humo y con las llamas a su espalda, envuelta en su negra capa, el rostro demudado, sus cabellos batidos por el viento y con la Biblia Satánica en sus brazos, invocando con alaridos a Belcebú, «el Príncipe de los Demonios» y al «Señor de las Moscas», para que vinieran en su búsqueda y llevarla junto su padre: Satán. Parecía una imagen salida de las entrañas mismas del averno. A causa de las luces y sombras producidas por el incendio, los gritos de los que permanecían adentro y los reflectores policiales, todo se había transformado en una inmensa escena de horror, digna de Hollywood.
El portón fue derribado, Gretches, presa de un profundo estado de paranoia, fue envuelta en una camisa de fuerza subida a la ambulancia y trasladada de inmediato a una clínica psiquiátrica. Varias ambulancias llegaron de refuerzo, ante la posibilidad concreta de tener quemados o asfixias por el humo. La noche había sido desgarrada por el ulular de las sirenas que iban y venían de la mansión siniestra. Los bomberos por estar donde estaban, pudieron controlar el incendio, aunque más de la mitad de la mansión quedo en ruinas, lo que permitió salvar importante documentación sobre la secta y el tráfico de drogas. Unas veinte personas que se tapaban el rostro ante las cámaras de los reporteros gráficos fueron llevadas detenidas.
─Todo terminó, amor─ decía horas después, Santiago, teniendo a Natalia tomada de la mano─ y vos fuiste decisiva para concluir con esta hermandad diabólica. Estuviste en el lugar preciso en el momento adecuado. Tu curiosidad, tu valentía, todo lo que tuviste que soportar en las últimas semanas, muy pocos lo hubieran hecho.
─Todo el merito es tuyo mi “periodista estrella! Que supiste interpretar a la perfección
lo que ocurría en esa casa maldita y además de metiste en la misma boca del lobo, sin medir los riesgos, sabiendo que podrían haberte matado. ¿Una pregunta?, ¿porque estaba allí el abogado desaparecido?.
─ De acuerdo a la documentación que se pudo salvar, González Manivelli era un miembro conspicuo de la secta, una especie de gran sacerdote. Murió de un infarto cardíaco durante una ceremonia y decidieron: ocultarlo, embalsamarlo y tenerlo con ellos, como ejemplo de perpetua sumisión a Satanás. De no haber sido por lo ocurrido, jamás lo hubieran encontrado.
Cuando aparezca la información del caso en los medios de comunicación va a haber un verdadero escándalo, porque hay varias personas conocidas involucradas en la secta y por ende en el conocimiento de consumo masivo de distintos tipos de drogas
─ ¿Sabes, Santiago? por un tiempo, por un largo tiempo, no quiero hablar más de esto, ni recordar la casa de la calle Bedoya. Tengo la sensación de haber regresado de un prolongado viaje por el país de las sombras, y de la muerte
Natalia reclinó su cabeza sobre el hombro de Santiago, quien la cubrió con su brazo. Esa noche por vez primera, soñarían juntos.

sábado, 10 de diciembre de 2011

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'via Blog this'MIS PENSAMIENTOS
Pablo Alfonso 1986




Hace algunas semanas ordenando efectos personales de mi padre, fallecido en marzo de 2009, a la edad de 93 años, encontré, emocionado, una pequeña libreta en cuya tapa decía: “Mis pensamientos 1986” escrita con su armoniosa letra. Ignoraba su existencia. Jamás me había hablado de ella, pese que además de padre e hijo éramos, excelentes amigos.
Siempre tuvo inquietudes literarias y era un ávido lector. Los libros le ayudaron a sobrellevar la soledad en que lo sumió su larga viudez, soledad que se encuentra reflejada en varios de sus pensamientos, frases o aforismos, como quieran llamarle.
Decidí dar a conocer a mis lectores, alguno de ellos que me impresionaron por su profundidad y sabiduría; la sabiduría que le dio la meditación sobre los hechos cotidianos, en su longeva vida.



«Quiérete a ti mismo, tanto como te quede, después de amar a los demás»

«Cuando te despiertes en medio de la noche, no te afanes por dormir, utiliza ese tiempo para soñar»

«Mientras más medites el porqué de la vida más te acercaras al porqué de la muerte»

«La incertidumbre es la madre de todas nuestra angustias»

«Para mi alma solitaria, tienen retumbos de truenos, los gritos de mi silencio»

«El que nada tiene para “borrar” es que nada “escribió” en la vida»

«De nuestros hijos, lo único que verdaderamente nos pertenece, son sus angustias»

«Contemplando cualquier flor, detente a escuchar los mil sonidos que de ella emanan y podrás disfrutar de una hermosa melodía»

« Prefiero ver arder mi corazón en llamaradas que contemplarlo consumirse a fuego lento»

« Así como una “pizca” de sal sazona nuestro alimento, una “pizca” de amor condimentará nuestra vida»

«No te apresures jamás por concretar sentimientos, sin antes estar seguro: si son tuyos, o solamente los trajo el viento»

«En la oscuridad de la noche puedes pensar lo que quieras, pero solo toma tus resoluciones, después de que amanezca»

« Si yo tengo un mañana la esperanza también la tendrá»

«Mientras seas feliz, no hace falta que te acuerdes de mi, pero si sufres…búscame»

domingo, 27 de noviembre de 2011

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'via Blog this'JOYERÍA DEL CENTRO



Bernardo se había hecho un nombre entre los joyeros y relojeros de Córdoba, por su larga trayectoria en el rubro, su experiencia, conocimientos y honestidad. Su negocio llevaba muchos años en el mismo local de la zona céntrica y su fachada que jamás había cambiado, pero siempre se había mantenido impecable, ya era un clásico en el mundo del comercio y un punto de referencia para muchos transeúntes: “Al frente de la Joyería del Centro, “A una cuadra de la Joyería del Centro”, “A la vuelta de la “Joyería del Centro”. Ciertamente, cuando se es un sitio tradicional en la ciudad, es claro signo de que los años no pasaron en vano, y que ese negocio ya había ingresado a la historia chica de la zona.
“Bernardo Peres, no se equivoquen, no es de origen hispánico (y la “s” en lugar de la “z” no es error), es de origen judío,(recuerden un Peres muy famoso,Shimon, que fue Primer Ministro Israelí), de judíos que llegaron a estas tierras cargados de sabiduría, esperanzas, tradiciones y dolor por lo que atrás habían dejado. Sin duda recibieron y dieron mucho al país que los cobijó. ¿Conocen las historia de los gauchos judíos, de Alberto Gerchunoff?, pues de aquellos pioneros de Santa Fe y Entre Ríos, provenía Bernardo. Hombre trabajador y justo con sus empleados: Hay que trabajar bien y pagar lo que corresponde, sin retaceos. La dadiva ablanda al hombre, que se convierte en perezoso; la injusticia lo hace rencoroso y mañero, solía decir con frecuencia.
Se caso con Raquel, Irene Raquel, hija de una familia de vieja amistad con sus padres. Se unieron en matrimonio siendo ambos muy jóvenes. Tuvieron un solo descendiente, Héctor, que emigró hace muchos años a Estados Unidos. Vive en Chicago donde se dedica al negocio inmobiliario. Sus contactos con él son escasos: «El muchacho está en la suya, el tiempo no le sobra», dice Bernardo sin convicción y sintiendo que una mano le atenacea la garganta.
Visitó Israel con su mujer al poco tiempo de casarse. Sufrió una decepción afectiva. No sintió lo que pensaba iba a sentir, cuando caminó su tierra bíblica. País inhospito, caluroso, donde la aridez se sentía hasta en la brisa sofocante que soplaba del desierto; muchos árabes, gente totalmente extraña para él, que solo había visto en películas. Su patria, su patria judía, de donde prevenían su abuelo y su padre, estaba en Ucrania, donde habían vivido por siglos sus ancestros, en una aldea de la región de Poltava, casi a orillas del río Dniéper. De allí provenían todos los relatos e historias que escuchó por años de sus mayores: el crudo invierno, la nieve que cubría todo el paisaje con su manto blanco, las barbas de los trabajadores, que regresaban de sus labores, resplandecientes por los cristales de hielo que formaban anillos en la tupida pelambre; el aullido del viento entre los árboles del bosque, y también el de los lobos; las reuniones de los aldeanos, para tratar problemas comunes o celebrar algún acontecimiento festivo o religioso, el té caliente en el samovar y también…los pogroms, cada vez más violentos que obligaron a emigrar a muchas familias, a dejar: la aldea, el hogar, el río que los vio nacer. Todo formaba parte de la rica y conmovedora historia de sus mayores, que él había incorporado a su psiquis, como si la hubiese vivido.
Hacía cinco años, que, Raquel, su esposa y amiga había emprendido el camino sin retorno, dejando a Bernardo, sumido en una tristeza que no era igual a las otras tristezas que había sufrido en su vida… porque esta, le había disecado el alma. Tenía su imagen grabada a fuego en la memoria, pero todo le parecía poco, en su infantil sueño de volver a verla. Un día desenrolló su metro ochenta de estatura que se había tornado encorvado y fláccido, y decidió seguir viviendo…por ambos.
La joyería ocupaba un amplio y confortable local. Excelente iluminación natural y artificial, estupendos exhibidores para alhajas, alianzas y relojes; decoración adecuada y elegante. Una pared con múltiples relojes de péndulo, pequeños y antiguos que pertenecían a su colección personal, se constituía en el principal atractivo de quienes ingresaban. En una esquina, alejada de la zona transitada por el público, se levantaba en toda su imponencia una vieja y recia caja fuerte de color verde oscuro, con los clásicos sistemas de seguridad de llave y combinación. Sobre uno de los exhibidores se podía ver un viejo cartel enlozado en el que se leía: “Se reparan todo tipo de relojes, trabajos garantizados”. Bernardo solía explicarles a sus clientes, que el oficio de relojero, casi había desparecido:
Los relojes ya no se reparan, se cambian; son a pilas, todo es diferente y descartable. Mantengo el cartel porque me recuerda a mis inicios; es un puente con mi pasado y además lo tengo a Pancho, para algún nostálgico que trae un viejo reloj a cuerda o balancín, también de bolsillo, que fueron del padre o del abuelo.
Tenía tres empleados: Francisco (Pancho) el más veterano, excelente relojero, que llevaba muchos años a su lado, era el encargado del negocio cuando Bernardo estaba ausente; Daniel y Jorge, mucho más jóvenes y con menos antigüedad que se ocupaban solamente de la atención del público, y de algunos trámites bancarios.
Para Bernardo el negocio era su hogar, estaba casi todo el día en él: ordenando, vigilando, atendiendo a sus viejos clientes. Dos o tres veces durante la jornada se reunía a tomar un cafecito, con los comerciantes amigos de la cuadra, una vieja y saludable costumbre que conservaban desde hacía años.
En el negocio era el único que tenía acceso a la caja fuerte que habría casi todos los días y a veces en varias oportunidades. Los empleados sabían que no le gustaba que lo molestaran cuando estaba en esa tarea. Todos conocían que allí se guardaban joyas importantes, de mucho valor que le traían a Bernardo, reconocido orfebre, para reparar o modificar. Era su lugar exclusivo, vedado a cualquier otra persona.
Los años y severos problemas personales y familiares habían ido cambiando la personalidad de Pancho. De aquel hombre trabajador y agradecido, que había ingresado a la joyería tanto tiempo atrás, ya poco o nada quedaba. Sé había convertido en un ser devorado por la envidia y la hipocresía. El centro de sus rencores era Bernardo, quien a pesar de tenerlo con un buen sueldo y como segundo, dentro del esquema de trabajo del negocio, para él era totalmente insuficiente. Consideraba que Bernardo tendría que haberlo hecho socio, porque así correspondía y dejar de ser un simple empleado. El estar de encargado en ausencia del dueño, no le satisfacía. El rencor y la envidia fueron creciendo hasta echar fuerte raíces en sus entrañas. En sus pensamientos y sentimientos ya no era “el amigo Bernardo”, ahora se había transformado en “el judío avaro de mierda, que todo lo quería para él” «Pronto va a tener una sorpresa, que no se la espera se decía a si mismo».
Hacía ya un tiempo que Pancho venia madurando la idea de un robo. No de las alhajas que estaban expuestas en las vitrinas, sino de las verdaderas joyas que guardaba en su famosa caja fuerte, a la que nunca había tenido acceso. Sabía que tendría compradores para ellas.
Observaba los movimientos del patrón cuando este se dirigía a la caja: nunca abría completamente la puerta de la misma, cubriendo la apertura con su fornida figura; permanecía un rato observando y seguramente contabilizando y luego retiraba una bolsita rotulada con la alhaja sobre la que tenía que trabajar. Muchas veces después de observar un rato, cerraba sin sacar nada.
Pancho había podido constatar que cerraba con el mecanismo de combinación y se olvidaba de hacerlo también con la llave con cierta frecuencia. Después de un largo tiempo de mirar y escuchar en forma disimulada los movimientos y “cliks” de la combinación con su sensibilidad de experto relojero, estaba seguro de tenerla descifrada, era cuestión de esperar un día en que a la hora de retirarse se olvidara de el último paso
A pesar de poseer las llaves de entrada a la joyería, lo haría forzando las puertas, para fingir un robo por parte de extraños. A la alarma la conocía y ya se sabe, que en la actualidad cualquier ladrón experimentado la desactiva en un santiamén.
Desde hacía un tiempo mantenía un pequeño bolso preparado con los elementos que necesitaría, para salir de inmediato cuando se diera la oportunidad, como embarazada en el último mes de gestación.
Un viernes a última hora de la tarde comprendió que el momento había llegado. La caja fuerte había quedado sin llave solamente cerrada con el mecanismo de combinación.
Regreso a su casa se dio una ducha. Prácticamente no probó bocado en la cena. Se lo notaba nervioso. Le dijo a su mujer (con quien mantenía una relación muy distante) que tenía que salir para ayudar a un amigo a hacer una reparación en su casa, información que ella tomo con indiferencia.
Estacionó su auto a tres cuadras de la joyería. Mientras caminaba hacia ella, sentía que las piernas le temblaban: era su primer delito. Entró rápidamente, aprovechando que no se veía ningún policía en la calle. Eran las once de la noche. Antes de salir forzaría las cerraduras, para simular el ingreso de ladrones. En su larga trayectoria, Bernardo había sido robado tres veces, aunque nunca pudieron con la caja fuerte, siempre llevaron lo que había en las vitrinas. Una vez adentro desactivo la alarma. La cortina metálica impedía que desde afuera se pudiera ver el haz de luz de su linterna. Se sentó durante unos minutos para relajarse. Sentía todos sus músculos contraídos. Con los ojos cerrados repaso la secuencia de números de la combinación. Aunque nunca la había probado, estaba seguro que era la correcta, la que él había deducido, mirando de soslayo y escuchando durante meses. Ahora había llegado la hora de la verdad. Caminó hasta la caja fuerte iluminado solamente por la luz de la linterna. Se paró frente a ella con gran ansiedad. Tenía las manos húmedas y las secó antes de tomar el dial de la combinación, y comenzar de una vez sin vacilaciones su tarea. Fue sintiendo los diferentes “cliks” que retumbaban como golpes de tambor en su cabeza, perlada de sudor, hasta que llegó el último y esperado, un poquito más fuerte que los anteriores que indicó, que la cerradura se había destrabado. Sé sentía embargado por una intensa emoción. Bajó con fuerza la bruñida manija y la puerta se abrió. Alumbró en su interior y una tremenda mueca de horror le transfiguró la fisonomía. Quiso emitir un sonido, aunque fuese gutural, y no pudo. Los ojos tremendamente abiertos parecían que se iban a salir de las orbitas: en el fondo de la caja vio el rostro sonriente y dulce de doña Raquel, con su cabello rubio primorosamente peinado, que lo miraba fijamente como diciéndole: ¡”Hola, Pancho”! Miraba como si estuviera hipnotizado. Un intenso dolor comenzó a lacerarle el pecho. Un dolor que iba tomándole todo el tórax, como si una boa constrictor lo tuviera atrapado entre sus anillos, que se apretaban cada vez más y el dolor subía hacia el cuello y la mandíbula y bajaba hacia los brazos; todo su cuerpo se había cubierto de una traspiración fría y pegajosa. El aire comenzaba a faltarle. Busco una silla y se desplomo sobre ella con los ojos entrecerrados y respirando con la boca abierta, buscando alivio. Después de pocos minutos reabrió los ojos y comprobó que estaba sentado frente a la caja la cual permanecía con la puerta entre abierta y la linterna que había quedado encendida en su interior. El rostro de Raquel, ahora por efectos de la iluminación, que recibía de abajo hacia arriba, había adquirido formas fantasmagóricas y se había tornado blanco amarillento, con oscuras y profundas ojeras; su sonrisa, era ahora un rictus: fue demasiado. En un brusco movimiento por tomarse el pecho con ambas manos cayo de la silla quedando boca abajo al lado de la mesa que solía utilizar Bernardo en sus trabajos de orfebrería. Tuvo tres convulsiones y luego el cuerpo se relajó quedando totalmente fláccido, con el terror pintado en sus facciones.
Pocos minutos después llegaron la policía y Bernardo. En el negocio nadie sabía que una nueva alarma silenciosa conectaba la caja fuerte con el servicio de seguridad. Un equipo de emergencia constato la muerte de Pancho, al cual Bernardo miraba con los ojos húmedos e infinita pena.
─ Este hombre era de mi mayor confianza, le tenía verdadero cariño─ dijo al comisario─ Para fin de año le había preparado una sorpresa: lo iba a hacer socio de mi pequeña empresa. Yo ya quiero retirarme. Señalando la imagen de Raquel, expreso: ─ Esto es obra de mi angustia, de mi mente desquiciada por el dolor de haberla perdido, y querer tenerla cerca. Encargué mi macabra fantasía a un gran artista plástico, que hizo una reproducción perfecta en tamaño natural de la cabeza de mi Raquel en arcilla, guiándose por distintas fotos. Costo encontrar ojos artificiales del tamaño y el celeste profundo que ella tenía, el cabello es natural. Todo el rostro y el cuello fueron cubiertos por un material símil piel que le da un realismo estremecedor. No quise hacer daño a nadie, solamente, y que Dios me perdone, traerla de la tumba y poder verla, cuantas veces quisiera─ dijo con la voz quebrada por la emoción.
Una hora después llegó la policía judicial y retiraron el cadáver de Pancho. Cuando todos iban saliendo Bernardo cerro la caja fuerte y en voz muy baja musitó:
─ Vistes, amor, todavía sigues cuidando nuestros intereses.
Tomo el pequeño cartel que decía que se arreglaban todo tipo de relojes, “su puente con el pasado” y lo arrojó al cesto de desperdicios.

sábado, 5 de noviembre de 2011

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'via Blog this' COMENTARIOS


Agradezco a los numerosos lectores de distintos países del mundo que siguen mi pagina blog, lo cual constituye un honor y un gran estímulo para un escritor.
A los mismos quisiera solicitarles me envíen su opinión sobre lo publicado hasta el momento, a fin de ir mejorando la página. Pueden expresar sus conceptos a través del ítem "comentarios" que aparece al pie de cada artículo publicado o por medio de mi E.Mail:

carlosj107@hotmail.com

GRACIAS

martes, 1 de noviembre de 2011

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'via Blog this'“EL DUENDE DE TU SON, CHE BANDONEÓN”



Lo recuerdo claramente, tenía en ese entonces, diez años recién cumplidos. Estaba en mi habitación armando un avioncito de madera balsa que había recibido de regalo del tío Vicente. En esa época era poseedor de un pequeño tesoro: una radiecito, a transistores, de las primeras que habían salido a la venta .También un regalo, este de mis padres, para una Navidad. Me gustaba tenerla encendida mientras realizaba mis tareas, y escuchar algo de música y noticias de deportes, pero ese día mi pequeña radio Sony cambió mi vida. Fue un punto de inflexión: lo escuché a Rodolfo Mederos y preste atención, por primera vez en mi corta vida, al lánguido y melancólico sonido del bandoneón interpretando: “Adiós Nonino”,Verano porteño” y “Milonga del Ángel”. Ese día quede enamorado: del bandoneón, de Mederos y de Piazzolla.
En casa gustaba el tango, papá y el tío Vicente solían pasar horas escuchando Long plays en el wincofon. Mamá prefería los boleros, a los que según, papá, entonaba bastante bien.
Una semana después de mi “descubrimiento” fui a hablarlo al “viejo” que estaba arreglando el enchufe de la plancha.
─Papá, quiero aprender a tocar el bandoneón─ dije así de un tirón y tratando de poner voz de hombre. “El viejo” me miró como si no entendiera. Dejó el destornillador sobre la mesa, al lado del mate y me miró fijo a los ojos.
─ ¿Qué decís, Carlitos?
─ Que quiero aprender a tocar el bandoneón.
Papá se levanto, y le cambió la yerba al jarrito. En ese momento entraba mi madre con las compras del día. Capto el silencio reinante y preguntó preocupada
─ ¿Qué hizo, Carlitos?
─Esta vez nada, Ángela, simplemente me sorprendió─ respondió mi padre─ Quiere estudiar música. Específicamente tocar el bandoneón.
─ ¿Y porque el bandoneón?, si nunca le interesó el tango, ─dijo mamá, abriendo grande los ojos.
─ Es lo que iba a preguntarle cuando vos llegaste, mujer. ¿Y, Carlitos, que te pasó?.
─ Mucho, papá. Estaba en mi pieza armando el avioncito y escuche en la radio, la que ustedes me regalaron a un tal, Rodolfo Mederos, interpretando temas de Piazzolla, que algo conozco, porque vos tenes discos de él. Por primera vez preste atención al bandoneón y me corrió un frío por todo el cuerpo, te lo juro, mamá, nunca me había pasado algo así. Desde esa noche, me duermo pensando en el bandoneón y en lo que había escuchado.
En la enciclopedia, encontré lo que buscaba: que lo habían inventado en Alemania, en 1864, un tal Ernest Arnold para que sirviera de órgano portátil en los servicios religiosos que se hacían fuera del templo .Que los hijos de Ernest: Paul y Alfred crearon el famoso doble A. Que tiene 38 botones agudos y 33 graves; que es distinto el tono cuando se estira o cierra el fueye. Leí sobre: Arolas, Maffia, Laurenz, Troilo, Piazzolla, Mederos y que se yo.
La voz de Carlitos, se comenzó a entrecortar. Estaba al borde del llanto.
Su madre lo miraba con los ojos llenos de ternura. El muchachito era muy travieso y le debía más de un disgusto, pero ahora lo veía distinto, como si hubiera madurado, así repentinamente. Su padre lo miraba ceñudo, pero atento a sus palabras.
─ Viejo, aquí a tres cuadras está el profesor Sgromo, que enseña bandoneón─intervino Ängela─ ¿Qué te parece si probamos?
─Puede ser, puede ser, respondió Mateo, pero, ¿y la escuela?
─ Yo les prometo ─respondió el niño, con voz firme ─ que voy a ser de los mejores alumnos. No van a tener nunca más, en el colegio, un problema por mí.
Pasaron un par de años de intensos estudios de música. Un día el profesor Sgromo, citó a Mateo.
─Mire amigo, yo le di a Carlitos, todo lo que le podía dar. Ya no puedo enseñarle nada a este chico ¡Es muy bueno! demasiado bueno. Tiene un enorme talento. Necesita algo muy superior a este viejo maestro. Sé se su admiración por Mederos. Lo conozco personalmente a Rodolfo, puedo darle una recomendación.
─ Pero es muy chico, maestro, para estar metido en el ambiente de los músicos y del tango. Es algo que me causa cierto temor. Usted sabe que es un mundo difícil.
─ Sus temores son comprensibles, pero no se equivoque, Mateo ¿A qué edad cree que comenzaron los grandes?. O le damos alas a Carlitos, o se las cortamos y también le habremos amputado parte su vida: piénselo.
Mateo salió pensativo. Estaba seguro, de que muy pronto muchas cosas cambiarían en su familia, pero como dice el tango: “Contra el destino nadie la talla”
Fue uno de los alumnos dilecto de Mederos por su talento y tenacidad: “Lleva el bandoneón en el alma” solía decir el maestro. Toco en varios conjuntos de Buenos Aires cuando solo tenía veinte años y causó la admiración de muchos entendidos.
Dos años después fue invitado a una gira por Europa. En París creyó estar viviendo un sueño, allí habían estado: Gardel, Cadícamo, Piazzolla, Mederos y tantos otros “próceres” de la música de la ciudad.
Una noche,a la salida de una actuación donde había sido ovacionado, se sentó frente al Sena, bajo la luz de las estrellas. Recordó su barrio de Flores, sus padres y amigos, al viejo maestro Sgromo; la tarde aquella, en que en su habitación armando el avioncito del tío Vicente escuchó por vez primera el bandoneón con los oídos…y con el alma, y también, todo lo que este le había dado: mucho más de lo soñado. Habían pasado varios años de aquel episodio que signó el camino de su vida y lo rememoró con la claridad de una mañana de primavera.
Se alejó caminado muy despacio, con paso cansino, como si fuera taconeando sobre el empedrado de Barracas al sur, tratando de beber, de a pequeños sorbos, la noche parisina, mientras a su corazón bañado de nostalgia, llegaban, como interpretados por una orquesta muy lejana, tal vez de allá, de Buenos Aires, los inolvidables versos de Homero Manzi:
El duende de tu son, che bandoneón,
se apiada del dolor de los demás
y al estrujar tu fueye dormilón
se arrima al corazón que sufre más…

martes, 25 de octubre de 2011

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'via Blog this'LOS PEQUEÑOS PRISIONEROS




Casi no se puede creer ¿Es una noticia de la crónica policial, verdad?
Hoy en día están sucediendo muchas cosas atroces en este mundo impío en que vivimos, fundamentalmente: con los niños, mujeres y ancianos ¡Si parece mentiras! Hasta hace unos años los niños y los ancianos eran objeto de veneración y las mujeres de gran respeto; y hoy no se puede confiar en nadie ¡Ni siquiera en los familiares!
Creo que todos estamos asqueados de enterarnos por medio de la televisión, la radio y los diarios, de los niños: ultrajados, sometidos a trabajo esclavo, desnutridos, golpeados y analfabetos, pero niños prisioneros, en conocimiento de sus padres, de toda la familia, amigos y conocidos ¡Y no haber una sola denuncia policial sobre un hecho tan aberrante!, parece una pesadilla. Seguro podriamos emplear una frase de Discepolo, que me quedo grabada en mi juventud: “¿Qué pasa señor” ¿Qué “sapa”? decía él en su lunfardo. ¿Sabe? a mi padre le gustaba mucho el tango, se pasaba horas escuchándolo, por eso, conozco, esas palabras, arrabaleras.
─ ¿Y cómo se descubrió esta atrocidad, vecina? Me eriza la piel
─ Porque el mismo abuelo lo confeso
─ ¿El abuelo?
─ ¿Recuerda que le dije hace un rato, que con los niños no se puede confiar ni en los parientes?
─ Sí, Inés, lo recuerdo. Además es tan enfática en sus afirmaciones, ¡qué es imposible olvidar lo que dice!, pero siga, siga. Me está haciendo vivir en una nube de incógnitas.
─No se asuste, José, esta vez no es una noticia aberrante, ni está en los diarios, porque los diarios, usted lo sabe, siempre publican en primera plana, la porquería, lo que satisface el morbo de la gente: es lo que se vende.
Lo que voy a contarle, es un hecho de amor. ¡Sí de amor!, escuchó bien. Y yo, perdóneme usted, hice un cuento previo, tal vez demasiado extenso, sobre la realidad que vivimos, día a día, para poder destacar más este relato que me ha conmovido
─ Por favor, Inés, no continúe con su tareas de cuentos y desorientación que estoy bastante viejo y pierdo el hilo de la conversación ¿Cómo puede ser que haya amor, si hay prisión, y los presos sean niños?¡Inentendible!
─ Escuche, José. Esta historia me la contó la empleada de don Manuel, que como usted sabe hace años que trabaja con ellos.
─ Sí, una buena mujer, que lleva mucho tiempo en el barrio y todo el mundo está conforme con ella: es honrada y trabajadora…y que tiene que ver con la historia de los niños.
─El cuento viene así: estaba Josefa, la empleada, ordenando el escritorio de don Manuel, que como usted sabe ya casi no ejerce su profesión, pero suele pasar muchas horas en su oficina, ordenando: sus papeles, sus pensamientos y tal vez, su vida.Plumereando la pobre, se atrevió a interrumpir a su patrón que estaba abstraído en sus quehaceres.
Don Manuel, perdone, mi impertinencia, pero porqué no cambia las fotos de sus nietos, que están en la biblioteca. Son de cuando eran chiquillos y ya están todos bastante grandecitos, menos Rafaelito, que es el último regalo, que le dio la vida. Mire usted a Florcita, ya es toda una mujer, y aquí está, con un “pintorcito” de jardín de infantes, y así pasa con Virginia y Salvador que ya son mayorcitos, casi adolescentes. Con todo respeto me parece que tiene que actualizarse, don Manuel, tenerlos como son ahora.
─Mire, Josefa, lo pensé muchas veces, pero, ¡Sí! los tengo prisioneros, en las celditas de sus portarretratos y de allí no pueden escaparse…Siguen siendo míos. Ahora no me pertenecen, nunca me pertenecieron, es el tonto sentido de posesión que tenemos los abuelos. Creemos que lo que viene de nuestros hijos sigue siendo nuestro ¡ Que irrealidad!. Ellos tienen, además de sus padres: sus amigos, el estudio, el deporte, sus sueños. En fin todo lo que corresponde a un adolescente ¡Y que así debe ser!, pero se fueron, volaron lejos, muy lejos… menos de aquí, donde siempre estarán prisioneros del amor de su abuelo. Al mirarlos ¿sabe usted?, puedo recordar muchos instantes felices, muchos cumpleaños, festejos y navidades, cuando el regalito y la sorpresa, hacían encender lucecitas de asombro y de infantil fantasía en esos ojitos muy abiertos y agradecidos. Perdone mis lágrimas, pero estos temas me emocionan.
No, Josefa, allí se quedan mis niños, para que siempre, a pesar de que vayan creciendo, y la vida los vaya alejando, yo los tenga cerca mío: jugando, pidiendo, gritando, peleando; protegiéndolos de un “chirlo” merecido; consiguiendo: un perdón, un permiso, un juguete muy deseado. No, Josefa, no mis niños están aquí prisioneros, y siempre lo estarán, en sus celditas de madera y cristal, posados en mi escritorio, en mi biblioteca, porque yo también lo estoy junto a ellos..
─ ¿Qué dijo la empleada?
─ Que había tenido una mañana feliz, porque mientras ordenaba el escritorio, de don Manuel, había recibido una lección de vida.

sábado, 1 de octubre de 2011

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JOAQUÍN




L
uis caminaba lentamente, disfrutando de la soleada mañana de otoño, por las calles de la vieja y señorial Alta Gracia. Respiraba hondo, con fuerza, tratando de que el fresco aire serrano penetrase los más profundo posible en sus pulmones que solo conocían el humo del tabaco y el smog de Buenos Aires.
Se sentía bien.Había esperado hasta mediados de Abril para tomar sus vacaciones y así poder contemplar algo que lo fascinaba desde hacía años: el otoño en las sierras de Córdoba, con las veredas de sus pequeñas ciudades y pueblitos tapizadas de hoja multicolores, que daban su adiós a la vida.
Hacía mucho tiempo que había descubierto las bellezas de Córdoba, después del verano, lejos de los miles de turistas bullangeros que la visitan invadiendo sus calles, senderos y caminos, restaurantes y cafés. Cuando su tiempo y sus actividades se lo permitían, regresaba a darse un baño de paz como le gustaba decir.
Estaba solo. Habían transcurrido ya cuatro años de su divorcio con Estela. Tenía una hija, Florencia, adolescente, quinceañera que como es lógico y normal en estos casos vivía con su madre.Tenía poco contacto con ella, lo cual constituía un peso en su alma, una piedra más en su camino ya cubierto de escombros. Además su ex esposa y su suegra habían tomado a Flor como botín de guerra.Lo importante era dañarlo hasta que sangrara por sus heridas. Tenía que pagar caro su “huída”
Afortunadamente su trabajo le demandaba mucho tiempo.Había logrado hacerse un nombre como abogado en el fuero civil, y lograrlo en una ciudad como la Capital Federal era todo un mérito.La competencia fue siempre despiadada y los colegas, no monjes precisamente.
Se encontraba fatigado y deprimido. Esto lo llevó a tomar una decisión intenspectiva.Le comunicó a su socio en el estudio que necesitaba tomarse diez días de vacaciones a partir del próximo viernes, y quería aprovechar el no tener (en mucho tiempo) ninguna cuestión importante pendiente. Pensó en Córdoba y principalmente en Alta Gracia,ciudad a la cual conocía en forma muy superficial..Solamente había pasado por allí con destino a otras localidades serranas, años atrás, cuando en su vida había aún: una esposa y una hija.
Cinco días después estaba instalado en un confortable hotel, con un hermoso panorama de las sierras, visto desde el amplio ventanal de su dormitorio.
Durante el viaje, que hizo en su automóvil, repasó los últimos años de su vida.Su separación de Estela y de Florencia habían sido muy traumáticas, pero el matrimonio ya no daba para más.Nada había quedado del amor que los unió cuando eran estudiantes.Todo se había perdido en un torbellino, como si ambos hubiesen sido hojas sueltas, sujetas al capricho del viento. Muy poco sobrevivió de los dulces primeros años de la vida en común, que fue coronada por el nacimiento de Flor. Estela competía con él profesionalmente.En su fuero íntimo quería demostrar, que podía ser superior a su esposo, que podía llegar hasta donde otras amigas, con la misma profesión, no habían llegado. Además le había tomado afición a la actividad política, y la consecuencia de ello, fue alejarse aún más de su hogar. Florencia fue criada prácticamente por su abuela y una niñera, lo cual sin lugar a dudas no era lo más conveniente,para una niña que necesitaba fundamentalmente del cariño y cuidado de su madre.No fue eso lo pactado en la etapa del noviazgo, donde tanto se promete, y tan poco se cumple.
A los cuarenta y siete años estaba solo. Por el momento no quería formar nueva pareja. Venía de una mala experiencia y evitaba exponerse a un nuevo fracaso..Oportunidades no le habían faltado.Todavía era joven, no mal parecido y gozaba de un buen nivel económico, lo cual lo convertía en un candidato codiciado por muchas mujeres separadas y no poca solteras.Tuvo un par de amoríos de muy poca duración y que no implicaron ningún compromiso en su vida.Ahora solo deseaba estar en paz y gozar del prodigio de la naturaleza durante dos semanas.Sus planes eran quedarse unos días en Alta Gracia y después hacer una recorrida por los distintos valles, para llenar su alma y sus sentidos de: montañas, ríos y arroyos, de árboles multicolores, de senderos entre las sierras, de ranchitos con el horno de barro humeando y las cabras arrancando el pastito que nace entre las piedras, y así poder regresar, renovado a la gris urbe donde vivía.
Se detuvo en una tienda de artesanías y productos regionales en cuya vidriera, vio una prenda tejida en telar (según decía en la etiqueta): una manta que pensó, a Florencia le encantaría. Entró y comenzó a observar lo que se exponía. Todo estaba distribuido con muy buen gusto: muebles rústicos, tejidos y platería, en un pequeño, pero cálido negocio. La dueña o encargada del mismo, después de atender a una pareja interesada en dulces regionales, se acercó a él.
─ Buenos días, señor ¿puedo ayudarlo?
─Buenos días, señora, es muy linda su tienda.
─ Muchas gracias, sus palabras son un halago. En realidad me esmero para que esté ordenada y con buena mercadería ¿Está interesado en algo en particular?
─ Sí, en la manta que está expuesta en la vidriera.Quisiera llevársela de regalo a mí hija.
─ ¿Es usted de Buenos Aires?
─Sí, de Capital Federal.
─Tengo muchos clientes de Capital que vienen casi todos los años y me hacen compras importantes.Parece que allá gusta mucho la artesanía regional.Aquí la tiene, señor. Es bellísima, tejida en telar. con lana de vicuña.Créame, es una prenda muy fina.Obsérvela con tranquilidad, mientras tanto atenderé a las personas que acaban de entrar.
Cuando se alejó, observó más a ella que a la manta.Era menuda, de rostro dulce, cabello castaño y ojos de color verde claro, su voz era suave y cálida, aparentaba unos 35 años; atendía a sus clientes con diligencia y simpatía
Sabe explotar su negocio, pensó Luis.
─ Y bien, señor, ¿qué le ha parecido la manta?
─ Hermosa, señora. Creo que voy a llevarla, ¿cuál es su precio?
─En realidad, no es barata. La lana de vicuña es bastante cara por su extraordinaria calidad; pero no se peocupe, voy a hacerle una consideración en el precio para poder agregarlo a mi lista de clientes─ dijo con su más encantadora sonrisa.
─Gracias, muy amable de su parte.
Mientras conversaban, un chiquillo de unos diez años entró como una tromba al negocio.
─Mamá, mamá. ¿Puedo ir con los chicos a jugar a la plaza ?Por favor, mamá, por favor.
─ ¡Joaquín! ¿No ves que estoy atendiendo?.Ya te he dicho que no entrés aullando como un indio cuando estoy trabajando.Le ruego sepa perdonarnos, señor.
─No se preocupe, señora. Es un niño, y nosotros los adultos, nos olvidamos de que a esa edad, actuábamos de la misma manera
─Sí, tal vez tenga usted razón, pero ¿sabe? Debo hacer de madre y padre, y a veces no sé como tratar a un varón de esta edad
─Perdone mi indiscreción ¿Está usted separada?
─Sí. En estos tiempos duran poco la parejas. La convivencia es muy difícil, constituye todo un tema.
─Yo también estoy separado, mejor dicho divorciado, desde hace varios años.Como podrá ver, tenemos algo en común .Señora, no quiero entretenerla más, sino Joaquín va a odiarme. Llevo la manta, y seguramente antes de marcharme vendré a comprarle algo más.Pequeños obsequios para los amigos, son inevitables.
─Con mucho gusto, los domingos tengo abierto hasta el medio día.
─Hasta pronto señora. ¡Ah!, Joaquín, a portarse bien con mamá ¿De acuerdo?
Joaquín lo miro con cara de pocos amigos y comenzó nuevamente con sus ruegos de forma monótona y sin pausa, cual si fuera un viejo organito, o un disco rayado (como se solía decir), para obtener el permiso de ir a jugar a la plaza; sabiendo que ganaba por hastío.
Luis se retró satisfecho.Había hecho una buena compra y la mañana continuaba espléndida.Decidió caminar hasta el Museo Manuel De Falla. Admiraba profundamente al gran músico andaluz y a su obra, La casa donde vivió sus últimos años y desde donde partió hacia el recinto de los convocados, era uno de los lugares que no quería dejar de visitar.Al llegar a la elegante morada que habitó el maestro, el chalet “Los espinillos,” situado frente al campo de golf del Sierras Hotel y a la vastedad imponente de las montañas del cordón de la Sierras Grandes, experimentó una gran emoción, que sintió en su garganta y en sus ojos. Penetró en la casa con la unción con que se visita un templo. Sintió que una profunda sensación de algo muy parecido a la angustia lo embargaba.Recorrió lentamente cada uno de sus ambientes y trató de grabar en sus retinas todo lo expuesto en las vitrinas, que mostraban las pertenencias del gran compositor: el frac y la batuta que utilizó en sus noches de gloria como director de grandes orquestas sinfónicas,uno de sus pianos, papel pentagramado y sus lápices, algunos de tamaños muy pequeño por el uso, con los cuales trató de concluir esa gigantesca obra que lo obsesionaba: su poema coral “La Atlántida” que nunca vio finalizada, porque la vida terminó antes para él. La austeridad de su dormitorio, casi monacal, lo conmovió profundamente. Se retiró perturbado y a la vez enternecido de la casa de don Manuel.Había sido una maravillosa experiencia para un amante de la música, como él lo era. Después de caminar unas cuadras sintió que su corazón se serenaba y siguió con paso firme hacia su hotel. Era ya la hora de almorzar,y tenía apetito.En el trayecto recordó a Joaquín y a su madre.Sin duda pasó un grato momento con ellos.La mañana tuvo un sabor distinto en su rutinaria y melancólica vida.
Por la noche, después de la cena se sentó a tomar un café en un bar en las inmediaciones del Museo del Virrey, monumento histórico al cual ya había visitado, lo mismo que la casa en que vivió el “Che” Guevara,la cual  también lo conmocionó, cuando al recorrerla, meditó sobre el irreductible idealismo, llevado hasta las últimas consecuencias, hasta la muerte misma, por el hombre que la habitó cuando era un niño.
Volvió a sentirse solo, solo y triste, con esa tristeza que hiela el alma. Las luces de las farolas prolongaban la sombra de los árboles de la Plaza del Fundador y sintió que esas mismas sombras penetraban en los laberintos insondables de sus desaciertos y fracasos. La excitación del día, ya había pasado. Le resultaba difícil tomar un café en soledad, sín compartirlo, sin conversar con alguien. Recordó a Florencia y se prometió a sí mismo hacer lo posible por reconquistar su afecto, ni bien regresara a Buenos Aires. Era consciente de que sería una tarea que requeriría tesón y paciencia, pero si lo lograba, el premio sería, grande, muy grande. El amor de un hijo es invalorable, tal vez difícil de entender para aquellos que no lo tienen; para quienes no han sentido la tersura de su piel, no han gozado al escuchar sus primeros balbuceos; ni han podido ver con ansiedad y miedo sus primeros pasos;para quienes, no han sufrido con sus devaneos de adolescentes.
Nuevamente llegaron a su mente, Joaquín y su madre.No tenía otros conocidos en la ciudad con quienes intercambiar unas palabras, un pensamiento, una sonrisa, que no fuera la de los empleados del hotel. Mañana, con la excusa de otra compra, regresaría a la tienda.
El día amaneció gris y destemplado.Una fina llovizna y un viento suave y frío lo tornaban desapacible.Lamentaba que la nubes ocultaran las sierras, que tanto le atraía contemplar.
Después de las diez de la mañana se dirigió hacia la tienda de artesanías y productos regionales “La casa del Virrey”.Al llegar encontró, para su beneplácito, que no había gente en el local,solamente su dueña ordenando las estanterías.
─Buenos días señora, ─ dijo de la manera más simpática posible.
─Buenos días. ¡Oh! ¿Nuevamente usted por aquí? - dijo al verlo, embelleciendo su rostro con una encantadora sonrisa.
─El día no se presta para caminar por la ciudad, por lo que decidí aprovechar el tiempo haciendo algunas compras, y aquí me tiene.
─Me alegra mucho que nos haya elegido para sus regalos dijo, sonrojándose levemente, lo cual no pasó desapercibido para Luis.
Señora: anoche estuve observando detenidamente la manta que compré para mi hija y me pareció verdaderamente estupenda.Y usted como comerciante lo sabe: cliente satisfecho, cliente que vuelve.
─Gracias por sus conceptos, y por favor no me llame Sra.Mi nombre es María Angelina, por lo general, suelen llamarme Angelina solamente
─ Y el mío Luis, Angelina.
─Espero que no tome mi pedido como un exceso de confianza.
─Jamás lo hubiera pensado así, Angelina.La vida y los años me enseñaron a apreciar a las personas en su verdadera dimensión.
─Le agradezco verdaderamente sus palabras.Me dijo que quería llevar algunas cosas de mi negocio ¿Qué podría ser?
─Primero quiero regalarme algo a mí mismo.Creo merecerlo.
─Me parece excelente! Hay que pensar primero en uno y quererse un poquito, para luego poder querer y comprender a los demás.
─He visto en su vidriera un cinturón y una billetera de carpincho que me gustaron mucho.Eso es para mí.Y además quisiera...algunas confituras y un par de cajas de los tan famosos alfajores cordobeses, para los amigos.
─¿Y para su novia?.
Cuando la miró, Luis pudo ver en los ojos de Angelina, mucho de picardía y curiosidad.
_No tengo novia, desde que me separé soy una especie de “Lobo Estepario”.
­─No es bueno para el hombre estar solo.
─Ni para el hombre, ni para la mujer─ replicó Luis.
Angelina bajó la mirada y su rostro adquirió la gris tristeza del día.
Luis quiso romper ese muro de oscuros recuerdos que se había elevado entre ambos: fracasos, sueños y proyectos, sepultados en el vacío infinito de la nada.
─ ¿Cómo está Joaquín?
─En la trastienda, tratando de consolarse de que el día no le permita jugar con sus amigos.Debe estar entretenido con la computadora, porque hace ya un tiempo más que prudencial que no me interrumpe.
─Angelina, voy a hacerle un pedido inusual y tal vez disparatado, porque recién nos conocemos:¿Podría Joaquín si él lo desea, por supuesto, dar una vuelta conmigo en auto, ya que el clima de hoy no da para otra cosa?.Sé que usted pensará: cómo voy a permitirle a mi hijo salir con un hombre al que recién ayer vi por primera vez en mi vida. Sería un pensamiento lógico, y más en los tiempos terribles que estamos viviendo, donde los diarios y la televisión nos llenan de noticias que nos horrorizan; pero ¿sabe? No me gusta andar solo y su hijo a pesar de haberlo visto solamente unos minutos, me ha llegado.No se porqué, tal vez por haber deseado siempre tener más de un hijo y entre ellos un varón, con quien jugar al fútbol, corretear y hablar de “cosas de hombres”.
─Verdaderamente, su pedido me sorprende y nunca lo hubiera esperado.
Luis miraba a Angelina, como niño que ha hecho una travesura y espera una severa reprimenda.
─En realidad, lo que me pide es insólito y mi primera respuesta tendría que ser un ¡no! rotundo. Pero...que Dios no me permita equivocarme; confío en usted.No sé por qué, pero confío. Mi intuición, la tan mentada intuición femenina, me dice que puedo cederle a mi hijo para que lo acompañe.Siempre que él quiera, como es lógico. ¡Joaquín!
_ ¿Qué querés, mamá?
─Vení por favor.
─ ¡Ufa! Ya voy
─¿Recordas al señor?
─Sí vino hace poco¿Por qué?
─Bueno, el señor, es decir Luis, como él se llama, te invita a dar una vuelta en su auto, ya que el día está feo para salir a jugar.¿Qué decís?.
─Y bueno mamá, peor es estar aquí, escuchándote protestar todo el día.
─¡No seas grosero, Joaquín!
─Bueno, ma, perdoname.Sí, me gustaría salir con el señor Luis.
─Angelina, le prometo traerlo a la hora de almorzar.Gracias, muchas gracias.
Minutos después ambos estaban sentados en el auto.
─Ponéte el cinturón de seguridad, Joaquín.Hay que aprender a respetar todas la leyes y reglas, para que cuando seas adulto te comportés como un buen ciudadano.
─Ya estás como mi mamá, siempre dando consejos.
─No te enojes, muchacho. Se trata de que yo también soy padre y los padres, debemos hacer y decir muchas cosas que son necesarias y que a la mayoría de los hijos no les gusta.¿Que te parece, si aprovechamos que el cielo se ha despejado un poco y tratamos de llegar a Villa General Belgrano?
─ ¡Oh! Me encantaría Luis, hace mucho que no voy.
Joaquín se fue distendiendo y comenzó a conversar: sobre fútbol, los compañeros y la escuela.Luis estaba encantado con su nuevo y pequeño amigo y se dispuso a disfrutar esa mañana del día sábado, que ya dejaba ver algunos rayos del sol entre las blancas nubes que un suave viento dispersaba.Su estado de ánimo no era el mismo que tenía cuando salió del hotel.
Caminaron por la Villa, riendo y charlando.Ya eran viejos camaradas gozando de un paseo.Luis estaba feliz, hacía mucho que no experimentaba esa placentera sensación.Le regaló a Joaquín una pelota de fútbol y leyó en los ojos del niño un agradecimiento infinito.
_Gracias, Luis, hacía mucho que quería tener una nueva ¿Sabés? cuando sea grande me gustaría jugar en Boca.
─Si te lo propones lo vas a conseguir, Joaquín. Siempre hay que proponerse metas en la vida y tratar de alcanzarlas.Ahora vamos, que le prometí a tu madre que regresaríamos a la hora del almuerzo ¿Extrañas a tu papá?─ preguntó Luis, como distraídamente.
─Sí, a veces bastante. No es lo mismo conversar con una madre que con un padre.Las mujeres no saben nada de varones.
Luis no quiso preguntar más nada al respecto para no molestar al niño o vulnerar su intimidad.
Cuando llegaron a la puerta de “La casa del Virrey”, Angelina salió presurosa a recibirlos.
─¡Mamá, mamá, mirá lo que me regaló Luis!, dijo mostrando con orgullo su nueva pelota.
─Hijo ¿ Supongo que no la has estado pidiendo?
─Quédese tranquila, Angelina.Su muchacho es todo un hombrecito y no pidió ni un caramelo.Ocurre que en poco tiempo nos hemos entendido como viejos amigos,y... yo quise hacerle este obsequio sabiendo, lo que él ama el fútbol.En muchas cosas me recuerda a mí cuando era niño.
─Muchas gracias Luis. No sabe cuánto me alegra que hayan congeniado.Mi hijo no es un niño fácil; muy probablemente por la situación que le toca vivir.
─Angelina
─Sí, Luis.
─Quisiera hacerle una invitación a usted y a Joaquín.He pasado una mañana tan espléndida, que desearía que este día terminara también así. Los invito esta noche a cenar. Son aquí, mis únicos amigos.
─Luis...la verdad me vuelve a sorprender.Recién hace cuarenta y ocho horas que nos conocemos; no sé que decirle.Me pone en un aprieto.
_Angelina ¿es que hace falta una vida para poder compartir unas horas sentados a una mesa y poder conversar?¿Es que hacen falta años para sentirse identificado con alguien?
No, no es eso, Luis, pero piense que usted viene de la gran ciudad y yo vivo en una pequeña comunidad,a la que sin duda podríamos denominar ciudad-pueblo.En Buenos Aires, o Córdoba las cosas son distintas.Se manejan otros tiempos y otros códigos, pero bueno, no quiero parecer mojigata. Acepto su invitación, con una condición: cenamos aquí en mi casa. Prepararé una carne mechada al horno, que es mi especialidad; estoy segura le agradará.
─De acuerdo, acepto su propuesta.
─¿A las 21.30?
─Seré puntual.
Se retiró hacia su hotel, satisfecho.El día, que había comenzado gris, terminaba luminoso.
La cena fue amena y cordial. Angelina lucía más bonita y dulce que de costumbre.Era evidente que se había preparado para esperar a su invitado
─¿Qué le pareció nuestra ciudad?- pregunto Angelina, mientras servía a su nuevo amigo un plato humeante, de exquisito aspecto
La inconfundible fragancia de las hierbas aromáticas que daban un perfume y sabor especial a cada plato, le recordaron a Luis las comidas que con tanto esmero y amor preparaban su madre y su abuela, fundamentalmente los domingos, día especial de la familia, que se reunía con alegría, en un acto de amor y confraternidad. Hacía ya, muchos, muchos años, en la vieja casona del barrio de Flores
─¡Hermosa! Verdaderamente me ha gustado mucho.Sus paisajes, y sus museos, le otorgan características especiales que la hacen distinta.
─Los que vivimos aquí todo el año, estamos orgullosos de ella y nos sentimos felices cuando los turistas saben apreciarla en todo su valor.
─Lo entiendo muy bien, y pienso que sería muy de mi agrado, poder establecerme, algún día en un lugar como éste.
─ ¡Tiene todo el Valle de Paravachasca a su disposición, señor porteño!─dijo, Angelina, riendo.
Luis estaba contento, relajado y la risa de su anfitriona, subía por sus venas como burbujas de champaña ¡Cuánto había ansiado en los últimos tiempos un momento de paz y distensión, como el que estaba viviendo!
.Joaquín tuvo un excelente comportamiento.Sin duda, en muy poco tiempo, como suele ocurrir en los hechos importantes de la vida, una corriente de afecto se había creado entre él y ese extraño de sonrisa amplia y mirada tierna y amistosa. Después del postre se retiró a su habitación.Su programa favorito en la televisión comenzaba a esa hora.
─Verdaderamente, no esperaba pasar un día como éste. Le estoy muy agradecido.
¡Oh Luis no exagere! Solamente fue un paseo con un niño, y una humilde cena aquí, en mi casa.
─Usted no sabe, Angelina ¿O tal vez sí?, lo importante que es esto para un hombre solo.
─Yo también estoy sola, Luis. Ustedes los hombres son, como podríamos decir, bastantes quejosos.¡Por Dios sin querer ofender ; cuando las cosas no se dan como pretenden...se derrumban.No se ofenda, pero creo que las mujeres en general, nos defendemos mejor: menos nostalgias y más pragmatismo.
─Tal vez tenga razón, pero esa, la que usted con toda sinceridad describe, es la condición humana.Los que en apariencia somos de mayor fortaleza, en la realidad demostramos muchos flancos débiles. Así, Dios, hizo el mundo y por eso los “reyes de la creación” desandamos los caminos del Señor lagrimeando.
─Yo, por cierto, tengo sueños e ilusiones incumplidas, como todos las tenemos. Pero, indudablemente lo que más pesa de mi separación con Enrique, es Joaquín, quien por cierto necesita la figura masculina de su padre, para que pueda desarrollarse y crecer como corresponde a un varoncito. Enrique, a decir verdad, no se comporta mal. Se comunica a menudo con su hijo y se hace cargo de su manutención, pero no está a su lado. Nada reemplaza la imagen del padre, jugando a la pelota con su hijo o llevándolo a ver un partido del equípo de sus amores, por citar nada más que un par de cosas, de las muchas en las que un papá es irreemplazable. Lamentablemente, Joaquín no tiene abuelos ni tíos.El único hermano de Enrique falleció junto a su padre en un desgraciado accidente de tránsito, cuando viajaban a Salta.Yo soy única hija, y mi padre desde hace unos años padece la enfermedad de Alzheimer.La vida da poco y quita mucho.Es un trueque en el que siempre terminamos perdiendo.
Luis la miraba y escuchaba en silencio.Le atraía la dulzura de su voz y la mesura con que se expresaba.Desde hacía unas horas sus planes habían cambiado.Se quedaría hasta finalizar su vacaciones en Alta Gracia.Había perdido interés por visitar los otros valles..
─Angelina, mi situación personal en mucho se parece a la suya, con las diferencias lógicas que hay no solo en las parejas, sino en las personas.Pienso que en el mundo en que vivimos : familia, comprensión, tolerancia, son palabras sepultadas en un doloroso pasado,e indudablemente las víctimas sacrificadas y en parte olvidadas son nuestros hijos. No quiero que perturbemos esta hermosa velada con palabras o recuerdos que podrían lastimarnos.Mañana es domingo ¿Podríamos almorzar o cenar nuevamente juntos?
─No, Luis se lo agradezco, pero tengo que hacer el inventario de mi negocio.¿ Lo dejamos para otro día?
─Como usted lo desee. Para nada quiero presionarla. Me quedan pocos días de esta vacaciones, que no había planificado, y sabrá Dios cuando volveremos a vernos.
─No diga eso, Luis. Ha nacido, así, de la nada, una amistad, que creo perdurará en el tiempo.
_Espero que sea como usted dice¿Le molestaría que almorzara con Joaquín?Tengo deseos de llegar a Carlos Paz y de no comer solo.
─No, Luis, para nada. Sin duda a mi hijo le hará feliz la invitación. Y a mí me ayudará a estar más tranquila, para hacer tareas que son tediosas, pero imprescindibles para todo comerciante que quiere llevar por buen camino a su negocio.
El día fue muy bueno y la jornada placentera.Ambos se consideraban amigos a pesar del poquísimo tiempo que había transcurrido desde que se vieron por primera vez.Regresaron al promediar la tarde.Joaquín descendió en su casa y Angelina saludó a Luis con su mano desde la puerta.
─ Nos vemos mañana─ gritó Luis, sin bajar de su auto.
─De acuerdo, con mucho gusto, respondió Angelina.
Llegó a su hotel, contento y extrañado por las sensaciones que tenía. Se había sentido muy a gusto con el niño; aunque hubiese querido compartir el momento también con su madre.
Se dio una ducha y bajó a cenar ¿Habría cambiado su destino? ¿Estaría comenzando a recorrer un nuevo camino? ¿O sólo se estaba haciendo demasiadas ilusiones con personas a las que recién conocía? Comió con apetito y luego se fue a acostar y a continuar leyendo un “bet seller” de moda.Esperaba con ansiedad la llegada del nuevo día.
Promediando la mañana llegó nuevamente a la “Casa del Virrey” María Angelina lo recibió con afecto.
─Joaquín no hizo más que hablar de usted y de lo bien que lo había pasado.No sabe cuánto se lo agradezco, Luis.No sé como devolverle sus gentilezas.
─Muy fácil, aunque no hay nada que devolver. Me haría muy feliz que cenaran conmigo esta noche.Me faltan muy pocos días para regresar a Buenos Aires y quisiera pasarlo junto a mis dos amigos
─De acuerdo, Luis. Es difícil negar algo a un caballero como usted.
─Esta noche paso a buscarlos, para que cenemos en el restaurante del Sierras Hotel.Me lo recomendaron y tengo deseos conocerlo.
─Estaremos listos puntualmente.
─ A las 21.30.
─Hasta luego.
La cena se desarrolló en un ambiente tan cordial como la anterior.Se sentían muy bien y distendidos, dispuestos al diálogo y a la confidencia.
─Angelina, en un par de días debo regresar a Buenos Aires.Mis actividades así lo requieren y créame que lo lamento.Hubiese querido quedarme un tiempo más, pero mi socio va a volverme loco.
Luis pudo observar que los ojos de María Angelina ya no tenían el mismo brillo de minutos atrás.Un tenue velo cubría su habitual belleza. Se sintió halagado por ello.
─Verdaderamente, Joaquín y yo vamos a extrañarlo.A pesar del corto tiempo que hace desde que entró por vez primera a mi negocio. Nos hemos acostumbrados, si así se puede decir, a sus visitas,a su compañía. Casi olvidamos que usted estaba de vacaciones y que las mismas duran menos de lo que todos deseamos.Quien más lo va a sentir es Joaquín.Los niños forman lazos muy rápidamente.
─Ustedes, por unos días, fueron mi familia y me permitieron pasar las vacaciones más espléndidas de los últimos años, Prometo regresar en cuanto pueda, aunque sea en un fin de semana
La mirada de ambos demostraba un sincero afecto ¿abría algo más?¿Podría formarse una relación sentimental duradera en unos pocos días de un soleado otoño?¿O era la soledad que ambos vivían la que tendía un puente entre sus vidas?.Y además, un niño que sin saberlo hacía de cupido entre dos almas llenas: de incertidumbres, miedos y ternuras no correspondidas.Luis pensó que él y Angelina eran dos viajeros perdidos que se encuentran en la bifurcación de un camino y tienen la necesidad de marchar juntos.
Joaquín, cenó en silencio.Simplemente observaba, a su madre y a Luis.Su intuición de niño le decía, que estaba presenciando una despedida, tal vez muy prolongada, y ello lo ponía triste.
El viaje de regreso lo sumió en profundas meditaciones sobre su futuro como persona, que trata de sobrevivir en la urbe despiadada; devoradora de hombres, sentimientos y pasiones..Su principal preocupación era Florencia, a la cual, sentía cada día más lejos de él. Estela, su ex mujer ya pertenecía al pasado y en este aspecto sí había dado vuelta en forma definitiva, a una hoja del libro de su vida.



Después de alojarse en el mismo hotel en que estuvo en sus vacaciones de otoño,  y sentir el placer de una reconfortante ducha, Luis, bajó a cenar. Comió con apetito. Estaba contento. Pensaba solamente en la sorpresa que mañana daría a María Angelina y a Joaquín, después de varios meses sin verlos.Estuvo muy tentado de llamarlos por teléfono comunicándoles su visita: hubiera sido lo correcto, pero desistió de ello.Presentándose sin ser esperado, causaría a ambos una gran sorpresa.Sería un encuentro diferente, cargado de emocione. En su último Mail, no mencionó para nada que ya había tomado la decisión de viajar a Alta Gracia: que tenía necesidad de hacerlo.
Al terminar la cena pidió al mozo que le hiciera llevar un whisky con hielo a su habitación.Quería enviar un mensaje desde su Notebook a su socio, antes de la audiencia de pasado mañana, en un caso que a ambos preocupaba, a pesar de tener todo a favor para resolverlo exitosamente.
Conectó su computadora y se encontró con la agradable sorpresa de ver que en su casilla de correo, tenía un mail de Joaquín.Sonrió pensando en el asombro que el chiquilín tendría mañana.Ya se habían intercambiado en varias ocasiones saludos y afectos.Se sorprendió, porque el Mail no era de Joaquín, sino de su madre.Era la primera vez que recibía una comunicación directa de Angelina.Se emocionó, no la esperaba.Sabía de ella por el niño.Siempre pensó en enviarle una nota, expresándole su afecto y simpatía, pero no tuvo valor.Temía , no sabía a qué...pero temía; tal vez a sepultar un sueño.
Se sentó a leer pausadamente, mientras bebía a pequeños sorbos su whisky.

Mi muy estimado amigo: no sé qué palabras emplear para decirle cuanto tengo que agradecerle.Usted llegó a mi vida y a la de Joaquín, así, sin esperarlo, como sucede en los cuentos o en las novela televisivas.Desde la primera vez que lo vi entrar en mi negocio, supe, o presentí, que no era el turista o cliente que estaba acostumbrada a recibir.Había algo en su mirada, en su sonrisa, en su voz, que lo hacían diferente.Su amistad con mi hijo, el cariño que él le tomó confirmaron mis presentimientos. Había llegado un desconocido, que muy pronto fue amigo.Que extraño qué así lo sintiera una mujer como yo, que hacía ya tiempo me mantenía a la defensiva de todo aquello que pudiera interferir en mi vida y en la de Joaquín.Cuando se marchó dejó sin duda una imagen difícil de olvidar y una reflexión muy profunda.Mi hijo necesitaba un padre.Una imagen masculina de la cual aprender y con la cual formarse.Es innegable que mi sola presencia y esfuerzo no son suficientes. Un varón, necesita de otro varón. Que le enseñe a correr por el mundo, como si éste fuera una pelota de fútbol.Por eso, decidí volver a conversar con Enrique.Las diferencias que nos separaron no eran tan profundas como para impedir una reconciliación en bien de nuestro hijo.Ni él ni yo habíamos formado nueva pareja, lo cual hacía todo más sencillo.Lo llamé,vino a Alta Gracia, conversamos largamente y comprendimos que todavía nos queríamos, que el viejo amor no estaba sepultado y Joaquín nos necesitaba.Para abreviar y no parecer pesada: hoy estamos nuevamente juntos, y tanto Joaquín como yo debemos agradecérselo al amigo Luis que llegó a nuestras vidas y que iluminó con su presencia, sus palabras y su hombría de bien la verdad, que en mi alma, estaba dormida.
Reciba todo mi afecto y eterno agradecimiento.
Su amiga que lo será para siempre.

María Angelina



Luis leyó y releyó, dos o tres veces el Mail.Su rostro, hasta hace minutos sonriente, fue cubriéndose de una máscara de tristeza y de incredulidad.Sintió frío y notó que su corazón se acelaraba.Se sentó frente a la amplia ventana.Era una noche de cielo despejado y luna llena, lo que le permitía visualizar la silueta de las Sierras Grandes,cuya cumbres parecían cubiertas por un manto de plata.Encendió un cigarrillo, y se sumió en profundas cavilaciones acerca del hombre y su destino, de los tiempos de Dios para sus hijos que fueron hechos todos de la misma tierra y con la misma arcilla. Luego de permanecer largos minutos, con su mirada perdida en la imponente profundidad de la noche,se levantó lentamente y comenzó a hacer su valija, con la ropa que pocas horas atrás había colocado en el placard. Mañana a primera hora retornaría a Buenos Aires.