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sábado, 21 de abril de 2012

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LOS OJOS DEL BÚHO


E
l imponente chalet edificado sobre las márgenes del San Roque, en Villa Carlos Paz, estaba profusamente iluminado. El reflejo de sus luces sobre las aguas del lago, visto a la distancia, en una noche con escasa luz de luna, daba a la residencia un aspecto majestuoso. Una magnífica lancha se mecía en el embarcadero, bajo el suave y acompasado movimiento de las aguas, mansas por la falta de viento, y acariciadas por una suave brisa primaveral.
Noche de fiesta, Anna Blüger celebraba sus cuarenta y cinco años: alta, elegante, hermosos ojos celestes, profundo y fríos, simpática y desenvuelta. Era su noche, su fiesta.
Familiares y amigos estaban reunidos en el espacioso salón del primer piso, que lucía abiertas sus dos grandes puertas ventanas, que comunicaban la sala con el gran balcón terraza, que parecía estar suspendido sobre el lago azul y profundo.
Anna estaba rodeada de amigos y familiares, no más de cien personas y acompañada de sus hijos: Mariana, de veintitrés años y Sebastián de veinte. Ambos estudiantes universitarios: arquitectura y ciencias económicas respectivamente. En la planta baja, en el ala oeste del edificio, alejado de todo bullicio, se encontraba reunido en su amplio estudio, el dueño de casa, ingeniero  Carlos Fernández Chenny, importante ejecutivo ligado a la industria de la construcción y metal mecánica. Sus dos acompañantes traslucían en sus rostros el estar bastante preocupados. Fernández Chenny con un vaso de whisky en la mano caminaba de un lado a otro de su estudio, mientras hablaba. Se detuvo un momento frente a uno de los estantes de su biblioteca y puso de espaldas la estatuilla de un búho de porcelana con brillantes ojos de piedras semi preciosas, que su mujer le había traído de un viaje a Oriente y que él no toleraba. Odiaba sus ojos inquisidores que lo seguían a todas parte dentro de la oficina. Tenía la sensación de que su mujer lo había puesto para que lo vigilara.
─Tenemos que volver a la fiesta. No quiero dar ningún motivo de suspicacia. Pueden quedarse tranquilos y transmitir mis palabras: todo de va a arreglar de acuerdo a lo prometido.
─Vos sabés bien, Carlos, que en esto hay gente de muy alto vuelo que está comprometida y no va a perdonar ningún desliz.
─Lo repito, Osvaldo, todo se va a solucionar lo más rápidamente posible. Ahora vamos arriba que ya es casi la hora en que tenemos que brindar por Anna.
La reunión estaba muy animada. A la música y las risas se acoplaban los retumbos de las aguas del lago que había aumentado la fuerza de su oleaje, llegando vigorosamente a la costa
─Señoras y señores, queridos amigos─ dijo el ingeniero en voz alta, acompañando sus palabras con movimientos de sus manos, que solicitaban sosiego, fundamentalmente a los jóvenes.─ Les pido un instante de silencio, para que podamos brindar por Anna y desearle un muy feliz cumpleaños, aquí, en su casa y rodeada de toda la gente que ella ama.
Todos levantaron sus copas de champagne y trataban de acercarse a la homenajeada, para expresarles su afecto.
Anna, soberbia, elegante, contestaba los saludos con una amplia sonrisa y estrechaba en abrazos a sus amigos.
En la terraza, sentado solo y en silencio, como lo hacía habitualmente el apuesto “todo terreno” que había contratado Juan Carlos, hacía varios meses, observaba atentamente a Anna y a Franco Ronzzi, director del grupo de abogados de la empresa y amigo personal del ingeniero. Hacía tiempo que en distintos tipos de reuniones, había descubierto miradas cómplices entre ambos, de lo cual no había informado ni una palabra a su jefe. Era una carta que tenía en su poder y él decidiría cuando y como usarla, mientras tanto trataría de informarse hasta donde llegaba la aparentemente velada relación. También había percibido ciertos mohines picarescos, hacia él, de parte de Mariana, quien estaba próxima a casarse con el hijo de unos amigos, de alto poder económico, como no podía ser de otra manera.”Qué mujeres la de esta familia, pensaba Rodolfo: la madre y la hija son bastantes sensibles a las pasiones”.
 Rodolfo Radic (de padres croatas, que habían llegado al país después de la Segunda Guerra Mundial)  era un guardaespaldas profesional, un experto en seguridad, muy eficaz en su trabajo y dispuesto a cualquier tarea, si estaba bien remunerada. Inteligente y astuto, muy observador; hablaba poco y escuchaba mucho. Sabía que su jefe actual andaba en negocios turbios de envergadura y presentía que pronto tendría que cubrirlo, por eso se mantenía en constante estado de alerta. La casa de Carlos Paz no le agradaba para nada. Era demasiado amplia, aislada y sus sistemas de seguridad, podían ser violados sin mucha dificultad por dos o tres hombres bien entrenados. El embarcadero, también era un problema, porque se podía llegar remando en un gomón,  en total silencio. Como la familia pensaba permanecer en ella un par de semanas, le iba a proponer al Ingeniero mejorar las medidas de seguridad o traer un par de hombres más: él no era James Bond.
Dos días después, Rodolfo, estaba en el escritorio de  Carlos Chenny , quien escuchaba atentamente y con rostro adusto, las observaciones que le hacía sobre la seguridad de la residencia. Apenas ingresó al estudio tuvo la certeza que Anna había estado allí: el búho estaba de frente, observando la escena.
─Rolfe, tiene razón en sus observaciones. Elabóreme un plan de seguridad y lo pondremos en ejecución a la brevedad. Mi vida corre peligro. Ahora más que nunca, mi seguridad está en sus manos. No le pido que hagas milagros, pero sí que esté más alerta que nunca. Pienso que además de tecnología tendríamos que tener otro profesional de su máxima confianza por lo menos por un tiempo, hasta que yo pueda arreglar algunos asuntos muy peligrosos que tengo entre manos.
─Estoy de acuerdo, ingeniero, iba a proponerselo. Ya mismo comenzaré a tender mis líneas y a establecer contactos con gente de  mi amistad.
─ Otra cosa, Rolfe, pasado mañana debo viajar a Buenos Aires donde estaré, cuarenta y ocho horas y por supuesto lo quiero a mi lado. Viajaremos en un avión privado. Se puso de pie dando por terminada la conversación y puso por enésima vez de espaldas al búho.
Al salir del estudio fue inmediatamente a su habitación y comenzó a tratar de contactar a colegas suyos que en ese momento estuvieran desocupados y fuesen expertos en el tema custodia. No era fácil, los mejores estaban constantemente contratados. La enorme inseguridad que se vivía en todo el país había convertido a los expertos en una necesidad fundamentalmente en determinados niveles sociales: políticos, ejecutivos, empresarios, artistas, dirigentes gremiales. Todo el mundo se sentía amenazado y vulnerable.
Después de varios llamados tuvo la fortuna de ubicar a uno de los que mentalmente había seleccionado, Tirso Santiago: oficial retirado de los Cuerpos Especiales de la Policía Federal, que supo estar durante un tiempo asignado a la custodia presidencial. Hicieron juntos en un par de trabajos en los cuales, Rolfe pudo apreciar su capacidad. Afortunadamente estaba gozando de unas cortas vacaciones, aunque siempre afirmaba que para él, el descanso era la acción.
─Hola,¿Tirso?.
─Sí, “malandra” te conocí la voz.
─ ¿Estas “laburando”?
─Por un par de semanas, estoy quieto
─Te necesito en Córdoba: trabajo interesante y buena paga.
─Mañana estoy por allá.
─Mañana, no Tirso, hoy te quiero aquí.
─Está bien. Tomo el primer avión.
─Comunícame el vuelo y la hora para esperarte en el aeropuerto.
─No te preocupes, tomo un taxi
─ No, espérame. El trabajo es en Carlos Paz y llegar hasta el lugar  es un tanto difícil si ni lo conoces bien
─ De acuerdo, nos vemos.
Al terminar la comunicación, Rolfe, hizo un recorrido por todos los alrededores de la residencia, elaborando un relevamiento, que señalizaba los lugares en los cuales podría tenderse una emboscada: eran varios. Lo que más le preocupaba era el lago y el embarcadero, para él el talón de Aquiles de la propiedad. Conversaría con Tirso el problema.
Al atardecer el refuerzo había llegado. Hombre de unos cuarenta y cinco años aproximadamente, estatura mediana,  complexión atlética, cabello muy corto, al estilo militar y rostro severo: transmitía confianza.
Conversaron más de una hora con Fernández Chenny quien expreso claramente lo que quería de sus custodios, luego se retiraron para hacer una recorrida y elaborar una estrategia de trabajo.
Dieron una vuelta por el interior del chalet, el parque,  sus adyacencias, y la costa del lago, corroborando los puntos  críticos que ya habían sido señalados por Radic.
─Rolfe ¿tenés armas largas, verdad?
─Sí un FAL de paracaidista, de culata plegable.
─ ¿Municiones?
─Diez cargadores de veinte.
─Bien. Necesitaremos otro FAL y las municiones correspondientes y un par de miras infrarrojas. Este lugar tiene muchos flancos vulnerables.
─Estoy de acuerdo.
 ─ Si tu jefe corre peligro, aquí,  en este lugar está muy expuesto ¿Porqué no se va a su casa de Córdoba?
─No lo sé, Tirso. Creo que está relacionado con el lago. Por él llega o sale algún tipo de mercadería que es desembarcada  en un sitio determinado de la costa, fuera de miradas indiscretas.
 En cuarenta y ocho horas tengo que viajar con el ingeniero a Buenos Aires donde estaremos dos días: quedarás solo.
─No es una buena noticia.
─ Lo sé, pero en nuestro trabajo lo habitual son las malas noticias
─ Adelante, Rolfe. Sabes que puedes confiar en mí
─ Por eso te elegí, Tirso, porque sos un profesional de palabra y experiencia.
Creo que el negocio en que está metido el ingeniero es el de las drogas sintéticas, como las anfetaminas y efedrina. No sé cuál fue su falla, pero no me caben dudas, que ha sido grande, porque lo quieren liquidar.
Otra cosa, que es importante. Estoy seguro que Anna, la mujer del ingeniero, se entiende con Franco Ronzzi, que es el jefe de los abogados de la empresa y miembro del directorio, un hombre de su confianza. Hay que tener esta situación muy en cuenta porque los triángulos amorosos, emputecen todo, es tener otro enemigo, pero dentro de la casa.
Al otro día le fue comunicado a Rolfe, que el viaje a Buenos Aires había sido diferido una semana. Que comenzara de inmediato con las medidas destinadas a mejorar la seguridad de la casa.
Se instalaron cámaras de última generación en distintos sectores del in menso predio que rodeaba la casa incluido el embarcadero. El ingeniero, años atrás, había comprado los terrenos colindantes con el fin de mantener su propiedad lo más asilada posible. En un monitor,  se controlaba día y noche las imágenes emitidas por estas. En el lago, hasta unos trescientos metros de la casa se colocaron sensores de movimientos coordinados en el agua, a fin de detectar la presencia de buzos o botes de remo. El único lugar al que tenían vedado  el acceso, era al estudio, si no estaba presente el dueño de casa. Esta dependencia tenía la puerta y los vidrios de las ventanas blindados y una cerradura inviolable, según lo expresado por el jefe. No existe la cerradura inviolable, solía decir Rolfe con una sonrisa irónica.
Ambos custodios no sabían cómo tomar la postergación del viaje: si los beneficiaba o  perjudicaba. Para Tirso, en la guerra, y a esto hay que tomarlo como una guerra, toda tregua sirve para relajar el estado de alerta, por lo que  hay que mantenerse más atento que nunca. .


─Ingeniero, quiero que conversar con usted de un par de temas que considero muy serios.
─ ¿Qué pasa, Rolfe?─dijo F. Chenny, mirándolo fijamente.
─Usted sabe que soy de pocas palabras, por lo que voy a ir directamente al grano.
Primero: su vida está en grave peligro. Su rostro y su ansiedad así lo demuestran. Por lo tanto quiero saber el porqué y quiénes son sus enemigos, que también son los míos, para poder elaborar una estrategia de defensa. No  olvide que antes de matarlo a usted van a tener que matarme a mí, que soy su custodio.  Yo estoy siempre arriesgando mi vida, es mi trabajo, pero no la rifo. Es la única que tengo. Y segundo, tal vez sea doloroso para usted, pero debe saberlo: su esposa se entiende con Franco Ronzzí y en la situación que estamos es tener un enemigo dentro de la casa y enemigos tenemos de sobra.─Rolfe miraba el rostro del ingeniero que permanecía, pálido e inmutable─. Creo además, que es absolutamente necesario, que tenga a su disposición, en el máximo secreto, un departamento en Cosquín y otro en Córdoba. Ni su familia, ni su secretario deben saber, de estas propiedades: solo usted, Tirso y Yo. Serán nuestras vías de escape, nuestros refugios si nos vemos acosados. Esto es todo lo que tenía que decir, por el momento. De acuerdo a su respuesta decidiré si continuo al lado suyo.
El ingeniero permaneció algunos minutos en silencio, buceando en los laberintos de su mente, mirando sin mirar la puerta de su despacho. Estaba  tan ensimismado, que Rolfe, pensó si lo habría escuchado.
─Rodolfo─ dijo F.Chenny  lentamente, como masticando las palabras.─Agradezco su sinceridad, me hacía falta que me hablaran, así. Lo primero que quiero pedir, es que no me deje. Sin usted me sentiría totalmente desprotegido: “desnudo y en la calle” como suele decir un viejo refrán. Contestaré  a sus preguntas a las que considero lógicas. Estoy en el negocio de la efedrina, donde se mueven cientos de millones de dólares. Soy un ambicioso sin límites al cual todo le parece poco: fortuna y poder es mi adicción. Y hoy  lo estoy pagando caro, muy caro. Ya no puedo volver atrás. Tuve un problema serio con un envío grande que significaba una fortuna, que por el momento me resulta imposible reparar. Si me dan tiempo creo que podría hacerlo, pero se trata de gente muy ansiosa. Tengo detrás de mi personero de un cártel mexicano, que no es poco. Usted conoce bien como se mueven. Quieren quedarse con todo el negocio en Argentina, a cualquier precio. Córdoba representa un tercio del negocio, lo cual es una verdadera fortuna y yo soy un estorbo, un escollo, No puedo renunciar, ni volverme atrás. Hay mucha gente de muy elevado nivel, económico y político, comprometida en esto, que ya me están bajando el pulgar. Ser perdedor en este negocio significa…la muerte Tengo que tratar de sobrevivir un tiempo, solo un tiempo y de equilibrar mi situación, no me queda otra salida ¿Me comprende, Rolfe?─La voz del ingeniero se había convertido casi en un susurro─ Tener refugios alternativos en CosquÍn y Córdoba, me parece una muy buena idea. Le ruego que usted los alquile a su nombre o de alguien de su más estricta confianza, para tratar de evitar que sean rápidamente identificados; aunque,  usted lo sabe bien: en el mundo actual, los secretos duran muy  poco. El diablo está a la vuelta de la esquina. Esta idea es una forma de ganar tiempo… Ganar tiempo ¿Qué es en este caso? ¿Correr unos metros delante de las balas? Sin duda cada hombre es dueño de sus triunfos y desgracias. Yo: “estoy en el baile y debo seguir bailando”. Quise jugar al gánster y terminé siendo el “Pichón de tiro” de un parque de diversiones
Respecto a Franco lo venía sospechando, no soy ciego, y usted me lo confirma, pero por el momento, me interesa mucho más mi vida, que la fidelidad de Anna. Si sobrevivo, veré como arreglo este tema. Es la madre de mis hijos, no lo olvide, y  eso me ata las manos: ¿Usted lo comprende, verdad? Dígame, nunca antes se lo había preguntado,: ¿Tiene familia,Rodolfo?
  ─ Si usted se refiere a esposa e hijos, no. Mientras continúe  en esta actividad, es imposible. Ya llegará el tiempo del reposo.
Otra cosa ingeniero, aprovechando que su mujer y sus hijos están en Córdoba, pídales que no regresen por unos días hasta que tengamos todos los mecanismos de seguridad bien ajustados.
     ─De acuerdo Rolfe, así se hará. Mientras tanto concrete usted lo conversado y me mantiene informado.
     El ingeniero se había puesto de pie y caminaba por la oficina como era su costumbre cuando dialogaba. Al llegar frente al búho lo tomo para darlo vuelta como hacía siempre, pero vaciló, giró sobre sí mismo y se dirigió hacia  Rolfe con la estatuilla en la mano.
     ─Se lo regalo. No quiero ver más este bicho aquí.
     ─Es un regalo de su mujer─protesto Rodolfo.
     ─¿Con lo que sabemos usted y yo de su conducta, vamos a estar fijándonos en un regalito? Si no lo quiere regáleselo a Tirso, o tírelo. Es de una porcelana muy fina. Anna lo trajo de la India.
     ─Gracias, ingeniero, seguramente le encontraremos ubicación al búho.

     Se reunió con Tirso a quien refirió detalladamente la conversación que había tenido.
      ─Rolfe, si hay mexicanos de por medio la situación se torna mucho más peligrosa. Esos tipos son muy profesionales. Los he visto actuar, meten miedo. Muchos de ellos son ex integrantes de fuerzas especiales de la policía y el ejército. Opino que hay que buscar una salida a todo esto evitando las armas, porque las posibilidades nuestras van a ser casi nulas.
     ─Tal vez sacando al ingeniero del país y dejándolo en otras manos, nosotros podríamos zafar. Coincido totalmente con vos, en que estamos netamente en desventaja.
Mientras conversaban, Rolfe, mantenía la estatuilla del búho en las manos mientras sus ojos buscaban un lugar donde dejarlo. En un momento sintió una leve vibración en su mano y su rostro se tornó cetrino.
     ─ ¿Qué pasa amigo?─,preguntó Tirso.
Rolfe le hizo señas de que callara.
     ─Mañana hablaré con el Ingeniero, para que a la brevedad encuentre alguna solución o nosotros hacemos la valijas Mientras hablaba le señalaba a Tirso el búho que había dejado sobre una repisa. Salieron de la habitación cerrando la puerta con llave.
     ─No me digas que había un micrófono en el pajarraco─Dijo Tirso con expresión preocupada.
     ─Así es, amigo, tiene un micrófono.  Anna resulto más hija de puta de lo que yo pensaba. Están absolutamente al tanto de todo: lo que planeamos y pensamos. Nos quedan dos caminos, Tirso: engañarlos con información falsa o “rajar” de aquí con Fernández Chenny y su secretario esta misma noche.
     ─Creo que lo más lógico es “piantarse”, antes que se den cuenta de que conocemos el secreto del búho y se nos venga el malón encima.
─Pienso lo mismo. Subo a hablar con  el ingeniero.
El asombro y la desazón transfiguraron el rostro de Chenny que se apresuró en preparar un bolso con carpetas y una caja con material informático. El secretario sufrió un ataque de pánico y tuvo que ser traído bruscamente a la realidad con un sonoro cachetazo. Se decidió salir en dos autos. En el primero irían el ingeniero y su secretario con Rolfe, en el segundo a cincuenta metros, Tirso.
─Saldremos rumbo a Cosquín, en el camino decidiremos a dónde dirigirnos. Espero que la suerte nos acompañe. Tirso subí al techo y con los prismáticos infrarrojos y explora el área. De esa forma vamos a tener una visión más amplia junto con las cámaras que están distribuidas en el parque. Nos comunicamos por el Handy y te quedas allí hasta que yo te indique.
Diez minutos después llegaban los primeros informes.
─ Rolfe, hay actividad en el área sobre todo fuera del terreno de la casa; fundamentalmente en el camino. Si salimos nos masacran.
─Lo esperaba. Pondremos en marcha el plan “B”
─ De acuerdo. Te sigo informando.
─Ingeniero, vamos a tener que cambiar el plan original. Nos están esperando afuera.
El ingeniero trataba de controlar su nerviosismo, no quería hacer el triste papel de su secretario, que estaba con los ojos cerrados y las manos temblorosas   hecho un ovillo en un sillón, y al cual tuvo que abofetear, Rolfe para que se controlara.
─ ¿Y cuál es el segundo plan?
─ Es drástico, pero es lo única posibilidad que tenemos. Saldremos por el lago, después de incendiar la casa.
─Pero ¿Usted está loco? ¿Qué está diciendo?.
─Lo que escuchó, y no estoy loco, solamente quiero vivir. Ingeniero usted me conoce y sabe que soy de muy pocas palabras. O me obedece ciegamente, o se queda solo ¡Y respóndame ya!, porque el tiempo se termina. Personalmente no pondría en una misma balanza mi vida y una casa, por más lujosa que fuera.
─ Está bien, Rolfe, tiene razón. Haré lo que usted diga.─dijo entregado
─Bien,es una buena decisión. Escuche atentamente. Cuando yo lo indique, usted y su secretario se van agachados  en la oscuridad sin  encender ni un fósforo a la lancha y la tiene lista para partir, sin ponerla en marcha, con los remos y chalecos salvavidas a mano.
─De prisa, Rolfe que comienzan a querer  ingresar al predio─alertó Tirso
─Está bien Tirso. Dame un par de minuto.
Ingeniero, ¿Hay combustibles en la casa?
─ Sí, una lata de kerosene en el cuarto que está al lado del garaje.
─ Bien.Ustedes se van a la lancha.Yo pondré uno de los autos en marcha para hacerlos pensar que vamos a salir con los vehículos. Ellos no saben que nosotros los estamos viendo, y luego le prenderé fuego a la casa. Esto los desorientará el tiempo suficiente para que podamos salir a través del lago. Además la llegada de los bomberos, que aquí son muy eficientes, los hará dispersarse. Nosotros desembarcaremos en algún lugar de la costa cerca de Bialet Massé. Bueno, ingeniero manos a la obra y que el cielo nos ayude. Tirso ¿Cómo está todo?.
─Igual, se han concentrado en la salida y primera curva. Por allí no pasaría ni un tanque.
─ De acuerdo al plan “B” en cinco minutos pongo el auto en marcha y le prendo fuego a la casa. Cuando veas las llamas bajas del techo y te vas a la lancha. Tendrás nada más que quince  segundos, pero lo puedes hacer. Tu estado físico es excelente. En una bosa llevaré los FAL y la municiones.
─OK. Jefe. Así se hará.
Rolfe fue rápidamente a una de las cocheras, abrió el portón y puso en marcha el Audi. Recogió la lata de kerosene y volvió corriendo a la casa.Derramó el combustible sobre muebles, y cortinados de la planta baja y la arrojó una tea hecha con papel de diarios, El fuego se comenzó a extender rápidamente y enseguida tomo la  gran escalinata de madera que  conducía  al primer piso. El humo salía a raudales por las ventanas.
─Rolfe, ¡que quilombo armaste!. Corren de un lado para otro. No entienden lo que está pasando
─Bajá ya,  mientras hago una llamada a los bomberos.
Las llamas iluminaban la noche, cuando Tirso bajo del techo. Caminaba agachado hacía la lancha, cuando observó una sombra en cuclillas al lado una casilla en que se guardaban herramienta de jardinería:”¡Rolfe!”, le gritó, sabiendo que no era su compañero. El individuo se levantó sorprendido, llevaba una Itaka en la mano. No tuvo tiempo de nada, recibió un balazo en la cara, trastabilló unos pasos y fue a caer de cabeza al lago, ante la mirada atónita del ingeniero y su secretario. En ese momento salía Rolfe de la casa: “un infiltrado”, fue el lacónico comentario.
Salieron remando. Desde el lago, la mansión en llamas era un cuadro dantesco. Se comenzó a escuchar un concierto de sirenas, que se acercaban rápidamente al lugar del siniestro:”¡Todo un espectáculo!” dijo Fernández Chenny. , con un rictus de dolor e ira en la boca
Después de remar unos trecientos metros se puso el motor en marcha sin encender las luces reglamentarias.
─¿Tiene algún lugar conocido solo por usted, para desembarcar?─ preguntó Rolfe
─Sí, lo tengo.
─Entonces hacia allá vamos.
A los pocos minutos de marcha, Tirso que exploraba el lago con los binoculares infrarrojos, alertó a Rolfe.
─ Se acerca una lancha con motor fuera de borda navegando a media máquina, sin luces.No creo que sean turistas─ dijo irónicamente.
─Quiero ver al tirador de elite. Tirale al motor, quiero solamente que se detenga.
Tirso tomó el FAL con mira infrarroja y se arrodilló en la popa.El ingeniero redujo al máximo la velocidad y Tirso efectuó tres disparos: el motor se detuvo.
Desde la otra embarcación, reaccionaron con una lluvia de balas, pero ya estaban fuera de alcance. La suerte los seguía acompañando.
Desembarcaron en un lugar resguardado de la costa por su frondosa vegetación. Estaban muy cerca de Bialet Masse.
─Caminaremos hasta la Plazoleta del Centro del País─dijo Rolfe─Ya he hecho contacto con alguien de mi confianza. Nos estarán esperando.
Al llegar a la plaza se quedaron alejados de la zona iluminada. Radic extrajo de su bolsillo una pequeña linterna, que encendió y apagó tres veces. Segundos después, de entre las sombras surgió una camioneta doble cabina, conducida por una mujer a la que se apresuraron a subir.
─Vamos, Mara─ dijo Rolfe y partieron en silencio. Luego de quince minutos de marcha, se detuvieron ante una cabaña alejada del pueblo.
─Gracias como siempre, Mara─ y la estrechó en un fuerte abrazo.
─ Por vos cualquier cosa, Rolfe.─respondió ella.
Mara era una hermosa mujer que representaba unos treinta y cinco años de edad.De fisonomía netamente eslava, alta, elegante. Seguramente también ella era descendiente de croatas.
Se introdujeron rápidamente a la casa y la camioneta fue llevada a un cobertizo.
─No sé cuáles serán sus planes, Rolfe, pero yo quisiera salir mañana temprano hacia Buenos Aires en un avión particular, cuyo piloto es de mi mayor confianza y desde allí buscaré la forma de viajar al exterior por un tiempo.Sé que tendré siempre a los sicarios pisándome los talones, pero por el momento no tengo otra alternativa.
─Me parece una buena idea, ingeniero. Contáctese con el piloto para que esté preparado. Tirso y yo lo acompañaremos hasta Buenos Aires y allí terminará nuestra misión.
─De acuerdo.
─Yo pasaré la noche en el cobertizo dentro de la camioneta para controlar ese sector del predio─dijo Mara.
─Sí, me parece bien,─respondió Rolfe.─Nos mantendremos sin encender luces, lo más alerta posible. Los “Lobos “deben estar merodeando a la busca de cualquier indicio.
─Este lugar parece bastante seguro─ opino Tirso, mientras buscaba en la oscuridad un lugar frente a la puerta, sentado en el piso con la espalda apoyada en la pared y el FAL sobre las piernas.
Rolfe se ubicó de la misma manera  de cara a una de las ventanas. El ingeniero y su aterrorizado secretario fueron situados detrás de un pesado armario.
Faltaba muy poco para el amanecer y el cansancio de un día intenso se hacía sentir en los fugitivos que se habían relajado.
Una pequeña explosión hizo volar la puerta y tres individuos encapuchados ingresaron rociando el recinto con ráfagas de sus fusiles de asalto.No fue posible ninguna reacción por parte de los sitiados. Cuando se encendió una luz, se vieron cuatro cuerpos acribillados tirados en distintas posiciones.
 Rolfe sintió que su vida se iba extinguiendo y en sus últimos instantes de conciencia alcanzó a escuchar : “Buen trabajo, Mara.Vamos antes que llegue la policía”. Un gesto indescifrable se dibujó en su rostro, y su cuerpo se contrajo en una convulsión final.Uno de los encapuchados recogió el bolso con documentación del ingeniero y se retiraron.

La prensa se hizo eco de los graves acontecimientos ocurridos en Carlos Paz y zona aledaña. La muerte de Fernández Chenny su secretario y custodios y el incendio de su casa hablaba a las claras de procedimientos mafiosos. El empresariado no salía de su asombro, preguntándose en que negocios turbios estaría implicado para morir de ese modo.
Mientras las investigaciones seguían su curso, su esposa  Anna Blüger y el Dr. Franco Ronzzi, miembro del directorio, se harían cargo de manejar los intereses de la empresa.


















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