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miércoles, 18 de enero de 2012

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LA IMAGEN



M
ás naturalidad, más espontaneidad, Camila, ¡Por favor!¡Te ruego le pongas vida a tu sonrisa y a tus ojos! ¿Que pasa hoy querida? Eres una modelo profesional y estas actuando como una novata ¿Te encuentras enferma o de mal humor?
−El mal humor me lo traes tu Pablo. Estás cada día más exigente; hay momentos en que me hartas. Últimamente nada te conforma. ¿Qué pretendes?, ¿la perfección?
−Sí, Camila, pretendo que lo mío sea perfecto, por eso estoy donde estoy; y no es fácil llegar a ser el número uno en esta profesión ¿Sabes? tengo la obsesión de la imagen. Paso noches enteras observando mis fotografías, y son pocas las que me hacen feliz.
−Pablo, si sigues así, vas a volverte loco.
−Tal ves ya lo esté querida...Tal vez ya lo esté.
−Te sugiero unas vacaciones, unos días de descanso, creo que te relajaría y pondrían en orden tus locas fantasías. Adriana también las merece. No debe ser fácil ser tu pareja.
−Lo tendré en cuenta Camila. Por hoy es suficiente. Nos vemos mañana a las 1as diez en punto, recuerda que trabajaremos en exteriores. Te has acostumbrado al estudio, y a sus comodidades, y eso no es bueno ¡Ah! y vení de buena onda. No olvides que mi tiempo vale oro.
− ¡Y así lo cobras!.. Chau, engreído.
Pablo Ferrari, a los treinta y ocho años había logrado prestigio internacional como fotógrafo de modelos publicitarios. Las más importantes revistas de modas de: Buenos Aires, Roma, París, New York, habían publicado sus fotografías en lugares destacados.
Todo comenzó en su niñez. Un cumpleaños… y una Kodak Fiesta, obsequio de su abuelo, marcaron un hito en su vida. A partir de entonces abandonó casi por completo los juegos y amigos. Su mayor afición en los tiempos libres fue captar imágenes. No se desprendía de su cámara. Ello le permitió registrar escenas únicas de la vida cotidiana. Consideró a la fotografía un arte y comenzó a develar sus secretos.
Estudió Arte Fotográfico en la Universidad de Córdoba, Fue el alumno más destacado de su promoción, lo que le permitió obtener una beca para realizar un curso de tres meses en Florencia en la toma de imágenes de esculturas y pinturas de los grandes maestros del Renacimiento. De allí: Roma y París, para estudiar y realizar lo que realmente le atraía; registrar en su cámara la figura humana. Después, el regreso a Buenos Aires, intervenir en exposiciones y concursos; colaborar en diversas revistas; y el duro camino de lograr un pequeño espacio en su profesión, en su arte. Comenzó a dar a conocer su capacidad y talento, como quien transita una inmensa avenida, hacia la fama, el futuro, al deseo de ser alguien. El trabajo duro, y la suerte que siempre corteja a los señalados, lo acompañaron
Perfección, perfección, vida en sus imágenes: era su obsesión. Su autocrítica era demasiado dura. Ni el mismo sabía a donde quería llegar, pero de algo estaba seguro de, que en un momento, seguramente inesperado, como siempre acontecen los hechos importantes de la vida, conocería su meta, y que lograría alcanzarla.
Al abrir la puerta de su lujoso departamento situado en Palermo, frente al Jardín Botánico, se encontró con Adriana, que lo estaba esperando.
−Buenas noches, amor, tenía deseos de verte, y ya lo ves...vine, simplemente.Hace varios días que no das señales de vida y en realidad, no sé qué pensar.
─Hola Adry, dijo besándola suavemente. Yo también deseaba tenerte a mi lado, pero he estado, aunque no lo creas, enormemente ocupado. Sumergido por completo en mí trabajo, que sabes es muy exigente, porque si no, en cuanto te descuidas: ¡Fuiste!
Siempre hay tiempo, Pablo, aunque sea para un breve llamado telefónico. Me cansé de dejar mensajes en los contestadores de tus teléfonos; además tu celular está siempre desconectado. Y me pregunto ¿Por qué?
Pablo no respondió, encogió sus hombros, y se encaminó directamente a la ducha. Minutos después: con una bata, el cabello mojado y en pantuflas, se sentó frente a su novia, que permanecía imperturbable, en el mismo sitio, con sus grandes ojos verdes, mirando sin mirar, esa casi galería de arte fotográfico que era el living del piso de Pablo, en el cual exponía sus mejores trabajos.
Sirvió whisky escocés con hielo y agua para él, y Adriana, ambos permanecieron en silencio durante varios minutos absortos en sus pensamientos.
─Adry, no estoy bien, no me siento bien.Duermo poco, me desvelo con mucha frecuencia, estoy falto de apetito, y además, como comúnmente se dice: ¡”pasado de revoluciones”! No puedo parar de trabajar, y es lo que más me duele. No quiero enfermarme, porque mi trabajo es mi vida, y tu lo sabes, siempre lo supiste, me conociste así.Mientras hablaba miraba fijamente los cubos de hielo de su vaso, haciéndolos girar, como si en ellos estuvieran las respuestas a sus enigmas.
Hace tiempo que no te veo bien Pablo, no sé qué pasa contigo. Las lágrimas comenzaron a perlar sus grandes ojos. No te confidencias conmigo, estás raro, cambiado, trabajas como si fuese el último día de tu vida, como un alucinado.Todo te pasa desapercibido ¡Hasta yo!, que tal vez, ya no sea nadie para ti. Podría estar un mes sin verte, y creo que no te darías cuenta de que falto, de que no estoy a tu lado. La voz de Adriana se iba cascando, denotando toda la emoción contenida. Pablo tomo sus manos acariciándolas suavemente.
─Adriana, −dijo mirándola fijamente –Te lo mencioné hace unos instantes, no estoy bien, y créeme no se como explicar lo que me pasa. He tratado con tanto afán de perfeccionar hasta en el mínimo detalle las imágenes que capto diariamente que: o no se donde quiero llegar, o no he llegado a donde debería estar. Esto que parece un juego de palabras, para mi se ha convertido en una obsesión, que como tal, consume mi tiempo, mis pensamientos, mis sentimientos, y se devora mi sueño y mi descanso.Paso noches enteras mirando mis fotografías. Se de mi profesionalismo, se de que técnicamente son casi perfectas, pero la fotografía, como la pintura, no puede terminar en el solo hecho de captar a la perfección la figura humana, porque sino, la pintura hubiese terminado su evolución en Miguel Ángel, Rafael, o Rembrandt, de no haber existido el Impresionismo el Surrealismo y otras escuelas que fueron determinantes en su progreso. Hay un paso más allá, y en lo mío tengo que encontrarlo, o terminaré en un sanatorio psiquiátrico.
Adriana se levantó, tomó entre sus brazos la cabeza de Pablo, y acarició sus cabellos con ternura maternal. Él sintió que sus ojos se cerraban suavemente.
─Quedate conmigo, ─ le pidió suavemente.
─No, Pablo, no es el momento. Soy una mujer, no un objeto, que se toma o se deja según el estado anímico.
Pablo se levantó temprano se afeitó rápidamente y comenzó a preparar su frugal desayuno. La cocina le pareció algo extraña, como si sus muebles no fuesen los mismos, o alguno de ellos hubiesen sido cambiados de lugar. La misma sensación tuvo en el living. Pensó que Adriana, tal vez hubiese hecho algunos cambios, sin comunicárselos. A través del amplio ventanal pudo ver que llovía con bastante intensidad. Decidió dejar el auto en la cochera y trasladarse en taxi.Tenía una cita importante con directivos de una compañía europea nueva en el mercado publicitario. De acuerdo a lo conversado telefónicamente la propuesta que le hacían era interesante. Las oficinas estaban situadas en el segundo piso de un edificio de avenida Del Libertador, hacia donde se dirigió en esa fría y destemplada mañana de invierno.
Llamó por el portero eléctrico, y una delicada voz femenina le pidió identificarse, para luego franquearle el paso.Se encontró dentro de una amplia sala amoblada elegantemente, con finos sillones de cuero oscuro. Sus paredes estaban espejadas, lo cual le pareció extraño. Nunca lo había visto en otras oficinas. En algunos escritorios se veían flores frescas y además estaban muy ordenados, como si hiciera tiempo que no se trabajaba en ellos. La iluminación era excelente. Un detalle fundamental llamó su atención...no había nadie: la inmensa sala estaba totalmente despoblada. Esperó más de diez minutos, sin que persona alguna acudiera. El silencio era total. No se escuchaban ni los ruidos de la calle, en una avenida tan transitada, como Libertador, estando las oficinas ubicadas en una segunda planta, hasta donde llegan con claridad: el sonido de los motores, las frenadas y los bocinazos. La curiosidad primero, y luego una creciente sensación de temor fueron apoderándose, lentamente de su espíritu. Llamó en voz alta y no obtuvo respuesta, decidió retirarse, y no pudo hacerlo...La puerta no se abría. En ese momento se percató de la inexistencia de ventanas. El pánico lo invadió. Gritó y su voz se transformó en múltiples ecos que parecían rebotar en los espejos que cubrían las paredes, los que además reproducían múltiples vistas de su figura, que se veía grotesca al estar presa del temor.
-¡”Dios mío que está pasando”!, se dijo espantado. Pudo ver una puerta entreabierta al lado de uno de los escritorios. Se dirigió hacia ella sin vacilar, y penetró en un largo corredor totalmente espejado, al igual que la sala. Los espejos estaban colocados en distintos ángulos, lo que le permitía verse así mismo de frente, de atrás, de perfil simultáneamente, todo estaba profusamente iluminado. Se vio caminado casi en puntas de pies, mirando hacia todos lados, observó los cambios que se producían en sus ojos, en su mirada, en sus facciones, que por momentos eran: de angustia, de incredulidad, o de terror. Al fondo del interminable corredor, pudo ver luz natural, y alcanzó a escuchar el ruido del paso de vehículos ¡Era la calle!, ¡la libertad! Corrió hacia allí desesperadamente, como nunca había corrido antes en su vida.
Se despertó: sobresaltado, sudoroso, agitado. Se quedó quieto en la cama, hasta sentirse totalmente despierto. Estaba impactado por el sueño que había tenido. Luego de al gunos minutos tomó el teléfono comunicándose con sus ayudantes, dando precisas indicaciones para la tarea de la mañana. Él no iría al estudio hasta la tarde.
Tomó una ducha caliente. Preparó un café bien cargado. Se sentó en su escritorio, con un cigarrillo entre los dedos, y comenzó a rememorar su sueño, su pesadilla, tratando de recordar hasta los más mínimos detalles, tomando debida nota de ello. Al medio día llamó a Adriana invitándola a almorzar. Presentía que algo importante había acontecido en su vida, y ello le daba una ambigua sensación de tranquilidad y de inquietud. Su sueño tenía mucho que ver en ello, y él tenía que descifrarlo, interpretarlo, conocerlo
Durante el almuerzo relató a su novia la aventura vivida por su subconsciente la noche anterior. Con un sentido práctico, muy femenino, Adriana le resto toda trascendencia.Una pesadilla más, como cualquier otra que tienen millones de seres humanos todas las noches fruto: del cansancio, la angustia, el stress, y a veces de algunas copas de más. Pablo admitió que la reflexión de Adriana era razonable, pero tenía una fuerte sensación, de que en su sueño estaba al clave de sus desvelos. Si no dejaba de analizarlo, de profundizar en los detalles, que estaban muy claros en su memoria, en algún momento, la luz se haría en su mente.
Trabajó toda la tarde, sin pausa, más exigente que nunca. Por la noche cenó con sus ayudantes en un restaurant cercano al estudio luego tomaron un café, en el Tortoni, que esta situado media cuadra de su lugar de trabajo sobre Avenida de Mayo. Germán y Gabriel observaron que su jefe parecía atender la conversación, pero, sin duda, estaba ausente de la misma.
Al sentarse en una de las mesas del mítico Tortoni, Pablo, revivió su larga estadía en Europa, donde comenzó a comprender y amar al tango, que escuchó desde niño, en los Long play de su padre y que llevó y conservó sin saberlo, en un rincón de su alma. Su música, y sus letras, lo trasladaban en momentos de nostalgia de regreso, al lejano país que lo vio nacer, al que realmente extrañaba, sobre todo a su querido Buenos Aires. Rememoró, en ese momento, estrofas de unos sentidos versos escritos en homenaje al legendario café :
....Viejo Tortoni, en tu color
están Quinquela y el poema de Tuñon.
Y el tango aquel de Filiberto,
como vos, no a muerto;
vive sin decir adiós.......
Regresó temprano a su departamento, se acomodó lentamente en el sillón de su escritorio, y repasó las notas tomadas esa misma mañana. Mientras leía recordó súbitamente una fotografía que tomara a su padre durante unas vacaciones en Córdoba, en Villa de las Rosas, sin que él se percatara de ello, mientras el anciano contemplaba pensativo las majestuosas Sierras Grandes, teñidas de azul por el atardecer. Obtuvo gracias a un buen zoom, varias excelentes imágenes. Las buscó ansiosamente y al encontrarlas, las observó con detenimiento, eligiendo una de ellas. Embargado por una intensa emoción, buscó en su biblioteca una muy buena fotografía ampliada de la madre Teresa de Calcuta, y al mirarla sintió que el corazón se agitaba dentro de su pecho. Fue a su dormitorio colocó ambas fotografías sobre la cama, una al lado de otra y tuvo la certeza de que había encontrado la punta del ovillo, que le ayudaría a desenredar su madeja de angustia y desorientación.
Durmió poco, desasosegado e inquieto; ansiaba la llegada del nuevo día. Se levantó temprano, desayunó rápidamente y se dirigió a la redacción de los principales diarios de Buenos Aires, donde era conocido por su labor profesional. Permaneció horas enteras en los archivos gráficos: políticos, artistas, deportistas, delincuentes, seres humanos con hambre, desesperación, angustia, miedo, alegría, niños y ancianos, pasaron delante de sus ojos. Fue seleccionando fotografías a las que luego observaba minuciosamente. Ahora sí estaba seguro de haber encontrado el camino. Una sensación de alivio lo invadió. El tiempo de espera había terminado, las formas cedían paso al contenido. Había comenzado para él una nueva etapa en su vida profesional.
Terminó los contratos que tenía pendiente, decidiendo alejarse por un tiempo del mundo de la moda y la publicidad. Con un teleobjetivo trató de tomar fotografías: en los parques, en las plazas, en las villas miseria, en las cárceles, en los campos de golf, en los estadios de fútbol. Reemplazó las fotos de su living, por estas nuevas imágenes, que no eran cuerpos, ni rostros, eran solamente miradas, donde únicamente se veían los ojos por ser el marco irreemplazable de la misma. El rostro se puede modificar: controlar los gestos, cambiar las facciones, fingir una sonrisa. Los ojos pueden ser oscuros o claros, grandes o pequeños, oblicuos, o rasgados; pueden ser modificados de mil maneras. Lo absolutamente inmodificable es la mirada, que refleja como un mágico espejo el fuego interior, la luz o las sombras, el ángel o el demonio, que todos llevamos adentro.Pablo había logrado atrapar en su cámara...El alma, el secreto laberinto donde nace el soplo de la vida. Había hecho realidad su sueño, su locura, su obsesión: ir más allá de la figura humana.