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martes, 25 de octubre de 2011

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'via Blog this'LOS PEQUEÑOS PRISIONEROS




Casi no se puede creer ¿Es una noticia de la crónica policial, verdad?
Hoy en día están sucediendo muchas cosas atroces en este mundo impío en que vivimos, fundamentalmente: con los niños, mujeres y ancianos ¡Si parece mentiras! Hasta hace unos años los niños y los ancianos eran objeto de veneración y las mujeres de gran respeto; y hoy no se puede confiar en nadie ¡Ni siquiera en los familiares!
Creo que todos estamos asqueados de enterarnos por medio de la televisión, la radio y los diarios, de los niños: ultrajados, sometidos a trabajo esclavo, desnutridos, golpeados y analfabetos, pero niños prisioneros, en conocimiento de sus padres, de toda la familia, amigos y conocidos ¡Y no haber una sola denuncia policial sobre un hecho tan aberrante!, parece una pesadilla. Seguro podriamos emplear una frase de Discepolo, que me quedo grabada en mi juventud: “¿Qué pasa señor” ¿Qué “sapa”? decía él en su lunfardo. ¿Sabe? a mi padre le gustaba mucho el tango, se pasaba horas escuchándolo, por eso, conozco, esas palabras, arrabaleras.
─ ¿Y cómo se descubrió esta atrocidad, vecina? Me eriza la piel
─ Porque el mismo abuelo lo confeso
─ ¿El abuelo?
─ ¿Recuerda que le dije hace un rato, que con los niños no se puede confiar ni en los parientes?
─ Sí, Inés, lo recuerdo. Además es tan enfática en sus afirmaciones, ¡qué es imposible olvidar lo que dice!, pero siga, siga. Me está haciendo vivir en una nube de incógnitas.
─No se asuste, José, esta vez no es una noticia aberrante, ni está en los diarios, porque los diarios, usted lo sabe, siempre publican en primera plana, la porquería, lo que satisface el morbo de la gente: es lo que se vende.
Lo que voy a contarle, es un hecho de amor. ¡Sí de amor!, escuchó bien. Y yo, perdóneme usted, hice un cuento previo, tal vez demasiado extenso, sobre la realidad que vivimos, día a día, para poder destacar más este relato que me ha conmovido
─ Por favor, Inés, no continúe con su tareas de cuentos y desorientación que estoy bastante viejo y pierdo el hilo de la conversación ¿Cómo puede ser que haya amor, si hay prisión, y los presos sean niños?¡Inentendible!
─ Escuche, José. Esta historia me la contó la empleada de don Manuel, que como usted sabe hace años que trabaja con ellos.
─ Sí, una buena mujer, que lleva mucho tiempo en el barrio y todo el mundo está conforme con ella: es honrada y trabajadora…y que tiene que ver con la historia de los niños.
─El cuento viene así: estaba Josefa, la empleada, ordenando el escritorio de don Manuel, que como usted sabe ya casi no ejerce su profesión, pero suele pasar muchas horas en su oficina, ordenando: sus papeles, sus pensamientos y tal vez, su vida.Plumereando la pobre, se atrevió a interrumpir a su patrón que estaba abstraído en sus quehaceres.
Don Manuel, perdone, mi impertinencia, pero porqué no cambia las fotos de sus nietos, que están en la biblioteca. Son de cuando eran chiquillos y ya están todos bastante grandecitos, menos Rafaelito, que es el último regalo, que le dio la vida. Mire usted a Florcita, ya es toda una mujer, y aquí está, con un “pintorcito” de jardín de infantes, y así pasa con Virginia y Salvador que ya son mayorcitos, casi adolescentes. Con todo respeto me parece que tiene que actualizarse, don Manuel, tenerlos como son ahora.
─Mire, Josefa, lo pensé muchas veces, pero, ¡Sí! los tengo prisioneros, en las celditas de sus portarretratos y de allí no pueden escaparse…Siguen siendo míos. Ahora no me pertenecen, nunca me pertenecieron, es el tonto sentido de posesión que tenemos los abuelos. Creemos que lo que viene de nuestros hijos sigue siendo nuestro ¡ Que irrealidad!. Ellos tienen, además de sus padres: sus amigos, el estudio, el deporte, sus sueños. En fin todo lo que corresponde a un adolescente ¡Y que así debe ser!, pero se fueron, volaron lejos, muy lejos… menos de aquí, donde siempre estarán prisioneros del amor de su abuelo. Al mirarlos ¿sabe usted?, puedo recordar muchos instantes felices, muchos cumpleaños, festejos y navidades, cuando el regalito y la sorpresa, hacían encender lucecitas de asombro y de infantil fantasía en esos ojitos muy abiertos y agradecidos. Perdone mis lágrimas, pero estos temas me emocionan.
No, Josefa, allí se quedan mis niños, para que siempre, a pesar de que vayan creciendo, y la vida los vaya alejando, yo los tenga cerca mío: jugando, pidiendo, gritando, peleando; protegiéndolos de un “chirlo” merecido; consiguiendo: un perdón, un permiso, un juguete muy deseado. No, Josefa, no mis niños están aquí prisioneros, y siempre lo estarán, en sus celditas de madera y cristal, posados en mi escritorio, en mi biblioteca, porque yo también lo estoy junto a ellos..
─ ¿Qué dijo la empleada?
─ Que había tenido una mañana feliz, porque mientras ordenaba el escritorio, de don Manuel, había recibido una lección de vida.

sábado, 1 de octubre de 2011

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JOAQUÍN




L
uis caminaba lentamente, disfrutando de la soleada mañana de otoño, por las calles de la vieja y señorial Alta Gracia. Respiraba hondo, con fuerza, tratando de que el fresco aire serrano penetrase los más profundo posible en sus pulmones que solo conocían el humo del tabaco y el smog de Buenos Aires.
Se sentía bien.Había esperado hasta mediados de Abril para tomar sus vacaciones y así poder contemplar algo que lo fascinaba desde hacía años: el otoño en las sierras de Córdoba, con las veredas de sus pequeñas ciudades y pueblitos tapizadas de hoja multicolores, que daban su adiós a la vida.
Hacía mucho tiempo que había descubierto las bellezas de Córdoba, después del verano, lejos de los miles de turistas bullangeros que la visitan invadiendo sus calles, senderos y caminos, restaurantes y cafés. Cuando su tiempo y sus actividades se lo permitían, regresaba a darse un baño de paz como le gustaba decir.
Estaba solo. Habían transcurrido ya cuatro años de su divorcio con Estela. Tenía una hija, Florencia, adolescente, quinceañera que como es lógico y normal en estos casos vivía con su madre.Tenía poco contacto con ella, lo cual constituía un peso en su alma, una piedra más en su camino ya cubierto de escombros. Además su ex esposa y su suegra habían tomado a Flor como botín de guerra.Lo importante era dañarlo hasta que sangrara por sus heridas. Tenía que pagar caro su “huída”
Afortunadamente su trabajo le demandaba mucho tiempo.Había logrado hacerse un nombre como abogado en el fuero civil, y lograrlo en una ciudad como la Capital Federal era todo un mérito.La competencia fue siempre despiadada y los colegas, no monjes precisamente.
Se encontraba fatigado y deprimido. Esto lo llevó a tomar una decisión intenspectiva.Le comunicó a su socio en el estudio que necesitaba tomarse diez días de vacaciones a partir del próximo viernes, y quería aprovechar el no tener (en mucho tiempo) ninguna cuestión importante pendiente. Pensó en Córdoba y principalmente en Alta Gracia,ciudad a la cual conocía en forma muy superficial..Solamente había pasado por allí con destino a otras localidades serranas, años atrás, cuando en su vida había aún: una esposa y una hija.
Cinco días después estaba instalado en un confortable hotel, con un hermoso panorama de las sierras, visto desde el amplio ventanal de su dormitorio.
Durante el viaje, que hizo en su automóvil, repasó los últimos años de su vida.Su separación de Estela y de Florencia habían sido muy traumáticas, pero el matrimonio ya no daba para más.Nada había quedado del amor que los unió cuando eran estudiantes.Todo se había perdido en un torbellino, como si ambos hubiesen sido hojas sueltas, sujetas al capricho del viento. Muy poco sobrevivió de los dulces primeros años de la vida en común, que fue coronada por el nacimiento de Flor. Estela competía con él profesionalmente.En su fuero íntimo quería demostrar, que podía ser superior a su esposo, que podía llegar hasta donde otras amigas, con la misma profesión, no habían llegado. Además le había tomado afición a la actividad política, y la consecuencia de ello, fue alejarse aún más de su hogar. Florencia fue criada prácticamente por su abuela y una niñera, lo cual sin lugar a dudas no era lo más conveniente,para una niña que necesitaba fundamentalmente del cariño y cuidado de su madre.No fue eso lo pactado en la etapa del noviazgo, donde tanto se promete, y tan poco se cumple.
A los cuarenta y siete años estaba solo. Por el momento no quería formar nueva pareja. Venía de una mala experiencia y evitaba exponerse a un nuevo fracaso..Oportunidades no le habían faltado.Todavía era joven, no mal parecido y gozaba de un buen nivel económico, lo cual lo convertía en un candidato codiciado por muchas mujeres separadas y no poca solteras.Tuvo un par de amoríos de muy poca duración y que no implicaron ningún compromiso en su vida.Ahora solo deseaba estar en paz y gozar del prodigio de la naturaleza durante dos semanas.Sus planes eran quedarse unos días en Alta Gracia y después hacer una recorrida por los distintos valles, para llenar su alma y sus sentidos de: montañas, ríos y arroyos, de árboles multicolores, de senderos entre las sierras, de ranchitos con el horno de barro humeando y las cabras arrancando el pastito que nace entre las piedras, y así poder regresar, renovado a la gris urbe donde vivía.
Se detuvo en una tienda de artesanías y productos regionales en cuya vidriera, vio una prenda tejida en telar (según decía en la etiqueta): una manta que pensó, a Florencia le encantaría. Entró y comenzó a observar lo que se exponía. Todo estaba distribuido con muy buen gusto: muebles rústicos, tejidos y platería, en un pequeño, pero cálido negocio. La dueña o encargada del mismo, después de atender a una pareja interesada en dulces regionales, se acercó a él.
─ Buenos días, señor ¿puedo ayudarlo?
─Buenos días, señora, es muy linda su tienda.
─ Muchas gracias, sus palabras son un halago. En realidad me esmero para que esté ordenada y con buena mercadería ¿Está interesado en algo en particular?
─ Sí, en la manta que está expuesta en la vidriera.Quisiera llevársela de regalo a mí hija.
─ ¿Es usted de Buenos Aires?
─Sí, de Capital Federal.
─Tengo muchos clientes de Capital que vienen casi todos los años y me hacen compras importantes.Parece que allá gusta mucho la artesanía regional.Aquí la tiene, señor. Es bellísima, tejida en telar. con lana de vicuña.Créame, es una prenda muy fina.Obsérvela con tranquilidad, mientras tanto atenderé a las personas que acaban de entrar.
Cuando se alejó, observó más a ella que a la manta.Era menuda, de rostro dulce, cabello castaño y ojos de color verde claro, su voz era suave y cálida, aparentaba unos 35 años; atendía a sus clientes con diligencia y simpatía
Sabe explotar su negocio, pensó Luis.
─ Y bien, señor, ¿qué le ha parecido la manta?
─ Hermosa, señora. Creo que voy a llevarla, ¿cuál es su precio?
─En realidad, no es barata. La lana de vicuña es bastante cara por su extraordinaria calidad; pero no se peocupe, voy a hacerle una consideración en el precio para poder agregarlo a mi lista de clientes─ dijo con su más encantadora sonrisa.
─Gracias, muy amable de su parte.
Mientras conversaban, un chiquillo de unos diez años entró como una tromba al negocio.
─Mamá, mamá. ¿Puedo ir con los chicos a jugar a la plaza ?Por favor, mamá, por favor.
─ ¡Joaquín! ¿No ves que estoy atendiendo?.Ya te he dicho que no entrés aullando como un indio cuando estoy trabajando.Le ruego sepa perdonarnos, señor.
─No se preocupe, señora. Es un niño, y nosotros los adultos, nos olvidamos de que a esa edad, actuábamos de la misma manera
─Sí, tal vez tenga usted razón, pero ¿sabe? Debo hacer de madre y padre, y a veces no sé como tratar a un varón de esta edad
─Perdone mi indiscreción ¿Está usted separada?
─Sí. En estos tiempos duran poco la parejas. La convivencia es muy difícil, constituye todo un tema.
─Yo también estoy separado, mejor dicho divorciado, desde hace varios años.Como podrá ver, tenemos algo en común .Señora, no quiero entretenerla más, sino Joaquín va a odiarme. Llevo la manta, y seguramente antes de marcharme vendré a comprarle algo más.Pequeños obsequios para los amigos, son inevitables.
─Con mucho gusto, los domingos tengo abierto hasta el medio día.
─Hasta pronto señora. ¡Ah!, Joaquín, a portarse bien con mamá ¿De acuerdo?
Joaquín lo miro con cara de pocos amigos y comenzó nuevamente con sus ruegos de forma monótona y sin pausa, cual si fuera un viejo organito, o un disco rayado (como se solía decir), para obtener el permiso de ir a jugar a la plaza; sabiendo que ganaba por hastío.
Luis se retró satisfecho.Había hecho una buena compra y la mañana continuaba espléndida.Decidió caminar hasta el Museo Manuel De Falla. Admiraba profundamente al gran músico andaluz y a su obra, La casa donde vivió sus últimos años y desde donde partió hacia el recinto de los convocados, era uno de los lugares que no quería dejar de visitar.Al llegar a la elegante morada que habitó el maestro, el chalet “Los espinillos,” situado frente al campo de golf del Sierras Hotel y a la vastedad imponente de las montañas del cordón de la Sierras Grandes, experimentó una gran emoción, que sintió en su garganta y en sus ojos. Penetró en la casa con la unción con que se visita un templo. Sintió que una profunda sensación de algo muy parecido a la angustia lo embargaba.Recorrió lentamente cada uno de sus ambientes y trató de grabar en sus retinas todo lo expuesto en las vitrinas, que mostraban las pertenencias del gran compositor: el frac y la batuta que utilizó en sus noches de gloria como director de grandes orquestas sinfónicas,uno de sus pianos, papel pentagramado y sus lápices, algunos de tamaños muy pequeño por el uso, con los cuales trató de concluir esa gigantesca obra que lo obsesionaba: su poema coral “La Atlántida” que nunca vio finalizada, porque la vida terminó antes para él. La austeridad de su dormitorio, casi monacal, lo conmovió profundamente. Se retiró perturbado y a la vez enternecido de la casa de don Manuel.Había sido una maravillosa experiencia para un amante de la música, como él lo era. Después de caminar unas cuadras sintió que su corazón se serenaba y siguió con paso firme hacia su hotel. Era ya la hora de almorzar,y tenía apetito.En el trayecto recordó a Joaquín y a su madre.Sin duda pasó un grato momento con ellos.La mañana tuvo un sabor distinto en su rutinaria y melancólica vida.
Por la noche, después de la cena se sentó a tomar un café en un bar en las inmediaciones del Museo del Virrey, monumento histórico al cual ya había visitado, lo mismo que la casa en que vivió el “Che” Guevara,la cual  también lo conmocionó, cuando al recorrerla, meditó sobre el irreductible idealismo, llevado hasta las últimas consecuencias, hasta la muerte misma, por el hombre que la habitó cuando era un niño.
Volvió a sentirse solo, solo y triste, con esa tristeza que hiela el alma. Las luces de las farolas prolongaban la sombra de los árboles de la Plaza del Fundador y sintió que esas mismas sombras penetraban en los laberintos insondables de sus desaciertos y fracasos. La excitación del día, ya había pasado. Le resultaba difícil tomar un café en soledad, sín compartirlo, sin conversar con alguien. Recordó a Florencia y se prometió a sí mismo hacer lo posible por reconquistar su afecto, ni bien regresara a Buenos Aires. Era consciente de que sería una tarea que requeriría tesón y paciencia, pero si lo lograba, el premio sería, grande, muy grande. El amor de un hijo es invalorable, tal vez difícil de entender para aquellos que no lo tienen; para quienes no han sentido la tersura de su piel, no han gozado al escuchar sus primeros balbuceos; ni han podido ver con ansiedad y miedo sus primeros pasos;para quienes, no han sufrido con sus devaneos de adolescentes.
Nuevamente llegaron a su mente, Joaquín y su madre.No tenía otros conocidos en la ciudad con quienes intercambiar unas palabras, un pensamiento, una sonrisa, que no fuera la de los empleados del hotel. Mañana, con la excusa de otra compra, regresaría a la tienda.
El día amaneció gris y destemplado.Una fina llovizna y un viento suave y frío lo tornaban desapacible.Lamentaba que la nubes ocultaran las sierras, que tanto le atraía contemplar.
Después de las diez de la mañana se dirigió hacia la tienda de artesanías y productos regionales “La casa del Virrey”.Al llegar encontró, para su beneplácito, que no había gente en el local,solamente su dueña ordenando las estanterías.
─Buenos días señora, ─ dijo de la manera más simpática posible.
─Buenos días. ¡Oh! ¿Nuevamente usted por aquí? - dijo al verlo, embelleciendo su rostro con una encantadora sonrisa.
─El día no se presta para caminar por la ciudad, por lo que decidí aprovechar el tiempo haciendo algunas compras, y aquí me tiene.
─Me alegra mucho que nos haya elegido para sus regalos dijo, sonrojándose levemente, lo cual no pasó desapercibido para Luis.
Señora: anoche estuve observando detenidamente la manta que compré para mi hija y me pareció verdaderamente estupenda.Y usted como comerciante lo sabe: cliente satisfecho, cliente que vuelve.
─Gracias por sus conceptos, y por favor no me llame Sra.Mi nombre es María Angelina, por lo general, suelen llamarme Angelina solamente
─ Y el mío Luis, Angelina.
─Espero que no tome mi pedido como un exceso de confianza.
─Jamás lo hubiera pensado así, Angelina.La vida y los años me enseñaron a apreciar a las personas en su verdadera dimensión.
─Le agradezco verdaderamente sus palabras.Me dijo que quería llevar algunas cosas de mi negocio ¿Qué podría ser?
─Primero quiero regalarme algo a mí mismo.Creo merecerlo.
─Me parece excelente! Hay que pensar primero en uno y quererse un poquito, para luego poder querer y comprender a los demás.
─He visto en su vidriera un cinturón y una billetera de carpincho que me gustaron mucho.Eso es para mí.Y además quisiera...algunas confituras y un par de cajas de los tan famosos alfajores cordobeses, para los amigos.
─¿Y para su novia?.
Cuando la miró, Luis pudo ver en los ojos de Angelina, mucho de picardía y curiosidad.
_No tengo novia, desde que me separé soy una especie de “Lobo Estepario”.
­─No es bueno para el hombre estar solo.
─Ni para el hombre, ni para la mujer─ replicó Luis.
Angelina bajó la mirada y su rostro adquirió la gris tristeza del día.
Luis quiso romper ese muro de oscuros recuerdos que se había elevado entre ambos: fracasos, sueños y proyectos, sepultados en el vacío infinito de la nada.
─ ¿Cómo está Joaquín?
─En la trastienda, tratando de consolarse de que el día no le permita jugar con sus amigos.Debe estar entretenido con la computadora, porque hace ya un tiempo más que prudencial que no me interrumpe.
─Angelina, voy a hacerle un pedido inusual y tal vez disparatado, porque recién nos conocemos:¿Podría Joaquín si él lo desea, por supuesto, dar una vuelta conmigo en auto, ya que el clima de hoy no da para otra cosa?.Sé que usted pensará: cómo voy a permitirle a mi hijo salir con un hombre al que recién ayer vi por primera vez en mi vida. Sería un pensamiento lógico, y más en los tiempos terribles que estamos viviendo, donde los diarios y la televisión nos llenan de noticias que nos horrorizan; pero ¿sabe? No me gusta andar solo y su hijo a pesar de haberlo visto solamente unos minutos, me ha llegado.No se porqué, tal vez por haber deseado siempre tener más de un hijo y entre ellos un varón, con quien jugar al fútbol, corretear y hablar de “cosas de hombres”.
─Verdaderamente, su pedido me sorprende y nunca lo hubiera esperado.
Luis miraba a Angelina, como niño que ha hecho una travesura y espera una severa reprimenda.
─En realidad, lo que me pide es insólito y mi primera respuesta tendría que ser un ¡no! rotundo. Pero...que Dios no me permita equivocarme; confío en usted.No sé por qué, pero confío. Mi intuición, la tan mentada intuición femenina, me dice que puedo cederle a mi hijo para que lo acompañe.Siempre que él quiera, como es lógico. ¡Joaquín!
_ ¿Qué querés, mamá?
─Vení por favor.
─ ¡Ufa! Ya voy
─¿Recordas al señor?
─Sí vino hace poco¿Por qué?
─Bueno, el señor, es decir Luis, como él se llama, te invita a dar una vuelta en su auto, ya que el día está feo para salir a jugar.¿Qué decís?.
─Y bueno mamá, peor es estar aquí, escuchándote protestar todo el día.
─¡No seas grosero, Joaquín!
─Bueno, ma, perdoname.Sí, me gustaría salir con el señor Luis.
─Angelina, le prometo traerlo a la hora de almorzar.Gracias, muchas gracias.
Minutos después ambos estaban sentados en el auto.
─Ponéte el cinturón de seguridad, Joaquín.Hay que aprender a respetar todas la leyes y reglas, para que cuando seas adulto te comportés como un buen ciudadano.
─Ya estás como mi mamá, siempre dando consejos.
─No te enojes, muchacho. Se trata de que yo también soy padre y los padres, debemos hacer y decir muchas cosas que son necesarias y que a la mayoría de los hijos no les gusta.¿Que te parece, si aprovechamos que el cielo se ha despejado un poco y tratamos de llegar a Villa General Belgrano?
─ ¡Oh! Me encantaría Luis, hace mucho que no voy.
Joaquín se fue distendiendo y comenzó a conversar: sobre fútbol, los compañeros y la escuela.Luis estaba encantado con su nuevo y pequeño amigo y se dispuso a disfrutar esa mañana del día sábado, que ya dejaba ver algunos rayos del sol entre las blancas nubes que un suave viento dispersaba.Su estado de ánimo no era el mismo que tenía cuando salió del hotel.
Caminaron por la Villa, riendo y charlando.Ya eran viejos camaradas gozando de un paseo.Luis estaba feliz, hacía mucho que no experimentaba esa placentera sensación.Le regaló a Joaquín una pelota de fútbol y leyó en los ojos del niño un agradecimiento infinito.
_Gracias, Luis, hacía mucho que quería tener una nueva ¿Sabés? cuando sea grande me gustaría jugar en Boca.
─Si te lo propones lo vas a conseguir, Joaquín. Siempre hay que proponerse metas en la vida y tratar de alcanzarlas.Ahora vamos, que le prometí a tu madre que regresaríamos a la hora del almuerzo ¿Extrañas a tu papá?─ preguntó Luis, como distraídamente.
─Sí, a veces bastante. No es lo mismo conversar con una madre que con un padre.Las mujeres no saben nada de varones.
Luis no quiso preguntar más nada al respecto para no molestar al niño o vulnerar su intimidad.
Cuando llegaron a la puerta de “La casa del Virrey”, Angelina salió presurosa a recibirlos.
─¡Mamá, mamá, mirá lo que me regaló Luis!, dijo mostrando con orgullo su nueva pelota.
─Hijo ¿ Supongo que no la has estado pidiendo?
─Quédese tranquila, Angelina.Su muchacho es todo un hombrecito y no pidió ni un caramelo.Ocurre que en poco tiempo nos hemos entendido como viejos amigos,y... yo quise hacerle este obsequio sabiendo, lo que él ama el fútbol.En muchas cosas me recuerda a mí cuando era niño.
─Muchas gracias Luis. No sabe cuánto me alegra que hayan congeniado.Mi hijo no es un niño fácil; muy probablemente por la situación que le toca vivir.
─Angelina
─Sí, Luis.
─Quisiera hacerle una invitación a usted y a Joaquín.He pasado una mañana tan espléndida, que desearía que este día terminara también así. Los invito esta noche a cenar. Son aquí, mis únicos amigos.
─Luis...la verdad me vuelve a sorprender.Recién hace cuarenta y ocho horas que nos conocemos; no sé que decirle.Me pone en un aprieto.
_Angelina ¿es que hace falta una vida para poder compartir unas horas sentados a una mesa y poder conversar?¿Es que hacen falta años para sentirse identificado con alguien?
No, no es eso, Luis, pero piense que usted viene de la gran ciudad y yo vivo en una pequeña comunidad,a la que sin duda podríamos denominar ciudad-pueblo.En Buenos Aires, o Córdoba las cosas son distintas.Se manejan otros tiempos y otros códigos, pero bueno, no quiero parecer mojigata. Acepto su invitación, con una condición: cenamos aquí en mi casa. Prepararé una carne mechada al horno, que es mi especialidad; estoy segura le agradará.
─De acuerdo, acepto su propuesta.
─¿A las 21.30?
─Seré puntual.
Se retiró hacia su hotel, satisfecho.El día, que había comenzado gris, terminaba luminoso.
La cena fue amena y cordial. Angelina lucía más bonita y dulce que de costumbre.Era evidente que se había preparado para esperar a su invitado
─¿Qué le pareció nuestra ciudad?- pregunto Angelina, mientras servía a su nuevo amigo un plato humeante, de exquisito aspecto
La inconfundible fragancia de las hierbas aromáticas que daban un perfume y sabor especial a cada plato, le recordaron a Luis las comidas que con tanto esmero y amor preparaban su madre y su abuela, fundamentalmente los domingos, día especial de la familia, que se reunía con alegría, en un acto de amor y confraternidad. Hacía ya, muchos, muchos años, en la vieja casona del barrio de Flores
─¡Hermosa! Verdaderamente me ha gustado mucho.Sus paisajes, y sus museos, le otorgan características especiales que la hacen distinta.
─Los que vivimos aquí todo el año, estamos orgullosos de ella y nos sentimos felices cuando los turistas saben apreciarla en todo su valor.
─Lo entiendo muy bien, y pienso que sería muy de mi agrado, poder establecerme, algún día en un lugar como éste.
─ ¡Tiene todo el Valle de Paravachasca a su disposición, señor porteño!─dijo, Angelina, riendo.
Luis estaba contento, relajado y la risa de su anfitriona, subía por sus venas como burbujas de champaña ¡Cuánto había ansiado en los últimos tiempos un momento de paz y distensión, como el que estaba viviendo!
.Joaquín tuvo un excelente comportamiento.Sin duda, en muy poco tiempo, como suele ocurrir en los hechos importantes de la vida, una corriente de afecto se había creado entre él y ese extraño de sonrisa amplia y mirada tierna y amistosa. Después del postre se retiró a su habitación.Su programa favorito en la televisión comenzaba a esa hora.
─Verdaderamente, no esperaba pasar un día como éste. Le estoy muy agradecido.
¡Oh Luis no exagere! Solamente fue un paseo con un niño, y una humilde cena aquí, en mi casa.
─Usted no sabe, Angelina ¿O tal vez sí?, lo importante que es esto para un hombre solo.
─Yo también estoy sola, Luis. Ustedes los hombres son, como podríamos decir, bastantes quejosos.¡Por Dios sin querer ofender ; cuando las cosas no se dan como pretenden...se derrumban.No se ofenda, pero creo que las mujeres en general, nos defendemos mejor: menos nostalgias y más pragmatismo.
─Tal vez tenga razón, pero esa, la que usted con toda sinceridad describe, es la condición humana.Los que en apariencia somos de mayor fortaleza, en la realidad demostramos muchos flancos débiles. Así, Dios, hizo el mundo y por eso los “reyes de la creación” desandamos los caminos del Señor lagrimeando.
─Yo, por cierto, tengo sueños e ilusiones incumplidas, como todos las tenemos. Pero, indudablemente lo que más pesa de mi separación con Enrique, es Joaquín, quien por cierto necesita la figura masculina de su padre, para que pueda desarrollarse y crecer como corresponde a un varoncito. Enrique, a decir verdad, no se comporta mal. Se comunica a menudo con su hijo y se hace cargo de su manutención, pero no está a su lado. Nada reemplaza la imagen del padre, jugando a la pelota con su hijo o llevándolo a ver un partido del equípo de sus amores, por citar nada más que un par de cosas, de las muchas en las que un papá es irreemplazable. Lamentablemente, Joaquín no tiene abuelos ni tíos.El único hermano de Enrique falleció junto a su padre en un desgraciado accidente de tránsito, cuando viajaban a Salta.Yo soy única hija, y mi padre desde hace unos años padece la enfermedad de Alzheimer.La vida da poco y quita mucho.Es un trueque en el que siempre terminamos perdiendo.
Luis la miraba y escuchaba en silencio.Le atraía la dulzura de su voz y la mesura con que se expresaba.Desde hacía unas horas sus planes habían cambiado.Se quedaría hasta finalizar su vacaciones en Alta Gracia.Había perdido interés por visitar los otros valles..
─Angelina, mi situación personal en mucho se parece a la suya, con las diferencias lógicas que hay no solo en las parejas, sino en las personas.Pienso que en el mundo en que vivimos : familia, comprensión, tolerancia, son palabras sepultadas en un doloroso pasado,e indudablemente las víctimas sacrificadas y en parte olvidadas son nuestros hijos. No quiero que perturbemos esta hermosa velada con palabras o recuerdos que podrían lastimarnos.Mañana es domingo ¿Podríamos almorzar o cenar nuevamente juntos?
─No, Luis se lo agradezco, pero tengo que hacer el inventario de mi negocio.¿ Lo dejamos para otro día?
─Como usted lo desee. Para nada quiero presionarla. Me quedan pocos días de esta vacaciones, que no había planificado, y sabrá Dios cuando volveremos a vernos.
─No diga eso, Luis. Ha nacido, así, de la nada, una amistad, que creo perdurará en el tiempo.
_Espero que sea como usted dice¿Le molestaría que almorzara con Joaquín?Tengo deseos de llegar a Carlos Paz y de no comer solo.
─No, Luis, para nada. Sin duda a mi hijo le hará feliz la invitación. Y a mí me ayudará a estar más tranquila, para hacer tareas que son tediosas, pero imprescindibles para todo comerciante que quiere llevar por buen camino a su negocio.
El día fue muy bueno y la jornada placentera.Ambos se consideraban amigos a pesar del poquísimo tiempo que había transcurrido desde que se vieron por primera vez.Regresaron al promediar la tarde.Joaquín descendió en su casa y Angelina saludó a Luis con su mano desde la puerta.
─ Nos vemos mañana─ gritó Luis, sin bajar de su auto.
─De acuerdo, con mucho gusto, respondió Angelina.
Llegó a su hotel, contento y extrañado por las sensaciones que tenía. Se había sentido muy a gusto con el niño; aunque hubiese querido compartir el momento también con su madre.
Se dio una ducha y bajó a cenar ¿Habría cambiado su destino? ¿Estaría comenzando a recorrer un nuevo camino? ¿O sólo se estaba haciendo demasiadas ilusiones con personas a las que recién conocía? Comió con apetito y luego se fue a acostar y a continuar leyendo un “bet seller” de moda.Esperaba con ansiedad la llegada del nuevo día.
Promediando la mañana llegó nuevamente a la “Casa del Virrey” María Angelina lo recibió con afecto.
─Joaquín no hizo más que hablar de usted y de lo bien que lo había pasado.No sabe cuánto se lo agradezco, Luis.No sé como devolverle sus gentilezas.
─Muy fácil, aunque no hay nada que devolver. Me haría muy feliz que cenaran conmigo esta noche.Me faltan muy pocos días para regresar a Buenos Aires y quisiera pasarlo junto a mis dos amigos
─De acuerdo, Luis. Es difícil negar algo a un caballero como usted.
─Esta noche paso a buscarlos, para que cenemos en el restaurante del Sierras Hotel.Me lo recomendaron y tengo deseos conocerlo.
─Estaremos listos puntualmente.
─ A las 21.30.
─Hasta luego.
La cena se desarrolló en un ambiente tan cordial como la anterior.Se sentían muy bien y distendidos, dispuestos al diálogo y a la confidencia.
─Angelina, en un par de días debo regresar a Buenos Aires.Mis actividades así lo requieren y créame que lo lamento.Hubiese querido quedarme un tiempo más, pero mi socio va a volverme loco.
Luis pudo observar que los ojos de María Angelina ya no tenían el mismo brillo de minutos atrás.Un tenue velo cubría su habitual belleza. Se sintió halagado por ello.
─Verdaderamente, Joaquín y yo vamos a extrañarlo.A pesar del corto tiempo que hace desde que entró por vez primera a mi negocio. Nos hemos acostumbrados, si así se puede decir, a sus visitas,a su compañía. Casi olvidamos que usted estaba de vacaciones y que las mismas duran menos de lo que todos deseamos.Quien más lo va a sentir es Joaquín.Los niños forman lazos muy rápidamente.
─Ustedes, por unos días, fueron mi familia y me permitieron pasar las vacaciones más espléndidas de los últimos años, Prometo regresar en cuanto pueda, aunque sea en un fin de semana
La mirada de ambos demostraba un sincero afecto ¿abría algo más?¿Podría formarse una relación sentimental duradera en unos pocos días de un soleado otoño?¿O era la soledad que ambos vivían la que tendía un puente entre sus vidas?.Y además, un niño que sin saberlo hacía de cupido entre dos almas llenas: de incertidumbres, miedos y ternuras no correspondidas.Luis pensó que él y Angelina eran dos viajeros perdidos que se encuentran en la bifurcación de un camino y tienen la necesidad de marchar juntos.
Joaquín, cenó en silencio.Simplemente observaba, a su madre y a Luis.Su intuición de niño le decía, que estaba presenciando una despedida, tal vez muy prolongada, y ello lo ponía triste.
El viaje de regreso lo sumió en profundas meditaciones sobre su futuro como persona, que trata de sobrevivir en la urbe despiadada; devoradora de hombres, sentimientos y pasiones..Su principal preocupación era Florencia, a la cual, sentía cada día más lejos de él. Estela, su ex mujer ya pertenecía al pasado y en este aspecto sí había dado vuelta en forma definitiva, a una hoja del libro de su vida.



Después de alojarse en el mismo hotel en que estuvo en sus vacaciones de otoño,  y sentir el placer de una reconfortante ducha, Luis, bajó a cenar. Comió con apetito. Estaba contento. Pensaba solamente en la sorpresa que mañana daría a María Angelina y a Joaquín, después de varios meses sin verlos.Estuvo muy tentado de llamarlos por teléfono comunicándoles su visita: hubiera sido lo correcto, pero desistió de ello.Presentándose sin ser esperado, causaría a ambos una gran sorpresa.Sería un encuentro diferente, cargado de emocione. En su último Mail, no mencionó para nada que ya había tomado la decisión de viajar a Alta Gracia: que tenía necesidad de hacerlo.
Al terminar la cena pidió al mozo que le hiciera llevar un whisky con hielo a su habitación.Quería enviar un mensaje desde su Notebook a su socio, antes de la audiencia de pasado mañana, en un caso que a ambos preocupaba, a pesar de tener todo a favor para resolverlo exitosamente.
Conectó su computadora y se encontró con la agradable sorpresa de ver que en su casilla de correo, tenía un mail de Joaquín.Sonrió pensando en el asombro que el chiquilín tendría mañana.Ya se habían intercambiado en varias ocasiones saludos y afectos.Se sorprendió, porque el Mail no era de Joaquín, sino de su madre.Era la primera vez que recibía una comunicación directa de Angelina.Se emocionó, no la esperaba.Sabía de ella por el niño.Siempre pensó en enviarle una nota, expresándole su afecto y simpatía, pero no tuvo valor.Temía , no sabía a qué...pero temía; tal vez a sepultar un sueño.
Se sentó a leer pausadamente, mientras bebía a pequeños sorbos su whisky.

Mi muy estimado amigo: no sé qué palabras emplear para decirle cuanto tengo que agradecerle.Usted llegó a mi vida y a la de Joaquín, así, sin esperarlo, como sucede en los cuentos o en las novela televisivas.Desde la primera vez que lo vi entrar en mi negocio, supe, o presentí, que no era el turista o cliente que estaba acostumbrada a recibir.Había algo en su mirada, en su sonrisa, en su voz, que lo hacían diferente.Su amistad con mi hijo, el cariño que él le tomó confirmaron mis presentimientos. Había llegado un desconocido, que muy pronto fue amigo.Que extraño qué así lo sintiera una mujer como yo, que hacía ya tiempo me mantenía a la defensiva de todo aquello que pudiera interferir en mi vida y en la de Joaquín.Cuando se marchó dejó sin duda una imagen difícil de olvidar y una reflexión muy profunda.Mi hijo necesitaba un padre.Una imagen masculina de la cual aprender y con la cual formarse.Es innegable que mi sola presencia y esfuerzo no son suficientes. Un varón, necesita de otro varón. Que le enseñe a correr por el mundo, como si éste fuera una pelota de fútbol.Por eso, decidí volver a conversar con Enrique.Las diferencias que nos separaron no eran tan profundas como para impedir una reconciliación en bien de nuestro hijo.Ni él ni yo habíamos formado nueva pareja, lo cual hacía todo más sencillo.Lo llamé,vino a Alta Gracia, conversamos largamente y comprendimos que todavía nos queríamos, que el viejo amor no estaba sepultado y Joaquín nos necesitaba.Para abreviar y no parecer pesada: hoy estamos nuevamente juntos, y tanto Joaquín como yo debemos agradecérselo al amigo Luis que llegó a nuestras vidas y que iluminó con su presencia, sus palabras y su hombría de bien la verdad, que en mi alma, estaba dormida.
Reciba todo mi afecto y eterno agradecimiento.
Su amiga que lo será para siempre.

María Angelina



Luis leyó y releyó, dos o tres veces el Mail.Su rostro, hasta hace minutos sonriente, fue cubriéndose de una máscara de tristeza y de incredulidad.Sintió frío y notó que su corazón se acelaraba.Se sentó frente a la amplia ventana.Era una noche de cielo despejado y luna llena, lo que le permitía visualizar la silueta de las Sierras Grandes,cuya cumbres parecían cubiertas por un manto de plata.Encendió un cigarrillo, y se sumió en profundas cavilaciones acerca del hombre y su destino, de los tiempos de Dios para sus hijos que fueron hechos todos de la misma tierra y con la misma arcilla. Luego de permanecer largos minutos, con su mirada perdida en la imponente profundidad de la noche,se levantó lentamente y comenzó a hacer su valija, con la ropa que pocas horas atrás había colocado en el placard. Mañana a primera hora retornaría a Buenos Aires.