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lunes, 21 de enero de 2013

Literatura para todos



'via Blog this'EL GOLPE
                                   

La fría madrugada, anunciaba que el otoño avanzaba a paso firme a su encuentro con el invierno.
Una pareja fuertemente entrelazada en una esquina demostraba que el amor lleva un placentero calor a los cuerpos, sin importarle la opinión de los meteorólogos o del almanaque. Excepto ellos, los enamorados, no había nadie en las calles. Las luces de las ventanas apagadas. Las luminarias de  las esquinas, esparcían una luz mortecina a causa de la niebla: la ciudad dormía.
El comisario, Federico Connors del ETER, chequeaba la distribución de sus hombres en el perímetro delineado por el  Jefe de Operaciones de la fuerza. Todos estaban en sus puestos, incluidos los francos tiradores.
Los informes de Inteligencia aseguraban que esa noche la banda de José Santillán, alias: Pepe, o el “Zorro”, tenía planificado robar la sucursal del Banco de la Nación que estaba sobre esa misma calle.
La gavilla de Santillán gozaba de gran prestigio en el mundo del hampa y  era muy considerada por la policía: estaban bien organizados, eran hábiles y no se andaban con “chiquitas”  a la hora de apretar el gatillo. El “Zorro” había cumplido un par de condenas por asaltos a bancos, sin que la justicia recuperara nunca, la totalidad de lo robado Ahora hacía un tiempo que estaba libre, después de haber cumplido parte de su última sentencia, pero la policía quería tenerlo ubicado y le había perdido el rastro; era una ventaja que no le podían dar. Contaba con una amplia red de refugios que siempre eran transitorios, como es común en estos casos y pese  a los esfuerzos de los muchachos de inteligencia no le pudieron hacer morder ninguno de los anzuelos que le habían preparado: inteligente, astuto y desconfiado, ex sargento de gendarmería, dado de baja por problemas de disciplina. En su foja de servicios figuraban varios cursos de supervivencia, paracaidismo y de manejo de explosivos aprobados con muy buenas calificaciones.; lo que lo tornaba en un hombre verdaderamente peligroso; temerario, adicto a los grandes desafíos, a las situaciones límites.
El  enorme móvil negro que cumplía las funciones de sala de reuniones tácticas y control audio visual de la zona de operaciones había sido situado en una playa de estacionamiento  para no llamar la atención. Su larga antena con cámara de TV se movía constantemente, como el periscopio de un submarino, paradójicamente, en tierra.
Llegó una orden imperativa: los enamorados tenían que ser desalojados inmediatamente del lugar que ocupaban; era muy probable que hubiese un tiroteo y no querían heridos civiles y a toda la prensa sobre ellos al día siguiente.
Las caras de la pareja fueron de incredulidad y terror al ver surgir de las sombras, a dos hombres armados, totalmente vestidos de negro, con el rostro cubierto, que sin decir palabra se lanzaron sobre ellos, los tomaron de los brazos y los llevaron al lado del vehículo de tareas tácticas, donde quedaron custodiados, para que no pudieran hablar sobre lo que habían visto, hasta que hubiera concluido el operativo. Los novios miraban con espanto el monstruo negro del ETER y temblaban abrazados, ya no de pasión, sino de miedo. Con Santillán de por medio no se podía dejar ningún cabo suelto.
Cerca de las tres de la mañana se dio un alerta general: dos vehículos avanzaban lentamente con las luces apagadas: una camioneta de tipo utilitaria de color gris claro y cincuenta metros detrás un automóvil de color azul oscuro.
Esta vez Santillán no se nos escapa, ─murmuró Connors. Chequeo rápidamente la ubicación de sus hombres y se comunicó con la sala táctica.
Los vehículos sospechosos continuaban su lento avance. Una moto de alta cilindrada apareció en una esquina, adelantándose a la furgoneta, sin duda en misión de reconocimiento, los minutos parecían horas. Por fin llegaron frente al banco y detuvieron su marcha. De la camioneta bajaron tres hombres con dos grandes bolsos, los ocupantes del auto permanecieron en su lugar. El policía que hacia adicionales dentro del banco, observó movimientos sospechosos y dio la alarma.
El operativo comenzó de inmediato, cercando los autos y sus ocupantes. En ese momento una fuerte explosión hizo vibrar la manzana y que se dispararan las alarmas de los coches estacionados en el sector. Como consecuencia se comenzaron a encender luces en los edificios y a abrirse las ventanas de los departamentos: el operativo se había ensuciado.
La sorpresa fue mayúscula al comprobar que los detenidos no estaban armados y dentro de los bolsos solo encontraron ropa vieja y elementos de uso personal ante la ira de los detenidos que pedían explicaciones a los gritos al personal policial y hacían escuchar sus derechos. Uno de los efectivos comunicó a Connors que la explosión se había debido a una bomba de estruendo con mecanismo de retardo, colocada dentro de un contenedor de basura: era una trampa ¡Todo era una maldita trampa!
La red policial transmitió un alerta general: habían asaltado y desvalijado el Banco Sudamericano en el extremo oeste de la ciudad. Lo del Banco Nación había sido un ardid muy bien montado y  la policía  “Compró el buzón”.
Los operativos que se organizaron de inmediato en todo el ámbito provincial incluyendo: controles intensivos en puentes, carreteras, caminos secundarios y rurales lo mismo que los allanamientos, cuando llegaron las órdenes del fiscal, no dieron ningún resultado:”El zorro” Santillán se había esfumado.
El suceso causó un gran malestar en la cúpula policial, que motivó una reunión urgente del Estado Mayor, en las primeras horas de la mañana. La prensa, al tanto de todo lo sucedido, lanzaba sus dardos sin piedad. Había que dar respuestas urgentes y resultados en el menor plazo posible. En el gobierno provincial estaban muy disgustados con el escabroso tema y el Ministro de Seguridad, presente en la reunión, dio a entender la posibilidad de que hubiera cambios en el más alto nivel de la fuerza. Lo ocurrido era un bochorno que desacreditaba seriamente a la Institución; Inteligencia era la sección más cuestionada. ¿Qué pasó? ¿Había un “Topo” en el servicio? ¿O era simplemente ineficiencia operativa?
El asalto se realizó en contados minutos, porque venía siendo planificado desde hacía varios meses, no dejando nada librado al azar, desde las alarmas, a las cuales chequeaba periódicamente la División de Seguridad Bancaria de la policía, el tipo de explosivo para volar la cerradura de la caja fuerte y las rutas de escape con tres planes alternativos. Un golpe de ese tipo se debía proyectar y analizar como una operación militar, y así lo había hecho el ex sargento Santillán.
Una vez realizado el asalto, el jefe, fue trasladado de inmediato a un cercano edificio de estacionamiento, distante a diez cuadras, en el primer piso del cual, desde hacía dos meses, se alquilaba una cochera en forma mensual. La falta  crónica de lugares de aparcamiento en la zona hacía que la misma estuviera siempre muy ocupada.
Santillán, llegó con un bolso repleto de fajos de dinero, en el baúl de un auto acondicionado al respecto, con un piso alfombrado, apoya cabeza, un pequeño ventilador a batería y una conservadora con botellas de agua mineral. De acuerdo a los planes trazados no debería estar allí más de un par de horas, hasta llegar a otro refugio y a otro vehículo, de acuerdo a la vía de escape elegida.
Con las primeras luces del día comenzó el movimiento en el amplio cobertizo: puertas y baúles que se abrían y cerraban, motores en marcha, bocinazos, chirrido de neumáticos; los animales mecánicos salían presurosos hacia sus distintos rumbos, en la gran ciudad.
A las 8.30 de la mañana, Santillán escuchó dos golpecitos en el baúl, que respondió de la misma manera, un minuto después el auto se ponía en marcha y abandonaba el edificio. El transito, ya era bastante intenso y había que andar con mucho cuidado para no llamar la tención; la policía buscaba con todos sus medios a los prófugos y cualquier error podía costar la libertad o la vida.
Después de veinte minutos de marcha, el auto entró en un espacioso galpón, que estaba precedido de un amplio patio  en el cual se podía ver un gran número de cajas de cartón apiladas. El vehículo estacionó al fondo del tinglado; el portón se cerró de inmediato.
Se abrió el baúl y un Santillán entumecido se cubrió con el brazo los ojos, para protegerlos de la luz que los encandilaba, luego de tantas horas en la oscuridad.
─ ¿Cómo estas, Pepe?─ dijo el dueño del galpón tendiéndole la mano para ayudarle salir.
─Estoy bien, Marcelo, un poco acalambrado, pero bien; afortunadamente me mantengo en buen estado físico.
─Hay que apurarse, Pepe. Por el informante que tenemos en Jefatura, sé que la policía ha salido con los “tapones de punta” y se ha dado participación a gendarmería, por ser un delito federal. Los controles de las rutas van a ser duros, pero con un poco de suerte los sortearemos; la plata de acuerdo a lo planeado la ponemos en unas cajas de cartón y en cuanto estén en la vereda pasará el carrito de los cartoneros para llevarlas
─Sí, Marcelo, tenés razón, hay que rajarse de inmediato. Cuando las cosas se calmen un poco, haremos el reparto. No quiero que nadie toque ahora un peso, porque si se tienta en gastar, nos hunde a todos. La plata va a estar segura, quedó bien claro que cualquier descuido lo pagará el culpable con su vida y la de su familia.
Sacaron las cajas a la calle y casi de inmediato, como caído del cielo, apareció un carrito cartonero que las levantó prestamente. En cuanto el equino inició su marcha con el trotecito cansino, propio de caballo viejo y mal alimentado, dos bicicletas comenzaron a seguirlo a prudente distancia, ocupadas por  “obreros” marchando hacia sus trabajos. Ambos llevaban sus bolsos con herramientas: escopetas recortadas y pistolas nueve milímetros.
Poco tiempo después salió del galpón un camión de mediano porte, con publicidad de una conocida firma de productos alimenticios que fue tomando dirección hacia el sudoeste de la ciudad hasta encontrar la salida hacia Alta Gracia. Sin duda podía observarse un control policial superior al habitual. Ya en el camino fueron detenidos por la policía caminera, quienes verificaron la documentación correspondiente e hicieron abrir el portón trasero del furgón. Al ver las cajas de fiambres, quesos y leche perfectamente estibadas, hicieron señas de poder continuar la marcha. Diez kilómetros más adelante, Lucho dio el alerta:
─ José, aquí tenemos otro control, pero es gendarmería ─ dijo a media voz. Trata de no respirar si podes.
─Tranquilo, muchacho, tranquilo.
Santillán se puso en posición fetal detrás de las cajas y acarició la culata de su Walther 9mm lo cual lo hizo sentir más tranquilo, a pesar de que era muy poco afecto a usarla.
Después de chequear la documentación del chofer y de la carga, un gendarme subió a la parte trasera del furgón, si bien dio un paso dentro de él, el examen fue muy superficial:
─Si este boludo hubiera estado a mis órdenes, ya lo hubiese dado de baja─ pensó Santillán.
El camión continuó su marcha. Ya estaban muy cerca de su destino: el Aero Club de Alta Gracia.

En el edificio de la Central de Policía se sucedían las reuniones, del personal superior junto a oficiales de Gendarmería y de la Policía Federal. Las medidas tomadas hasta el momento no habían aportado nada. Continuaban los allanamientos y se intensificaban los controles. Asuntos Internos, había comenzado una exhaustiva investigación; se tenía la seguridad de que había un entregador dentro de la fuerza.
El golpe de la banda de “Pepe” Santillán, no solamente había sido casi perfecto, sino que había constituido una afrenta a todo el sistema de seguridad de la provincia. Había que evitar a cualquier precio que el “Zorro” huyera, cortarle todas las salidas, cortarle las alas, hasta que él o alguno de los suyos cayera. Era necesario una perfecta coordinación y planificación en las acciones, con las policías de otras provincias y el alerta a Interpol, por ser muy factible de que intentara abandonar el país.
El comisario general Miranda, Jefe de Policía hizo citar a Connors a su despacho.
─Comisario, ─ dijo sin preambulos─usted tiene una buena foja de servicios como integrante de fuerzas especiales, el ETER, en este caso. Usted sabe que Santillán perteneció a gendarmería donde logró un excelente entrenamiento: en supervivencia, manejo de explosivos y otros ítems, que unidos a su natural inteligencia y astucia lo hacen un hombre verdaderamente peligroso. Todo lo planifica en forma militar, para disminuir al máximo la posibilidad de cometer errores. Eso le da a usted la pauta del sujeto que es. Quiero oponerle un hombre de similares características, con el mismo entrenamiento: quiero jugar con sus mismas cartas. Desde este momento, comisario Connors queda al frente de la planificación y operaciones de la Policía de la Provincia en la captura de Santillán y sus hombres y en lo posible de recuperar el dinero robado que asciende a quince millones quinientos mil pesos. El operativo de ha denominado: “Jaula” No olvide que este es un delito federal y por lo tanto tendrá que trabajar en coordinación con Gendarmería y Policía Federal, que no es gente fácil. Confío en su “cintura”, para manejarse con ellos.
─Gracia, señor, espero no defraudarlo.
─ Por algo lo elegí, Connors. Vaya y ponga manos a la obra ¡Ya mismo! No quiero que Santillán se nos escape  nuevamente. Esta tiene que ser su última aventura ¡Maldito sea!
Eduardo Connors se reunió de inmediato con tres de sus hombres de mayor confianza para formar un pequeño Estado Mayor. Sí Pepe Santillán jugaba a los soldaditos, él haría lo mismo.

Pepe miró su cronómetro: en diez minutos tenía que estar bajando del furgón y abordando el Cessna 350 que lo estaría esperando con el motor en marcha, para trasladarlo hacia el norte, rumbo a Bolivia, por la ruta que habitualmente siguen los que transportan drogas y que prácticamente carece de control aéreo.
Santillán,  salto ágilmente del furgón y corrió hacia el aparato que lo estaba esperando, el cual levantó vuelo de inmediato.
─ ¿Qué rumbo tomamos?
─ Al norte, hacia Bolivia, por los corredores  que ustedes conocen ¿Qué autonomía tenés?
─Mil doscientas millas, unos dos mil kilómetros.
─Está bien, es suficiente. ¿Trajiste mi equipo?
 ─Sí, está detrás del asiento de la derecha.

─Señores, hace más de cuarenta y ocho horas horas que se produjo el robo y todavía no tenemos nada positivo, solo conocemos lo que todo el mundo sabe: que fue la  banda de Pepe Santillán. La presión del gobierno es muy grande, quieren que este caso se resuelva, sí o sí, a la brevedad posible: el prestigio de la institución está lastimado.
 Tenemos que manejarnos con varias hipótesis. a) Continúan escondidos en la Ciudad de Córdoba, b) están fuera de la ciudad o en otra provincia, c) están fuera del país y otra gran incógnita d) huyen con el dinero, o lo han dejado aquí, escondido en alguna parte─ Connors hablaba con voz firme y gesto preocupado, la brasa que tenía en las manos, quemaba─ vamos a intensificar los rastrillajes y patrullajes; quiero también el movimiento de todos los aviones de los aeroclubes de Córdoba en las últimas cuarenta y ocho horas. Mientras más tiempo pase, más difícil será capturarlo. Es un hombre astuto, inteligente y muy bien preparado ¡Así que manos a la obra!.
Había otro grave problema que desvelaba a Connors: el “topo”¿Continuaría con su tarea? ¿Cuánta información les estaría pasando a los fugitivos? ¿Sería alguien de inteligencia?, en este caso, era lo más lógico de pensar ¿Estaría involucrado personal superior? De todas maneras, ya no confiaba en nadie de Jefatura y trataría de prescindir, en lo posible, de todo aquel, que él no eligiera. Las reuniones con sus hombres las haría fuera del edificio: la unidad móvil de planificación del equipo, podía ser el lugar adecuado.
En su oficina comenzó a releer el expediente del ex sargento de gendarmería José Agustín Santillán, alias: “Pepe” o “El zorro”. Buscaba algo que pudiera darle una pista de su modus operandi. Obviamente como hombre  listo que era no tenía un “patrón” de trabajo que lo hiciera previsible. Cada golpe era nuevo en su planificación y ejecución. Sin duda Santillán había marcado un hito en la delincuencia de Córdoba y del país y entraría por la puerta grande en la historia de los tristemente celebres.
El expediente decía que su madre (viuda) y su hermana vivían hace mucho tiempo en Buenos Aires. Su ex mujer (que había formado nueva pareja) y su hija, actualmente de quince años, estaban radicados en el exterior; último domicilio conocido, Santiago de Chile. Tuvo un solo hermano que había muerto en un accidente de tránsito. El espectro familiar era bastante reducido. El domicilio de su madre estaba vigilado por la Policía Federal. Las madres siempre tienen las puertas abiertas para un hijo, sin importar lo que el mismo haga, ni la vida que lleve. Era muy improbable que Pepe se acercara al domicilio materno, pero no se podían dejar cabos sueltos. Lo menos probable puede depararnos enormes sorpresas, reflexionaba Connors con la mirada fija en el ventanal por el cual ingresaba la escasa luz del crepúsculo. Necesitaba descasar. Mientras más se exigiera menos rendiría

─¿Dónde estamos? ─Preguntó Pepe con voz imperiosa.
─Llegando a Salta, señor.
─ Bien, pongamos rumbo a Tartagal.
Mientras hablaba, Santillán abrió el bolso que estaba debajo del asiento y comenzó a ponerse un overol, del tipo que usan los pilotos militares y a ajustarse un paracaídas.
El piloto lo miraba sin decir una palabra.
─Escuchame bien lo que digo, porque no me gusta repetir─ dijo Santillán, masticando cada palabra. Cuando estemos sobre Tartagal vas a tomar rumbo nor noreste, allí vas a descender a 4800 pies sobre un campo donde un vehículo nos hará señas de luces y yo me arrojaré del avión, Vos te dirigís a Salta, aterrizas en el aeropuerto y cargas combustible; sabrás que excusa poner para justificar el vuelo. Lo que quiero es que vean que llegás solo.
Demás está decirte que una sola palabra que se te escape, vos y tu familia “son boleta”. Se te ha pagado suficientemente bien como para que tengas cerrada la boca toda tu vida.
El piloto escuchaba atentamente, sin pronunciar palabra, asintiendo con la cabeza.
Al llegar a Tartagal el avión desvió hacia el este. En un campo próximo a la ciudad se observaron señales de luces.
─Estamos con altura y viento adecuado para un lanzamiento.
─Allá voy entonces. Y no olvides lo que te he dicho─abrió la portezuela del avión y se arrojo al vacío. Después de una caída libre de unos 600 metros se desplegó la seda blanca. La llegada a tierra fue perfecta, como correspondía a un hombre con experiencia.
Cayó a metros de la camioneta doble cabina 4x4 que lo estaba esperando con tres hombres en su interior. Recogieron rápidamente el paracaídas y partieron hacia la frontera de Bolivia distante a cincuenta y cinco Km, que cruzarían por un paso, habitualmente muy mal vigilado y continuamente transitado por todo tipo de delincuentes. El cruce se hizo sin inconveniente y desde allí se dirigieron a una hacienda, de las tantas que tienen productores argentinos en la zona, situada al norte de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra a 600 Km. de la frontera. Había un largo trayecto a recorrer para sentirse seguro. Hasta ahora todo había salido perfecto. Esperaba que sus hombres hubieran tenido la misma suerte.
Cuatro horas después el vehículo trasponía  tranquera de lo que aparentaba ser una hacienda muy grande. Hacía mucho calor. Si bien el almanaque indicaba la proximidad de invierno, allí se estaba en una zona subtropical, muy próxima a la amazonia boliviana y la humedad era muy elevada.
Se detuvieron en la entrada de un señorial casco de estancia del cual salió un individuo alto, de unos cincuenta años, delgado, elegantemente vestido con ropas adecuadas al clima y un sirviente que lo seguía con una pequeña bandeja.
─ ¡Bienvenido Pepe!─ dijo extendiendo una copa con una mezcla de jugos de frutas tropicales y vodka─ ¿Todo bien?
─Demasiado bien, Gabriel. Muchas veces yo mismo me asombro de mi suerte.
Ambos hombres ingresaron a un amplio salón lujosamente amoblado. Casi de inmediato apareció una hermosa mujer de características netamente eslavas.
─Mi esposa, Katia, es lituana, entiende muy poco el español. Katia, te presento a Pepe Santillán, un amigo de la juventud, a quien he invitado a pasar unos días en este paraíso en que nosotros vivimos. Será nuestro huésped.
Katia extendió la mano y con una encantadora sonrisa  balbuceó con fuerte acento extranjero un: “mucho gusto, señor”.
─Encantado señora─ respondió Santillán, sorprendido con la presencia de la bella mujer.
─Pepe, te voy a mostrar tu habitación, así te das una ducha, descansas un poco y después de cenar conversamos ¿de acuerdo?
─ Totalmente; estoy fatigado. Hoy ha sido un día particularmente intenso─y comenzó a seguir a Gabriel escaleras arriba.

A Connors, le costó mucho conciliar el sueño esa noche; necesitaba encontrar una pista que le permitiera seguir una línea de investigación. Sabía que en todos estos procedimientos lo fundamental, es la paciencia. También tenía conciencia de que eran innumerables los delitos que quedaban impunes. En algún momento alguien daría un paso en falso y esta sería su oportunidad.
Muy temprano estuvo instalado en la oficina táctica móvil del ETER.
─Permiso, comisario
─Pase, Guzmán ¿Alguna novedad?.
─Los controles carreteros, son negativos en todo Córdoba y las provincias limítrofes; lo mismo en el aeropuerto, en los que respecta aviones de línea o taxis aéreos. Investigamos los aeroclubes y los pocos aviones que despegaron. La actividad es mucho más intensa los fines de semana. Los vuelos registrados fueron muy cortos, excepto un Cessna que voló hasta Salta y regresó de inmediato, luego de cargar combustible.
─ ¿Cuántas personas viajaron?
─El piloto solamente.
─ ¿Hizo algún aterrizaje antes de llegar a Salta?
─No que se sepa.
─ ¿Habló con el piloto?
─Sí, Eugenio Batistel, Hombre de treinta y ocho años. Es experimentado en su oficio y estaba probando unas reparaciones que se hicieron en el motor de su máquina. Según su opinión todo estaba en orden.
─Investigue si tiene algún antecedente y me lo hace saber de inmediato.
─ De acuerdo, jefe.
Una hora después sonaba el teléfono.
─Jefe, Batistel, estuvo dos veces demorado por sospecha de haber transportado marihuana y cigarrillos de contrabando, aunque no se le pudo comprobar nada. Los muchachos de Drogas Peligrosas dicen que no es “trigo limpio”.
─ ¡Buena noticia, Guzmán! Busquen la forma de que el fiscal pueda ordenar un allanamiento y podamos interrogarlo. Presiento que podemos obtener algún dato de importancia.
─ Bueno, jefe, me ocupo. Si “está limpio” podemos “sembrarle” algo─ dijo con un risita irónica.
─Tranquilo, Guzmán, usted me conoce.; no quiero perjudicar a nadie. Vea la forma en que el fiscal nos pueda dar una mano, aunque sea por los antecedentes del sujeto y que nos permita interrogarlo un par de horas. Mientras tanto le pone vigilancia permanente.
Proyectó sobre una pantalla una excelente foto aérea de la zona del Banco Sudamericano, donde se había producido el asalto, la cual examinaba con uno de sus ayudantes y un experto de gendarmería en este tipo de imágenes. Había varios lugares que podrían haber servido de refugio transitorio y que explicaría su tan rápida desaparición del área del asalto: viviendas privadas con entradas para vehículos, una cochera de tres pisos y varios depósitos o galpones. Se había hecho un rastrillaje de la zona, pero tal vez fuera necesario repetirlo de una manera más minuciosa, con órdenes de allanamiento libradas por la fiscalía.

A las ocho treinta de la noche le avisaron a Santillán que podía bajar a cenar
.Había tomado un prolongado y reconfortante baño. El cambio de ropa fue muy escaso, debido a que llevaba lo estrictamente necesario para un hombre que está huyendo. Su mochila estaba lista con todo lo necesario para desaparecer al menor atisbo de peligro e internarse en la zona selvática que estaba muy próxima a la hacienda.
Descendió hacía el espacio living, donde lo esperaban, Gabriel “Pacho” Menéndez y Katia. La elegante figura de ella con una copa en la mano, sentada en un sillón de color negro que realzaba más el dorado de su piel y el rubio claro de sus cabellos: lo deslumbró.
Gabriel al mejor estilo de millonario norteamericano, se encontraba vestido como para una fiesta. Él se sintió un pordiosero, uno más, de los sirvientes de la casa, pero reflexionó rápidamente, que no estaba allí para cenas de gala, sino para “salvar el pellejo”
El salón comedor era deslumbrante; muy amplio, como para agasajar a decenas de invitados. Finamente amoblado con muy buen gusto y con arañas, que a no dudarlo eran de cristal de Murano. Grandes ventanales protegidos por telas metálicas de trama muy fina de delicados y artísticos arabescos, se habrían hacia  un parque de plantas tropicales, de donde provenía el llamado de aves nocturnas y el chillido de algunos monos.
La cena fue servida por personal con guantes blancos. Pepe pensaba en el porqué de tanta ostentación. ¿Cenaba todos los días así, o quería causar una fuerte impresión?
Durante la comida, (un alarde culinario), se conversó de temas generales, teniendo muchas veces que traducirle, Gabriel, en inglés a Katia, el tema que se estaba tratando. Pepe observador nato, comprobó que ella evitaba mirarle a los ojos y que Gabriel no cesaba de cbservarla, como si temiera alguna indiscreción por parte de ella. Sin duda era una cena incómoda, que deseaba terminara lo más rápidamente posible.
El ruido de una ventana que se cerró fuerte e imprevistamente por un golpe de viento, hizo que Santillán en un movimiento reflejo llevara rápidamente la mano derecha al lugar donde habitualmente esta su Walhter. En ese momento se cruzaron en forma profunda las miradas de él y Katia, mientras Gabriel, hacía sonar la campanilla y llamaba a los gritos a la servidumbre.
A los postres, “Pacho” le dijo a su mujer, que él y Santillán irían a la terraza que daba sobre el parque a tratar temas de negocios y que ella podía disponer de su tiempo.
Sentados al aire libre, bajo un cielo que anunciaba una fuerte tormenta por medio de relámpagos que encendían el firmamento y estallaban con ruido atronador, el dueño de casa inició la conversación, mientras, ponía hielo en las copas.
─Pepe, vamos a ir al grano. Sé que el golpe fue un éxito y la recompensa grande. Mis fuentes de información son muy buenas, por eso estoy vivo y tengo, lo que tengo, pero quisiera escuchar de tu boca a cuanto ascendió el botín.
Santillán lo escuchaba en silencio; mirándolo fijamente a los ojos, mientras sorbía lentamente su Whisky.
─ Te diré, Gabriel, que el golpe fue exitoso, pero como comprenderás no tuvimos tiempo de contar los billetes. Pensamos que estamos redondeando los quince millones de pesos.
─Por supuesto que no llevás el dinero encima ¿Dónde lo escondieron?
Pepe Santillán soltó una carcajada y endureció su mirada.
─ ¿Qué te pasa? ¿Estás loco? ¿Por qué tendría que decírtelo?
─Porque somos socios.
─Yo no soy socio de nadie, “Pacho”, y vos lo sabes muy bien. Te voy a pagar lo convenido, por estar de “pensionista”, aquí, durante un tiempo y ambos respetaremos el trato. Cuando las cosas se calmen y podamos disponer del dinero recibirás tu parte, como corresponde. Otra cosa, si vos estas vivo por tus informantes, yo lo estoy por mi perpetua desconfianza. Mañana quisiera explorar los alrededores de la hacienda, para levantar un pequeño plano, con un par de vías de escape, por cualquier emergencia.
─Quedate  tranquilo. Sí descubrieran que estas aquí, y hubiera alguna orden de detención, cosa que considero muy improbable, yo me enteraría de inmediato. Tengo gente en la policía y en el gobierno, a las que pago muy bien para que me tengan al tanto de todo.
─Me alegro que así sea, pero quiero tener mi propio reaseguro. Dejé a la policía muy mal parada y van a querer vengarse aunque tengan que remover cielo y tierra.
─De acuerdo. Dejaré indicaciones a mi capataz, para que te tenga listo un caballo. Sé que sos buen jinete y es el mejor medio para recorrer esta región.
Se retiraron temprano a sus habitaciones, lo que había que decir, ya estaba dicho, ambos eran hombres de pocas palabras.
Pepe repaso el contenido de su mochila de supervivencia: todo estaba en orden. La otra pistola, cargadores para ambas, linterna,  prismáticos infrarrojos, elementos químicos para potabilizar agua, cuchillo de monte, brújula, pedernal, capa impermeable, etc. Mañana iba a poder repasar todo lo aprendido en la selva de Misiones, en los cursos de supervivencia en que participó y en los cuales siempre tuvo destacada actuación.
Se despertó temprano. Escuchó el ruido de un motor en marcha y miró por la ventana, era Gabriel Menéndez en su cuatro por cuatro dando instrucciones al capataz, y partiendo después con rumbo a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. El reloj marcaba las siete de la mañana. Escuchó pequeños golpes en la puerta. Rápidamente tomó la pistola que estaba sobre la mesa de luz y se colocó al lado de la entrada pegado a la pared.
─ ¿Quién es?
─Pedro, señor, un empleado. El patrón me dijo le preguntara si quería tomar el desayuno abajo o que se lo trajera a la habitación.
─Tráemelo, aquí, Pedro, te lo agradeceré.
─Como usted mande, señor.
Después de desayunar con apetito, bajó dirigiéndose hacia la salida que daba al parque, en la parte posterior de la mansión. En el camino encontró a Katia envuelta en un toallón con sus rubios cabellos mojados: sin duda volvía de una de las piletas que poseía la residencia
─Tan temprano nadando─dijo lentamente, conociendo la dificultad con el español, que ella tenía.
Katia sonrió y él volvió a quedar impactado por su particular belleza.
─Aquí el sol es muy quemante, por eso me baño temprano, ─dijo hablando también muy pausado con un fuerte acento extranjero─ ¿Va a salir a cabalgar?, veo que Manuel  ha preparado a  “Pampero” Es uno bueno caballo─ dijo riéndose de su pronunciación y mal castellano, y continuó a su habitación mostrando sus hermosas curvas que se acentuaban bajo la ropa mojada.
Pepe Santillán, miró hacía el techo y apresuró el paso: necesitaba salir a tomar aire.
Manuel le tenía listo a Pampero ensillado con una montura de tipo mexicana. Era un hermoso animal; un alazán de buena alzada cuyo pelo rojizo brillaba a la luz del sol.
Cabalgó hacía el noreste, dejando atrás los campos de cultivo e internándose en la región selvática de vegetación tupida, intensa humedad y llena de sonidos: chillidos de los monos carayá, loros y guacamayos, alcanzó a divisar un tapir que se escondía en la fronda. Avanzaba por el sendero que había abierto en la selva la gente de Menéndez con el fin de poder llevar a los amigos de cacería. Cuando vio que la misma se estrechaba convirtiéndose en una picada, decidió emprender el regreso para evitar que le caballo se lastimara. Iba al trote corto hacia la entrada de la picada, cuando notó que los carayá habían acallado sus chillidos, lo cual lo puso en guardia. Lo ruidos y silencios de la selva hay que saber interpretarlos si se quiere conservar la vida. Los monos habían callado y eso tenía un significado, probablemente un yaguareté andaba rondando, y poco podría hacer él con una pistola. Apresuró el paso de Pampero y amartillo la 9 mm, si era un “tigre”, podía saltar en cualquier momento. Se sintió aliviado cuando salieron al claro. Había temido mucho más por el caballo que por él.
Cabalgó por el borde de la selva siguiendo el curso del río Piraní, Tuvo la certeza de que la vía de escape hacia la frontera con Brasil tenía que ser el último recurso.

─ ¿Jefe?
─Sí, Guzmán
─Ya tenemos detenido a Batistel el piloto del Cessna 350 que voló hasta Tartagal al otro día del asalto al banco. Tenemos que apurarnos en obtener algún dato que nos sea útil, porque el fiscal,  no va a poder demorarlo mucho tiempo, si no encontramos indicios más concretos.
─Guzmán, póngase en contacto de inmediato con la policía de Salta y que nos comuniquen, a la brevedad posible, si alguien vio a una avioneta aterrizar en algún campo o pista clandestina. Dígales que necesitamos información con urgencia.
Horas después la policía de Salta informaba, que trabajadores rurales habían visto a un  paracaidista arrojarse en las afueras de Tartagal y una camioneta que lo esperaba cuando llegó a tierra.
A Connors se le iluminaron los ojos. Era lo que necesitaba. Comenzaba a ver algo de luz entre tantas tinieblas.
Se comunicó de inmediato con el fiscal─ ¿Dr. Alonso?, le habla el comisario Connors .Creo que hemos encontrado la punta del ovillo y en esto tiene que ver Batistel. Voy para el juzgado para conversar personalmente.
─Lo espero, comisario,
Media hora después Connors estaba en el despacho del fiscal.
─Dr. Tenemos que apretarlo un poco a Batistel, porque tengo muy fuertes sospechas de que él tiene muchos que ver en la huída de Santillán. He recibido informes de la policía de Salta, sobre un paracaidista que salto de una avioneta en las afueras de Tartagal, al otro día del robo al banco, y de una camioneta, que lo estaba esperando y a la cual lo subieron a toda prisa. Usted sabe que Santillán es un hombre muy bien preparado, para cualquier tipo de acción y Batistel  y su avión han estado sospechados un par de veces  acciones ilícitas.
Luego de varias horas de interrogatorio el piloto se quebró y confesó, que había trasladado a un hombre a Tartagal,  que jamás sospechó que iba a arrojarse en paracaídas, que estaba imposibilitado de hacer cualquier denuncia bajo amenaza de muerte para él y su familia. Nunca supo de quien se trataba y por su seguridad no quería saberlo. Lo contrataron, le pagaron bien y allí terminaba todo.
Para Connors era haber ganado el premio mayor ¡Por fin estaba sobre las huellas del “Zorro”!
─Tenemos que pensar: que permanece Salta, que se fue al Paraguay,o a Bolivia, específicamente, a Santa Cruz  de la Sierra, donde viven muchos argentinos que compraron grandes extensiones de tierras aptas para el cultivo de soja y girasol. Por el lugar donde se lanzó, pienso que ha huido a Paraguay o Bolivia. Interpol ya está al tanto. Debemos conectarnos con las policías de estos  países. ¡Muchachos a moverse de prisa! ¡Guzmán! queda a cargo de coordinar toda  la información. Me voy a descansar un rato. Hace días que no duermo bien.
Connors llegó a su casa. Vivía solo. Hacía tiempo que estaba separado de su familia, fundamentalmente a causa de su profesión. No pudo acostarse; había husmeado la presa y se mantenía inquieto como perro de caza. Buscó por Internet un mapa de Salta y comenzó a estudiarlo, pensando en que haría si estuviera en el “cuero” del otro. No era una decisión fácil ¿Y si en lugar de cruzar la frontera hubiese regresado Córdoba? El solo pensamiento de ser nuevamente burlado le erizó la piel.
Connor sabía que el caso  ya se iba de sus manos y que quedaría a cargo de la Justicia Federal. Tenía que buscar la forma de ser comisionado, para trabajar con Gendarmería o Policía Federal. El caso del Banco Sudamericano era una espina que tenía atravesada en su orgullo profesional. Si bien la falla no había sido de su equipo, sino indudablemente de graves problemas en  los servicios de inteligencia, él se sentía tocado de forma personal. Hasta ahora su carrera era brillante y contaba con la consideración de sus superiores; iba a aprovechar de ello para logar un pase en comisión.
Marín y Leiman, integrantes de la banda, ya habían sido capturados y estaban con prisión preventiva. Faltaba el “Sordo” Escudero, mano derecha de Santillán y quien probablemente tenía oculto el dinero; sin duda, él y Pepe serían los más difíciles de capturar.
Connors, obtuvo el pase solicitado. Al otro día estaba reunido con el comandante de gendarmería  Vázquez y el comisario Rolandi de Policía Federal. En todos primaba la sospecha de que Santillán había salido del país.
─Pero es un hombre tan astuto y tan bien preparado, que hasta lo que parezca más absurdo puede esperarse de él─ comentó, Vázquez. Los otros días miraba su foja de servicio y es realmente esplendida. Lástima que se haya convertido en un bandolero. La fuerza a perdido un excelente hombre y la sociedad ha ganado a un tipo muy peligroso. Me hizo recordar al cártel de “Los Zeta” en México, que está formado por ex miembros de fuerzas especiales, que le resulta casi imposible de controlar a las autoridades mejicanas
─Creo que a pesar de que hasta Interpol lo está buscando, deberíamos hacer inteligencia en Salta, Jujuy, Paraguay y Bolivia─ dijo el comisario Rolandi, haciendo un círculo con el dedo índice en un mapa de la zona mencionada.
─Estoy de acuerdo con usted, comisario, expreso Connors y el lugar que yo considero más probable y en el que vengo pensando hace un tiempo es el departamento de Santa Cruz en Bolivia.
─ ¿Por qué, Connors?
─Porque allí se han afincados muchos argentinos, algunos de dudosos antecedentes, que han comprado grandes extensiones de tierra, para dedicarlas a la agricultura, especialmente soja, que hoy es oro, y cría de ganado cebú. Muchos han hecho verdaderas fortunas.
─Además el narcotráfico  es muy activo en la región, ─interrumpió, Rolandi.
─ Quisiera  moverme personalmente durante unos días en la zona, si ustedes me lo permiten. Tengo una “corazonada” y a veces, a estas, hay que prestarles atención.
Vázquez y Rolandi se miraron y dieron señales de estar de acuerdo.
─Comisario, tiene una semana. Sabe que está bajo nuestras órdenes y que no puede tomar ninguna medida inconsulta. Parta a la brevedad posible y  traiga novedades
─ Gracias comandante.
Ambos oficiales se pusieron de pie y estrecharon la mano de Connors. Vázquez murmuro entre dientes: Buena suerte, muchacho.
─ Connors,¿Tiene contactos en Bolivia?,─ preguntó, Rolandi.
─Sí, comisario. Un oficial que hizo varios cursos en el ETER y que casualmente está prestando servicio en Santa Cruz de la Sierra

Pepe Santillán, dejó el caballo en un claro y volvió a internarse en la selva, siguiendo siempre el curso del río, haciendo anotaciones en el plano que iba delineando. Comió frutos de los cuales se alimentaban los carayas y pensó que con una buena canoa o gomón se podía llegar hasta la desembocadura en el Río Grande, con mucho riego si no se conocía el curso del río. Un ruido de hojas y de ramas que se quebraban junto con el chillido de los monos lo puso alerta de la misma forma que horas atrás lo había hecho el silencio de la selva. Se quedó absolutamente quieto, moviendo solamente la cabeza y alcanzó a ver una enorme boa ascendiendo por un árbol, sin duda en busca de un mono. Se le rizo la piel, nunca había visto un “bicho” semejante. Un instante después había engullido a una mona  con su cría y trataba de enroscarse en el árbol para tritura a su presas todavía vivas en su interior. Un espectáculo muy fuerte, pero eran la leyes de la naturaleza. Unos morían para que otros vivieran. Caminó hacia el lugar donde había dejado el caballo, mientras sonaban en sus oídos el crujido de los huesos de los monos cuando eran triturados.
Estaba satisfecho, había probado sus elementos de supervivencia y todo estaba en orden. Sobrevivir en la selva depende de preparación y equipamiento mínimo.
Llegó al claro donde dejó a Pampero, suelto por si se presentaba algún peligro, y lo encontró pastando tranquilamente, noble animal el zaino: el verlo lo emocionó.
Montó y se dirigió a la hacienda, hacía más de diez hora que había salido y temía que se preocuparan por él. En el camino encontró a Katia, quien con su cabellera rubia al viento, hacía soñar con una valquiria, cabalgando por el Campo de Marte.
─ ¡Oh, señor Santillán! Ya nos estábamos preocupando por usted, la selva es peligrosa.
¿Salía a buscarme?
─No, por favor. Sé que sabe cuidarse─dijo en su elemental español─pero me alegró el verlo sano y a salvo.
─Gracias, Katia ¿Puedo llamarla por su nombre?
─ ¿Por qué, no?
─Porque he notado que su marido es celoso.─Dijo sin vacilar
 ─ Sí es verdad, muy celoso. Quiere darme el mundo, pero me tiene prisionera.
─ ¿Por qué lo acepta?
─Es largo de contar, tal vez algún día se dé la oportunidad de hacerlo. Le ruego que siga hacia la maison; no quisiera que nos vieran juntos.
─De acuerdo, Katia.
Ella respondió con una sonrisa demoledora.
Cuando llegó al casco de la hacienda, Menéndez lo esperaba sentado en la galería con su habitual copa en la mano.
─ ¿Qué tal el paseo?
─Provechoso, y me dio mayor seguridad conocer la variante de senderos transitables en una selva intrincada, en la cual es difícil sobrevivir si no se está preparado.
─ ¿Viste a Katia?
─Sí, alcanzamos a intercambiar algunas palabras, cabalgábamos en sentidos opuestos.
─Katia, es muy audaz y le gusta alejarse de la hacienda, lo cual a veces me causa temor.
─ ¿Hace mucho que están casados?
─No estamos casados. Vivimos juntos; llevamos más de dos años en pareja. La conocí en la capital del departamento. Ella trabajaba para una oficina comercial de importación y exportación. Habla: inglés, ruso, francés y como habrás comprobado un poco de español. Es inteligente, además de ser hermosa; una mujer valiosa sin duda, por eso la cuido de  de miradas extrañas─dijo clavando los ojos en Santillán. A propósito, Pepe, cuánto tiempo pensás quedarte.
─Lo convenido. No creo que sean más de diez días. Hasta que se calmen un poco las aguas. Mañana cuando vayas a la ciudad, desde una cabina telefónica te vas a comunicar con un número que voy a darte: te atenderá una mujer. Te identificaras como “Nacho” y memorizaras lo que ella te diga acerca de su padre. Necesito tener noticias de lo que está pasando en Córdoba. Otra cosa: quisiera conocer de boca de un baqueano el curso del río Piraní hasta su desembocadura en el Guapay  o Grande como lo denominan.
 ─Te haré hablar con mi capataz, de todos modo es un río de llanura, sin saltos ni rápidos. Lo más peligroso son la pirañas y los yacaré.
En ese momento entró Katia. Se la veía contrariada. Saludó y pidió que le llevaran al cena a su habitación. Gabriel subió detrás de ella, era evidente que todo lo que ocurría en su mujer lo afectaba.
Pepe, también subió. Se dio una ducha y cambió algo de su ropa. Cada vez era menos lo que le quedaba; tendría que pedir que le compraran algunas prendas, para no parecer un harapiento
La cena trascurrió en silencio. Ambos hombre por distintos motivos se encontraban contrariados.

Connors, voló a Salta y de allí se dirigió a Tartagal. Habló con la policía local y gente que trabajaba en los campos cercanos, quienes ratificaron lo del paracaidista (algunos era la primera vez que veían algo así)  de la camioneta que lo recogió y del rumbo que tomó la misma.  No le quedaron dudas, Santillán había fugado hacia Bolivia. Al otro día partió a Santa Cruz de la Sierra.
Al llegar al Departamento Central de Policía se presentó y pidió hablar con el oficial González Zulueta, quien lo atendió de inmediato.
─ ¡Comisario Connors! ¡Qué agradable sorpresa!─dijo mientras extendía su mano y estrechaba en forma firme la de su visitante─Visita oficial o esta paseando en nuestra hermosa tierra.
─Digamos que más bien paseando, pero con interés profesional. Quisiera conversar un rato con usted, sino estoy interrumpiendo su tarea.
─No tengo en este momento, nada que no pueda esperar. Pase, pase, a mi oficina por favor. Póngase cómodo y dígame en que puedo ayudarlo.
Connors puso al tanto a González Zulueta de los detalles del Banco Sudamericano, de la huída de Santillán y la fuerte sospecha de que se hubiese refugiado en Santa Cruz.
Como usted verá Gonzales mi misión no es oficial y no quisiera comprometerlo a usted de ninguna manera.
─Comisario sé de su honestidad y además le debo mucho de mi formación profesional. Llevo al ETER en el corazón .Lo ayudaré, comisario; extraoficialmente, también, pero lo ayudaré en todo lo que esté a mi alcance.
Le agradezco sinceramente, González. Por favor, recomiéndeme un hotel para alojarme. Tengo una semana de permiso para permanecer aquí.
 Estoy  muy sorprendido de la pujanza que ha tomado esta ciudad. Estuve hace varios años y veo el gran cambio que se ha producido.
─El efecto soja, comisario lo mismo que en Argentina, y con la soja llegaron también las mafias del narcotráfico. Pasee, vea lo que quiera mirar; sus ojos de policía lo van a ayudar. Deme su número de teléfono móvil. Yo me mantendré en contacto con usted.
Connors se alojó en el hotel recomendado y comenzó a elaborar un plan de acción que consistía en recorrer la ciudad principalmente la zona bancaria y hoteles de mediana categoría. Sobornar a los encargados para conocer si se habían registrado nuevos viajeros argentinos. Los nombre no interesaban, sino las fechas en que arribaron y el lugar de procedencia. Sabía que era buscar: “Una aguja en un pajar”, pero debía intentarlo; ir detrás de su “corazonada”.
Caminó, por la zona de la Plaza Metropolitana y por la avenida Monseñor Rivero. Observó desde un puente el río Piraní  los grandes edificios que crecían como hongos en sus márgenes ¡Cuánto había cambiado la pequeña ciudad que él conoció!
El sonido de su teléfono celular lo saco de su estado contemplativo.
─ ¿González?
─Sí, comisario. Necesito hablar con usted. En media hora lo veo en su hotel
─De acuerdo, para allá voy.
Connors apresuró el paso; estaba cerca del hotel, y la ansiedad por  un dato alentador lo devoraba. Tenía una semana, solamente una semana de tiempo y no quería regresar con las manos vacías.
Se sentaron en una mesa alejada del público en el bar del establecimiento.
─Comiario, Connors. La policía boliviana ya está notificada del caso Santillán y realiza las investigaciones necesarias para saber si está en el territorio nacional. Esto por si solo debería bastar, pero lamentablemente coincido con usted, las instituciones policiales, políticas y judiciales en gran parte del mundo  están infiltradas por corruptos pagados por el narcotráfico. Si Santillán ha elegido este lugar es porque tiene sus contactos. Hay varios argentinos que han hecho grandes fortunas de dudoso origen y se sospecha mantienen vínculos con narcos colombianos. Pienso que en ellos tenemos que fijar la atención, para ver si nos dan alguna pista sobre la “Guarida del tigre”. Hay un compatriota suyo, Gabriel Menéndez a quien se lo ve siempre caminar por los “pasillos del poder”. Es un hombre con mucho peso político, por las influencias que tiene, y también por su patrimonio económico. Tal vez sea uno de los personajes más ricos de la región.
─ ¿Por qué me ayuda, González?
─Por agradecimiento y  porque también estoy harto de la corrupción y quiero colaborar en lo que pueda para ayudar a combatirla. Tenga en cuenta, que la investigación que estamos realizando el ilegal, por lo tanto debemos movernos con mucha cautela.
─Lo tengo muy en cuenta, González. Soy consciente de que nos estamos jugando la cabeza.

─Pepe, ya tienen en la policía un pedido de investigación sobre probable paradero tuyo en la región de Santa Cruz, por supuesto la misma va a ser muy light, así que puedes quedarte tranquilo. Hablé al número que me diste, respuesta: “tu papá bien, tus primos trabajando con el tío”. No sé si son buenas o mala noticias. Lo que sí quisiera saber, aunque fuese muy poco es sobre el dinero. Yo me estoy jugando por vos. Y estamos sobre el plazo de permanencia que habíamos convenido.
─Es razonable tu planteo, “Pacho”. Para tu tranquilidad te digo que el mensaje que me trajiste, son buenas noticias. El dinero está en poder de quien debe estar.
─Me alegra escuchar, lo que me dices: brindemos por ello. Vamos a cenar sin Katia, viajó a Buenos Aires de compras, regresa mañana. Le gusta vestir a la última moda y sobresalir entre sus amigas.
─Todas las mujeres son iguales, se cuidan más de deslumbrar a otra mujer que a un hombre.
─Dijiste que la investigación, sobre mi posible paradero, iba a ser “liviana”. Eso a mí no me conforma. Yo desconfío de todo, ya te dije que por eso estoy vivo. Por lo tanto a partir de ahora estaré en máxima alerta.
─Hace lo que quieras, Pepe, mientras que no interfieras en mi vida ni en la de Katia, y cuando más pronto desaparezcas, mejor para todos.
─No te creas que me siento de vacaciones. Me es muy desagradable permanecer en tu casa, Si estoy aquí, es de acuerdo a lo convenido y por lo cual recibirás un buen pago. Te digo algo, “Pacho” vos y yo somos una mierda. La diferencia, está en que yo lo reconozco y vos te crees un caballero de la era victoriana y actúas como un estúpido
Gabriel Menéndez, ciego de ira se puso de pie y tomó de la mesa, un filoso cuchillo de despostar.
─No seas estúpido, ─dijo Santillán extrayendo la pistola: sabés que no vacilaría en matarte. Y decile a tus muchachos, que sé me están vigilado, que si alguno se acerca te vuelo la cabeza. Yo ya estoy jugado y vos necesitas cobrar lo que se te debe.
Subió las escaleras, dirigiéndose a su habitación. Abajo quedaba Menéndez con la mirada cargada de odio perdida en el vacío.”Pacho” era un hombre muy violento, capaz de cualquier brutalidad cuando lo cegaba la ira.
Se puso un plazo: en cuarenta y ocho horas partiría. El plan, que ya había madurado, consistía en dirigirse a la selva, con el propósito de despistar a quien lo siguiera, y allí tomar una canoa que había encontrado oculta, la cual seguramente pertenecía a alguno de los peones de la hacienda con fines de pesca,  y por el río llegar a la ciudad. Allí buscaría la forma de alcanzar Buenos Aires y perderse en la inmensa urbe, hasta recuperar el dinero y esfumarse del país por un tiempo. Sabía que tenía los mastines detrás de él y no iba a dejar que lo “garronearan”.
Cerca de la medianoche, le pareció escuchar el rumor de voces airadas, que  no podían ser otras que de Pacho y su mujer. ¿No dijo que estaba en Buenos Aires? ¿Habría regresado en una avión privado?, porque por la hora era muy difícil pensar en un vuelo de línea. En un momento creyó escuchar un gemido ahogado. Sé levantó de la cama y aguzó sus oídos acostumbrados a percibir hasta el vuelo de una mariposa. Abrió la puerta sin hacer el menor ruido y descendió algunos escalones hacia la sala que estaba en semipenumbras. No le quedaron dudas, era la voz de Katia y los quejidos y palabras airadas provenían del lado oeste de la casa donde están los dormitorios principales. ¿Qué estaba pasando?, seguramente desavenencias matrimoniales. Pacho, además de violento, daba la impresión de ser un tipo muy celoso. Volvió a su dormitorio y trato de conciliar el sueño.

─Comisario Connors, se tienen sospechas muy fundadas de que Santillán está refugiado en la hacienda de su compatriota Gabriel “Pacho” Menéndez, quien trató de que se ·”cajoneara” la investigación pedida por las autoridades argentinas.”Pacho” es un tipo como ya le dije antes, con influencias en las autoridades locales y muy sospechado  de fuertes conexiones con narcos colombianos. En poco tiempo hizo una inmensa fortuna, que llamó la tención de todos, pero él compró voluntades a diestra y siniestra, manteniéndose a flote hasta ahora, en que parece que la presión del gobierno de EE. UU. es muy grande y se está eclipsando su buena estrella. Soy uno de los designados a esta investigación. Solicité se lo incorporara como observador de la policía argentina y me fue concedido, previa consulta con sus superiores, así que ahora, está oficialmente colaborando con la policía boliviana y es probable que pueda “echarle el guante” a su hombre.
─González, no sé como agradecerle, esto es muy importante para mí.
─No tiene nada que agradecer; no se olvide que ambos somos del ETER, comisario.
Es muy probable que mañana hagamos un allanamiento a la finca de “Pacho” Menéndez. Hay que actuar rápido antes de que lo pongan sobre aviso. No me extrañaría que ya estuviera al tanto de todo. Vamos a tratar de tomar todas las precauciones para que mi pájaro y el suyo no se vuelen.
Connors, se comunicó con el comisario Rolandi quien recabó la autorización para trabajar con la policía de Bolivia.
─Actúe con prudencia, comisario; no olvide que está en calidad de observador. Si Santillán esta allí y se lo captura, se enviara inmediatamente el pedido de extradición. Somos optimistas de que pronto capturaremos a Rolando Escudero; él y Santillán deben ser los únicos que saben dónde está el dinero. Pareciera que el círculo se va cerrando. Por favor manténgame al tanto de todos los acontecimientos. Le deseo buena suerte.

Por la mañana, bien temprano, Pepe Santillán, salió de la casa con el objeto de hacer un último reconocimiento del terreno antes de partir al otro día. Los gritos y lamentos escuchados en la noche lo habían dejado muy preocupado; algo estaba ocurriendo y presentía que no era nada bueno. Deseaba abandonar ese lugar a la brevedad posible.
Tenía que desorientar al “Pacho”; que creyera que su objetivo era alcanzar la frontera con Brasil. Temía ser traicionado por un hombre que no respetaba códigos, aunque  tenía un buen reaseguro: el dinero.
Comprobó que la canoa estaba en buenas condiciones, que le permitirían hacer el largo recorrido hasta la ciudad capital. Podría pasar inadvertido entre las numerosas embarcaciones que hacían el viaje en ambos sentidos. Una vez en tierra, se las arreglaría para llegar a Salta y de allí a Buenos Aires. Había estado en peores situaciones y pudo salir airoso ¿Por qué no, en esta?
Cerca del medio día, decidió volver a la casa. Habitualmente, “Pacho” no estaba en la hacienda a esa hora; pasaba el día en la capital y regresaba al anochecer. Todo era planificado por su custodia que se movía en forma  muy disimulada, muy profesional.
Poco antes de llegar, notó un movimiento inusitado del personal y guardaespaldas que le llamó la tención. Al entrar al vestíbulo se encontró con un cuadro que lo paralizó: “Pacho” Menéndez, borracho, con una copa en la mano y Katia muerta sobre la alfombra que se iba tiñendo con el rojo de la sangre: dos balazos, uno en la cabeza y otro en el pecho a la altura del corazón.
─ ¿Qué hiciste, “ Pacho”? ¿Qué pasó?
─Esta, hija de puta─ dijo, señalándola con la pistola que aún tenía en la mano─, era informante de la DEA; lo sospechaba, por eso la hice seguir en Buenos Aires, y comprobamos que entró a la embajada norteamericana sin ningún problema. Al otro día se la vio acompañada por un miembro del consulado que sabemos trabaja en el departamento de narcóticos. Anoche la hice confesar a cachetazos y hoy… quiso huir y ahí la tenés. Otra cosa, me acaban de informar que vienen a detenernos a los dos, así que raja para donde quieras, a mí  me vendrán a buscar para sacarme de aquí; vos arréglatela como Dios te ayude. Dentro de un rato de este palacete no va quedar nada. Tengo material incendiario estratégicamente distribuido, para reducir todo a cenizas.
Santillán lo miraba asombrado; las puertas del infierno se habían abierto antes de lo que pensaba. Esta situación cambiaba totalmente sus planes. Tenía que pensar rápidamente en un plan alternativo. “Pacho” muy probablemente se iría en un avión y él tendría que “colarse” por la fuerza, a punta de pistola
─Busca tus cosas y andate, mientras puedas hacerlo, ¡No te quiero ver más por aquí!─ gritaba  con el rostro transfigurado por la furia y el alcohol, que le daban aspecto de un demente
Pepe no se hizo rogar. Subió rápidamente la escaleras, entró a su dormitorio tomó su mochila y salió de la casa sin decir una palabra. Afuera reinaba el caos: los peones se habían refugiado en los galpones y los custodios no querían jugarse el cuero por el jefe y trataban de desaparecer, a excepción de los dos más cercanos y fieles. Se ocultó detrás de unas matas de ligustro a observar los acontecimientos. Minutos después la mansión comenzó a arder por los cuatros costados. Era verdaderamente un espectáculo digno de la lira de Nerón.
 Menéndez, salió llevando un portafolio en la mano acompañado de uno de sus custodios, justamente cuando comenzaba a escucharse el motor de un avión volando a baja altura.
─ ¡No me equivoqué! ─ murmuró, Pepe que miraba maniobrar al aparato tratando de aterrizar en un campo muy cerca de donde él estaba.
Entre el denso humo del incendio vio a Menéndez correr hacia el avión acompañado por su guardaespaldas.Corrió detrás de ellos con la pistola en la mano. El custodio presintió alguien a sus espaldas, por ese sexto sentido que tienen los que se dedican a estas tareas y giro su cuerpo; no alcanzó a completar el movimiento, un balazo le dio en plena cara, cayendo sobre “Pacho” quien recién se dio cuenta de lo que pasaba. Estaban a pasos del avión que mantenía el motor en marcha y  la puerta abierta. Pepe, lo tomó del cuello y le puso la pistola en la cabeza.
─Vamos, Pacho; vas a viajar acompañado─dijo gritándole al oído, para superar el ruido del motor.
Pacho con una ira incontenible, trataba de quitárselos de encima. El piloto gritaba que tenía que despegar de inmediato, que ya había un helicóptero de la policía sobrevolando la zona. Pepe Santillán hizo uso de su mayor fuerza física e introdujo a Menéndez de un empujón. Detras subió él, cerró la puerta y le ordenó al piloto despegar. El Piper carreteo y levantó vuelo. Dentro de la cabina el forcejeo continuaba. Cuando el altímetro indicaba los ciento treinta metros de altura, el avión cayó en picada estrellándose en el campo. No se incendió pero quedó totalmente destruido.
Una hora después llegaron los vehículos policiales, quienes encontraron solamente restos humeantes de la casa y un avión destruido con tres cadáveres adentro. Entre los escombros se descubrió el cadáver calcinado de Katia.
González y Connors miraban asombrados el panorama dantesco que tenían ante sus ojos. La historia había terminado para ambos: Santillán y Menéndez estaban muertos. Connors no tendría que seguir persiguiendo un fantasma que aparecía y desaparecía. Sus restos estaban allí, muy lejos de Córdoba, en el Amazonas Boliviano. Era fácil deducir lo que había ocurrido en el avión, porque el piloto tenía  un balazo en la parte posterior de la cabeza, sin duda forcejearon y se escapó un tiro. Lo de Katia era otro tema, debido a que ni las autoridades bolivianas sabían que ella trabajaba para la DEA.
─Comisario Connors, creo que puede regresar tranquilo, su persecución ha terminado y tiene la satisfacción del deber cumplido
─Usted lo hizo posible, González. Su colaboración fue imprescindible. Yo llegué  aquí necesitando, ayuda, más que la oficial, la de un camarada de armas y la encontré.
─Gracias, comisario por sus concepto ¿Sabe que es lo que más aprecié de su trabajo en este caso,,Connors? La sutileza con que siguió los pasos del prófugo, como fue  deshilvanando su plan de fuga, como fue encontrando las huellas en el aire y la “corazonada” final, y por supuesto la tenacidad para lograrlo ¿De qué origen es su apellido?
─ Irlandés, mis abuelos eran irlandeses, de Dublín.
─Raza muy tesonera, de pioneros y usted le hace honor al apellido.

La identificación de los cadáveres no admitió dudas sobre la identidad de los muertos en el avión. La autopsia de Katia demostró que antes de quemarse había sido muerta de dos balazos.¿Porque? todo eran conjeturas, probablemente nunca se supiera. Sé redactaron los informes correspondientes para enviar a las respectivas jefaturas y cumplir los inevitables trámites administrativos.
Al otro día en el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra. Ambos policías se despidieron  con un fuerte apretón de manos. La misión había concluido.
De Córdoba comunicaron a Connors que el dinero se había recuperado y “El sordo” escudero estaba preso. El círculo se había cerrado totalmente. La famosa banda del “Zorro” o Pepe Santillán ya no existía.