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lunes, 23 de julio de 2012

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LAURA 
      



V
 i por vez primera a Laura en una cálida tarde otoño, cuando las hojas de los árboles tapizan las veredas y el sol se muestra esquivo, otorgando una suave y ansiada placidez al ambiente, después del tórrido verano.
   Laura se presentó en mi consultorio a la hora en que las penumbras comienzan a ganar espacios a la luz del día.
    La jornada había sido agitada y llena de tensiones: me encontraba realmente fatigado. Era la última consulta y deseaba realizarla lo más rápidamente posible.
     Ingresó al consultorio caminando en forma lenta y elegante. Alta y delgada; su rostro alargado y anguloso,sus ojos grandes, oscuros, y tristes. No era bella, pero sí atractiva, aparentaba entre treinta y cinco y cuarenta años,  una edad indefinida, como su mirada y su voz.
    Se sentó, entrelazó los dedos de sus manos, y después de breves instantes, mirando sin mirar, como si lo hiciera hacia el interior de su alma, comenzó a hablar pausadamente, con el tono de voz en que se hace una confidencia, o se cuenta un secreto.
─Doctor, mi nombre es Laura, Laura Esquivel, y necesito de su ayuda.tengo muy buenas referencias sobre su experiencia y dedicación a sus pacientes. Un medico como los de antes,solía decir mi abuela.
   Mientras hablaba observé un leve temblor en sus finos labios y un brillo especial en sus grandes ojos que denotaban ansiedad y angustia contenidas
─Doctor, me siento mal, por momentos muy mal. Estoy convencida de que mis dolencias no son de mi cuerpo, si no de mi mente alterada, en crisis,de mi alma, de mi ser... de mí
─Sra. -interrumpí-, en ese caso no soy yo el profesional adecuado Creo que un psicólogo, tal vez un psiquiatra podrían ayudarla mucho mejor. Los problemas de salud mental no son inherentes a mi especialidad.
─Doctor, quiero que sepa desde un comienzo que hay muchas cosas en las que no creo, entre ellas: Dios y los psiquiatras...Con ambos tuve muy mala experiencia, por eso estoy aquí, buscando más su sentido humanitario que sus conocimientos científicos.
Debo confesar que esta extraña mujer, logró quebrar el natural aplomo que tengo con mis pacientes. Estaba inquieto y trataba de que ella no lo advirtiera.
A través de la ventana me llegaban los ruidos y el bullicio de la calle, que en lugar de molestarme como era habitual, me parecía que equilibraban el tenso ambiente que se había establecido en tan poco tiempo.Me defendía, no se de que, ni porque...pero me defendía.
Laura prosiguió hablando con voz apagada y melodiosa, más que hablar parecía susurrar.
    ─La mía es una larga historia, que no le quepan dudas, voy a  sintetizar al máximo, pero hay hechos y aspectos de mi vida que es necesario que usted conozca.
            ─Sra. quiero reiterarle lo que le dije hace unos instantes, no soy psiquiatra
       ─Doctor., y yo le repito, que por eso estoy aquí, caso contrario, no estaría sentada frente a usted, además quiero pedirle un favor, llámeme Laura, me agrada escuchar mi nombre.
           ─Está bien Laura, trataré de escucharla con la mayor atención  posible y ojalá le pueda ser útil.
          ─Dr.Robles, mi infancia y mi adolescencia fueron para mi enormemente traumáticas, el amor y el odio convivían en mis  en mis sentimientos. Debo confesarle que  ahora, aún hoy, al igual que muchos años atrás, vivo en esa ambivalencia afectiva, además no alcanzo a distinguir con claridad cuanto hay de real y cuanto de imaginario en todo aquello que me afecta de manera profunda. Los hechos cotidianos,mi imaginación exacerbada, y los sueños me precipitan en un mar de tinieblas, que me sumergen en la angustia y la desesperación.
La voz de mi secretaria a través del intercomunicador me sobresaltó.
        ─Dr. ya es hora de retirarme ¿necesita usted algo?
        ─Gracias, Julia, vaya tranquila, yo tengo todavía para un largo rato.
   Laura prosiguió.
        ─No conozco a mi padre. Se separó de mi madre y de mí cuando yo tenía cuatro años:no volví a verlo jamás. Creo que vive en Holanda, es ingeniero , tengo una vaga imagen de su figura nunca, vi una fotografía suya  y mi madre , le aclaro soy única hija ,y mi abuela nunca me hablaron de él. Mi familia tenía cierta holgura económica, lo que me permitió asistir a buenos colegios y llevar una vida de niña consentida.
Cuando estaba  promediando la escuela primaria comencé a experimentar sentimientos que me asustaban, que me inquietaban, que me desvelaban, comencé, Doctor a sentir odio por mi madre y mi abuela.Los cuidados y atenciones de ambas, me producían un intenso rechazo que me costaba controlar.
El rostro de Laura se había transformado, sin dudas estaba reviviendo esa época de su infancia, la cual le causaba la misma sensación de malestar de entonces.
Me pidió permiso para fumar y encendió con manos temblorosas un cigarrillo aspirando el humo profundamente con una expresión casi voluptuosa.
Me pareció que era el momento propicio para interrumpirla.
       ─Laura la noto muy alterada, si usted esta de acuerdo podemos proseguir mañana con esta conversación.
       ─No, Doctor, le ruego que continuemos, perdone mi insistencia, pero soy como un volcán que cuando comienza a arrojar su lava y su escoria no puede detenerla.
       ─Continúe Laura, continúe, olvide mi sugerencia.
       ─Perdí a mi madre cuando tenía dieciséis años: un accidente en la ruta, cuando regresaba de Capilla del Monte. Fallecieron, ella y una amiga que la acompañaba. En ese viaje tendría que haber estado yo, pero un oportuno cuadro gripal permitió que las manecillas de mi reloj continuaran girando alrededor de la esfera de la vida .Hoy no se que hubiese sido mejor, si continuar en este mundo, o dejar de existir.Yo soñé lo que ocurriría una semana antes, desde ese momento tengo miedo de mis sueños.
Sí, Doctor.no se asombre de lo que le estoy diciendo: tengo miedo de mis sueños...tengo miedo de dormir. Busco las palabras ¡por Dios!; busco las palabras, para explicar lo que para mí es inexplicable: ver la muerte de mi madre en las tinieblas de la ensoñación y tenerla en un féretro una semana después.
Comencé a jugar con la pequeña estatuilla de un unicornio de marfil que se encuentra sobre mi escritorio, delicada miniatura obsequio de un paciente agradecido, que había viajado a Oriente.Quería evitar su mirada penetrante y escrutadora, quería analizarla, sin ser analizado.
      ─Laura muchas veces tenemos sueños que...yo no llamaría premonitorios, si no, que tal vez por casualidad los vemos hechos realidad.
     ─Doctor,yo tuve varios sueños de ese tipo, que signaron mi existencia, porque junto a una imaginación exaltada y sentimientos muchas veces encontrados, se fue conformando en mí, una ácida sensación de poder sobre el destino de aquellos que me rodeaban. Creí que era suficiente desear con intensidad y luego soñar con lo deseado… para modificar los caminos de Dios.
Laura perdía, a medida que hablaba, la dulzura de su rostro, que se transformaba ante mis ojos en una máscara de angustia.
 Hacía prolongadas pausas como  si buceara en su mente, buscando recónditos secretos.En esos momentos aprovechaba para observarla con detenimiento: su cabello color castaño caía en suaves ondulaciones sobre sus hombros, el cuello esbelto y delgado,el mentón firme, la nariz recta y fina, conformaban un atractivo perfil.
       ─Después del fallecimiento de mi madre, fui a vivir con mi abuela, y me refugié en ella, era mi único familiar y me sentía muy sola.Culpé a mi madre por haberme abandonado, por no haber sabido retener a mi padre a su lado, y sentí que la angustia daba paso al  rencor, que crecía como una hiedra dentro de mi alma; rencor que traslade a mi abuela por ser su progenitora.
Viví momentos de gran inestabilidad emocional, sintiéndome traicionada por mis padres y perseguida por mi abuela en su afán de protegerme.Yo era su única nieta, pues mi madre era también única hija.
Por momentos veía a mi abuela como una anciana venerable llena de amor y ternura, y en otros veía en ella a una vieja tenebrosa, última representante de los que dilapidaron mi vida ...Y la odiaba.
Algunas lágrimas comenzaron a surcar las mejillas de Laura, como muestra inequívoca de la tremenda lucha que se libraba en su interior.
Quise serenarla y tomé sus manos suavemente, ella apretó levemente las mías por unos instantes, dirigiéndome una mirada preñada de agradecimiento. Busqué mi unicornio para  aferrarme a él, pero no lo encontré, no sabía donde lo había dejado...Estaba solo.
         ─Me casé muy joven tenía diecinueve años, con el único propósito de huir.Jamás estuve enamorada de Esteban. Él es doce años mayor que yo y siempre fue muy gentil, muy caballero, casi paternal conmigo; y yo sentía el sádico placer de saberme amada sin estar comprometida sentimentalmente. Creo, Doctor Robles, que nunca en mi vida ame a nadie.
Mi abuela enfermó y tuve que asistirla.Las visitas casi diarias me producían un enorme fastidio. Quise trasladarla a un geriátrico a lo que ella se  oponía tenazmente. Imaginaba que fingía estar enferma, para retenerme, para hacerme pagar los años que ella cuidó de mi, para tomarse revancha de los enfrentamientos que teníamos casi a diario después que falleció mi madre. A pesar de que su médico me había informado del delicado estado de su corazón: yo me negaba a aceptarlo.
Una noche soñé que la  abuela se preparaba para realizar un viaje, la veía feliz y animosa y mientras acomodaba su ropa en las valijas no dejaba de darme consejos y recomendaciones.
Me desperté sobresaltada, con el cuerpo transpirado y las manos temblorosas, había entendido el mensaje, ya tenía experiencia en ello… ya lo había vivido. El remordimiento y el miedo me invadieron, esperé con ansiedad que amaneciera para correr a casa de mi abuela, sentía que en mi interior se libraba nuevamente la titánica lucha de mi ambivalencia afectiva. La encontré bien, se sorprendió de mi inesperada visita, pero yo estaba segura Doctor, segura de que en su reloj había comenzado la cuenta regresiva.
Cuando salí de su casa entre en una iglesia, oré a mi manera y deje que el llanto apagara el fuego de mi angustia. Así durante quince días regresé al mismo templo y rogué a Dios que protegiera a mi abuela, para de esa forma protegerme a mí también.
Todo fue en vano, unos días después, la empleada que llegaba todas las mañanas temprano, para ayudarla a higienizarse y darle el  desayuno, la encontró muerta en su lecho, con un pequeño crucifijo fuertemente apretado en su mano derecha...Dios no la escuchó, ni a ella ni a mí.
Sentí que me hundía en un profundo abismo de sentimientos encontrados, decepción, y negación que fueron corroyendo mi alma.
         ─Laura serénese, fume otro cigarrillo si así lo desea.Piense, por favor, usted es una mujer inteligente, y no puede negar que ya sabía desde hacía un tiempo que su abuela, entrada en años, tenía una severa enfermedad cardíaca, con un final previsible, como el que ocurrió.Usted no puede creer sinceramente que sus sentimientos y sus sueños puedan influir, o modificar la vida de los seres que la rodean, es adjudicarse una potestad que solo el Señor posee, salvo que estemos influidos por creencias o pensamientos parapsicológicos, que fueran mas allá de lo minimamente razonable.
En usted Laura se dieron hechos casuales, que encontraron terreno fértil en una niñez triste y una adolescencia más desdichada aun.
Sus grandes ojos no me miraban, estaban fijos en la espiral de humo que se elevaba de su cigarrillo.Con una de sus manos arregló su cabello y de forma casi impersonal prosiguió.La muerte de la abuela terminó con mi matrimonio, es decir  permitió tomar una decisión final sobre algo ya concluido desde su comienzo.No tenía hijos, nunca quise tenerlos, a pesar de los ruegos de Esteban, no quería quedar embarazada de un hombre al cual no amaba.Tal vez uno de los pocos actos bondadosos de mi vida fue alejarme de él y mantener con firmeza mi decisión.
Tuve la certeza de que Esteban debió amarla mucho, y haber sufrido intensamente por ello.Laura era de ese tipo de mujer que se aman a pesar de todo.
       ─En mi intensa angustia busqué ayuda desesperadamente, al no haberla
obtenido de Dios, traté de encontrarla en la Ciencia Médica.Consulte a dos Psiquiatras de renombre, y con ambos me sentí enormemente desepcionada.No solamente no me entendieron, si no que me medicaron de forma tal que me convirtieron en un robot carente de voluntad y llena de angustia y espanto, con pensamientos de autodestrucción que me asechaban  en forma constante.En realidad no tenía demasiados motivos para vivir.Hace tres meses deje toda medicación y no concurrí más a la consulta psiquiatrica.¿Comprende ahora porque al principio de mi historia le dije que ya no cría en muchas cosas, entre ellas Dios y los psiquiatras? ¿y porque estoy aquí?.
Necesito su ayuda Doctor; quiero nacer nuevamente, amar a alguien, ser feliz…quiero sentirme una persona normal.
Laura me había conmovido, el relato de su vida su persona, y su personalidad, me habían atrapado, y no sabía como ayudarla y tampoco sabía si era lógico que continuara involucrándome, con alguien que me llevaba a un terreno para mi desconocido y que además poseía una gran capacidad de seducción sin proponérselo, simplemente, porque era natural en ella.
Decidí poner “paños fríos”, en una partida que me era desfavorable, para a posteriori tomar una decisión final.No podía tender mis brazos sin retaceos.
      ─Laura he escuchado con toda atención su relato, y su pedido de ayuda, déjeme pensar si es posible concretar la misma, ya que sus problemas, como le dije anteriormente no son inherentes a mi especialidad, y si veo que puedo serle útil la atenderé con toda dedicación.Por favor llamemé por teléfono dentro de una semana.
       ─Es mucho tiempo para mi Doctorr. Robles.
       ─Tres días entonces, debo meditar, mi responsabilidad profesional me lo impone.
       ─Espero que nunca se encuentre con alguien que se esta ahogando, pues si debe meditar para arrojarle una soga salvadora, cuando lo haga no encontrará la mano esperando para asirla.
      ─No me mal interprete Laura.
      ─No se preocupe Dr. lo llamaré, respetaré sus tiempos y su sentido de la responsabilidad.
 Se levantó y sin decir palabra alguna salió del consultorio cerrando la puerta tras de si. Segundos después escuché el ruido de ascensor que la trasladaba a la planta baja.
Al retirarme me di cuenta que no había confeccionado su ficha y no tenía ni su dirección ni su teléfono.
Llegué a mi departamento perturbado, Laura  me había desestructurado y lo sentía. Sabía que la había decepcionado, y estaba seguro de que no volvería a llamarme.
Tuve miedo, tuve miedo de esa extraña mujer que había entrado en mi vida sin haber llamado a la puerta, y ahora estaba arrepentido de no haberle brindado ayuda.
Busqué ansiosamente su número en la guía telefónica, no figuraba en ella.No me quedaba otro recurso que esperar.
Ya han pasado tres meses de mi primero y único encuentro con Laura.Tal como presentía jamás volvió a llamarme, ni yo pude ubicarla por más esfuerzos que hice para ello.
Desde aquel encuentro que cambió mi vida, cada noche que regreso a mi departamento el “Tema de Laura” de Raskin inunda el ambiente y entre sorbos de whisky me pregunto porque tuvo que dejar una huella indeleble en mi vida, si tan solo llegó a pedir ayuda.
Su mirada triste y profunda me persigue. Cuándo la fatiga entrecierra mis ojos vuelvo a ver sus manos entrelazadas, en rezo...como pidiendo perdón.
Se que nunca llamará, pero también sé que siempre estaré esperando escuchar nuevamente su voz.
Laura…Laura, que hago yo, ahora, con los maderos de tu cruz.





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