Vistas de página en total

domingo, 4 de agosto de 2013

EL ENEMIGO EN LAS SOMBRAS



La reunión anual de la Unión Industrial había terminado como todos lo preveían: discursos de políticos, análisis de economistas y decepción de los industriales, que estaban cansados de promesas incumplidas. La recesión golpeaba las puertas de fábricas y talleres y los responsables, parecían no darse cuenta o miraban hacia otro lado. Martín, fue uno de los primeros en retirarse. Se dirigió hacia la cochera del salón de convenciones sumido en sus pensamientos. No tenía buenas relaciones con algunos de sus pares que veían en él un competidor a la presidencia de la entidad en las próximas elecciones. Sus ideas políticas y económicas, podían conversarse e intercambiar conceptos para beneficio de los industriales y la sociedad, fundamentalmente en el área de la creación de nuevos puestos de trabajo, pero jamás renunciar a ellas. La filosofía del capitalismo humanizado con inclusión de las clases sociales más bajas, eran una de sus principales preocupaciones. A través de su carrera como empresario, a los cincuenta y seis años de edad, gozaba de una muy sólida posición económica y un excelente prestigio en el mundo de los negocios, y como le gustaba repetir: “Una conciencia en paz” cumpliendo como correspondía con sus obreros y empleados. Su esposa, María Teresa, sus hijas, Lucia y María Luz, ambas estudiantes universitarias gozaban ampliamente del tipo de vida que la fortuna y el nivel social de su padre les permitía. Martín era muy cuidadoso del equilibrio y la paz en su hogar, que consideraba imprescindibles para poder continuar dirigiendo el emporio económico donde se desempeñaba como uno de los más altos ejecutivos. Familia católica que acostumbraba a concurrir a misa con cierta frecuencia, más por razones sociales que religiosas “La vida es una continua representación en la gran comedia humana” solía repetir con frecuencia, convencido de la necesidad de mantener, él y su familia una conducta acorde al nivel que exhibían, a pesar de estar viviendo una época donde los escándalos y la corrupción eran moneda corriente. Estaba orgulloso de haberse mantenido inmune a tentaciones de todo tipo y no haber sido estigmatizado por habladurías. Descendió hacia la cochera por la escalera. Siempre había tenido una cierta aprensión por los ascensores, algo realmente inusual en un hombre que generalmente realizaba varios vuelos al año. Al llegar a su automóvil, vio que había una nota sostenida por la escobilla del limpiaparabrisas. Supuso que era una publicidad, por lo que la tomó des cuidadamente y dejó en la guantera del coche. Llegó a su casa; la familia ya estaba descansando. Trató de acostarse sin hacer ruido, pero, María Teresa abrió los ojos.
 ─ Hola, querido, no podía dormirme
─ ¿Pasó algo? ¿Alguna novedad?
─No, todo en orden ¿Y a vos como te fue?
─ Como siempre,Mary, escuchando discursos y propuestas que nunca llevan a nada y comprobar que a muchos, les está molestando que yo pueda llegar a la presidencia de la entidad, porque saben que si se da, habrá cambios que a varios molestará.
─ ¿No te parece que eso es ganarse enemigos?
─ Es un riesgo que debo afrontar. Siempre hay que estar apartando piedras del camino si se quiere seguir adelante.

 Al otro día, Martín subió a su auto para trasladarse a su oficina. Al sentarse ve en la guantera la nota que le habían dejado en el parabrisas la noche anterior. Comprobó que no era una publicidad. Al leerla se sintió realmente sorprendido.
  La luz diseca las tinieblas dejando ver lo que ellas esconden.
 ¡CUIDADO!.
 ─Esto es una broma de muy mal gusto─ murmuró, Martín, poniendo el auto en marcha. Durante el trayecto no pudo dejar de pensar en el significado de la nota que había guardado cuidadosamente en su bolsillo. Al llegar a su oficina, volvió a leerla y sintió que esta escondía una amenaza. Ya no pensó con ligereza que se tratara de una broma pesada. Se sentía intranquilo.Desidió comentarlo con el ingeniero Volpe, una de las personas de mayor confianza que tenía en la empresa y además un amigo personal.
─Hola, “Polo,” pasa por favor, lee esto─dijo extendiéndole el papel cuidadosamente doblado Leyó las pocas palabras cuidadosamente, dos o tres veces y quedó por unos segundos pensativo.
En realidad, Martín, no sé qué decirte.─Puede tratarse de una estúpida broma, o de un loco suelto. En tu lugar daría aviso a la policía.
 ─Por el momento prefiero no hacerlo, “Polo”. No quiero que haya una filtración, que pueda hacer mella en mi credibilidad, antes de las elecciones en la Unión Industrial. Voy a estar absolutamente atento a todo aquello que pueda estar relacionado. Si observo algo sospechoso, ya veré qué medidas tengo que tomar y sin duda te las comunicaré.
 ─De acuerdo, Martín, sabés que puedes contar conmigo.
─ Lo sé, lo sé “Polo”. Sos una de las pocas personas en quien confío plenamente.
 ─Gracias, Martín. Creo que esto no va a pasar de un mal rato.
 Martín Bartello trataba de disimular en el ámbito hogareño, su estado de ánimo. Sé calificaba a sí mismo de exagerado, de influenciable, lo que no correspondía a un ejecutivo de su experiencia que había llevado a buen puerto, problemas verdaderamente serios. Estaba totalmente atento a cualquier tipo de mensaje o llamado telefónico o cualquier otra forma de comunicación con él o su familia. Notó que su esposa, algo había percibido, porque observaba o preguntaba más de lo que era habitual en ella, a quien contestaba con evasivas culpando siempre sus preocupaciones a la situación empresarial. Las hijas, sin sospechar lo que ocurría a su padre, permanecían, como siempre indiferentes a todo lo que no fuera sus estudios,salidas y amistades: lo habitual en los jóvenes.
      En un coqueto restaurant de la Avenida Rafael Núñez, Martín con su esposa y una pareja amiga se disponían a disfrutar de una cena entre compañeros de la universidad, que hacía tiempo no se reunían. La noche de los viernes con su magia de comienzo de fin de semana, parece ser el momento ideal para estrechar lazos de todo tipo.
     Esperaban lo ordenado, mientras paladeaban una copa de un excelente malbec. Habían convenido no hablar de política ni de negocios. Pasar una noche distendida, donde futuros viajes serían el tema preferido. Sentados al lado de un gran ventanal observaban el intenso tránsito que era habitual en el Cerro de las Rosas todos los fines de semana, en la búsqueda sin pausa de un lugar para estacionar. Recién servían el primer plato, cuando Martín sintió vibrar su celular, el aparato que estaba destinado solamente a las llamadas importantes. Se inquieto; muy rara vez utilizaban esa línea y cuando lo hacían, generalmente no eran buenas noticias. Pidió permiso y se levantó, dirigiéndose hacia un lugar menos bullicioso del salón.
      ─Hola ¿Quién habla?
      ─Quien te vigila desde las sombras─ respondió una voz masculina, pausada, y vibrante.
      ─ Hola, hola, ¿Quién es, que quiere? El sonido del teléfono que había cortado la comunicación le hirió los oídos. Se detuvo frente a la barra. Pidió un whisky que bebió de un trago. Quería recomponerse antes de llegar a la mesa. Puso toda su fuerza de voluntad para evitar preguntas comprometedoras y no malograr la reunión, pero el llamado había calado hondo, muy hondo, en su estado de ánimo ya alterado.
     ─Un llamado del gerente de marketing, que necesitaba una confirmación mía para un nuevo emprendimiento dijo a modo de explicación. Trató de sobrellevar el mal rato lo mejor posible. Dos horas después, las parejas emprendieron el regreso a sus respectivos domicilios, con las promesas de una próxima reunión
     ─ ¿Qué te pasa, Martín? Estás raro últimamente y por más que trates de disimularlo a mí no me puedes engañar. Llevamos muchos años juntos.
     ─Nada, María Teresa,cuestiones de trabajo.
     ─Mientes, Martín y no quisiera pensar que el origen de tus problemas, como esa inoportuna llamada fuera de hora, de esta noche, se deba a la existencia de otra mujer.
     ─ ¡Como puedes pensar eso, Mary! ¿O no he sido un ejemplo de padre y esposo en todos estos años?        ─Sí, lo has sido, lo sos, y en cualquier momento puedes dejar de serlo ¿O no eres un ser humano? Todos podemos tener tentaciones. Nadie es de madera. Sí no querés que dude, decime la verdad.
     ─Tal vez tengas razón. Lo único que pretendí fue no alarmarte hasta no tener más elementos en mis manos. Están tratando de extorsionarme.
      ─ ¿Cómo? ¿Por qué, quien?
      ─ No lo sé, querida. No entiendo nada. Todo comenzó hace una semana con una nota que me dejaron en el parabrisas del auto, que te mostraré cuando lleguemos a casa y continuó con la llamada telefónica de esta noche. Todavía no me han pedido nada. Creo que primero quieren asustarme, ablandarme, dañarme psicológicamente
     ─Pero, por qué; ¿qué has hecho, para que puedan extorsionarte, amenazarte? ¿Qué?
     ─Lo ignoro, querida. Mi vida como empresario, y ciudadano siempre ha sido limpia, transparente, No sé a qué se refiere con la luz y las tinieblas. He tratado de descifrarlo, “buceando” en mi memoria y no encuentro una causa válida que lo justifique…
     ─Has recurrido a la policía.
     ─ No, Mary, por temor a que se filtrara alguna información, sabes cómo son los periodista, que pudiera perjudicarnos, a vos, en tu exposición en el “Paseo del Buen Pastor”, dentro de pocas semanas y a mí, en las elecciones de la Unión Industrial, pero sin duda, voy a tener que tomar alguna determinación.
     ─Estoy de acuerdo con vos en evitar que esto se filtre a la prensa. Nos perjudicaría mucho a nosotros y a las chicas. Este tema debe ser manejado muy criteriosamente, Martín, espero poder ayudarte.
     Le costó poder dormir. Trataba de buscar qué en su vida, en la de su mujer o sus hijas podía hacerlo vulnerable a una situación incómoda, que pudiera mellar su prestigio o el de su familia. Si era por dinero lo daría, pero la incógnita era no solamente el por qué sino quien estaba detrás de esto Escucho el respirar de María Teresa, suave, acompasado, pero no era el respirar de una persona realmente dormida. María Teresa fingía dormir. Estaba tan preocupada como él. Cuando vio la nota que le habían dejado en el auto su rostro empalideció.
     Al otro día llegó más temprano de lo habitual a su oficina, Muchos se sorprendieron de ver al jefe a esa hora.
     ─Por favor en cuanto llegue el ingeniero Volpe, que venga a mi oficina. Minutos después, Volpe, llamaba a su puerta
     ─ ¿Qué pasa Martín? No me digas que continúa el tema de la nota, en tu auto.
     ─Así es, “Polo”,y creo que ha empeorado. Estoy más presionado. Tuve que contarle a mi mujer, lo que pasaba, porque desviaba su pensamiento hacia la infidelidad. Y vos sabés como son las mujeres con este tema, además tiene derecho a estar al tanto de todo. Anoche salimos a cenar con los Navarro y en el restaurante me llamaron al celular que tengo destinado para comunicaciones de real importancia. Como imaginaras por más que traté de disimular y tranquilizarme, me amargó la cena.
     ─ ¿Qué pensás hacer?
     ─ Por el momento, voy a evitar hablar con la policía. Recuerdo que en una oportunidad, vos me comentaste de un conocido tuyo que era un buen investigador privado ¿Está en actividad todavía?
     ─Creo que sí, No es conocido mío, trabajó para un amigo que quedó conforme. Lo puedo averiguar fácilmente. Se retiró como comisario en Investigaciones Criminales. Es un tipo muy capaz y algo fundamental: es honesto. Si querés te consigo su número de teléfono.
     ─Te lo voy a agradecer “Polo”. Necesito comenzar a deshilvanar esta trama que me tiene angustiado y con una enorme curiosidad. Una hora después “Polo” lo llamaba dándole el número telefónico de Pedro Dumond
     ─ Hola, con el señor Pedro Dumond, por favor.
     ─El señor Dumond en este momento no puede atenderlo. Por favor deje su número y la hora que sería para usted conveniente, que él lo llamara.
     ─ Bien, señorita, tome nota por favor.
     Una hora después, Pedro Ricardo Dumond se comunicaba con Martín.
     ─ Señor Bartello, me dice mi secretaria que usted quería hablar conmigo ¿En qué puedo servirlo?                ─Señor Dumond, necesito de sus servicios ¿Cuándo puedo verlo?
     ─Mañana a las seis de la tarde, en mi oficina. Si es algo muy urgente, podría ser esta noche, pero muy tarde.
     ─Prefiero dejarlo para mañana
    ─De acuerdo, lo espero. Usted tiene mi dirección.
    ─Efectivamente, gracias por su atención en llamarme.
     Martín llegó a su casa más animado. Le comentó a su mujer la conversación que había sostenido con el investigador privado y su próxima entrevista.
    ─Me habías dicho que por el momento preferías mantener esta situación en secreto para evitar cualquier filtración que pudiera perjudicarnos.
     ─ Me referí a la policía, María Teresa. Este hombre es un investigador privado y tengo buenos antecedentes de él.
     ─Ojalá que sirva para tranquilizarnos, Martín. Yo también estoy preocupada.
      A las dos de la mañana sonó el teléfono
     ─ Hola, quien habla─ dijo Martín con voz adormilada.
     Nadie contestó a pesar de que la línea estaba abierta. Sintió que una sensación de frio recorría su cuerpo. Quedó en silencio y mantuvo el auricular pegado en el oído tratando de escuchar algo, hasta oír el “clik” que indicaba que habían cortado. Sé introdujo lentamente en la cama tratando de no despertar a su mujer, que afortunadamente seguía dormida. Ya no pudo conciliar el sueño y se mantuvo despierto, sumido en sus temores y dudas hasta que llego la hora de levantarse para iniciar el día.
      ─Adelante, señor Bartello, tome asiento. Usted dirá en que puedo ayudarlo.
      ─Señor Dumond… creo que estoy siendo extorsionado. ─ ¿Cómo es eso? Por favor cuénteme todo, sin omitir detalle. Lo que tal vez le parezca intrascendente, para mí puede tener gran importancia. Martín, entregó la nota encontrada en su auto y refirió minuciosamente los sucesos posteriores,Dumond, lo escuchaba en silencio y tomaba algunos apuntes Solo un par de veces lo interrumpió, para aclarar algunos aspectos del relato. Martín con frecuencia combinaba lo real con sus sensaciones y miedos, y el investigador tenía que separar el “La paja del trigo”
     ─Señor Bertello, no sé si quieren extorsionarlo, pero sin duda pretenden atemorizarlo, crear en usted el pánico. No hay nada más efectivo que el miedo, para quebrar la voluntad y la entereza de un hombre. A esto lo conocían muy bien Hitler y Stalin que manejaron masas de millones de seres humanos a través del terror. La intimidación, la amenaza, fundamentalmente de aquella que no sabemos de dónde proviene, nos quita la capacidad de discernimiento y nos lleva a cometer grueso errores. Siembre miedo y cosechará poder ¿Tiene algo que ocultar en su vida? Piénselo bien y en otra entrevista me responde. Suele haber hechos, ocurridos hace muchos años, que nosotros hemos sepultado en las brumas del pasado, pero que otros no olvidan y un día se deciden por cobrarlos.
     ─Señor, Dumond voy a hacer memoria como usted me lo pide. En este momento no recuerdo nada a lo cual tenga que temer.
     ─Hábleme de su vida conyugal : ¿alguna amante?
     ─No, y no fue por falta de oportunidades, sino por una combinación de fidelidad y cobardía. Creo que predominaba esta última.
     ─ ¿Enemigos en su actividad? Sé que usted es un empresario muy importante.
     ─Enemigos creo que no, sí adversarios, sobre todo ahora en que me postulo para presidente de la Unión Industrial, que por supuesto es un cargo honorífico, que si bien es cierto muchos desean, trae más dolores de cabeza que satisfacciones.
     ─ ¿Y en su empresa?
     ─Bueno, siempre están los que quieren subir un escalón más, lo cual es positivo para la empresa. Competitividad, sí, pero pensar en odios, es inaceptable.
     ─Creo que su opinión es algo ingenua. La envidia y el odio están presentes en todos los estamentos de la vida, más aún cuando se alcanza el nivel socio económico que usted detenta.
     ─Sí, lo comprendo, más de un empresario o ejecutivo ha sido extorsionado y hasta asesinado, pero uno piensa que nunca le va a ocurrir, que lo malo le pasa solamente a los demás.
     ─Pero usted ve, Martín, ¿Puedo llamarlo por su nombre?
     ─Por supuesto, Pedro, va a facilitar el diálogo.
      ─Como le decía, ahora ha comprobado que nadie está libre de amenazas e intrigas. Hágame una lista de su círculo más íntimo de familiares y amigos con direcciones y teléfono y me la pasa por Mail. Le entrego este celular para que lo use solamente para comunicarse conmigo. Yo le indicaré cuando será la próxima entrevista. Cualquier novedad me la comunica. No importa la hora, siempre usando el teléfono que le entrego.Como verá con este aparato usted puede hacer que yo escuche la conversación que usted, tenga con quien lo llame.
 Martín salió a la calle, un poco más tranquilo de saber que alguien se estaba ocupando de su problema. Llamó a su oficina anunciando que no iría y se dirigió a su casa.María Teresa no había regresado aún ocupada en la preparación de la exposición de pintura moderna.
     La mucama le comunicó que había llegado un ramo de flores para la señora, que había dejado en el living. Un hermoso ramo de rosas blancas y amarillas, lucían en todo su esplendor dentro de uno de los jarrones chinos que había en la sala. La curiosidad lo llevó a leer la tarjeta que traían las flores.
  La vida como las flores debe cuidarse con esmero: a la luz, lejos de las sombras.
 LEVIATAN
     Martín, volvió a tener la sensación de que una enorme mano le oprimía el estomago y le producía nauseas. Un nuevo ataque, está vez dirigido a su esposa ¿Quién era, Leviatan?, ¿un nombre, un apellido, un apodo? ¿O significaba algo que él no conocía? Esperó la llegada de su mujer, para saber si ella estaba enterada de algo al respecto. María Teresa regresó media hora más tarde, feliz con la organización de su muestra.
     ─Querido ¡Que hermosa sorpresa! ¡Hacía mucho que no me regalabas flores!
     ─No son mías, Mary ¡Ojala, yo hubiera sido!, y quisiera conocer quién es Leviatan, que es quién las envió.
     ─Primero que no sé de qué se trata, dijo María Teresa abriendo grande sus ojos. No conozco a nadie que se llame, Levia… no recuerdo como seguía. Y… además ¡No me digas que estás celoso! ¡No sabía que lo eras!
      ─ ¡No es cuestión de celos, Mary! Sabes que nunca te hice un problema ese tipo. Se trata, de que quien te envió las rosas, es el mismo que me extorsiona.
     ─ ¿Qué? ¿Cómo lo sabes?
     ─Porque usa el mismo tipo de metáforas de los mensajes anteriores. Siempre habla de la luz y las sombras. Sea quien sea, me está poniendo muy mal. Me siento amenazado, invadido, observado
      ─Cuídate, Martín. Tal vez sería necesario que consultaras a un psiquiatra hasta que esto pasara. Sin duda te está afectando mucho y te comprendo. Yo también estoy mal, pero trato de disimularlo, para ayudarte. Te espero para cenar. Voy a darme una ducha.
     Cuando María Teresa salió de la sala, Martín llamó de inmediato a su investigador.
     ─ ¿La tarjeta está manuscrita?
     ─ No, Pedro. Sería un error grosero de parte de este sujeto.
     ─Efectivamente, Martín, pero muchas veces los delincuentes más avezados cometen errores infantiles que son fatales para ellos. Me llama la atención el nombre con que firma: Leviatan,creo que debe simbolizar algo; lo voy a estudiar. Estuve indagando, recopilando algunos datos sobre las personas del listado que me envió. No es mucho, pero creo tener algunas pistas para seguir. Le avisaré cuando volveremos a reunirnos. Le pido que trate de hacer una vida lo más normal posible. No quiero que “su enemigo en las sombras” lo vea asustado o deprimido, al contrario quiero que redoble sus ataques para inducirlo a que dé un paso en falso. Envíeme por Internet la tarjeta, la quiero estudiar, siempre algo se encuentra.
     ─Gracias, Pedro. Seguiré sus consejos

     . Una semana después cuando salía a la mañana temprano para dirigirse a la empresa, se quedó paralizado: en medio del amplio jardín, al lado de un cedro azul, había dos gatos muertos, uno era negro y el otro blanco: la luz y las sombras.
     ─ ¡Maldito seas!─ dijo entre dientes, Martín conteniéndose por no gritar, su temor y su impotencia. Los animales seguramente habían sido envenenados, pues no se veía sangre en ellos ni en el cesped.Buscó rápidamente una bolsa grande, tomó los animales por la cola, los embolsó y los puso en el baúl del auto, para tirarlos en algún contenedor. Tenía prisa en salir, antes que su mujer y las chicas se dieran cuenta.
      El tránsito estaba muy lento en la Avenida Colón a raíz de un embotellamiento producido por un choque en el que había heridos, lo que obligaba a desviar por callejuelas atestadas de vehículos. Llamó a su oficina informando lo que pasaba. Sabía que había gente importante esperándolo. Unos minutos más tarde, sintió algunos ruidos extraños en baúl. Pensó que la bolsa se había desatado y los animalitos anduvieran rodando de un lado para otro. Detuvo el auto y al abrir el baúl, quedó espantado: los gatos parecían pequeños tigres furiosos. En su celeridad por huir se abalanzaron sobre él buscando la calle. Uno le rozó la cara produciéndole una pequeña herida en la mejilla. Mareado, atónito por lo ocurrido, buscó en el botiquín un pequeño apósito con la que cubrió el rasguño. Comprendió todo: los gatos no estaban muertos, solamente anestesiados y con esa “jugada” no solamente se habían burlado de él, le habían demostrado que podían agredirlo en el momento que quisieran.
 Pedro Dumond escuchaba, como era su costumbre en total silencio, tomando de tanto en tanto algún tipo de nota en un block de papel.
     ─Martín, tal como yo esperaba, nuestro “amigo” está apurando las cosas y poniéndose peligroso, lo de los gatos fue astuto y diabólico, muy bien pensado. Sabía que iba a provocar un fuerte shock en usted. A propósito, "Leviatan" en hebreo es sinónimo de maldad. Aparece en el antiguo testamento, en el Génesis donde se atribuye ese nombre a un monstruo de las profundidades marinas devorador de hombres. De todos modos ya estamos conformando un perfil del sujeto: astuto, inteligente, con un buen nivel cultural, decidido y sádico. Quiere verlo sangrar.
      ─Pero, ¿qué es lo que quiere de mí?, ¿dinero? Ya lo hubieran pedido
     ─Es que para él todavía no llegó la hora de poner su cifra. Quiere que usted acepte cualquier trato.              ─Pedro, debo confesarle algo de lo cual me avergüenzo, por eso lo he dejado para el último.En este momento creo que no solamente yo, sino también mi familia corre peligro, entonces no hay pudor que valga. Cuando era un adolescente, quince años, tuve una noche en un campamento, relaciones homosexuales. Fue esa noche solamente, cosas de chicos que buscan su identidad sexual y me avergoncé de ello toda la vida. Hace más de cuarenta años de ese episodio ¿Puede tener relación con lo actual? Pedro, lo miró seriamente, mientras garabateaba sobre una hoja de su block.
     ─Sí que puede tener importancia. Debería habérmelo dicho antes, pero…lo comprendo. ¿Que fue del otro muchacho?
     ─No lo volví a ver. Meses después de ese episodio, estábamos casi a fin de año, me mudé de colegio, para el próximo curso y poco tiempo después, me enteré que el con su familia se habían ido a vivir a Rosario. En una oportunidad me pareció verlo en Buenos Aires, pero de lejos. Me comentaron que está relacionado con el ambiente teatral porteño y que sigue soltero.
-¿Cómo se llama?
     ─Federico García, le decían “Poulet”.
Pedro continuaba concentrado garrapateando su block en el que había conformado la cabeza de un perro.        ─ ¿A qué se dedica “Poulet”?,
     ─Ya le dije, creo que está relacionado con el ambiente teatral de Buenos Aires, más no sé. ─Sin duda lo investigaré dijo Dumond, tamborileando con sus dedos sobre el escritorio.
     Martín se retiro dolido, pero con la sensación de haber dejado una cruz en la esquina. Había contado por vez primera a un extraño, su pecado. Al llegar al hogar no comento nada de lo conversado a su mujer, quien por lo demás no conocía ese desvío de su adolescencia. Cenó muy liviano y alegando una fuerte cefalea se retiró temprano a su dormitorio. Cuando María Teresa se acostó con la suavidad de quien no quiere molestar, se fingió dormido. No era momento para preguntas. Además, ella, era una mujer, a quien no hacían volar las emociones: era muy terrena, muy práctica y realista ¿Cómo es que me casé con ella? Solía preguntarse. Se sentía fatigado, pero si pedía tomarse unos días, con su fama de trabajador incansable e incorregible, despertaría suspicacias sobre su salud lo cual no le favorecía, menos en las pretensiones que tenía de dirigir la Unión Industrial.
     Decidió pasar el fin de semana en su casa de Carlos Paz , hermosa construcción lindante con el lago.            María Teresa decidió acompañarlo, a pesar de estar totalmente comprometida con la exposición. Si era necesario podía llegar a Córdoba en media hora, además quería estar cerca de Martín, lo veía muy alterado.      ─Martín, no podes continuar así. Se te ve desmejorado. Ya hay personas que se dan cuenta y me preguntan a mí que es lo que te pasa. Piensan que es un problema conyugal. Que estamos al borde del divorcio.
     ─ ¿Quienes preguntan?
     ─Los amigos en general y algunos compañeros de trabajo, como el gerente de ventas. Vuelvo a repetirte que creo es muy necesario, consultar con un psiquiatra. He hecho averiguaciones para que nos atiendan a ambos. Yo también estoy asustada, pero creo que manejo mejor la situación que vos
     ─ ¿Qué has averiguado?
     ─Me recomendaron al Dr. Bowles, al parecer un profesional con experiencia en la contención de familiares, de secuestrados, asesinados o víctimas de amenazas. Tenemos que consultarlo, Martín. Así no podemos seguir.
     ─Tenés razón. Nunca fui amigo de este tipo de tratamientos o consultas, pero, bueno, nada es eterno.
     ─ ¿Qué dice el investigador privado, nunca me comentas nada?
     ─Es que realmente no hay nada digno de contar,Mary. Parece que tiene algunas pistas,pero hasta que no tenga algo más firme, prefiere no adelantarme nada.
      ─Por favor, Martín, teneme al tanto. Soy tu esposa. No puedo ignorar lo que está pasando y que puede afectar a toda la familia.
      ─Tranquilízate, la cosa es conmigo.

       ─ ¿Alguna novedad, Pedro?
       ─Ninguna de importancia, Martín. Estoy investigando a su entorno con la máxima discreción posible. Inclusive he hecho contactos en Buenos Aires, con mis colegas, para tratar de averiguar algo sobre el amigo “Poulet”. Todavía no tengo información al respecto.
       ─Con mi esposa hemos decidido consultar con un psiquíatra que tiene experiencia en casos de este tipo. Necesitamos, sobre todo yo, tranquilizarnos un poco.
     ─ Quién es el profesional?
     ─ Un tal Dr.Bowles. Tiene una clínica en Barrio Cofico.
     ─ Alguien lo recomendó?
     ─Mi señora estuvo haciendo averiguaciones. La semana que viene tenemos la primera consulta.
        Martín se retiró preocupado. Tenía la sensación de que el investigador no se ocupaba lo suficiente de su caso. Lo veía muy parsimonioso y él quería terminar de una vez con su pesadilla ¿Porqué le intrigaba,”Poulet” en un hecho que había ocurrido hacía más de cuarenta años?

      ─Dr.Bowles, ya le habrá explicado mi esposa que estamos pasando un momento que llamaría crítico. Estoy siendo, no sé si extorsionado o amenazado, pero la situación que vivo desde hace un par de meses, ha deteriorado mi salud, fundamentalmente psicológica. Mi esposa insistió en la necesidad de consultar con psiquiatra, específicamente con usted.
     ─Por favor cuénteme detalladamente, lo que siente.
      Martín estuvo más de una hora hablando sobre sus miedos e inquietudes, siendo muy poco interrumpido, por el médico.
     ─Creo que usted ha sido fuertemente afectado, por quien quiere perjudicarlo, que sin duda ha logrado su objetivo: crear una sensación de miedo que no lo abandona. Será necesario realizar una terapia gradual e importante. Debemos evitar que este estado progrese y llegue al pánico. Vendrá a verme por el momento dos veces por semana. Le entrego estás indicaciones que deberá seguir al pie de la letra. Cualquier inconveniente me llama al número que está en el recetario.
      Una semana después, Martín, se sentía peor: decaído, somnoliento, sin fuerzas. De noche escuchaba voces y ruidos que su mujer, no escuchaba, lo cual lo iba llevando al estado de pánico que el Dr. Bowles quería evitar.
     Había pedido licencia en la empresa, lo cual desmoronaba lentamente sus pretensiones de presidir la Unión Industrial. Recibió una llamada de Pedro Dumond que lo animó.
      ─Sí, Pedro, ya estoy en tratamiento, pero en realidad, me siento peor. Pienso que como en todas la enfermedades, hay que esperar el efecto de los medicamentos.
      ─Espero que sí, Martin. Le vuelvo a pedir que no deje de comunicarse conmigo. Sigo avanzando en la investigaciones y creo que por buen camino. No quiero adelantarle nada hasta no tener mayor seguridad en mis presunciones. ─Gracias, Pedro. Siempre pienso en usted, esperando tener buena noticia.
     ─No desespere. Es probable que pronto las tenga.
     Una semana después, Martín estaba nuevamente en el consultorio del Dr. Bowles.
      ─ ¿Cómo está, Martín?
     ─ Para nada bien, Dr. muy decaído, sin voluntad, y para colmo, ahora escucho voces y ruidos, fundamentalmente de noche, que mi esposa no escucha, lo cual me pone muy mal ¿Me estaré volviendo loco?
     ─No diga eso,Martín.Usted está muy agredido y esta circunstancia lo ha tomado mal parado.¿Ha pensado bien si no hay algo en su juventud o adolescencia, que lo pueda estar lastimando?
     Martín estuvo por contarle el episodio con “Poulet”, pero no se sentía con ánimo para ello.Desidió dejarlo para otra entrevista.
     ─No, Dr. Por lo menos que en este momento recuerde.
     ─Vamos a hacer un cambio en la medicación. Seguramente se sentirá mejor.
      Dos semanas después, Martín, casi no se levantaba. Había perdido el apetito y dormía la mayor parte del día.Las hijas estaban preocupadas, pero, María Teresa las tranquilizaba, diciéndoles que el Dr. Bowles le había explicado que era un tipo de cura de sueño, el tratamiento que se estaba recibiendo, y que mientras más durmiera, esto sería positivo para lograr poner en orden su estado psicológico, alterado por exceso de trabajo y responsabilidades.
      ─Hace tiempo que le digo a tu papá que no puede vivir solamente para la empresa. Esta tarde vendrá verlo el Dr. Bowles.
      Cuando el Psiquiatra se retiraba, Martín alcanzó a escuchar algo relativo a “Unos día de internación en la clínica a fin de apresurar el tratamiento” lo cual lo espantó. Buscó el celular que tenía para comunicarse con Dumond, que por precaución había decidido esconder: realmente no sabía porque. Contó rápidamente la últimas novedades y fundamentalmente el temor de ser internado.
     ─ Escúcheme bien,Martín: estando usted lúcido no lo pueden internar en contra de su voluntad.
     ─Sí, es así, pero ¿sabe algo? desconfío del Dr.Bowles, no puedo explicármelo, pero no me gusta.
     ─Está en sus manos cambiarlo por alguien de su confianza.
     ─Me parece que no es tan fácil, me siento como acorralado, sin poder explicarme el porqué. Creo que es consecuencia de mi desorden mental.
     ─ Es probable que así sea, de todas formas, no se desprenda de mi teléfono y avíseme si lo internan. No se olvide.
      Escuchó que alguien se acercaba y corto la comunicación. María Teresa entró al dormitorio, comunicándole que el médico aconsejaba una corta internación para acelerar los pasos de su tratamiento.      ─Mary, disculpame, pero no quisiera internarme.Pienso que aquí me pueden tratar, sin ir a otra parte. Además te confieso que no tengo confianza en el Dr.Bowles, Quisiera cambiar de médico, me parece que me sentiría más cómodo
     ─ ¿Por qué, Martín? Yo misma lo busqué, asesorándome bien previamente, para no cometer errores. Es un excelente profesional, con mucha experiencia en este tipo de problemas, por otra parte creo que no sería conveniente en este momento cambiar de médico y en consecuencia de tratamiento. En mi opinión sería un retraso en tu evolución.

 Caminaba solo, por un sendero de piedras, que le lastimaban los pies, a pesar de estar calzado. Sentía frío. A ambos lados el camino estaba bordeada de muy altos cipreses.No se escuchaban trinos de pájaros ni el murmullo del viento entre los árboles. Parecía ser un cementerio, pero no lo era. No había cruces ni otros símbolos que indicaran que alguien yacía allí sepultado, solo una extensa llanura que parecía infinita. A lo lejos, en el horizonte se veían resplandores, iluminado el firmamento, que parecían presagiar una tormenta. Quiso volver sobre sus pasos, y no pudo.La senda de piedras lo llevaba irremediablemente, a pesar de sus esfuerzos, hacían el final del camino, donde los relámpagos se hacían cada vez más intensos y luminosos. De pronto comprendió: allí en el fondo de la planicie sin fin lo esperaba "Leviatan", la criatura del fondo del mar, el demonio mismo, para arrancarle las entrañas exhibirlas antes quienes se atrevieran a desobedecerle. Comenzó a gritar, pidiendo auxilio. Se encendió la luz. A su lado, tratando de calmarlo estaban su mujer, y sus hijas que lo miraban preocupadas.
─No se preocupen─dijo tembloroso, con el cuerpo bañado en sudor─fue solo una pesadilla.
Horas más tarde ingresaba en la cínica del Dr. Bowles.Antes de ser trasladado, Martín quiso comunicarse con Pedro Dumond pero este no respondía, por lo cual le dejó un mensaje. Sospechaba que al ser internado le quitarían sus teléfonos celulares, Cómo así sucedió. Lo llevaron a una confortable habitación con un gran ventanal que daba a un jardín muy bien cuidado. El Dr. Bowles le explicó que estaría unos días, para hacer una cura de verdadero reposo, ya que su cuadro psiquiátrico había desmejorado en los últimos días. Se le habían retirados sus celulares y en la primera semana recibiría solamente la visita de su esposa una vez al día, medía hora por la tarde.Antes de que Bowles se retirará llegó un enfermero, quien le administró un comprimido y le aplicó una inyección intramuscular. Luego salieron ambos, cerrando la puerta con llave, lo que causó una gran angustia a Martín: se sentía prisionero. Esta sensación duró muy poco, minutos después dormía profundamente. Por la tarde estuvo María Teresa a visitarlo, aconsejándole que tuviera paciencia, que todo saldría bien y regresaría a su casa recuperado. La escuchaba como entre sueños a pesar del esfuerzo que hacía para estar atento. Se quejó de que lo tenían dormido todo el día, que no podía leer, ni ver televisión a pesar de haber un aparato en la sala y que solo lo despertaban para darle sus comidas.               ─Mary, no soporto esta situación. Sacame pronto de aquí si no me volveré loco.
      ─ Está bien, querido. Hablaré con Bowles, para hacer lo más corta posible tu estadía. Cuando,María Teresa se fue,Martín entró nuevamente en letargo. Tuvo horribles pesadillas, que sacudían su cuerpo y lo hacían estremecer.Cuando estaba despierto solía tener alucinaciones, casi siempre relacionadas con la muerte. Sí, estaba loco.No cabían dudas, se decía a sí mismo. Gruesos lagrimones surcaban su rostro. Todo había comenzado con la esquela en el parabrisas de su auto, varios meses atrás. Hasta ese momento era un hombre feliz.
      ─ ¿Señora de Bartello?
      ─Si, ¿Quién habla?
      ─Un amigo de su esposo.
      ─ ¿Cómo es su nombre?
      ─ Pedro Dumond
       ─ ¿No es el detective privado que contrato mi esposo?
       ─Efectivamente, señora
       ─ ¿Y qué es lo que desea, señor Dumond? Mi marido está internado y no puede recibir visitas por el momento.
        ─Lo sé, señora, pero, con quien quiero hablar es con usted
        ─ ¿Conmigo? ¿Alguna novedad importante?
        ─ Si, señora, creo le va a interesar mucho
        ─Lo espero esta tarde a las seis
        ─Allí estaré.
        Pedro Dumond, fue muy puntual a las seis en punto estaba apretando el llamador.Lo hicieron pasar de inmediato.Esperó unos diez minutos en el estudio de Martín, amoblado con muy buen gusto; realmente era un ambiente muy confortable, que invitaba al trabajo y la meditación. María Teresa llegó con el porte altivo que la caracterizaba sentándose frente al a investigador.
       ─Usted dirá señor Dumond.Espero que lo que quiera comunicarme seas importante. Soy una mujer muy ocupada, más ahora que Martín está internado.
       ─Usted sabe que él me contrató como investigador privado por las intimidaciones que recibía.                      ─Perdone que lo interrumpa, pero más que intimidaciones, eran pavadas que lo desquisiaron.Siempre fue un hombre impresionable. A pesar de ser una gran ejecutivo, en algunos aspectos de su vida actuaba como un niño.
      -Señora, yo me interesé mucho por el caso de su marido y lo investigué a fondo, ¿y sabe? Siempre sospeché de usted.
      ─ ¿Qué está diciendo, señor Dumond ─Dijo María Teresa─poniendosé de pie y fijando sus ojos, no en el investigador, sino en una foto de ella sus hijas en Pinamar, que estaba sobre el escritorio
     ─Creo que tendré que pedirle que se retire de mi casa.
     ─Tranquila señora, tranquila, antes de echarme le pido que mire estas fotos─dijo sacando un sobre de su bolsillo que dejó sobre una pequeña mesa situada delante de los suntuosos sillones, en la cual se veía un hermoso florero con tonos azules y verdosos, seguramente de cristal de Murano. María Teresa, con gesto todavía altivo y temblorosa, tomó el sobre y extrajo una a una las fotos. Su rostro empalideció y se hizo más evidente el temblor de sus manos.
     ─ ¿Cómo lo supo?
     ─Ya le dije siempre sospeché de usted.
      ─¿Por qué?
       ─Porque tenía una actitud demasiado fría, ante un hecho que podía ser muy grave .Comenzamos a seguirla con gente de mi equipo y en muy poco tiempo supimos que era la amante del ingeniero Volpe,el segundo en jerarquía después de su esposo en la empresa. Las fotos lo demuestran. Además lleve adelante una investigación sobre su colega pintor “Poulet”, el que fue por un día, o tal vez más, siempre mentimos en estas cosas, la pareja de Martín en su etapa de indefinición sexual. Usted se enteró por boca de “Poulet” de este mal paso y decidieron con Volpe aprovecharlo para deshacerse de Martín e impedir que manejara su fortuna; muy bien maquinado, la felicito.
     ─Evite su sarcasmo, por favor.
     ─Continuo: con la ayuda del Dr. Bowles,profesional desprestigiado, con varias causas judiciales por mala praxis, idearon un plan para declararlo insano y poder ir apropiándose de sus bienes. Tengo pruebas de que se han usado alucinógenos para provocarle alucinaciones visuales y auditivas que le iban haciendo perder la razón: cruel y diabólico señora, digno de Marqués de Sade. María Teresa, que había recuperado la calma, rompió el silencio en que permanecía.
     ─ ¿Cuánto quiere,Dumond por su silencio. Bien sabemos que todo hombre tiene su precio.                          ─Efectivamente y yo tengo el mío. Quiero cincuenta mil dólares de pago inmediato, sé que puede disponer de esa suma, y además el traslado en menos de veinticuatro horas de Martín a una clínica de prestigio donde pueda reponerse de las atrocidades que están cometiendo. Ofrezco demorar setenta y dos horas en hacer la denuncia, para permitirle que organice su defensa o su fuga junto a sus cómplices, y no agregar a ella la falsificación de pinturas de artistas argentinos que vendió a muy buen precio. Tengo pruebas de todo.
      ─Muy bien, señor Dumond, usted gana.Tengo que hablar con el Dr.Bowles, para que prepare a Martín y allí le entregaré el dinero
      ─En efectivo
      ─Si, en efectivo.
      ─Buenas tardes,señora.Le llamaré para combinar la hora del encuentro─dijo Pedro, levantándose para salir. María Teresa no contestó el saludo y llamó a la mucama para que lo acompañara hasta la puerta.
       Llegó tarde a su oficina, después de la diez de la noche. Quería terminar unos informes antes de regresar a su departamento. Al abrir la puerta presintió que algo no estaba bien. No tuvo tiempo de reaccionar un golpe en la sien derecha lo derrumbó dejándolo semi inconsciente. Como si soñara notó que buscaban en sus bolsillos y le quitaban sus llaves.
       El portero del edificio, asombrado, vio en la mañana, la puerta de la oficina del señor Dumond abierta y las luces apagadas. Al ingresar sintió un estremecimiento. La oficina estaba revuelta, la caja fuerte abierta y Dumond muerto en el piso con un charco de sangre alrededor de la cabeza.
        La policía emitió un comunicado de prensa que decía que Pedro Ricardo Dumond había sido muerto de un balazo en la nuca. Todo indicaba un robo de documentación, dada la profesión del occiso, investigador privado, y que habían sustraído documentos y dos computadoras notebook. Una semana después se hacían allanamientos en la casa de los Bartello, del ingeniero Leopoldo Volpe y la clínica del Dr. Guillermp Bowlen, Federico García alias “Poulet” se encontraba prófugo. De la clínica se retiró a Martín Bartello que se encontraba internado en la misma.
       Después de la muerte de Pedro Dumond, su abogado entregó al fiscal de turno una carpeta con documentación, que debía poner en manos de la justicia en caso de que tuviese una muerte violenta.