Vistas de página en total

domingo, 4 de agosto de 2013

EL ENEMIGO EN LAS SOMBRAS



La reunión anual de la Unión Industrial había terminado como todos lo preveían: discursos de políticos, análisis de economistas y decepción de los industriales, que estaban cansados de promesas incumplidas. La recesión golpeaba las puertas de fábricas y talleres y los responsables, parecían no darse cuenta o miraban hacia otro lado. Martín, fue uno de los primeros en retirarse. Se dirigió hacia la cochera del salón de convenciones sumido en sus pensamientos. No tenía buenas relaciones con algunos de sus pares que veían en él un competidor a la presidencia de la entidad en las próximas elecciones. Sus ideas políticas y económicas, podían conversarse e intercambiar conceptos para beneficio de los industriales y la sociedad, fundamentalmente en el área de la creación de nuevos puestos de trabajo, pero jamás renunciar a ellas. La filosofía del capitalismo humanizado con inclusión de las clases sociales más bajas, eran una de sus principales preocupaciones. A través de su carrera como empresario, a los cincuenta y seis años de edad, gozaba de una muy sólida posición económica y un excelente prestigio en el mundo de los negocios, y como le gustaba repetir: “Una conciencia en paz” cumpliendo como correspondía con sus obreros y empleados. Su esposa, María Teresa, sus hijas, Lucia y María Luz, ambas estudiantes universitarias gozaban ampliamente del tipo de vida que la fortuna y el nivel social de su padre les permitía. Martín era muy cuidadoso del equilibrio y la paz en su hogar, que consideraba imprescindibles para poder continuar dirigiendo el emporio económico donde se desempeñaba como uno de los más altos ejecutivos. Familia católica que acostumbraba a concurrir a misa con cierta frecuencia, más por razones sociales que religiosas “La vida es una continua representación en la gran comedia humana” solía repetir con frecuencia, convencido de la necesidad de mantener, él y su familia una conducta acorde al nivel que exhibían, a pesar de estar viviendo una época donde los escándalos y la corrupción eran moneda corriente. Estaba orgulloso de haberse mantenido inmune a tentaciones de todo tipo y no haber sido estigmatizado por habladurías. Descendió hacia la cochera por la escalera. Siempre había tenido una cierta aprensión por los ascensores, algo realmente inusual en un hombre que generalmente realizaba varios vuelos al año. Al llegar a su automóvil, vio que había una nota sostenida por la escobilla del limpiaparabrisas. Supuso que era una publicidad, por lo que la tomó des cuidadamente y dejó en la guantera del coche. Llegó a su casa; la familia ya estaba descansando. Trató de acostarse sin hacer ruido, pero, María Teresa abrió los ojos.
 ─ Hola, querido, no podía dormirme
─ ¿Pasó algo? ¿Alguna novedad?
─No, todo en orden ¿Y a vos como te fue?
─ Como siempre,Mary, escuchando discursos y propuestas que nunca llevan a nada y comprobar que a muchos, les está molestando que yo pueda llegar a la presidencia de la entidad, porque saben que si se da, habrá cambios que a varios molestará.
─ ¿No te parece que eso es ganarse enemigos?
─ Es un riesgo que debo afrontar. Siempre hay que estar apartando piedras del camino si se quiere seguir adelante.

 Al otro día, Martín subió a su auto para trasladarse a su oficina. Al sentarse ve en la guantera la nota que le habían dejado en el parabrisas la noche anterior. Comprobó que no era una publicidad. Al leerla se sintió realmente sorprendido.
  La luz diseca las tinieblas dejando ver lo que ellas esconden.
 ¡CUIDADO!.
 ─Esto es una broma de muy mal gusto─ murmuró, Martín, poniendo el auto en marcha. Durante el trayecto no pudo dejar de pensar en el significado de la nota que había guardado cuidadosamente en su bolsillo. Al llegar a su oficina, volvió a leerla y sintió que esta escondía una amenaza. Ya no pensó con ligereza que se tratara de una broma pesada. Se sentía intranquilo.Desidió comentarlo con el ingeniero Volpe, una de las personas de mayor confianza que tenía en la empresa y además un amigo personal.
─Hola, “Polo,” pasa por favor, lee esto─dijo extendiéndole el papel cuidadosamente doblado Leyó las pocas palabras cuidadosamente, dos o tres veces y quedó por unos segundos pensativo.
En realidad, Martín, no sé qué decirte.─Puede tratarse de una estúpida broma, o de un loco suelto. En tu lugar daría aviso a la policía.
 ─Por el momento prefiero no hacerlo, “Polo”. No quiero que haya una filtración, que pueda hacer mella en mi credibilidad, antes de las elecciones en la Unión Industrial. Voy a estar absolutamente atento a todo aquello que pueda estar relacionado. Si observo algo sospechoso, ya veré qué medidas tengo que tomar y sin duda te las comunicaré.
 ─De acuerdo, Martín, sabés que puedes contar conmigo.
─ Lo sé, lo sé “Polo”. Sos una de las pocas personas en quien confío plenamente.
 ─Gracias, Martín. Creo que esto no va a pasar de un mal rato.
 Martín Bartello trataba de disimular en el ámbito hogareño, su estado de ánimo. Sé calificaba a sí mismo de exagerado, de influenciable, lo que no correspondía a un ejecutivo de su experiencia que había llevado a buen puerto, problemas verdaderamente serios. Estaba totalmente atento a cualquier tipo de mensaje o llamado telefónico o cualquier otra forma de comunicación con él o su familia. Notó que su esposa, algo había percibido, porque observaba o preguntaba más de lo que era habitual en ella, a quien contestaba con evasivas culpando siempre sus preocupaciones a la situación empresarial. Las hijas, sin sospechar lo que ocurría a su padre, permanecían, como siempre indiferentes a todo lo que no fuera sus estudios,salidas y amistades: lo habitual en los jóvenes.
      En un coqueto restaurant de la Avenida Rafael Núñez, Martín con su esposa y una pareja amiga se disponían a disfrutar de una cena entre compañeros de la universidad, que hacía tiempo no se reunían. La noche de los viernes con su magia de comienzo de fin de semana, parece ser el momento ideal para estrechar lazos de todo tipo.
     Esperaban lo ordenado, mientras paladeaban una copa de un excelente malbec. Habían convenido no hablar de política ni de negocios. Pasar una noche distendida, donde futuros viajes serían el tema preferido. Sentados al lado de un gran ventanal observaban el intenso tránsito que era habitual en el Cerro de las Rosas todos los fines de semana, en la búsqueda sin pausa de un lugar para estacionar. Recién servían el primer plato, cuando Martín sintió vibrar su celular, el aparato que estaba destinado solamente a las llamadas importantes. Se inquieto; muy rara vez utilizaban esa línea y cuando lo hacían, generalmente no eran buenas noticias. Pidió permiso y se levantó, dirigiéndose hacia un lugar menos bullicioso del salón.
      ─Hola ¿Quién habla?
      ─Quien te vigila desde las sombras─ respondió una voz masculina, pausada, y vibrante.
      ─ Hola, hola, ¿Quién es, que quiere? El sonido del teléfono que había cortado la comunicación le hirió los oídos. Se detuvo frente a la barra. Pidió un whisky que bebió de un trago. Quería recomponerse antes de llegar a la mesa. Puso toda su fuerza de voluntad para evitar preguntas comprometedoras y no malograr la reunión, pero el llamado había calado hondo, muy hondo, en su estado de ánimo ya alterado.
     ─Un llamado del gerente de marketing, que necesitaba una confirmación mía para un nuevo emprendimiento dijo a modo de explicación. Trató de sobrellevar el mal rato lo mejor posible. Dos horas después, las parejas emprendieron el regreso a sus respectivos domicilios, con las promesas de una próxima reunión
     ─ ¿Qué te pasa, Martín? Estás raro últimamente y por más que trates de disimularlo a mí no me puedes engañar. Llevamos muchos años juntos.
     ─Nada, María Teresa,cuestiones de trabajo.
     ─Mientes, Martín y no quisiera pensar que el origen de tus problemas, como esa inoportuna llamada fuera de hora, de esta noche, se deba a la existencia de otra mujer.
     ─ ¡Como puedes pensar eso, Mary! ¿O no he sido un ejemplo de padre y esposo en todos estos años?        ─Sí, lo has sido, lo sos, y en cualquier momento puedes dejar de serlo ¿O no eres un ser humano? Todos podemos tener tentaciones. Nadie es de madera. Sí no querés que dude, decime la verdad.
     ─Tal vez tengas razón. Lo único que pretendí fue no alarmarte hasta no tener más elementos en mis manos. Están tratando de extorsionarme.
      ─ ¿Cómo? ¿Por qué, quien?
      ─ No lo sé, querida. No entiendo nada. Todo comenzó hace una semana con una nota que me dejaron en el parabrisas del auto, que te mostraré cuando lleguemos a casa y continuó con la llamada telefónica de esta noche. Todavía no me han pedido nada. Creo que primero quieren asustarme, ablandarme, dañarme psicológicamente
     ─Pero, por qué; ¿qué has hecho, para que puedan extorsionarte, amenazarte? ¿Qué?
     ─Lo ignoro, querida. Mi vida como empresario, y ciudadano siempre ha sido limpia, transparente, No sé a qué se refiere con la luz y las tinieblas. He tratado de descifrarlo, “buceando” en mi memoria y no encuentro una causa válida que lo justifique…
     ─Has recurrido a la policía.
     ─ No, Mary, por temor a que se filtrara alguna información, sabes cómo son los periodista, que pudiera perjudicarnos, a vos, en tu exposición en el “Paseo del Buen Pastor”, dentro de pocas semanas y a mí, en las elecciones de la Unión Industrial, pero sin duda, voy a tener que tomar alguna determinación.
     ─Estoy de acuerdo con vos en evitar que esto se filtre a la prensa. Nos perjudicaría mucho a nosotros y a las chicas. Este tema debe ser manejado muy criteriosamente, Martín, espero poder ayudarte.
     Le costó poder dormir. Trataba de buscar qué en su vida, en la de su mujer o sus hijas podía hacerlo vulnerable a una situación incómoda, que pudiera mellar su prestigio o el de su familia. Si era por dinero lo daría, pero la incógnita era no solamente el por qué sino quien estaba detrás de esto Escucho el respirar de María Teresa, suave, acompasado, pero no era el respirar de una persona realmente dormida. María Teresa fingía dormir. Estaba tan preocupada como él. Cuando vio la nota que le habían dejado en el auto su rostro empalideció.
     Al otro día llegó más temprano de lo habitual a su oficina, Muchos se sorprendieron de ver al jefe a esa hora.
     ─Por favor en cuanto llegue el ingeniero Volpe, que venga a mi oficina. Minutos después, Volpe, llamaba a su puerta
     ─ ¿Qué pasa Martín? No me digas que continúa el tema de la nota, en tu auto.
     ─Así es, “Polo”,y creo que ha empeorado. Estoy más presionado. Tuve que contarle a mi mujer, lo que pasaba, porque desviaba su pensamiento hacia la infidelidad. Y vos sabés como son las mujeres con este tema, además tiene derecho a estar al tanto de todo. Anoche salimos a cenar con los Navarro y en el restaurante me llamaron al celular que tengo destinado para comunicaciones de real importancia. Como imaginaras por más que traté de disimular y tranquilizarme, me amargó la cena.
     ─ ¿Qué pensás hacer?
     ─ Por el momento, voy a evitar hablar con la policía. Recuerdo que en una oportunidad, vos me comentaste de un conocido tuyo que era un buen investigador privado ¿Está en actividad todavía?
     ─Creo que sí, No es conocido mío, trabajó para un amigo que quedó conforme. Lo puedo averiguar fácilmente. Se retiró como comisario en Investigaciones Criminales. Es un tipo muy capaz y algo fundamental: es honesto. Si querés te consigo su número de teléfono.
     ─Te lo voy a agradecer “Polo”. Necesito comenzar a deshilvanar esta trama que me tiene angustiado y con una enorme curiosidad. Una hora después “Polo” lo llamaba dándole el número telefónico de Pedro Dumond
     ─ Hola, con el señor Pedro Dumond, por favor.
     ─El señor Dumond en este momento no puede atenderlo. Por favor deje su número y la hora que sería para usted conveniente, que él lo llamara.
     ─ Bien, señorita, tome nota por favor.
     Una hora después, Pedro Ricardo Dumond se comunicaba con Martín.
     ─ Señor Bartello, me dice mi secretaria que usted quería hablar conmigo ¿En qué puedo servirlo?                ─Señor Dumond, necesito de sus servicios ¿Cuándo puedo verlo?
     ─Mañana a las seis de la tarde, en mi oficina. Si es algo muy urgente, podría ser esta noche, pero muy tarde.
     ─Prefiero dejarlo para mañana
    ─De acuerdo, lo espero. Usted tiene mi dirección.
    ─Efectivamente, gracias por su atención en llamarme.
     Martín llegó a su casa más animado. Le comentó a su mujer la conversación que había sostenido con el investigador privado y su próxima entrevista.
    ─Me habías dicho que por el momento preferías mantener esta situación en secreto para evitar cualquier filtración que pudiera perjudicarnos.
     ─ Me referí a la policía, María Teresa. Este hombre es un investigador privado y tengo buenos antecedentes de él.
     ─Ojalá que sirva para tranquilizarnos, Martín. Yo también estoy preocupada.
      A las dos de la mañana sonó el teléfono
     ─ Hola, quien habla─ dijo Martín con voz adormilada.
     Nadie contestó a pesar de que la línea estaba abierta. Sintió que una sensación de frio recorría su cuerpo. Quedó en silencio y mantuvo el auricular pegado en el oído tratando de escuchar algo, hasta oír el “clik” que indicaba que habían cortado. Sé introdujo lentamente en la cama tratando de no despertar a su mujer, que afortunadamente seguía dormida. Ya no pudo conciliar el sueño y se mantuvo despierto, sumido en sus temores y dudas hasta que llego la hora de levantarse para iniciar el día.
      ─Adelante, señor Bartello, tome asiento. Usted dirá en que puedo ayudarlo.
      ─Señor Dumond… creo que estoy siendo extorsionado. ─ ¿Cómo es eso? Por favor cuénteme todo, sin omitir detalle. Lo que tal vez le parezca intrascendente, para mí puede tener gran importancia. Martín, entregó la nota encontrada en su auto y refirió minuciosamente los sucesos posteriores,Dumond, lo escuchaba en silencio y tomaba algunos apuntes Solo un par de veces lo interrumpió, para aclarar algunos aspectos del relato. Martín con frecuencia combinaba lo real con sus sensaciones y miedos, y el investigador tenía que separar el “La paja del trigo”
     ─Señor Bertello, no sé si quieren extorsionarlo, pero sin duda pretenden atemorizarlo, crear en usted el pánico. No hay nada más efectivo que el miedo, para quebrar la voluntad y la entereza de un hombre. A esto lo conocían muy bien Hitler y Stalin que manejaron masas de millones de seres humanos a través del terror. La intimidación, la amenaza, fundamentalmente de aquella que no sabemos de dónde proviene, nos quita la capacidad de discernimiento y nos lleva a cometer grueso errores. Siembre miedo y cosechará poder ¿Tiene algo que ocultar en su vida? Piénselo bien y en otra entrevista me responde. Suele haber hechos, ocurridos hace muchos años, que nosotros hemos sepultado en las brumas del pasado, pero que otros no olvidan y un día se deciden por cobrarlos.
     ─Señor, Dumond voy a hacer memoria como usted me lo pide. En este momento no recuerdo nada a lo cual tenga que temer.
     ─Hábleme de su vida conyugal : ¿alguna amante?
     ─No, y no fue por falta de oportunidades, sino por una combinación de fidelidad y cobardía. Creo que predominaba esta última.
     ─ ¿Enemigos en su actividad? Sé que usted es un empresario muy importante.
     ─Enemigos creo que no, sí adversarios, sobre todo ahora en que me postulo para presidente de la Unión Industrial, que por supuesto es un cargo honorífico, que si bien es cierto muchos desean, trae más dolores de cabeza que satisfacciones.
     ─ ¿Y en su empresa?
     ─Bueno, siempre están los que quieren subir un escalón más, lo cual es positivo para la empresa. Competitividad, sí, pero pensar en odios, es inaceptable.
     ─Creo que su opinión es algo ingenua. La envidia y el odio están presentes en todos los estamentos de la vida, más aún cuando se alcanza el nivel socio económico que usted detenta.
     ─Sí, lo comprendo, más de un empresario o ejecutivo ha sido extorsionado y hasta asesinado, pero uno piensa que nunca le va a ocurrir, que lo malo le pasa solamente a los demás.
     ─Pero usted ve, Martín, ¿Puedo llamarlo por su nombre?
     ─Por supuesto, Pedro, va a facilitar el diálogo.
      ─Como le decía, ahora ha comprobado que nadie está libre de amenazas e intrigas. Hágame una lista de su círculo más íntimo de familiares y amigos con direcciones y teléfono y me la pasa por Mail. Le entrego este celular para que lo use solamente para comunicarse conmigo. Yo le indicaré cuando será la próxima entrevista. Cualquier novedad me la comunica. No importa la hora, siempre usando el teléfono que le entrego.Como verá con este aparato usted puede hacer que yo escuche la conversación que usted, tenga con quien lo llame.
 Martín salió a la calle, un poco más tranquilo de saber que alguien se estaba ocupando de su problema. Llamó a su oficina anunciando que no iría y se dirigió a su casa.María Teresa no había regresado aún ocupada en la preparación de la exposición de pintura moderna.
     La mucama le comunicó que había llegado un ramo de flores para la señora, que había dejado en el living. Un hermoso ramo de rosas blancas y amarillas, lucían en todo su esplendor dentro de uno de los jarrones chinos que había en la sala. La curiosidad lo llevó a leer la tarjeta que traían las flores.
  La vida como las flores debe cuidarse con esmero: a la luz, lejos de las sombras.
 LEVIATAN
     Martín, volvió a tener la sensación de que una enorme mano le oprimía el estomago y le producía nauseas. Un nuevo ataque, está vez dirigido a su esposa ¿Quién era, Leviatan?, ¿un nombre, un apellido, un apodo? ¿O significaba algo que él no conocía? Esperó la llegada de su mujer, para saber si ella estaba enterada de algo al respecto. María Teresa regresó media hora más tarde, feliz con la organización de su muestra.
     ─Querido ¡Que hermosa sorpresa! ¡Hacía mucho que no me regalabas flores!
     ─No son mías, Mary ¡Ojala, yo hubiera sido!, y quisiera conocer quién es Leviatan, que es quién las envió.
     ─Primero que no sé de qué se trata, dijo María Teresa abriendo grande sus ojos. No conozco a nadie que se llame, Levia… no recuerdo como seguía. Y… además ¡No me digas que estás celoso! ¡No sabía que lo eras!
      ─ ¡No es cuestión de celos, Mary! Sabes que nunca te hice un problema ese tipo. Se trata, de que quien te envió las rosas, es el mismo que me extorsiona.
     ─ ¿Qué? ¿Cómo lo sabes?
     ─Porque usa el mismo tipo de metáforas de los mensajes anteriores. Siempre habla de la luz y las sombras. Sea quien sea, me está poniendo muy mal. Me siento amenazado, invadido, observado
      ─Cuídate, Martín. Tal vez sería necesario que consultaras a un psiquiatra hasta que esto pasara. Sin duda te está afectando mucho y te comprendo. Yo también estoy mal, pero trato de disimularlo, para ayudarte. Te espero para cenar. Voy a darme una ducha.
     Cuando María Teresa salió de la sala, Martín llamó de inmediato a su investigador.
     ─ ¿La tarjeta está manuscrita?
     ─ No, Pedro. Sería un error grosero de parte de este sujeto.
     ─Efectivamente, Martín, pero muchas veces los delincuentes más avezados cometen errores infantiles que son fatales para ellos. Me llama la atención el nombre con que firma: Leviatan,creo que debe simbolizar algo; lo voy a estudiar. Estuve indagando, recopilando algunos datos sobre las personas del listado que me envió. No es mucho, pero creo tener algunas pistas para seguir. Le avisaré cuando volveremos a reunirnos. Le pido que trate de hacer una vida lo más normal posible. No quiero que “su enemigo en las sombras” lo vea asustado o deprimido, al contrario quiero que redoble sus ataques para inducirlo a que dé un paso en falso. Envíeme por Internet la tarjeta, la quiero estudiar, siempre algo se encuentra.
     ─Gracias, Pedro. Seguiré sus consejos

     . Una semana después cuando salía a la mañana temprano para dirigirse a la empresa, se quedó paralizado: en medio del amplio jardín, al lado de un cedro azul, había dos gatos muertos, uno era negro y el otro blanco: la luz y las sombras.
     ─ ¡Maldito seas!─ dijo entre dientes, Martín conteniéndose por no gritar, su temor y su impotencia. Los animales seguramente habían sido envenenados, pues no se veía sangre en ellos ni en el cesped.Buscó rápidamente una bolsa grande, tomó los animales por la cola, los embolsó y los puso en el baúl del auto, para tirarlos en algún contenedor. Tenía prisa en salir, antes que su mujer y las chicas se dieran cuenta.
      El tránsito estaba muy lento en la Avenida Colón a raíz de un embotellamiento producido por un choque en el que había heridos, lo que obligaba a desviar por callejuelas atestadas de vehículos. Llamó a su oficina informando lo que pasaba. Sabía que había gente importante esperándolo. Unos minutos más tarde, sintió algunos ruidos extraños en baúl. Pensó que la bolsa se había desatado y los animalitos anduvieran rodando de un lado para otro. Detuvo el auto y al abrir el baúl, quedó espantado: los gatos parecían pequeños tigres furiosos. En su celeridad por huir se abalanzaron sobre él buscando la calle. Uno le rozó la cara produciéndole una pequeña herida en la mejilla. Mareado, atónito por lo ocurrido, buscó en el botiquín un pequeño apósito con la que cubrió el rasguño. Comprendió todo: los gatos no estaban muertos, solamente anestesiados y con esa “jugada” no solamente se habían burlado de él, le habían demostrado que podían agredirlo en el momento que quisieran.
 Pedro Dumond escuchaba, como era su costumbre en total silencio, tomando de tanto en tanto algún tipo de nota en un block de papel.
     ─Martín, tal como yo esperaba, nuestro “amigo” está apurando las cosas y poniéndose peligroso, lo de los gatos fue astuto y diabólico, muy bien pensado. Sabía que iba a provocar un fuerte shock en usted. A propósito, "Leviatan" en hebreo es sinónimo de maldad. Aparece en el antiguo testamento, en el Génesis donde se atribuye ese nombre a un monstruo de las profundidades marinas devorador de hombres. De todos modos ya estamos conformando un perfil del sujeto: astuto, inteligente, con un buen nivel cultural, decidido y sádico. Quiere verlo sangrar.
      ─Pero, ¿qué es lo que quiere de mí?, ¿dinero? Ya lo hubieran pedido
     ─Es que para él todavía no llegó la hora de poner su cifra. Quiere que usted acepte cualquier trato.              ─Pedro, debo confesarle algo de lo cual me avergüenzo, por eso lo he dejado para el último.En este momento creo que no solamente yo, sino también mi familia corre peligro, entonces no hay pudor que valga. Cuando era un adolescente, quince años, tuve una noche en un campamento, relaciones homosexuales. Fue esa noche solamente, cosas de chicos que buscan su identidad sexual y me avergoncé de ello toda la vida. Hace más de cuarenta años de ese episodio ¿Puede tener relación con lo actual? Pedro, lo miró seriamente, mientras garabateaba sobre una hoja de su block.
     ─Sí que puede tener importancia. Debería habérmelo dicho antes, pero…lo comprendo. ¿Que fue del otro muchacho?
     ─No lo volví a ver. Meses después de ese episodio, estábamos casi a fin de año, me mudé de colegio, para el próximo curso y poco tiempo después, me enteré que el con su familia se habían ido a vivir a Rosario. En una oportunidad me pareció verlo en Buenos Aires, pero de lejos. Me comentaron que está relacionado con el ambiente teatral porteño y que sigue soltero.
-¿Cómo se llama?
     ─Federico García, le decían “Poulet”.
Pedro continuaba concentrado garrapateando su block en el que había conformado la cabeza de un perro.        ─ ¿A qué se dedica “Poulet”?,
     ─Ya le dije, creo que está relacionado con el ambiente teatral de Buenos Aires, más no sé. ─Sin duda lo investigaré dijo Dumond, tamborileando con sus dedos sobre el escritorio.
     Martín se retiro dolido, pero con la sensación de haber dejado una cruz en la esquina. Había contado por vez primera a un extraño, su pecado. Al llegar al hogar no comento nada de lo conversado a su mujer, quien por lo demás no conocía ese desvío de su adolescencia. Cenó muy liviano y alegando una fuerte cefalea se retiró temprano a su dormitorio. Cuando María Teresa se acostó con la suavidad de quien no quiere molestar, se fingió dormido. No era momento para preguntas. Además, ella, era una mujer, a quien no hacían volar las emociones: era muy terrena, muy práctica y realista ¿Cómo es que me casé con ella? Solía preguntarse. Se sentía fatigado, pero si pedía tomarse unos días, con su fama de trabajador incansable e incorregible, despertaría suspicacias sobre su salud lo cual no le favorecía, menos en las pretensiones que tenía de dirigir la Unión Industrial.
     Decidió pasar el fin de semana en su casa de Carlos Paz , hermosa construcción lindante con el lago.            María Teresa decidió acompañarlo, a pesar de estar totalmente comprometida con la exposición. Si era necesario podía llegar a Córdoba en media hora, además quería estar cerca de Martín, lo veía muy alterado.      ─Martín, no podes continuar así. Se te ve desmejorado. Ya hay personas que se dan cuenta y me preguntan a mí que es lo que te pasa. Piensan que es un problema conyugal. Que estamos al borde del divorcio.
     ─ ¿Quienes preguntan?
     ─Los amigos en general y algunos compañeros de trabajo, como el gerente de ventas. Vuelvo a repetirte que creo es muy necesario, consultar con un psiquiatra. He hecho averiguaciones para que nos atiendan a ambos. Yo también estoy asustada, pero creo que manejo mejor la situación que vos
     ─ ¿Qué has averiguado?
     ─Me recomendaron al Dr. Bowles, al parecer un profesional con experiencia en la contención de familiares, de secuestrados, asesinados o víctimas de amenazas. Tenemos que consultarlo, Martín. Así no podemos seguir.
     ─Tenés razón. Nunca fui amigo de este tipo de tratamientos o consultas, pero, bueno, nada es eterno.
     ─ ¿Qué dice el investigador privado, nunca me comentas nada?
     ─Es que realmente no hay nada digno de contar,Mary. Parece que tiene algunas pistas,pero hasta que no tenga algo más firme, prefiere no adelantarme nada.
      ─Por favor, Martín, teneme al tanto. Soy tu esposa. No puedo ignorar lo que está pasando y que puede afectar a toda la familia.
      ─Tranquilízate, la cosa es conmigo.

       ─ ¿Alguna novedad, Pedro?
       ─Ninguna de importancia, Martín. Estoy investigando a su entorno con la máxima discreción posible. Inclusive he hecho contactos en Buenos Aires, con mis colegas, para tratar de averiguar algo sobre el amigo “Poulet”. Todavía no tengo información al respecto.
       ─Con mi esposa hemos decidido consultar con un psiquíatra que tiene experiencia en casos de este tipo. Necesitamos, sobre todo yo, tranquilizarnos un poco.
     ─ Quién es el profesional?
     ─ Un tal Dr.Bowles. Tiene una clínica en Barrio Cofico.
     ─ Alguien lo recomendó?
     ─Mi señora estuvo haciendo averiguaciones. La semana que viene tenemos la primera consulta.
        Martín se retiró preocupado. Tenía la sensación de que el investigador no se ocupaba lo suficiente de su caso. Lo veía muy parsimonioso y él quería terminar de una vez con su pesadilla ¿Porqué le intrigaba,”Poulet” en un hecho que había ocurrido hacía más de cuarenta años?

      ─Dr.Bowles, ya le habrá explicado mi esposa que estamos pasando un momento que llamaría crítico. Estoy siendo, no sé si extorsionado o amenazado, pero la situación que vivo desde hace un par de meses, ha deteriorado mi salud, fundamentalmente psicológica. Mi esposa insistió en la necesidad de consultar con psiquiatra, específicamente con usted.
     ─Por favor cuénteme detalladamente, lo que siente.
      Martín estuvo más de una hora hablando sobre sus miedos e inquietudes, siendo muy poco interrumpido, por el médico.
     ─Creo que usted ha sido fuertemente afectado, por quien quiere perjudicarlo, que sin duda ha logrado su objetivo: crear una sensación de miedo que no lo abandona. Será necesario realizar una terapia gradual e importante. Debemos evitar que este estado progrese y llegue al pánico. Vendrá a verme por el momento dos veces por semana. Le entrego estás indicaciones que deberá seguir al pie de la letra. Cualquier inconveniente me llama al número que está en el recetario.
      Una semana después, Martín, se sentía peor: decaído, somnoliento, sin fuerzas. De noche escuchaba voces y ruidos que su mujer, no escuchaba, lo cual lo iba llevando al estado de pánico que el Dr. Bowles quería evitar.
     Había pedido licencia en la empresa, lo cual desmoronaba lentamente sus pretensiones de presidir la Unión Industrial. Recibió una llamada de Pedro Dumond que lo animó.
      ─Sí, Pedro, ya estoy en tratamiento, pero en realidad, me siento peor. Pienso que como en todas la enfermedades, hay que esperar el efecto de los medicamentos.
      ─Espero que sí, Martin. Le vuelvo a pedir que no deje de comunicarse conmigo. Sigo avanzando en la investigaciones y creo que por buen camino. No quiero adelantarle nada hasta no tener mayor seguridad en mis presunciones. ─Gracias, Pedro. Siempre pienso en usted, esperando tener buena noticia.
     ─No desespere. Es probable que pronto las tenga.
     Una semana después, Martín estaba nuevamente en el consultorio del Dr. Bowles.
      ─ ¿Cómo está, Martín?
     ─ Para nada bien, Dr. muy decaído, sin voluntad, y para colmo, ahora escucho voces y ruidos, fundamentalmente de noche, que mi esposa no escucha, lo cual me pone muy mal ¿Me estaré volviendo loco?
     ─No diga eso,Martín.Usted está muy agredido y esta circunstancia lo ha tomado mal parado.¿Ha pensado bien si no hay algo en su juventud o adolescencia, que lo pueda estar lastimando?
     Martín estuvo por contarle el episodio con “Poulet”, pero no se sentía con ánimo para ello.Desidió dejarlo para otra entrevista.
     ─No, Dr. Por lo menos que en este momento recuerde.
     ─Vamos a hacer un cambio en la medicación. Seguramente se sentirá mejor.
      Dos semanas después, Martín, casi no se levantaba. Había perdido el apetito y dormía la mayor parte del día.Las hijas estaban preocupadas, pero, María Teresa las tranquilizaba, diciéndoles que el Dr. Bowles le había explicado que era un tipo de cura de sueño, el tratamiento que se estaba recibiendo, y que mientras más durmiera, esto sería positivo para lograr poner en orden su estado psicológico, alterado por exceso de trabajo y responsabilidades.
      ─Hace tiempo que le digo a tu papá que no puede vivir solamente para la empresa. Esta tarde vendrá verlo el Dr. Bowles.
      Cuando el Psiquiatra se retiraba, Martín alcanzó a escuchar algo relativo a “Unos día de internación en la clínica a fin de apresurar el tratamiento” lo cual lo espantó. Buscó el celular que tenía para comunicarse con Dumond, que por precaución había decidido esconder: realmente no sabía porque. Contó rápidamente la últimas novedades y fundamentalmente el temor de ser internado.
     ─ Escúcheme bien,Martín: estando usted lúcido no lo pueden internar en contra de su voluntad.
     ─Sí, es así, pero ¿sabe algo? desconfío del Dr.Bowles, no puedo explicármelo, pero no me gusta.
     ─Está en sus manos cambiarlo por alguien de su confianza.
     ─Me parece que no es tan fácil, me siento como acorralado, sin poder explicarme el porqué. Creo que es consecuencia de mi desorden mental.
     ─ Es probable que así sea, de todas formas, no se desprenda de mi teléfono y avíseme si lo internan. No se olvide.
      Escuchó que alguien se acercaba y corto la comunicación. María Teresa entró al dormitorio, comunicándole que el médico aconsejaba una corta internación para acelerar los pasos de su tratamiento.      ─Mary, disculpame, pero no quisiera internarme.Pienso que aquí me pueden tratar, sin ir a otra parte. Además te confieso que no tengo confianza en el Dr.Bowles, Quisiera cambiar de médico, me parece que me sentiría más cómodo
     ─ ¿Por qué, Martín? Yo misma lo busqué, asesorándome bien previamente, para no cometer errores. Es un excelente profesional, con mucha experiencia en este tipo de problemas, por otra parte creo que no sería conveniente en este momento cambiar de médico y en consecuencia de tratamiento. En mi opinión sería un retraso en tu evolución.

 Caminaba solo, por un sendero de piedras, que le lastimaban los pies, a pesar de estar calzado. Sentía frío. A ambos lados el camino estaba bordeada de muy altos cipreses.No se escuchaban trinos de pájaros ni el murmullo del viento entre los árboles. Parecía ser un cementerio, pero no lo era. No había cruces ni otros símbolos que indicaran que alguien yacía allí sepultado, solo una extensa llanura que parecía infinita. A lo lejos, en el horizonte se veían resplandores, iluminado el firmamento, que parecían presagiar una tormenta. Quiso volver sobre sus pasos, y no pudo.La senda de piedras lo llevaba irremediablemente, a pesar de sus esfuerzos, hacían el final del camino, donde los relámpagos se hacían cada vez más intensos y luminosos. De pronto comprendió: allí en el fondo de la planicie sin fin lo esperaba "Leviatan", la criatura del fondo del mar, el demonio mismo, para arrancarle las entrañas exhibirlas antes quienes se atrevieran a desobedecerle. Comenzó a gritar, pidiendo auxilio. Se encendió la luz. A su lado, tratando de calmarlo estaban su mujer, y sus hijas que lo miraban preocupadas.
─No se preocupen─dijo tembloroso, con el cuerpo bañado en sudor─fue solo una pesadilla.
Horas más tarde ingresaba en la cínica del Dr. Bowles.Antes de ser trasladado, Martín quiso comunicarse con Pedro Dumond pero este no respondía, por lo cual le dejó un mensaje. Sospechaba que al ser internado le quitarían sus teléfonos celulares, Cómo así sucedió. Lo llevaron a una confortable habitación con un gran ventanal que daba a un jardín muy bien cuidado. El Dr. Bowles le explicó que estaría unos días, para hacer una cura de verdadero reposo, ya que su cuadro psiquiátrico había desmejorado en los últimos días. Se le habían retirados sus celulares y en la primera semana recibiría solamente la visita de su esposa una vez al día, medía hora por la tarde.Antes de que Bowles se retirará llegó un enfermero, quien le administró un comprimido y le aplicó una inyección intramuscular. Luego salieron ambos, cerrando la puerta con llave, lo que causó una gran angustia a Martín: se sentía prisionero. Esta sensación duró muy poco, minutos después dormía profundamente. Por la tarde estuvo María Teresa a visitarlo, aconsejándole que tuviera paciencia, que todo saldría bien y regresaría a su casa recuperado. La escuchaba como entre sueños a pesar del esfuerzo que hacía para estar atento. Se quejó de que lo tenían dormido todo el día, que no podía leer, ni ver televisión a pesar de haber un aparato en la sala y que solo lo despertaban para darle sus comidas.               ─Mary, no soporto esta situación. Sacame pronto de aquí si no me volveré loco.
      ─ Está bien, querido. Hablaré con Bowles, para hacer lo más corta posible tu estadía. Cuando,María Teresa se fue,Martín entró nuevamente en letargo. Tuvo horribles pesadillas, que sacudían su cuerpo y lo hacían estremecer.Cuando estaba despierto solía tener alucinaciones, casi siempre relacionadas con la muerte. Sí, estaba loco.No cabían dudas, se decía a sí mismo. Gruesos lagrimones surcaban su rostro. Todo había comenzado con la esquela en el parabrisas de su auto, varios meses atrás. Hasta ese momento era un hombre feliz.
      ─ ¿Señora de Bartello?
      ─Si, ¿Quién habla?
      ─Un amigo de su esposo.
      ─ ¿Cómo es su nombre?
      ─ Pedro Dumond
       ─ ¿No es el detective privado que contrato mi esposo?
       ─Efectivamente, señora
       ─ ¿Y qué es lo que desea, señor Dumond? Mi marido está internado y no puede recibir visitas por el momento.
        ─Lo sé, señora, pero, con quien quiero hablar es con usted
        ─ ¿Conmigo? ¿Alguna novedad importante?
        ─ Si, señora, creo le va a interesar mucho
        ─Lo espero esta tarde a las seis
        ─Allí estaré.
        Pedro Dumond, fue muy puntual a las seis en punto estaba apretando el llamador.Lo hicieron pasar de inmediato.Esperó unos diez minutos en el estudio de Martín, amoblado con muy buen gusto; realmente era un ambiente muy confortable, que invitaba al trabajo y la meditación. María Teresa llegó con el porte altivo que la caracterizaba sentándose frente al a investigador.
       ─Usted dirá señor Dumond.Espero que lo que quiera comunicarme seas importante. Soy una mujer muy ocupada, más ahora que Martín está internado.
       ─Usted sabe que él me contrató como investigador privado por las intimidaciones que recibía.                      ─Perdone que lo interrumpa, pero más que intimidaciones, eran pavadas que lo desquisiaron.Siempre fue un hombre impresionable. A pesar de ser una gran ejecutivo, en algunos aspectos de su vida actuaba como un niño.
      -Señora, yo me interesé mucho por el caso de su marido y lo investigué a fondo, ¿y sabe? Siempre sospeché de usted.
      ─ ¿Qué está diciendo, señor Dumond ─Dijo María Teresa─poniendosé de pie y fijando sus ojos, no en el investigador, sino en una foto de ella sus hijas en Pinamar, que estaba sobre el escritorio
     ─Creo que tendré que pedirle que se retire de mi casa.
     ─Tranquila señora, tranquila, antes de echarme le pido que mire estas fotos─dijo sacando un sobre de su bolsillo que dejó sobre una pequeña mesa situada delante de los suntuosos sillones, en la cual se veía un hermoso florero con tonos azules y verdosos, seguramente de cristal de Murano. María Teresa, con gesto todavía altivo y temblorosa, tomó el sobre y extrajo una a una las fotos. Su rostro empalideció y se hizo más evidente el temblor de sus manos.
     ─ ¿Cómo lo supo?
     ─Ya le dije siempre sospeché de usted.
      ─¿Por qué?
       ─Porque tenía una actitud demasiado fría, ante un hecho que podía ser muy grave .Comenzamos a seguirla con gente de mi equipo y en muy poco tiempo supimos que era la amante del ingeniero Volpe,el segundo en jerarquía después de su esposo en la empresa. Las fotos lo demuestran. Además lleve adelante una investigación sobre su colega pintor “Poulet”, el que fue por un día, o tal vez más, siempre mentimos en estas cosas, la pareja de Martín en su etapa de indefinición sexual. Usted se enteró por boca de “Poulet” de este mal paso y decidieron con Volpe aprovecharlo para deshacerse de Martín e impedir que manejara su fortuna; muy bien maquinado, la felicito.
     ─Evite su sarcasmo, por favor.
     ─Continuo: con la ayuda del Dr. Bowles,profesional desprestigiado, con varias causas judiciales por mala praxis, idearon un plan para declararlo insano y poder ir apropiándose de sus bienes. Tengo pruebas de que se han usado alucinógenos para provocarle alucinaciones visuales y auditivas que le iban haciendo perder la razón: cruel y diabólico señora, digno de Marqués de Sade. María Teresa, que había recuperado la calma, rompió el silencio en que permanecía.
     ─ ¿Cuánto quiere,Dumond por su silencio. Bien sabemos que todo hombre tiene su precio.                          ─Efectivamente y yo tengo el mío. Quiero cincuenta mil dólares de pago inmediato, sé que puede disponer de esa suma, y además el traslado en menos de veinticuatro horas de Martín a una clínica de prestigio donde pueda reponerse de las atrocidades que están cometiendo. Ofrezco demorar setenta y dos horas en hacer la denuncia, para permitirle que organice su defensa o su fuga junto a sus cómplices, y no agregar a ella la falsificación de pinturas de artistas argentinos que vendió a muy buen precio. Tengo pruebas de todo.
      ─Muy bien, señor Dumond, usted gana.Tengo que hablar con el Dr.Bowles, para que prepare a Martín y allí le entregaré el dinero
      ─En efectivo
      ─Si, en efectivo.
      ─Buenas tardes,señora.Le llamaré para combinar la hora del encuentro─dijo Pedro, levantándose para salir. María Teresa no contestó el saludo y llamó a la mucama para que lo acompañara hasta la puerta.
       Llegó tarde a su oficina, después de la diez de la noche. Quería terminar unos informes antes de regresar a su departamento. Al abrir la puerta presintió que algo no estaba bien. No tuvo tiempo de reaccionar un golpe en la sien derecha lo derrumbó dejándolo semi inconsciente. Como si soñara notó que buscaban en sus bolsillos y le quitaban sus llaves.
       El portero del edificio, asombrado, vio en la mañana, la puerta de la oficina del señor Dumond abierta y las luces apagadas. Al ingresar sintió un estremecimiento. La oficina estaba revuelta, la caja fuerte abierta y Dumond muerto en el piso con un charco de sangre alrededor de la cabeza.
        La policía emitió un comunicado de prensa que decía que Pedro Ricardo Dumond había sido muerto de un balazo en la nuca. Todo indicaba un robo de documentación, dada la profesión del occiso, investigador privado, y que habían sustraído documentos y dos computadoras notebook. Una semana después se hacían allanamientos en la casa de los Bartello, del ingeniero Leopoldo Volpe y la clínica del Dr. Guillermp Bowlen, Federico García alias “Poulet” se encontraba prófugo. De la clínica se retiró a Martín Bartello que se encontraba internado en la misma.
       Después de la muerte de Pedro Dumond, su abogado entregó al fiscal de turno una carpeta con documentación, que debía poner en manos de la justicia en caso de que tuviese una muerte violenta.

lunes, 21 de enero de 2013

Literatura para todos



'via Blog this'EL GOLPE
                                   

La fría madrugada, anunciaba que el otoño avanzaba a paso firme a su encuentro con el invierno.
Una pareja fuertemente entrelazada en una esquina demostraba que el amor lleva un placentero calor a los cuerpos, sin importarle la opinión de los meteorólogos o del almanaque. Excepto ellos, los enamorados, no había nadie en las calles. Las luces de las ventanas apagadas. Las luminarias de  las esquinas, esparcían una luz mortecina a causa de la niebla: la ciudad dormía.
El comisario, Federico Connors del ETER, chequeaba la distribución de sus hombres en el perímetro delineado por el  Jefe de Operaciones de la fuerza. Todos estaban en sus puestos, incluidos los francos tiradores.
Los informes de Inteligencia aseguraban que esa noche la banda de José Santillán, alias: Pepe, o el “Zorro”, tenía planificado robar la sucursal del Banco de la Nación que estaba sobre esa misma calle.
La gavilla de Santillán gozaba de gran prestigio en el mundo del hampa y  era muy considerada por la policía: estaban bien organizados, eran hábiles y no se andaban con “chiquitas”  a la hora de apretar el gatillo. El “Zorro” había cumplido un par de condenas por asaltos a bancos, sin que la justicia recuperara nunca, la totalidad de lo robado Ahora hacía un tiempo que estaba libre, después de haber cumplido parte de su última sentencia, pero la policía quería tenerlo ubicado y le había perdido el rastro; era una ventaja que no le podían dar. Contaba con una amplia red de refugios que siempre eran transitorios, como es común en estos casos y pese  a los esfuerzos de los muchachos de inteligencia no le pudieron hacer morder ninguno de los anzuelos que le habían preparado: inteligente, astuto y desconfiado, ex sargento de gendarmería, dado de baja por problemas de disciplina. En su foja de servicios figuraban varios cursos de supervivencia, paracaidismo y de manejo de explosivos aprobados con muy buenas calificaciones.; lo que lo tornaba en un hombre verdaderamente peligroso; temerario, adicto a los grandes desafíos, a las situaciones límites.
El  enorme móvil negro que cumplía las funciones de sala de reuniones tácticas y control audio visual de la zona de operaciones había sido situado en una playa de estacionamiento  para no llamar la atención. Su larga antena con cámara de TV se movía constantemente, como el periscopio de un submarino, paradójicamente, en tierra.
Llegó una orden imperativa: los enamorados tenían que ser desalojados inmediatamente del lugar que ocupaban; era muy probable que hubiese un tiroteo y no querían heridos civiles y a toda la prensa sobre ellos al día siguiente.
Las caras de la pareja fueron de incredulidad y terror al ver surgir de las sombras, a dos hombres armados, totalmente vestidos de negro, con el rostro cubierto, que sin decir palabra se lanzaron sobre ellos, los tomaron de los brazos y los llevaron al lado del vehículo de tareas tácticas, donde quedaron custodiados, para que no pudieran hablar sobre lo que habían visto, hasta que hubiera concluido el operativo. Los novios miraban con espanto el monstruo negro del ETER y temblaban abrazados, ya no de pasión, sino de miedo. Con Santillán de por medio no se podía dejar ningún cabo suelto.
Cerca de las tres de la mañana se dio un alerta general: dos vehículos avanzaban lentamente con las luces apagadas: una camioneta de tipo utilitaria de color gris claro y cincuenta metros detrás un automóvil de color azul oscuro.
Esta vez Santillán no se nos escapa, ─murmuró Connors. Chequeo rápidamente la ubicación de sus hombres y se comunicó con la sala táctica.
Los vehículos sospechosos continuaban su lento avance. Una moto de alta cilindrada apareció en una esquina, adelantándose a la furgoneta, sin duda en misión de reconocimiento, los minutos parecían horas. Por fin llegaron frente al banco y detuvieron su marcha. De la camioneta bajaron tres hombres con dos grandes bolsos, los ocupantes del auto permanecieron en su lugar. El policía que hacia adicionales dentro del banco, observó movimientos sospechosos y dio la alarma.
El operativo comenzó de inmediato, cercando los autos y sus ocupantes. En ese momento una fuerte explosión hizo vibrar la manzana y que se dispararan las alarmas de los coches estacionados en el sector. Como consecuencia se comenzaron a encender luces en los edificios y a abrirse las ventanas de los departamentos: el operativo se había ensuciado.
La sorpresa fue mayúscula al comprobar que los detenidos no estaban armados y dentro de los bolsos solo encontraron ropa vieja y elementos de uso personal ante la ira de los detenidos que pedían explicaciones a los gritos al personal policial y hacían escuchar sus derechos. Uno de los efectivos comunicó a Connors que la explosión se había debido a una bomba de estruendo con mecanismo de retardo, colocada dentro de un contenedor de basura: era una trampa ¡Todo era una maldita trampa!
La red policial transmitió un alerta general: habían asaltado y desvalijado el Banco Sudamericano en el extremo oeste de la ciudad. Lo del Banco Nación había sido un ardid muy bien montado y  la policía  “Compró el buzón”.
Los operativos que se organizaron de inmediato en todo el ámbito provincial incluyendo: controles intensivos en puentes, carreteras, caminos secundarios y rurales lo mismo que los allanamientos, cuando llegaron las órdenes del fiscal, no dieron ningún resultado:”El zorro” Santillán se había esfumado.
El suceso causó un gran malestar en la cúpula policial, que motivó una reunión urgente del Estado Mayor, en las primeras horas de la mañana. La prensa, al tanto de todo lo sucedido, lanzaba sus dardos sin piedad. Había que dar respuestas urgentes y resultados en el menor plazo posible. En el gobierno provincial estaban muy disgustados con el escabroso tema y el Ministro de Seguridad, presente en la reunión, dio a entender la posibilidad de que hubiera cambios en el más alto nivel de la fuerza. Lo ocurrido era un bochorno que desacreditaba seriamente a la Institución; Inteligencia era la sección más cuestionada. ¿Qué pasó? ¿Había un “Topo” en el servicio? ¿O era simplemente ineficiencia operativa?
El asalto se realizó en contados minutos, porque venía siendo planificado desde hacía varios meses, no dejando nada librado al azar, desde las alarmas, a las cuales chequeaba periódicamente la División de Seguridad Bancaria de la policía, el tipo de explosivo para volar la cerradura de la caja fuerte y las rutas de escape con tres planes alternativos. Un golpe de ese tipo se debía proyectar y analizar como una operación militar, y así lo había hecho el ex sargento Santillán.
Una vez realizado el asalto, el jefe, fue trasladado de inmediato a un cercano edificio de estacionamiento, distante a diez cuadras, en el primer piso del cual, desde hacía dos meses, se alquilaba una cochera en forma mensual. La falta  crónica de lugares de aparcamiento en la zona hacía que la misma estuviera siempre muy ocupada.
Santillán, llegó con un bolso repleto de fajos de dinero, en el baúl de un auto acondicionado al respecto, con un piso alfombrado, apoya cabeza, un pequeño ventilador a batería y una conservadora con botellas de agua mineral. De acuerdo a los planes trazados no debería estar allí más de un par de horas, hasta llegar a otro refugio y a otro vehículo, de acuerdo a la vía de escape elegida.
Con las primeras luces del día comenzó el movimiento en el amplio cobertizo: puertas y baúles que se abrían y cerraban, motores en marcha, bocinazos, chirrido de neumáticos; los animales mecánicos salían presurosos hacia sus distintos rumbos, en la gran ciudad.
A las 8.30 de la mañana, Santillán escuchó dos golpecitos en el baúl, que respondió de la misma manera, un minuto después el auto se ponía en marcha y abandonaba el edificio. El transito, ya era bastante intenso y había que andar con mucho cuidado para no llamar la tención; la policía buscaba con todos sus medios a los prófugos y cualquier error podía costar la libertad o la vida.
Después de veinte minutos de marcha, el auto entró en un espacioso galpón, que estaba precedido de un amplio patio  en el cual se podía ver un gran número de cajas de cartón apiladas. El vehículo estacionó al fondo del tinglado; el portón se cerró de inmediato.
Se abrió el baúl y un Santillán entumecido se cubrió con el brazo los ojos, para protegerlos de la luz que los encandilaba, luego de tantas horas en la oscuridad.
─ ¿Cómo estas, Pepe?─ dijo el dueño del galpón tendiéndole la mano para ayudarle salir.
─Estoy bien, Marcelo, un poco acalambrado, pero bien; afortunadamente me mantengo en buen estado físico.
─Hay que apurarse, Pepe. Por el informante que tenemos en Jefatura, sé que la policía ha salido con los “tapones de punta” y se ha dado participación a gendarmería, por ser un delito federal. Los controles de las rutas van a ser duros, pero con un poco de suerte los sortearemos; la plata de acuerdo a lo planeado la ponemos en unas cajas de cartón y en cuanto estén en la vereda pasará el carrito de los cartoneros para llevarlas
─Sí, Marcelo, tenés razón, hay que rajarse de inmediato. Cuando las cosas se calmen un poco, haremos el reparto. No quiero que nadie toque ahora un peso, porque si se tienta en gastar, nos hunde a todos. La plata va a estar segura, quedó bien claro que cualquier descuido lo pagará el culpable con su vida y la de su familia.
Sacaron las cajas a la calle y casi de inmediato, como caído del cielo, apareció un carrito cartonero que las levantó prestamente. En cuanto el equino inició su marcha con el trotecito cansino, propio de caballo viejo y mal alimentado, dos bicicletas comenzaron a seguirlo a prudente distancia, ocupadas por  “obreros” marchando hacia sus trabajos. Ambos llevaban sus bolsos con herramientas: escopetas recortadas y pistolas nueve milímetros.
Poco tiempo después salió del galpón un camión de mediano porte, con publicidad de una conocida firma de productos alimenticios que fue tomando dirección hacia el sudoeste de la ciudad hasta encontrar la salida hacia Alta Gracia. Sin duda podía observarse un control policial superior al habitual. Ya en el camino fueron detenidos por la policía caminera, quienes verificaron la documentación correspondiente e hicieron abrir el portón trasero del furgón. Al ver las cajas de fiambres, quesos y leche perfectamente estibadas, hicieron señas de poder continuar la marcha. Diez kilómetros más adelante, Lucho dio el alerta:
─ José, aquí tenemos otro control, pero es gendarmería ─ dijo a media voz. Trata de no respirar si podes.
─Tranquilo, muchacho, tranquilo.
Santillán se puso en posición fetal detrás de las cajas y acarició la culata de su Walther 9mm lo cual lo hizo sentir más tranquilo, a pesar de que era muy poco afecto a usarla.
Después de chequear la documentación del chofer y de la carga, un gendarme subió a la parte trasera del furgón, si bien dio un paso dentro de él, el examen fue muy superficial:
─Si este boludo hubiera estado a mis órdenes, ya lo hubiese dado de baja─ pensó Santillán.
El camión continuó su marcha. Ya estaban muy cerca de su destino: el Aero Club de Alta Gracia.

En el edificio de la Central de Policía se sucedían las reuniones, del personal superior junto a oficiales de Gendarmería y de la Policía Federal. Las medidas tomadas hasta el momento no habían aportado nada. Continuaban los allanamientos y se intensificaban los controles. Asuntos Internos, había comenzado una exhaustiva investigación; se tenía la seguridad de que había un entregador dentro de la fuerza.
El golpe de la banda de “Pepe” Santillán, no solamente había sido casi perfecto, sino que había constituido una afrenta a todo el sistema de seguridad de la provincia. Había que evitar a cualquier precio que el “Zorro” huyera, cortarle todas las salidas, cortarle las alas, hasta que él o alguno de los suyos cayera. Era necesario una perfecta coordinación y planificación en las acciones, con las policías de otras provincias y el alerta a Interpol, por ser muy factible de que intentara abandonar el país.
El comisario general Miranda, Jefe de Policía hizo citar a Connors a su despacho.
─Comisario, ─ dijo sin preambulos─usted tiene una buena foja de servicios como integrante de fuerzas especiales, el ETER, en este caso. Usted sabe que Santillán perteneció a gendarmería donde logró un excelente entrenamiento: en supervivencia, manejo de explosivos y otros ítems, que unidos a su natural inteligencia y astucia lo hacen un hombre verdaderamente peligroso. Todo lo planifica en forma militar, para disminuir al máximo la posibilidad de cometer errores. Eso le da a usted la pauta del sujeto que es. Quiero oponerle un hombre de similares características, con el mismo entrenamiento: quiero jugar con sus mismas cartas. Desde este momento, comisario Connors queda al frente de la planificación y operaciones de la Policía de la Provincia en la captura de Santillán y sus hombres y en lo posible de recuperar el dinero robado que asciende a quince millones quinientos mil pesos. El operativo de ha denominado: “Jaula” No olvide que este es un delito federal y por lo tanto tendrá que trabajar en coordinación con Gendarmería y Policía Federal, que no es gente fácil. Confío en su “cintura”, para manejarse con ellos.
─Gracia, señor, espero no defraudarlo.
─ Por algo lo elegí, Connors. Vaya y ponga manos a la obra ¡Ya mismo! No quiero que Santillán se nos escape  nuevamente. Esta tiene que ser su última aventura ¡Maldito sea!
Eduardo Connors se reunió de inmediato con tres de sus hombres de mayor confianza para formar un pequeño Estado Mayor. Sí Pepe Santillán jugaba a los soldaditos, él haría lo mismo.

Pepe miró su cronómetro: en diez minutos tenía que estar bajando del furgón y abordando el Cessna 350 que lo estaría esperando con el motor en marcha, para trasladarlo hacia el norte, rumbo a Bolivia, por la ruta que habitualmente siguen los que transportan drogas y que prácticamente carece de control aéreo.
Santillán,  salto ágilmente del furgón y corrió hacia el aparato que lo estaba esperando, el cual levantó vuelo de inmediato.
─ ¿Qué rumbo tomamos?
─ Al norte, hacia Bolivia, por los corredores  que ustedes conocen ¿Qué autonomía tenés?
─Mil doscientas millas, unos dos mil kilómetros.
─Está bien, es suficiente. ¿Trajiste mi equipo?
 ─Sí, está detrás del asiento de la derecha.

─Señores, hace más de cuarenta y ocho horas horas que se produjo el robo y todavía no tenemos nada positivo, solo conocemos lo que todo el mundo sabe: que fue la  banda de Pepe Santillán. La presión del gobierno es muy grande, quieren que este caso se resuelva, sí o sí, a la brevedad posible: el prestigio de la institución está lastimado.
 Tenemos que manejarnos con varias hipótesis. a) Continúan escondidos en la Ciudad de Córdoba, b) están fuera de la ciudad o en otra provincia, c) están fuera del país y otra gran incógnita d) huyen con el dinero, o lo han dejado aquí, escondido en alguna parte─ Connors hablaba con voz firme y gesto preocupado, la brasa que tenía en las manos, quemaba─ vamos a intensificar los rastrillajes y patrullajes; quiero también el movimiento de todos los aviones de los aeroclubes de Córdoba en las últimas cuarenta y ocho horas. Mientras más tiempo pase, más difícil será capturarlo. Es un hombre astuto, inteligente y muy bien preparado ¡Así que manos a la obra!.
Había otro grave problema que desvelaba a Connors: el “topo”¿Continuaría con su tarea? ¿Cuánta información les estaría pasando a los fugitivos? ¿Sería alguien de inteligencia?, en este caso, era lo más lógico de pensar ¿Estaría involucrado personal superior? De todas maneras, ya no confiaba en nadie de Jefatura y trataría de prescindir, en lo posible, de todo aquel, que él no eligiera. Las reuniones con sus hombres las haría fuera del edificio: la unidad móvil de planificación del equipo, podía ser el lugar adecuado.
En su oficina comenzó a releer el expediente del ex sargento de gendarmería José Agustín Santillán, alias: “Pepe” o “El zorro”. Buscaba algo que pudiera darle una pista de su modus operandi. Obviamente como hombre  listo que era no tenía un “patrón” de trabajo que lo hiciera previsible. Cada golpe era nuevo en su planificación y ejecución. Sin duda Santillán había marcado un hito en la delincuencia de Córdoba y del país y entraría por la puerta grande en la historia de los tristemente celebres.
El expediente decía que su madre (viuda) y su hermana vivían hace mucho tiempo en Buenos Aires. Su ex mujer (que había formado nueva pareja) y su hija, actualmente de quince años, estaban radicados en el exterior; último domicilio conocido, Santiago de Chile. Tuvo un solo hermano que había muerto en un accidente de tránsito. El espectro familiar era bastante reducido. El domicilio de su madre estaba vigilado por la Policía Federal. Las madres siempre tienen las puertas abiertas para un hijo, sin importar lo que el mismo haga, ni la vida que lleve. Era muy improbable que Pepe se acercara al domicilio materno, pero no se podían dejar cabos sueltos. Lo menos probable puede depararnos enormes sorpresas, reflexionaba Connors con la mirada fija en el ventanal por el cual ingresaba la escasa luz del crepúsculo. Necesitaba descasar. Mientras más se exigiera menos rendiría

─¿Dónde estamos? ─Preguntó Pepe con voz imperiosa.
─Llegando a Salta, señor.
─ Bien, pongamos rumbo a Tartagal.
Mientras hablaba, Santillán abrió el bolso que estaba debajo del asiento y comenzó a ponerse un overol, del tipo que usan los pilotos militares y a ajustarse un paracaídas.
El piloto lo miraba sin decir una palabra.
─Escuchame bien lo que digo, porque no me gusta repetir─ dijo Santillán, masticando cada palabra. Cuando estemos sobre Tartagal vas a tomar rumbo nor noreste, allí vas a descender a 4800 pies sobre un campo donde un vehículo nos hará señas de luces y yo me arrojaré del avión, Vos te dirigís a Salta, aterrizas en el aeropuerto y cargas combustible; sabrás que excusa poner para justificar el vuelo. Lo que quiero es que vean que llegás solo.
Demás está decirte que una sola palabra que se te escape, vos y tu familia “son boleta”. Se te ha pagado suficientemente bien como para que tengas cerrada la boca toda tu vida.
El piloto escuchaba atentamente, sin pronunciar palabra, asintiendo con la cabeza.
Al llegar a Tartagal el avión desvió hacia el este. En un campo próximo a la ciudad se observaron señales de luces.
─Estamos con altura y viento adecuado para un lanzamiento.
─Allá voy entonces. Y no olvides lo que te he dicho─abrió la portezuela del avión y se arrojo al vacío. Después de una caída libre de unos 600 metros se desplegó la seda blanca. La llegada a tierra fue perfecta, como correspondía a un hombre con experiencia.
Cayó a metros de la camioneta doble cabina 4x4 que lo estaba esperando con tres hombres en su interior. Recogieron rápidamente el paracaídas y partieron hacia la frontera de Bolivia distante a cincuenta y cinco Km, que cruzarían por un paso, habitualmente muy mal vigilado y continuamente transitado por todo tipo de delincuentes. El cruce se hizo sin inconveniente y desde allí se dirigieron a una hacienda, de las tantas que tienen productores argentinos en la zona, situada al norte de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra a 600 Km. de la frontera. Había un largo trayecto a recorrer para sentirse seguro. Hasta ahora todo había salido perfecto. Esperaba que sus hombres hubieran tenido la misma suerte.
Cuatro horas después el vehículo trasponía  tranquera de lo que aparentaba ser una hacienda muy grande. Hacía mucho calor. Si bien el almanaque indicaba la proximidad de invierno, allí se estaba en una zona subtropical, muy próxima a la amazonia boliviana y la humedad era muy elevada.
Se detuvieron en la entrada de un señorial casco de estancia del cual salió un individuo alto, de unos cincuenta años, delgado, elegantemente vestido con ropas adecuadas al clima y un sirviente que lo seguía con una pequeña bandeja.
─ ¡Bienvenido Pepe!─ dijo extendiendo una copa con una mezcla de jugos de frutas tropicales y vodka─ ¿Todo bien?
─Demasiado bien, Gabriel. Muchas veces yo mismo me asombro de mi suerte.
Ambos hombres ingresaron a un amplio salón lujosamente amoblado. Casi de inmediato apareció una hermosa mujer de características netamente eslavas.
─Mi esposa, Katia, es lituana, entiende muy poco el español. Katia, te presento a Pepe Santillán, un amigo de la juventud, a quien he invitado a pasar unos días en este paraíso en que nosotros vivimos. Será nuestro huésped.
Katia extendió la mano y con una encantadora sonrisa  balbuceó con fuerte acento extranjero un: “mucho gusto, señor”.
─Encantado señora─ respondió Santillán, sorprendido con la presencia de la bella mujer.
─Pepe, te voy a mostrar tu habitación, así te das una ducha, descansas un poco y después de cenar conversamos ¿de acuerdo?
─ Totalmente; estoy fatigado. Hoy ha sido un día particularmente intenso─y comenzó a seguir a Gabriel escaleras arriba.

A Connors, le costó mucho conciliar el sueño esa noche; necesitaba encontrar una pista que le permitiera seguir una línea de investigación. Sabía que en todos estos procedimientos lo fundamental, es la paciencia. También tenía conciencia de que eran innumerables los delitos que quedaban impunes. En algún momento alguien daría un paso en falso y esta sería su oportunidad.
Muy temprano estuvo instalado en la oficina táctica móvil del ETER.
─Permiso, comisario
─Pase, Guzmán ¿Alguna novedad?.
─Los controles carreteros, son negativos en todo Córdoba y las provincias limítrofes; lo mismo en el aeropuerto, en los que respecta aviones de línea o taxis aéreos. Investigamos los aeroclubes y los pocos aviones que despegaron. La actividad es mucho más intensa los fines de semana. Los vuelos registrados fueron muy cortos, excepto un Cessna que voló hasta Salta y regresó de inmediato, luego de cargar combustible.
─ ¿Cuántas personas viajaron?
─El piloto solamente.
─ ¿Hizo algún aterrizaje antes de llegar a Salta?
─No que se sepa.
─ ¿Habló con el piloto?
─Sí, Eugenio Batistel, Hombre de treinta y ocho años. Es experimentado en su oficio y estaba probando unas reparaciones que se hicieron en el motor de su máquina. Según su opinión todo estaba en orden.
─Investigue si tiene algún antecedente y me lo hace saber de inmediato.
─ De acuerdo, jefe.
Una hora después sonaba el teléfono.
─Jefe, Batistel, estuvo dos veces demorado por sospecha de haber transportado marihuana y cigarrillos de contrabando, aunque no se le pudo comprobar nada. Los muchachos de Drogas Peligrosas dicen que no es “trigo limpio”.
─ ¡Buena noticia, Guzmán! Busquen la forma de que el fiscal pueda ordenar un allanamiento y podamos interrogarlo. Presiento que podemos obtener algún dato de importancia.
─ Bueno, jefe, me ocupo. Si “está limpio” podemos “sembrarle” algo─ dijo con un risita irónica.
─Tranquilo, Guzmán, usted me conoce.; no quiero perjudicar a nadie. Vea la forma en que el fiscal nos pueda dar una mano, aunque sea por los antecedentes del sujeto y que nos permita interrogarlo un par de horas. Mientras tanto le pone vigilancia permanente.
Proyectó sobre una pantalla una excelente foto aérea de la zona del Banco Sudamericano, donde se había producido el asalto, la cual examinaba con uno de sus ayudantes y un experto de gendarmería en este tipo de imágenes. Había varios lugares que podrían haber servido de refugio transitorio y que explicaría su tan rápida desaparición del área del asalto: viviendas privadas con entradas para vehículos, una cochera de tres pisos y varios depósitos o galpones. Se había hecho un rastrillaje de la zona, pero tal vez fuera necesario repetirlo de una manera más minuciosa, con órdenes de allanamiento libradas por la fiscalía.

A las ocho treinta de la noche le avisaron a Santillán que podía bajar a cenar
.Había tomado un prolongado y reconfortante baño. El cambio de ropa fue muy escaso, debido a que llevaba lo estrictamente necesario para un hombre que está huyendo. Su mochila estaba lista con todo lo necesario para desaparecer al menor atisbo de peligro e internarse en la zona selvática que estaba muy próxima a la hacienda.
Descendió hacía el espacio living, donde lo esperaban, Gabriel “Pacho” Menéndez y Katia. La elegante figura de ella con una copa en la mano, sentada en un sillón de color negro que realzaba más el dorado de su piel y el rubio claro de sus cabellos: lo deslumbró.
Gabriel al mejor estilo de millonario norteamericano, se encontraba vestido como para una fiesta. Él se sintió un pordiosero, uno más, de los sirvientes de la casa, pero reflexionó rápidamente, que no estaba allí para cenas de gala, sino para “salvar el pellejo”
El salón comedor era deslumbrante; muy amplio, como para agasajar a decenas de invitados. Finamente amoblado con muy buen gusto y con arañas, que a no dudarlo eran de cristal de Murano. Grandes ventanales protegidos por telas metálicas de trama muy fina de delicados y artísticos arabescos, se habrían hacia  un parque de plantas tropicales, de donde provenía el llamado de aves nocturnas y el chillido de algunos monos.
La cena fue servida por personal con guantes blancos. Pepe pensaba en el porqué de tanta ostentación. ¿Cenaba todos los días así, o quería causar una fuerte impresión?
Durante la comida, (un alarde culinario), se conversó de temas generales, teniendo muchas veces que traducirle, Gabriel, en inglés a Katia, el tema que se estaba tratando. Pepe observador nato, comprobó que ella evitaba mirarle a los ojos y que Gabriel no cesaba de cbservarla, como si temiera alguna indiscreción por parte de ella. Sin duda era una cena incómoda, que deseaba terminara lo más rápidamente posible.
El ruido de una ventana que se cerró fuerte e imprevistamente por un golpe de viento, hizo que Santillán en un movimiento reflejo llevara rápidamente la mano derecha al lugar donde habitualmente esta su Walhter. En ese momento se cruzaron en forma profunda las miradas de él y Katia, mientras Gabriel, hacía sonar la campanilla y llamaba a los gritos a la servidumbre.
A los postres, “Pacho” le dijo a su mujer, que él y Santillán irían a la terraza que daba sobre el parque a tratar temas de negocios y que ella podía disponer de su tiempo.
Sentados al aire libre, bajo un cielo que anunciaba una fuerte tormenta por medio de relámpagos que encendían el firmamento y estallaban con ruido atronador, el dueño de casa inició la conversación, mientras, ponía hielo en las copas.
─Pepe, vamos a ir al grano. Sé que el golpe fue un éxito y la recompensa grande. Mis fuentes de información son muy buenas, por eso estoy vivo y tengo, lo que tengo, pero quisiera escuchar de tu boca a cuanto ascendió el botín.
Santillán lo escuchaba en silencio; mirándolo fijamente a los ojos, mientras sorbía lentamente su Whisky.
─ Te diré, Gabriel, que el golpe fue exitoso, pero como comprenderás no tuvimos tiempo de contar los billetes. Pensamos que estamos redondeando los quince millones de pesos.
─Por supuesto que no llevás el dinero encima ¿Dónde lo escondieron?
Pepe Santillán soltó una carcajada y endureció su mirada.
─ ¿Qué te pasa? ¿Estás loco? ¿Por qué tendría que decírtelo?
─Porque somos socios.
─Yo no soy socio de nadie, “Pacho”, y vos lo sabes muy bien. Te voy a pagar lo convenido, por estar de “pensionista”, aquí, durante un tiempo y ambos respetaremos el trato. Cuando las cosas se calmen y podamos disponer del dinero recibirás tu parte, como corresponde. Otra cosa, si vos estas vivo por tus informantes, yo lo estoy por mi perpetua desconfianza. Mañana quisiera explorar los alrededores de la hacienda, para levantar un pequeño plano, con un par de vías de escape, por cualquier emergencia.
─Quedate  tranquilo. Sí descubrieran que estas aquí, y hubiera alguna orden de detención, cosa que considero muy improbable, yo me enteraría de inmediato. Tengo gente en la policía y en el gobierno, a las que pago muy bien para que me tengan al tanto de todo.
─Me alegro que así sea, pero quiero tener mi propio reaseguro. Dejé a la policía muy mal parada y van a querer vengarse aunque tengan que remover cielo y tierra.
─De acuerdo. Dejaré indicaciones a mi capataz, para que te tenga listo un caballo. Sé que sos buen jinete y es el mejor medio para recorrer esta región.
Se retiraron temprano a sus habitaciones, lo que había que decir, ya estaba dicho, ambos eran hombres de pocas palabras.
Pepe repaso el contenido de su mochila de supervivencia: todo estaba en orden. La otra pistola, cargadores para ambas, linterna,  prismáticos infrarrojos, elementos químicos para potabilizar agua, cuchillo de monte, brújula, pedernal, capa impermeable, etc. Mañana iba a poder repasar todo lo aprendido en la selva de Misiones, en los cursos de supervivencia en que participó y en los cuales siempre tuvo destacada actuación.
Se despertó temprano. Escuchó el ruido de un motor en marcha y miró por la ventana, era Gabriel Menéndez en su cuatro por cuatro dando instrucciones al capataz, y partiendo después con rumbo a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. El reloj marcaba las siete de la mañana. Escuchó pequeños golpes en la puerta. Rápidamente tomó la pistola que estaba sobre la mesa de luz y se colocó al lado de la entrada pegado a la pared.
─ ¿Quién es?
─Pedro, señor, un empleado. El patrón me dijo le preguntara si quería tomar el desayuno abajo o que se lo trajera a la habitación.
─Tráemelo, aquí, Pedro, te lo agradeceré.
─Como usted mande, señor.
Después de desayunar con apetito, bajó dirigiéndose hacia la salida que daba al parque, en la parte posterior de la mansión. En el camino encontró a Katia envuelta en un toallón con sus rubios cabellos mojados: sin duda volvía de una de las piletas que poseía la residencia
─Tan temprano nadando─dijo lentamente, conociendo la dificultad con el español, que ella tenía.
Katia sonrió y él volvió a quedar impactado por su particular belleza.
─Aquí el sol es muy quemante, por eso me baño temprano, ─dijo hablando también muy pausado con un fuerte acento extranjero─ ¿Va a salir a cabalgar?, veo que Manuel  ha preparado a  “Pampero” Es uno bueno caballo─ dijo riéndose de su pronunciación y mal castellano, y continuó a su habitación mostrando sus hermosas curvas que se acentuaban bajo la ropa mojada.
Pepe Santillán, miró hacía el techo y apresuró el paso: necesitaba salir a tomar aire.
Manuel le tenía listo a Pampero ensillado con una montura de tipo mexicana. Era un hermoso animal; un alazán de buena alzada cuyo pelo rojizo brillaba a la luz del sol.
Cabalgó hacía el noreste, dejando atrás los campos de cultivo e internándose en la región selvática de vegetación tupida, intensa humedad y llena de sonidos: chillidos de los monos carayá, loros y guacamayos, alcanzó a divisar un tapir que se escondía en la fronda. Avanzaba por el sendero que había abierto en la selva la gente de Menéndez con el fin de poder llevar a los amigos de cacería. Cuando vio que la misma se estrechaba convirtiéndose en una picada, decidió emprender el regreso para evitar que le caballo se lastimara. Iba al trote corto hacia la entrada de la picada, cuando notó que los carayá habían acallado sus chillidos, lo cual lo puso en guardia. Lo ruidos y silencios de la selva hay que saber interpretarlos si se quiere conservar la vida. Los monos habían callado y eso tenía un significado, probablemente un yaguareté andaba rondando, y poco podría hacer él con una pistola. Apresuró el paso de Pampero y amartillo la 9 mm, si era un “tigre”, podía saltar en cualquier momento. Se sintió aliviado cuando salieron al claro. Había temido mucho más por el caballo que por él.
Cabalgó por el borde de la selva siguiendo el curso del río Piraní, Tuvo la certeza de que la vía de escape hacia la frontera con Brasil tenía que ser el último recurso.

─ ¿Jefe?
─Sí, Guzmán
─Ya tenemos detenido a Batistel el piloto del Cessna 350 que voló hasta Tartagal al otro día del asalto al banco. Tenemos que apurarnos en obtener algún dato que nos sea útil, porque el fiscal,  no va a poder demorarlo mucho tiempo, si no encontramos indicios más concretos.
─Guzmán, póngase en contacto de inmediato con la policía de Salta y que nos comuniquen, a la brevedad posible, si alguien vio a una avioneta aterrizar en algún campo o pista clandestina. Dígales que necesitamos información con urgencia.
Horas después la policía de Salta informaba, que trabajadores rurales habían visto a un  paracaidista arrojarse en las afueras de Tartagal y una camioneta que lo esperaba cuando llegó a tierra.
A Connors se le iluminaron los ojos. Era lo que necesitaba. Comenzaba a ver algo de luz entre tantas tinieblas.
Se comunicó de inmediato con el fiscal─ ¿Dr. Alonso?, le habla el comisario Connors .Creo que hemos encontrado la punta del ovillo y en esto tiene que ver Batistel. Voy para el juzgado para conversar personalmente.
─Lo espero, comisario,
Media hora después Connors estaba en el despacho del fiscal.
─Dr. Tenemos que apretarlo un poco a Batistel, porque tengo muy fuertes sospechas de que él tiene muchos que ver en la huída de Santillán. He recibido informes de la policía de Salta, sobre un paracaidista que salto de una avioneta en las afueras de Tartagal, al otro día del robo al banco, y de una camioneta, que lo estaba esperando y a la cual lo subieron a toda prisa. Usted sabe que Santillán es un hombre muy bien preparado, para cualquier tipo de acción y Batistel  y su avión han estado sospechados un par de veces  acciones ilícitas.
Luego de varias horas de interrogatorio el piloto se quebró y confesó, que había trasladado a un hombre a Tartagal,  que jamás sospechó que iba a arrojarse en paracaídas, que estaba imposibilitado de hacer cualquier denuncia bajo amenaza de muerte para él y su familia. Nunca supo de quien se trataba y por su seguridad no quería saberlo. Lo contrataron, le pagaron bien y allí terminaba todo.
Para Connors era haber ganado el premio mayor ¡Por fin estaba sobre las huellas del “Zorro”!
─Tenemos que pensar: que permanece Salta, que se fue al Paraguay,o a Bolivia, específicamente, a Santa Cruz  de la Sierra, donde viven muchos argentinos que compraron grandes extensiones de tierras aptas para el cultivo de soja y girasol. Por el lugar donde se lanzó, pienso que ha huido a Paraguay o Bolivia. Interpol ya está al tanto. Debemos conectarnos con las policías de estos  países. ¡Muchachos a moverse de prisa! ¡Guzmán! queda a cargo de coordinar toda  la información. Me voy a descansar un rato. Hace días que no duermo bien.
Connors llegó a su casa. Vivía solo. Hacía tiempo que estaba separado de su familia, fundamentalmente a causa de su profesión. No pudo acostarse; había husmeado la presa y se mantenía inquieto como perro de caza. Buscó por Internet un mapa de Salta y comenzó a estudiarlo, pensando en que haría si estuviera en el “cuero” del otro. No era una decisión fácil ¿Y si en lugar de cruzar la frontera hubiese regresado Córdoba? El solo pensamiento de ser nuevamente burlado le erizó la piel.
Connor sabía que el caso  ya se iba de sus manos y que quedaría a cargo de la Justicia Federal. Tenía que buscar la forma de ser comisionado, para trabajar con Gendarmería o Policía Federal. El caso del Banco Sudamericano era una espina que tenía atravesada en su orgullo profesional. Si bien la falla no había sido de su equipo, sino indudablemente de graves problemas en  los servicios de inteligencia, él se sentía tocado de forma personal. Hasta ahora su carrera era brillante y contaba con la consideración de sus superiores; iba a aprovechar de ello para logar un pase en comisión.
Marín y Leiman, integrantes de la banda, ya habían sido capturados y estaban con prisión preventiva. Faltaba el “Sordo” Escudero, mano derecha de Santillán y quien probablemente tenía oculto el dinero; sin duda, él y Pepe serían los más difíciles de capturar.
Connors, obtuvo el pase solicitado. Al otro día estaba reunido con el comandante de gendarmería  Vázquez y el comisario Rolandi de Policía Federal. En todos primaba la sospecha de que Santillán había salido del país.
─Pero es un hombre tan astuto y tan bien preparado, que hasta lo que parezca más absurdo puede esperarse de él─ comentó, Vázquez. Los otros días miraba su foja de servicio y es realmente esplendida. Lástima que se haya convertido en un bandolero. La fuerza a perdido un excelente hombre y la sociedad ha ganado a un tipo muy peligroso. Me hizo recordar al cártel de “Los Zeta” en México, que está formado por ex miembros de fuerzas especiales, que le resulta casi imposible de controlar a las autoridades mejicanas
─Creo que a pesar de que hasta Interpol lo está buscando, deberíamos hacer inteligencia en Salta, Jujuy, Paraguay y Bolivia─ dijo el comisario Rolandi, haciendo un círculo con el dedo índice en un mapa de la zona mencionada.
─Estoy de acuerdo con usted, comisario, expreso Connors y el lugar que yo considero más probable y en el que vengo pensando hace un tiempo es el departamento de Santa Cruz en Bolivia.
─ ¿Por qué, Connors?
─Porque allí se han afincados muchos argentinos, algunos de dudosos antecedentes, que han comprado grandes extensiones de tierra, para dedicarlas a la agricultura, especialmente soja, que hoy es oro, y cría de ganado cebú. Muchos han hecho verdaderas fortunas.
─Además el narcotráfico  es muy activo en la región, ─interrumpió, Rolandi.
─ Quisiera  moverme personalmente durante unos días en la zona, si ustedes me lo permiten. Tengo una “corazonada” y a veces, a estas, hay que prestarles atención.
Vázquez y Rolandi se miraron y dieron señales de estar de acuerdo.
─Comisario, tiene una semana. Sabe que está bajo nuestras órdenes y que no puede tomar ninguna medida inconsulta. Parta a la brevedad posible y  traiga novedades
─ Gracias comandante.
Ambos oficiales se pusieron de pie y estrecharon la mano de Connors. Vázquez murmuro entre dientes: Buena suerte, muchacho.
─ Connors,¿Tiene contactos en Bolivia?,─ preguntó, Rolandi.
─Sí, comisario. Un oficial que hizo varios cursos en el ETER y que casualmente está prestando servicio en Santa Cruz de la Sierra

Pepe Santillán, dejó el caballo en un claro y volvió a internarse en la selva, siguiendo siempre el curso del río, haciendo anotaciones en el plano que iba delineando. Comió frutos de los cuales se alimentaban los carayas y pensó que con una buena canoa o gomón se podía llegar hasta la desembocadura en el Río Grande, con mucho riego si no se conocía el curso del río. Un ruido de hojas y de ramas que se quebraban junto con el chillido de los monos lo puso alerta de la misma forma que horas atrás lo había hecho el silencio de la selva. Se quedó absolutamente quieto, moviendo solamente la cabeza y alcanzó a ver una enorme boa ascendiendo por un árbol, sin duda en busca de un mono. Se le rizo la piel, nunca había visto un “bicho” semejante. Un instante después había engullido a una mona  con su cría y trataba de enroscarse en el árbol para tritura a su presas todavía vivas en su interior. Un espectáculo muy fuerte, pero eran la leyes de la naturaleza. Unos morían para que otros vivieran. Caminó hacia el lugar donde había dejado el caballo, mientras sonaban en sus oídos el crujido de los huesos de los monos cuando eran triturados.
Estaba satisfecho, había probado sus elementos de supervivencia y todo estaba en orden. Sobrevivir en la selva depende de preparación y equipamiento mínimo.
Llegó al claro donde dejó a Pampero, suelto por si se presentaba algún peligro, y lo encontró pastando tranquilamente, noble animal el zaino: el verlo lo emocionó.
Montó y se dirigió a la hacienda, hacía más de diez hora que había salido y temía que se preocuparan por él. En el camino encontró a Katia, quien con su cabellera rubia al viento, hacía soñar con una valquiria, cabalgando por el Campo de Marte.
─ ¡Oh, señor Santillán! Ya nos estábamos preocupando por usted, la selva es peligrosa.
¿Salía a buscarme?
─No, por favor. Sé que sabe cuidarse─dijo en su elemental español─pero me alegró el verlo sano y a salvo.
─Gracias, Katia ¿Puedo llamarla por su nombre?
─ ¿Por qué, no?
─Porque he notado que su marido es celoso.─Dijo sin vacilar
 ─ Sí es verdad, muy celoso. Quiere darme el mundo, pero me tiene prisionera.
─ ¿Por qué lo acepta?
─Es largo de contar, tal vez algún día se dé la oportunidad de hacerlo. Le ruego que siga hacia la maison; no quisiera que nos vieran juntos.
─De acuerdo, Katia.
Ella respondió con una sonrisa demoledora.
Cuando llegó al casco de la hacienda, Menéndez lo esperaba sentado en la galería con su habitual copa en la mano.
─ ¿Qué tal el paseo?
─Provechoso, y me dio mayor seguridad conocer la variante de senderos transitables en una selva intrincada, en la cual es difícil sobrevivir si no se está preparado.
─ ¿Viste a Katia?
─Sí, alcanzamos a intercambiar algunas palabras, cabalgábamos en sentidos opuestos.
─Katia, es muy audaz y le gusta alejarse de la hacienda, lo cual a veces me causa temor.
─ ¿Hace mucho que están casados?
─No estamos casados. Vivimos juntos; llevamos más de dos años en pareja. La conocí en la capital del departamento. Ella trabajaba para una oficina comercial de importación y exportación. Habla: inglés, ruso, francés y como habrás comprobado un poco de español. Es inteligente, además de ser hermosa; una mujer valiosa sin duda, por eso la cuido de  de miradas extrañas─dijo clavando los ojos en Santillán. A propósito, Pepe, cuánto tiempo pensás quedarte.
─Lo convenido. No creo que sean más de diez días. Hasta que se calmen un poco las aguas. Mañana cuando vayas a la ciudad, desde una cabina telefónica te vas a comunicar con un número que voy a darte: te atenderá una mujer. Te identificaras como “Nacho” y memorizaras lo que ella te diga acerca de su padre. Necesito tener noticias de lo que está pasando en Córdoba. Otra cosa: quisiera conocer de boca de un baqueano el curso del río Piraní hasta su desembocadura en el Guapay  o Grande como lo denominan.
 ─Te haré hablar con mi capataz, de todos modo es un río de llanura, sin saltos ni rápidos. Lo más peligroso son la pirañas y los yacaré.
En ese momento entró Katia. Se la veía contrariada. Saludó y pidió que le llevaran al cena a su habitación. Gabriel subió detrás de ella, era evidente que todo lo que ocurría en su mujer lo afectaba.
Pepe, también subió. Se dio una ducha y cambió algo de su ropa. Cada vez era menos lo que le quedaba; tendría que pedir que le compraran algunas prendas, para no parecer un harapiento
La cena trascurrió en silencio. Ambos hombre por distintos motivos se encontraban contrariados.

Connors, voló a Salta y de allí se dirigió a Tartagal. Habló con la policía local y gente que trabajaba en los campos cercanos, quienes ratificaron lo del paracaidista (algunos era la primera vez que veían algo así)  de la camioneta que lo recogió y del rumbo que tomó la misma.  No le quedaron dudas, Santillán había fugado hacia Bolivia. Al otro día partió a Santa Cruz de la Sierra.
Al llegar al Departamento Central de Policía se presentó y pidió hablar con el oficial González Zulueta, quien lo atendió de inmediato.
─ ¡Comisario Connors! ¡Qué agradable sorpresa!─dijo mientras extendía su mano y estrechaba en forma firme la de su visitante─Visita oficial o esta paseando en nuestra hermosa tierra.
─Digamos que más bien paseando, pero con interés profesional. Quisiera conversar un rato con usted, sino estoy interrumpiendo su tarea.
─No tengo en este momento, nada que no pueda esperar. Pase, pase, a mi oficina por favor. Póngase cómodo y dígame en que puedo ayudarlo.
Connors puso al tanto a González Zulueta de los detalles del Banco Sudamericano, de la huída de Santillán y la fuerte sospecha de que se hubiese refugiado en Santa Cruz.
Como usted verá Gonzales mi misión no es oficial y no quisiera comprometerlo a usted de ninguna manera.
─Comisario sé de su honestidad y además le debo mucho de mi formación profesional. Llevo al ETER en el corazón .Lo ayudaré, comisario; extraoficialmente, también, pero lo ayudaré en todo lo que esté a mi alcance.
Le agradezco sinceramente, González. Por favor, recomiéndeme un hotel para alojarme. Tengo una semana de permiso para permanecer aquí.
 Estoy  muy sorprendido de la pujanza que ha tomado esta ciudad. Estuve hace varios años y veo el gran cambio que se ha producido.
─El efecto soja, comisario lo mismo que en Argentina, y con la soja llegaron también las mafias del narcotráfico. Pasee, vea lo que quiera mirar; sus ojos de policía lo van a ayudar. Deme su número de teléfono móvil. Yo me mantendré en contacto con usted.
Connors se alojó en el hotel recomendado y comenzó a elaborar un plan de acción que consistía en recorrer la ciudad principalmente la zona bancaria y hoteles de mediana categoría. Sobornar a los encargados para conocer si se habían registrado nuevos viajeros argentinos. Los nombre no interesaban, sino las fechas en que arribaron y el lugar de procedencia. Sabía que era buscar: “Una aguja en un pajar”, pero debía intentarlo; ir detrás de su “corazonada”.
Caminó, por la zona de la Plaza Metropolitana y por la avenida Monseñor Rivero. Observó desde un puente el río Piraní  los grandes edificios que crecían como hongos en sus márgenes ¡Cuánto había cambiado la pequeña ciudad que él conoció!
El sonido de su teléfono celular lo saco de su estado contemplativo.
─ ¿González?
─Sí, comisario. Necesito hablar con usted. En media hora lo veo en su hotel
─De acuerdo, para allá voy.
Connors apresuró el paso; estaba cerca del hotel, y la ansiedad por  un dato alentador lo devoraba. Tenía una semana, solamente una semana de tiempo y no quería regresar con las manos vacías.
Se sentaron en una mesa alejada del público en el bar del establecimiento.
─Comiario, Connors. La policía boliviana ya está notificada del caso Santillán y realiza las investigaciones necesarias para saber si está en el territorio nacional. Esto por si solo debería bastar, pero lamentablemente coincido con usted, las instituciones policiales, políticas y judiciales en gran parte del mundo  están infiltradas por corruptos pagados por el narcotráfico. Si Santillán ha elegido este lugar es porque tiene sus contactos. Hay varios argentinos que han hecho grandes fortunas de dudoso origen y se sospecha mantienen vínculos con narcos colombianos. Pienso que en ellos tenemos que fijar la atención, para ver si nos dan alguna pista sobre la “Guarida del tigre”. Hay un compatriota suyo, Gabriel Menéndez a quien se lo ve siempre caminar por los “pasillos del poder”. Es un hombre con mucho peso político, por las influencias que tiene, y también por su patrimonio económico. Tal vez sea uno de los personajes más ricos de la región.
─ ¿Por qué me ayuda, González?
─Por agradecimiento y  porque también estoy harto de la corrupción y quiero colaborar en lo que pueda para ayudar a combatirla. Tenga en cuenta, que la investigación que estamos realizando el ilegal, por lo tanto debemos movernos con mucha cautela.
─Lo tengo muy en cuenta, González. Soy consciente de que nos estamos jugando la cabeza.

─Pepe, ya tienen en la policía un pedido de investigación sobre probable paradero tuyo en la región de Santa Cruz, por supuesto la misma va a ser muy light, así que puedes quedarte tranquilo. Hablé al número que me diste, respuesta: “tu papá bien, tus primos trabajando con el tío”. No sé si son buenas o mala noticias. Lo que sí quisiera saber, aunque fuese muy poco es sobre el dinero. Yo me estoy jugando por vos. Y estamos sobre el plazo de permanencia que habíamos convenido.
─Es razonable tu planteo, “Pacho”. Para tu tranquilidad te digo que el mensaje que me trajiste, son buenas noticias. El dinero está en poder de quien debe estar.
─Me alegra escuchar, lo que me dices: brindemos por ello. Vamos a cenar sin Katia, viajó a Buenos Aires de compras, regresa mañana. Le gusta vestir a la última moda y sobresalir entre sus amigas.
─Todas las mujeres son iguales, se cuidan más de deslumbrar a otra mujer que a un hombre.
─Dijiste que la investigación, sobre mi posible paradero, iba a ser “liviana”. Eso a mí no me conforma. Yo desconfío de todo, ya te dije que por eso estoy vivo. Por lo tanto a partir de ahora estaré en máxima alerta.
─Hace lo que quieras, Pepe, mientras que no interfieras en mi vida ni en la de Katia, y cuando más pronto desaparezcas, mejor para todos.
─No te creas que me siento de vacaciones. Me es muy desagradable permanecer en tu casa, Si estoy aquí, es de acuerdo a lo convenido y por lo cual recibirás un buen pago. Te digo algo, “Pacho” vos y yo somos una mierda. La diferencia, está en que yo lo reconozco y vos te crees un caballero de la era victoriana y actúas como un estúpido
Gabriel Menéndez, ciego de ira se puso de pie y tomó de la mesa, un filoso cuchillo de despostar.
─No seas estúpido, ─dijo Santillán extrayendo la pistola: sabés que no vacilaría en matarte. Y decile a tus muchachos, que sé me están vigilado, que si alguno se acerca te vuelo la cabeza. Yo ya estoy jugado y vos necesitas cobrar lo que se te debe.
Subió las escaleras, dirigiéndose a su habitación. Abajo quedaba Menéndez con la mirada cargada de odio perdida en el vacío.”Pacho” era un hombre muy violento, capaz de cualquier brutalidad cuando lo cegaba la ira.
Se puso un plazo: en cuarenta y ocho horas partiría. El plan, que ya había madurado, consistía en dirigirse a la selva, con el propósito de despistar a quien lo siguiera, y allí tomar una canoa que había encontrado oculta, la cual seguramente pertenecía a alguno de los peones de la hacienda con fines de pesca,  y por el río llegar a la ciudad. Allí buscaría la forma de alcanzar Buenos Aires y perderse en la inmensa urbe, hasta recuperar el dinero y esfumarse del país por un tiempo. Sabía que tenía los mastines detrás de él y no iba a dejar que lo “garronearan”.
Cerca de la medianoche, le pareció escuchar el rumor de voces airadas, que  no podían ser otras que de Pacho y su mujer. ¿No dijo que estaba en Buenos Aires? ¿Habría regresado en una avión privado?, porque por la hora era muy difícil pensar en un vuelo de línea. En un momento creyó escuchar un gemido ahogado. Sé levantó de la cama y aguzó sus oídos acostumbrados a percibir hasta el vuelo de una mariposa. Abrió la puerta sin hacer el menor ruido y descendió algunos escalones hacia la sala que estaba en semipenumbras. No le quedaron dudas, era la voz de Katia y los quejidos y palabras airadas provenían del lado oeste de la casa donde están los dormitorios principales. ¿Qué estaba pasando?, seguramente desavenencias matrimoniales. Pacho, además de violento, daba la impresión de ser un tipo muy celoso. Volvió a su dormitorio y trato de conciliar el sueño.

─Comisario Connors, se tienen sospechas muy fundadas de que Santillán está refugiado en la hacienda de su compatriota Gabriel “Pacho” Menéndez, quien trató de que se ·”cajoneara” la investigación pedida por las autoridades argentinas.”Pacho” es un tipo como ya le dije antes, con influencias en las autoridades locales y muy sospechado  de fuertes conexiones con narcos colombianos. En poco tiempo hizo una inmensa fortuna, que llamó la tención de todos, pero él compró voluntades a diestra y siniestra, manteniéndose a flote hasta ahora, en que parece que la presión del gobierno de EE. UU. es muy grande y se está eclipsando su buena estrella. Soy uno de los designados a esta investigación. Solicité se lo incorporara como observador de la policía argentina y me fue concedido, previa consulta con sus superiores, así que ahora, está oficialmente colaborando con la policía boliviana y es probable que pueda “echarle el guante” a su hombre.
─González, no sé como agradecerle, esto es muy importante para mí.
─No tiene nada que agradecer; no se olvide que ambos somos del ETER, comisario.
Es muy probable que mañana hagamos un allanamiento a la finca de “Pacho” Menéndez. Hay que actuar rápido antes de que lo pongan sobre aviso. No me extrañaría que ya estuviera al tanto de todo. Vamos a tratar de tomar todas las precauciones para que mi pájaro y el suyo no se vuelen.
Connors, se comunicó con el comisario Rolandi quien recabó la autorización para trabajar con la policía de Bolivia.
─Actúe con prudencia, comisario; no olvide que está en calidad de observador. Si Santillán esta allí y se lo captura, se enviara inmediatamente el pedido de extradición. Somos optimistas de que pronto capturaremos a Rolando Escudero; él y Santillán deben ser los únicos que saben dónde está el dinero. Pareciera que el círculo se va cerrando. Por favor manténgame al tanto de todos los acontecimientos. Le deseo buena suerte.

Por la mañana, bien temprano, Pepe Santillán, salió de la casa con el objeto de hacer un último reconocimiento del terreno antes de partir al otro día. Los gritos y lamentos escuchados en la noche lo habían dejado muy preocupado; algo estaba ocurriendo y presentía que no era nada bueno. Deseaba abandonar ese lugar a la brevedad posible.
Tenía que desorientar al “Pacho”; que creyera que su objetivo era alcanzar la frontera con Brasil. Temía ser traicionado por un hombre que no respetaba códigos, aunque  tenía un buen reaseguro: el dinero.
Comprobó que la canoa estaba en buenas condiciones, que le permitirían hacer el largo recorrido hasta la ciudad capital. Podría pasar inadvertido entre las numerosas embarcaciones que hacían el viaje en ambos sentidos. Una vez en tierra, se las arreglaría para llegar a Salta y de allí a Buenos Aires. Había estado en peores situaciones y pudo salir airoso ¿Por qué no, en esta?
Cerca del medio día, decidió volver a la casa. Habitualmente, “Pacho” no estaba en la hacienda a esa hora; pasaba el día en la capital y regresaba al anochecer. Todo era planificado por su custodia que se movía en forma  muy disimulada, muy profesional.
Poco antes de llegar, notó un movimiento inusitado del personal y guardaespaldas que le llamó la tención. Al entrar al vestíbulo se encontró con un cuadro que lo paralizó: “Pacho” Menéndez, borracho, con una copa en la mano y Katia muerta sobre la alfombra que se iba tiñendo con el rojo de la sangre: dos balazos, uno en la cabeza y otro en el pecho a la altura del corazón.
─ ¿Qué hiciste, “ Pacho”? ¿Qué pasó?
─Esta, hija de puta─ dijo, señalándola con la pistola que aún tenía en la mano─, era informante de la DEA; lo sospechaba, por eso la hice seguir en Buenos Aires, y comprobamos que entró a la embajada norteamericana sin ningún problema. Al otro día se la vio acompañada por un miembro del consulado que sabemos trabaja en el departamento de narcóticos. Anoche la hice confesar a cachetazos y hoy… quiso huir y ahí la tenés. Otra cosa, me acaban de informar que vienen a detenernos a los dos, así que raja para donde quieras, a mí  me vendrán a buscar para sacarme de aquí; vos arréglatela como Dios te ayude. Dentro de un rato de este palacete no va quedar nada. Tengo material incendiario estratégicamente distribuido, para reducir todo a cenizas.
Santillán lo miraba asombrado; las puertas del infierno se habían abierto antes de lo que pensaba. Esta situación cambiaba totalmente sus planes. Tenía que pensar rápidamente en un plan alternativo. “Pacho” muy probablemente se iría en un avión y él tendría que “colarse” por la fuerza, a punta de pistola
─Busca tus cosas y andate, mientras puedas hacerlo, ¡No te quiero ver más por aquí!─ gritaba  con el rostro transfigurado por la furia y el alcohol, que le daban aspecto de un demente
Pepe no se hizo rogar. Subió rápidamente la escaleras, entró a su dormitorio tomó su mochila y salió de la casa sin decir una palabra. Afuera reinaba el caos: los peones se habían refugiado en los galpones y los custodios no querían jugarse el cuero por el jefe y trataban de desaparecer, a excepción de los dos más cercanos y fieles. Se ocultó detrás de unas matas de ligustro a observar los acontecimientos. Minutos después la mansión comenzó a arder por los cuatros costados. Era verdaderamente un espectáculo digno de la lira de Nerón.
 Menéndez, salió llevando un portafolio en la mano acompañado de uno de sus custodios, justamente cuando comenzaba a escucharse el motor de un avión volando a baja altura.
─ ¡No me equivoqué! ─ murmuró, Pepe que miraba maniobrar al aparato tratando de aterrizar en un campo muy cerca de donde él estaba.
Entre el denso humo del incendio vio a Menéndez correr hacia el avión acompañado por su guardaespaldas.Corrió detrás de ellos con la pistola en la mano. El custodio presintió alguien a sus espaldas, por ese sexto sentido que tienen los que se dedican a estas tareas y giro su cuerpo; no alcanzó a completar el movimiento, un balazo le dio en plena cara, cayendo sobre “Pacho” quien recién se dio cuenta de lo que pasaba. Estaban a pasos del avión que mantenía el motor en marcha y  la puerta abierta. Pepe, lo tomó del cuello y le puso la pistola en la cabeza.
─Vamos, Pacho; vas a viajar acompañado─dijo gritándole al oído, para superar el ruido del motor.
Pacho con una ira incontenible, trataba de quitárselos de encima. El piloto gritaba que tenía que despegar de inmediato, que ya había un helicóptero de la policía sobrevolando la zona. Pepe Santillán hizo uso de su mayor fuerza física e introdujo a Menéndez de un empujón. Detras subió él, cerró la puerta y le ordenó al piloto despegar. El Piper carreteo y levantó vuelo. Dentro de la cabina el forcejeo continuaba. Cuando el altímetro indicaba los ciento treinta metros de altura, el avión cayó en picada estrellándose en el campo. No se incendió pero quedó totalmente destruido.
Una hora después llegaron los vehículos policiales, quienes encontraron solamente restos humeantes de la casa y un avión destruido con tres cadáveres adentro. Entre los escombros se descubrió el cadáver calcinado de Katia.
González y Connors miraban asombrados el panorama dantesco que tenían ante sus ojos. La historia había terminado para ambos: Santillán y Menéndez estaban muertos. Connors no tendría que seguir persiguiendo un fantasma que aparecía y desaparecía. Sus restos estaban allí, muy lejos de Córdoba, en el Amazonas Boliviano. Era fácil deducir lo que había ocurrido en el avión, porque el piloto tenía  un balazo en la parte posterior de la cabeza, sin duda forcejearon y se escapó un tiro. Lo de Katia era otro tema, debido a que ni las autoridades bolivianas sabían que ella trabajaba para la DEA.
─Comisario Connors, creo que puede regresar tranquilo, su persecución ha terminado y tiene la satisfacción del deber cumplido
─Usted lo hizo posible, González. Su colaboración fue imprescindible. Yo llegué  aquí necesitando, ayuda, más que la oficial, la de un camarada de armas y la encontré.
─Gracias, comisario por sus concepto ¿Sabe que es lo que más aprecié de su trabajo en este caso,,Connors? La sutileza con que siguió los pasos del prófugo, como fue  deshilvanando su plan de fuga, como fue encontrando las huellas en el aire y la “corazonada” final, y por supuesto la tenacidad para lograrlo ¿De qué origen es su apellido?
─ Irlandés, mis abuelos eran irlandeses, de Dublín.
─Raza muy tesonera, de pioneros y usted le hace honor al apellido.

La identificación de los cadáveres no admitió dudas sobre la identidad de los muertos en el avión. La autopsia de Katia demostró que antes de quemarse había sido muerta de dos balazos.¿Porque? todo eran conjeturas, probablemente nunca se supiera. Sé redactaron los informes correspondientes para enviar a las respectivas jefaturas y cumplir los inevitables trámites administrativos.
Al otro día en el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra. Ambos policías se despidieron  con un fuerte apretón de manos. La misión había concluido.
De Córdoba comunicaron a Connors que el dinero se había recuperado y “El sordo” escudero estaba preso. El círculo se había cerrado totalmente. La famosa banda del “Zorro” o Pepe Santillán ya no existía.