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jueves, 1 de noviembre de 2018

UNA VISITA INESPERADA


UNA VISITA INESPERADA

Faltaba poco para que amaneciera. A través de la ventana que  mira hacia el este, comenzaba a penetrar la claridad grisácea  y sombría que antecede a los primeros rayos de luz que indican el comienzo de un nuevo día.
Descansaba en la habitación, que durante muchos años, había sido el dormitorio de mis padres. Estaba aun semi dormido; haciendo un poco de pereza, antes de levantarme y comenzar la jornada laboral y la rutina diaria. En un momento, que jamás olvidaré, tuve la sensación de que mis pies y la cama se movían:¡ un temblor, pensé! Debo aclarar que la habitación está situada en un primer piso donde estos fenómenos se sienten con más intensidad. Encendí la luz y de inmediato miré hacia el techo; la antigua lámpara colgante con plaquitas de vidrio que la adornaban, no se movía y por lo tanto no se escuchaba el tintineo característico que produce al balancearse. Me invadió una gran curiosidad ¿Qué estaba pasando? Tenía la seguridad de no haber soñado. Presentía que no estaba solo que algo o alguien estaba allí, en el dormitorio!… y no sabía que, ni dónde.
Me senté en la cama, expectante. Una repentina intuición se apoderó de mí, de mi razonamiento, dé mi alma y dije en voz alta
̶ Sé que estás aquí mamá, que me visitas: lo presiento. Por favor no me dejes con dudas: Dame una señal de que no estoy equivocado…Una suave caricia recorrió mi cuello y espalda con la calidez que solo puede tener cuando está cargada de amor ¡Me estremecí de alegría! no de miedo o de aprensión. Estuve unos minutos extasiado. El silencio era total. Nada se escuchaba. Mis ojos asombrados veían que la luminosidad grisácea que había penetrado en mi cuarto se, tornaba azulada. Mis escasas dudas sucumbieron
̶ Gracias, mamá por visitarme alcance a balbucear. Fue un inapreciable regalo el que me has hecho. Regresa a descansar, yo también lo haré.
Sentí que una enorme paz me invadía y cerraba mis ojos.
Ya vería como justificar el retraso a mi trabajo donde tenía fama de puntual. Pero nada podría desplazar el momento maravilloso, único, imborrable, que había vivido: la visita de mamá que había regresado por unos instantes desde el “otro barrio” a visitar a su hijo.
̶ Gracias, mamá̶ dije, nuevamente en voz muy baja ̶ tal vez
Muy pronto nos veamos. Yo también he comenzado a preparar mi “mudanza”
                                   DAMIAN