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sábado, 16 de junio de 2012

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'via Blog this'TANIAPublicar entrada



Fines de abril de 1940, maravilloso otoño en Traslasierra, con sus senderos tapizados de hojas de diversos colores, el cielo intensamente azul y una fresca brisa que soplaba del oeste, hacían de la zona de San Javier un bucólico paisaje serrano.
Un Ford último modelo avanzaba lentamente por el polvoriento camino que lleva hacia  el cerro Champaquí. Dos pareja viajaban en el. A través de las ventanillas levantadas, por el polvo  y el frío del atardecer se podía ver que charlaban animadamente. A menos de un kilometro del poblado, doblaron a la izquierda por un estrecho sendero serpenteante, bordeado de: pinos, sauces y paraísos. El incesante parlotear de las cotorras, tapaba el trino de los otros pájaros, que eran escasos por la época del año y la hora del día.
A doscientos metros del camino principal detuvieron la marcha, frente a una casa de muy buen aspecto con un amplio jardín cubierto de maleza. Era evidente que en la misma no había moradores.
Una vez franqueada la puerta de entrada comenzaron de inmediato a bajar el equipaje y algunas cajas de cartón. Se abrieron las ventanas, para ventilar el ambiente cerrado y se encendió la luz. Había descendido la temperatura; el aire que venía de las montañas era frio y estaba anocheciendo.
Bruno se quitó el abrigo y el sombrero se apoltrono en un sillón de la sala y encendió un cigarrillo. Sus compañeros de viaje lo rodearon.
─Afortunadamente hemos llegado a destino sin contratiempos. La mejor forma de pasar desapercibido en una comunidad tan pequeña como esta, donde todos se conocen desde que nacieron, es hacerse ver. Quedarse encerrado en esta casa sería un grave error. Todo el mundo comenzaría a pensar en cosas raras y la policía de Córdoba no tardaría en enterarse. Este es territorio de un caudillo conservador, Juan Manubens Calvet, hombre millonario y extremadamente sagaz. Vamos a fingir que somos dos matrimonios en viaje de negocios y que aprovechamos el tiempo para hacer un poco de turismo. Yo me voy a poner en contacto con el administrador de Manubens, fingiendo interés en comprar tierras en la zona. Es muy importante aparentar ser gente decente, así que ustedes dos: Renata y Rosa, dejan de pintarrajearse como “bataclanas” y se visten caminan y hablan como señoras. Si no les sale comiencen a practicarlo ahora mismo, sino las llevo al cerro y las dejo abandonadas, para que se mueran de frio, hambre y sed. Ustedes saben que yo no ando con “chiquitas.” Si están aquí es porque las necesito. Por favor vayan a ordenar las habitaciones y quédense en ellas hasta que las llame. Tengo que hablar a solas con Guido.
─Hermano, hasta ahora todo ha salido bien, pero como dice el tango: “La  suerte es grela” y en cualquier momento se nos puede dar vuelta.  Hay que estar preparado para ello: improvisar es de novatos, planificar de profesionales. He dejado en Buenos Aires, pistas falsas, para que la policía y los “muchachos del ambiente” crean que nos “rajamos” a Montevideo, pero, pero, detrás de nosotros está el comisario Hernández, que no es de los que se “compran un buzón”. El asalto al banco fue perfecto. Estábamos todos encapuchados y enguantados. A pesar del tiroteo no se hirió a nadie. Y nos llevamos una suma impensable. Creo no equivocarme si digo que es uno de los robos más grande de la historia ¿Quién va a ser uno de los principales sospechosos, aunque no nos hayan visto la cara?: ¡ el “Tano” Baldatti,!  Uno de los pocos que puede planificar un robo con precisión de relojería. Soy siciliano y lo llevo en la sangre. En mi familia casi todos fueron bandoleros. Por lo que el comisario, al que no le gusta que le “mojen la oreja” debe estar olfateando el aire como perro perdiguero y enviando sus sabuesos a todas partes.
─¿Qué hacemos con la plata? Es mucha “Guita” para andar con ella en un bolso.
─ Lo sé, Guido y creo tenerlo solucionado. Después del asalto vos viste que les di lo que le correspondía al “Negro” Funes y a Andrecito.No se te habrá olvidado el gesto de disconformidad del “Negro”¿Qué quería recibir? ¡Yo le di convenido!. Hay que andar con cuidado con él: le veo “facha” de “ortiva”. Si vos queres tu parte te la doy ahora. A la mía se la mando por encomienda a Vichenzo, que vos sabes es mi segundo padre y da la vida por mí. ¿Te conté que cuando eran niños, él y mi viejo hicieron un pacto de sangre, para protegerse ellos y a las respectivas familias durante toda la vida? Estos pactos eran bastante frecuentes entre sicilianos y calabreses y se respetan a muerte. Voy a retirar una cantidad suficiente para tirar un tiempo, viviendo de una manera modesta, sin llamar la tención, y el resto lo envío, por la institución más segura y seria de este país: el correo. Hago una encomienda y mañana la despacho desde Villa Dolores.
─ ¿Estás seguro, Bruno? ¿Vas a enviar ochocientos mil pesos, en una encomienda, por correo?
─Yo estoy seguro, Guido. Ya te dije que vos puedes retirar lo tuyo. No estás obligado a nada.
─Lo sé, Bruno. Voy a pensarlo. Tengo tiempo hasta mañana.
Esa fría noche encendieron el hogar y cenaron de las provisiones que traían en una canasta. Renata y Rosa hacían esfuerzos para tratar de comportarse como señoras, ante la mirada burlona de sus compañeros.
A primera hora de la mañana, Bruno y Guido tomaban mate en la cocina, mientras las mujeres dormían todavía.
─ Te sigo, hermano. Yo también confiaré mi plata al correo─dijo Guido con énfasis.
─Bien, entonces a media mañana, vamos a Villa Dolores, primero al correo, para despachar el paquete y luego voy a tratar de entrevistarme con alguno de los secretarios o administradores de Manubens Calvet, simulando el querer hacer negocios con él. Vamos a salir con las chicas, vos te vas a encargar de ellas, sobre todo de que saluden a la gente y hablen solamente lo necesario. Antes de ir a Villa Dolores vamos a dar una vuelta por el pueblo, quiero que la gente nos vea. Voy a afeitarme el bigote y cambiar de peinado por las dudas que lleguen a publicar alguna foto mía en el diario. Como te dije antes. No saben quiénes fueron los asaltantes, pero seguro van a sospechar de mí.
Una hora después el flamante Ford daba vueltas por el pueblo ante la curiosa mirada de sus habitantes. Se bajaron en la plaza, caminaban y saludaban: las mujeres con una sonrisa, los hombres con una inclinación de cabeza o tocándose el ala del sombrero.
Bruno pidió que lo esperaran y cruzó la calle para comprar cigarrillos. Vio una pequeña farmacia  y recordó que tenía que comprar aspirinas y un jarabe para la tos.
─Buenas días, señorita─dijo con su mejor sonrisa.
─Buenos días, señor ¿Qué necesita?
─Aspirinas y un jarabe para la tos
─ Se ha pescado un resfrío.
─Creo que sí. No estoy acostumbrado a este clima.
─ Sí, sé que son recién llegados. Todo el mundo lo sabe, es un pueblo muy pequeño. Si no es mucha curiosidad ¿De dónde vienen?
─De Rosario. Viaje de placer y negocios.
Ambos se examinaban y ambos se habían agradado. Ella era: menuda, rubia, con hermosos ojos verdes y una sonrisa angelical. Bruno: apuesto, elegante, agradable en su trato
─Aquí le entrego los suyo.Si continua la tos, será mejor que vea a un médico.
─Lo haré, sin dudas.
─Al llegar a la puerta dio media vuelta y preguntó:
─Perdón, ¿Cuál es su nombre?:
─Tania─ dijo ella, ruborizándose.
Bruno se retiró pensativo. Apuró el paso y se reunió con sus compañeros para dirigirse a Villa Dolores.

Llevaron la encomienda al correo, luego fueron tomar un café. Compraron los diarios “Critica” y “El Mundo”. Las noticias de la guerra ocupaban la mayoría de las páginas: los alemanes habían invadido Bélgica y Holanda, los franceses y el ejército expedicionario británico resistían a duras penas los embates de los tanques de Guderian. Churchill había jurado como Primer Ministro en reemplazo de Chamberlain. La crónica policial daba prioridad al asalto a la sucursal Flores del Banco de la Nación. Se seguían varias pistas. El ministro del Interior presionaba sobre el jefe de policía para que apresurara la investigación y se diera con los culpables. En “El Mundo”, para deleite de Guido, seguían apareciendo las “Aguafuertes Porteñas” de Roberto Arlt.
La entrevista con uno de los administradores de don Juan Manubens, fue prolongada. El hombre parecía interesado en una inversión importante, sin importarle demasiado la procedencia del dinero,siempre que la misma fuera de contado. El “dueño” del Valle de Traslasierra basó su fortuna en la avaricia y la desconfianza. Acordaron en realizar nuevas entrevistas.
De regreso, Bruno, se mantenía callado y pensativo. Había algo en el ambiente, que no podía precisar, pero que lo mantenía inquieto. Al estar tan lejos de Buenos Aires, de sus amistades y contactos, se sentía aislado. No quería comunicarse con Vichenso por, miedo de que se filtrara su ubicación. Habló el tema con Guido y concluyeron que por el momento sería mejor no moverse. No se podía pensar en huir al exterior porque las fronteras sin duda estarían muy custodiadas. Hernández era un verdadero perro de presa y más ahora presionado por el poder político. Después de almorzar (se Habían aprovisionado en Villa Dolores) se acostó un rato, haciendo tiempo de que reabriera la farmacia. Deseaba volver a ver a Tania.
─Buenas tardes,Tania.
─ ¡Oh!, buenas tardes, señor ¿de nuevo por aquí?
─Como podrá ver he sobrevivido a sus medicamentos─ Ambos rieron de buena gana rompiendo el hielo y dejando de lado el protocolo coloquial─ Tania mi nombre es Hugo y he venido a conversar con usted.
─Bueno, Hugo, y de que quisiera conversar usted conmigo.
─Que me contara un poco sobre el pueblo y su gente. Tengo intenciones de invertir en la zona. Estoy convencido de que es una región de gran porvenir turístico por su belleza.
─ ¿Ha conocido el Hotel Yacanto? Está aquí cerquita, ¡Es una belleza! Fue construido por los ingleses. Viene gente de alto nivel social. Tiene campo de golf en el cual se hacen importantes torneos.
La conversación, que fue interrumpida solo por alguno de los escasos clientes  que entraban, quienes miraban a Bruno como “bicho raro”, se extendió por más de una hora. Se despidieron con una amplia sonrisa.
 En Buenos Aires las investigaciones iban encontrando caminos más firmes. Se había detenido a Andrecito, a quien los informantes de la policía habían visto gastar bastante más de lo que habitualmente hacía. En la Federal sabían bien de la amistad que lo unía al “Tano” Baldatti, por lo que este hecho ponía a Bruno como sospechoso número uno. Para el comisario Hernández el “Tano” no había abandonado todavía el país y debía estar metido en algún “agujero” de su inmensa geografía: vaya a saber dónde. Decidió pedir ayuda a las policías provinciales. No quería publicar su foto en los diarios, para no “levantar la perdiz”.
En San Javier, la inacción y el aburrimiento, comenzaba a hacer sentir sus efectos. La radio y los diarios dedicaban la mayor parte de sus noticias a la guerra en Europa: en Dunkerke el ejército británico se encontraba sitiado y el fin parecía próximo. Los programas radiales humorísticos de Nini Marshall con sus creaciones de “Cándida” y”Catita” y el juego de cartas distendían un poco al grupo, que ya estaba cansado de dar vuelta por el pueblo y de ir y venir de Villa Dolores. A pesar de que había muchos lugares para visitar no querían alejarse demasiado de donde ya habían trazado sus vías de escape. Bruno se contenía para no aparecer demasiado seguido en la farmacia. Sabía que despertaría habladurías, que en los pueblos son implacables.
Una fresca, pero soleada mañana, decidió hacer un poco de ejercicio y caminar hasta los verde ojos de Tania. Llegó un poco cansado. La prolongada inactividad iba dejando sus huellas en su físico, en general bien conservado.
─Hola, Tania.
─ ¿Cómo está Hugo? Se lo nota un poco cansado.
─Vine caminado.
─ ¿Se quedo sin auto?
─No, me quedé sin piernas─ dijo riendo.
Conversaban animadamente, cuando Bruno se acercó a la ventana y comenzó a mirar con atención a dos autos, con varios ocupantes en los mismos, que circulaban lentamente. Intuyó de que se trataba. Hacía mucho tiempo que vivía al margen de la ley, como para no reconocer a los “tiras”, aunque estuvieran de civil.
─El teléfono, Tania, donde está el teléfono─ dijo imperiosamente.
─ ¿Qué pasa, Hugo?─ dijo mirándolo asombrada.
Bruno, tomo el aparato sin responder.
─ ¡Guido, “rájate” ya mismo! La policía está en el pueblo y no van a tardar en llegar. Deja a las chicas. A ella no les va a pasar nada, fueron traídas con un engaño.Subite al auto así como estas y salí por el camino que va al cerro.
─ ¿Y vos?─ se escuchó del otro lado de la línea
─Yo me las voy a arreglar. Sabés que siempre lo hago ¡Andate ya, carajo!─dijo colgando el teléfono. Verificó la carga de la pistola y se sentó lejos de la ventana
Tania estaba pálida y sus manos temblaban. Le parecía una pesadilla lo que estaba viendo y escuchando.
─¿Qué pasa, Hugo, qué pasa, por Dios?.
─Pasa que tenemos que irnos de inmediato. Vos venís conmigo.
─ ¿Usted está loco?
─No estoy loco. Estoy tratando de salvar mi vida y vos tenés que ayudarme ¿El Chevrolet que está en la puerta es el de tu padre?
─ Sí…pero
─Dame la llaves y vamos. En el camino te cuento.
─Pero tengo que avisarles a mis padres…
─ Vos no tenés que avisarle nada a nadie.Te estoy secuestrando, ¿lo entiendes?─la tomo bruscamente de un brazo y la llevo hacia el auto. Afortunadamente para Bruno en ese momento no se veía a nadie en la calle. Llevaba bajo el brazo una manta que había visto en el negocio.─Vos manejas yo voy a ir acostado en el piso de atrás cubierto con la manta. No intentes traicionarme, Tania, porque estoy dispuesto a todo. Nos vamos a Merlo. Maneja tranquila y vuelvo a pedirte: no se te ocurra delatarme.
Tania respondía como si estuviese hipnotizada. Estaba rígida por lo que la conducción era torpe. Poco a poco se fue relajando. Se cruzó con varios conocidos que la saludaban con simpatía. Hacia el este se escuchaban disparos y notó que Bruno se movía inquieto bajo la manta.
─Tranquilícese, seguramente su amigo va a lograr escapar─ dijo con un suave hilo de voz.
Antes de salir de Yacanto una patrulla policial le hizo señas para que se detuviera.
─ Buenas tardes, señorita, por favor sus documentos ¿Es usted de la zona?.
─Sí, tengo farmacia en San Javier─ dijo con voz serena.
─¿Hacia dónde se dirige?.
─Voy a La Paz a entregar unos medicamentos Bruno había montado la pistola y la tenía lista para disparar─¿Qué es lo que ha pasado? No estamos acostumbrados a ver tanta policía por aquí. Recién me pareció escuchar disparos.
─Estamos detrás de unos delincuentes, de Buenos Aires que asaltaron un banco. Se han refugiado aquí en la zona de San Javier. El jefe por el momento ha escapado, pero su cómplice fue capturado herido. Se resistió a balazos. Lo mandaron al hospital de Villa Dolores. Tenga cuidado. Si ve algún extraño o sospechoso en el camino, por favor avise. Siga nomás─ dijo tocándose la visera de la gorra,
Cuando el auto continuó su camino se escuchó desde atrás un apagado:«Gracias, Tania, gracias».
Bruno comenzó a contar la historia de su vida, que desde la adolescencia estuvo al margen de la ley; las circunstancias que lo llevaron a delinquir; que su padre y su abuelo, donde él había nacido,pertencieron a la mafia. Juró que una sola vez había matado y había sido en defensa propia. Tania escuchaba en silencio a un hombre que estaba acorralado y sumamente dolorido por la suerte de su amigo. ¿Por qué el destino le había puesto esta enorme prueba? ¿Qué debía hacer? ¿Qué estarían preguntándose sus padres al ver que no regresaba? Bruno seguía confesándose, como si ella pudiera perdonarlo, no de su secuestro, sino de todo su pasado.
Cuando cruzaron el límite con San Luis, Bruno le indicó que se detuviera. Salió del piso de la parte trasera del auto y tomo el volante. Tania lo miraba de reojo.
─ ¿Cuándo me va a dejar volver a mi casa? Ya estamos lejos. Mis padres deben estar desesperados.
─Pronto, Tania, pronto.─Contestaba maquinalmente─. Estaba sumido en sus pensamientos.
En Merlo, fueron a una casa situada en los suburbios. Salió a recibirlo un hombre mayor que lo estrechó en un fuerte abrazo. Tania estaba tranquila. Esperaba en el auto. Su comportamiento no era de una rehén, sino de una compañera acostumbrada a vivir esta circunstancias

El pueblo de San Javier era un caos. Todo el mundo estaba en la calle comentando a viva voz los hechos insólitos por los que se vieron sacudidos: los pistoleros que habían convivido con ellos durante varias semanas; el tiroteo con un herido, y fundamentalmente el secuestro de Tanía, cuyos padres estaban desesperados.
 Los vecinos trataban infructuosamente de tranquilizarlos. La policía aseguraba que el “Tano Baldatti” no tardaría en caer; que era un asaltante de bancos, no un asesino, por lo que Tania regresaría sana y salva, explicaciones que de nada servían al matrimonio Madovani, que lo único que deseaban era recuperar a su hija; volver a tenerla con ellos. Radio Splendid había destacado un cronista en el lugar de los hechos y transmitía al segundo las novedades. Se sabía que al pistolero capturado, Guido Lombardi lo estaban operando de la herida recibida. En unos de los flashes deportivos se aseguraba que el domingo, en Boca, reaparecerían Sarlanga y Emeal en el partido contra River.

Bruno hizo una seña a Tania, quien bajo del auto y fue presentada a Aldo como una amiga muy querida
─Aldo, es un amigo entrañable de toda la vida. Aquí podremos quedarnos un par de días, hasta que las cosas se hayan calmado un poco. Él tiene que viajar mañana temprano a Córdoba y desde allí hablará a tus padres asegurándoles que estás bien. Tania agradeció con dos grande lagrimones que surcaron sus mejillas y dando un fuerte apretón de manos a Aldo, que miró a ambos e hizo un movimiento de cabeza, dando a conocer que no entendía, la situación que tenía ante sus ojos
La habitación era amplia, tenía: dos camas, una mesita de noche con un velador, un fornido ropero, una mesa de mediano tamaño sobre la cual había un aparato radio, cuatro sillas y un perchero (el cuarto pertenecía a uno de los hijos de Aldo que ahora vivía en Córdoba) una pequeña ventana daba hacia un amplio patio donde se podía ver: una higuera, una hilera de árboles frutales, desnudos por el otoño, un aljibe, un horno de barro y dos viejos perros dormitando al sol.
Se sentaron y por unos minutos permanecieron en silencio. Tania decidió hablar:
─Bruno ¿qué va a ser de mí?
─Nada malo te va a pasar, Tania, te lo prometo.
─Lo sé.
─¿Por qué lo sabes?
─Porque en el fondo no eres un mal hombre.
─Es la primera vez que me lo dicen ¿y sabes? Me gusta.
En ese momento llamaron a la puerta y Bruno en un movimiento instintivo tomo la pistola que llevaba en la cintura, haciendo señas con el dedo a Tania de que no hablara.
─Soy yo, Aldo, abran,
Ante la indicación de Bruno, que permanecía pegado a la pared, Tania, abrió y se encontró con la amplia sonrisa de Aldo, que traía dos toallas y una bolsita con elementos de higiene personal. Lo agradeció como el mejor regalo recibido en su vida.
─Puedes acostarte tranquila, Tanía, sabré respetarte y cuidar tu honor.
Tania agradeció con una sonrisa.
─Mi honor ya está perdido, Bruno, dijo con  profunda tristeza. Lo siento más por mis pobres padres, que por mí ¿Quién va a creerme que luego de estar varios día en manos de un hombre, reñido con la ley, yo voy a continuar virgen, nadie ¡Ni mi madre lo creería! ¿Sabe porque voy a volver?, por ellos. La gente va a ser implacable. Hoy murió, Tania, la chica de la farmacia, y nació una mujer deshonrada, a la que todo el mundo mirará de reojo y apena dirigirá la palabra. Usted cambió mi vida y para siempre.
Bruno,  presa de una intensa angustia, tomo su mano muy suavemente. Ella no la retiró.
La radio decía que el cerco sobre “El tano” se iba cerrando, que era cuestión de horas.
Tania le pregunto angustiada:
─ ¿Qué va a hacer? Por favor dígamelo.
─ ¿Te preocupa mi suerte?
─ Sí, ¡No quiero que lo maten! Ya le dije creo que en el fondo es una buena persona.
─Nuevamente gracias, Tania, es la segunda vez que me lo dices. Voy a estar aquí un par de días, no más de dos o tres y partiré a Mendoza, donde por caminos no convencionales, de contrabandistas, trataré de llegar a Chile. Desde este momento estás libre, puedes regresar cuando quieras.
─ ¡No! ─Respondió con los ojos húmedos─. Mi aventura termina en Mendoza, cuando te vayas. Juntos lo comenzamos y juntos lo terminamos. Era la primera vez que lo tuteaba.
Él la abrazó fuertemente. Ella se desprendió de sus brazos. Quisieras que tomáramos mate ¿Te gustan?
─Para el porteño es mate es parte de su vida─ respondió con una amplia sonrisa.
─…Y esa fue mi vida. Siempre al lado de mis padres Soy única hija. Tuve un solo novio, que me dejó por una turista. Se fue a vivir a Rosario y nunca volvió. Ya tengo veintiocho años, digamos que  no soy una chica, y lo más importante que me ha ocurrido en todos este tiempo es este secuestro─ dijo riendo─ Al principio te odié con toda mi alma, Bruno, después pensé: « Es el destino, son los caminos de Dios», y aquí estoy a tu lado sin estar forzada a hacerlo.
En ese momento, Aldo los llamó para compartir con él unos fideos con salsa bolognesa y un vaso de buen vino tinto.
Se acostaron vestidos cada cual en su cama. Intercambiaron algunas palabras, el saludo de buenas noches y después el silencio total. Cada cual inmerso en sus pensamientos.
A las cinco de la mañana los despertaron, fuertes golpes en la puerta de calle y la voz imperiosa de la policía pidiendo que abrieran. Aldo respondía en voz alta. Demoraba lo posible, para dar tiempo a Bruno, de acuerdo a lo conversado, por si se presentaba una situación de este tipo. “El Tano” no dejaba nada librado al azar, por eso continuaba vivo y libre. Se acomodó la ropa, calzó la Colt en la cintura y le indicó por señas a Tania que acomodara bien la cama que él había utilizado y se acostara de inmediato. El salió por la ventana y subió al techo, acostándose boca abajo al lado del tanque de agua con la pistola en la mano. Escuchó claramente cuando llamaban a la puerta del dormitorio.
─Julia, Julia querida ¿Podemos pasar?
─ ¿Qué ocurre, tío?
─La Policía está buscando un delincuente prófugo y quiere echar una mirada a la habitación.
─ ¿Delincuente prófugo? ¿Será el que dice la radio? Bueno un minutito que me acomode bien en la cama.
Tania, sé tapó hasta la mitad de la cara por temor a ser reconocida, de que la policía tuviera fotos de ella.
─Perdone, señorita─dijo el comisario al entrar, mientras echaba una rápida ojeada a todos los rincones de la pieza. Fijó sus ojos en la ventana─ Está bastante frio el aire, para dormir con la ventana casi abierta.
─ Soy asmática, señor, y si tengo la ventana totalmente cerrada siento que me asfixio.
─Comprendo, tengo una hermana que también es asmática Perdone la molestia señorita,─ dijo, tocándose la visera y se retiró; no sin antes levantar la cabeza como si olfateara el ambiente en busca de algún aroma sospechoso.
Pegado al techo como el musgo, Bruno, quedó admirado de la serenidad de Tanía y pensó: “Es la mejor mujer que conocí en mi vida”.
 Esperó un largo rato, después que los autos de la policía se retiraron. No quería caer en una trampa. Sonrió al pensar que él y Tania parecían, Bonnie y Clyde.
Cuando se creyó seguro, bajó del techo y entró por la ventana. Encontró a su secuestrada sentada en la cama: pálida, pero serena. Se estrecharon en un fuerte y prologado abrazo.
─ Tania, Yo tenía pensado salir hoy en cuanto aclarara para Mendoza, pero estoy casi seguro que el comisario va dejar una guardia varias horas, pensando que si estamos aquí «las comadrejas abandonaran la madriguera» lo más rápidamente posible. Por lo tanto partiremos mañana a la madrugada. Quiero que en cuanto abran los negocios, compres lo necesario para teñirme de rubio. Como mujer sabrás lo que hace falta, además me pondré un par de anteojos que traigo conmigo. Tengo un documento falso con estas características. Tania lo miró con cariño y con contenida angustia
─Mas tarde ponemos manos a la obra. Te voy a dejar hermoso─ dijo riendo.
Bruno, la miraba con los ojos llenos de agradecimiento y amor.
Tanía salió a mitad de la mañana, calculando que a esa hora los pocos negocios de la villa estarían abiertos. Había decidido comprar algo de ropa interior. Estaba ansiosa por poder bañarse. No podía hacer lo mismo para Bruno, por temor a despertar sospechas. De acuerdo a la versión de su “Tío Aldo” a la policía, ella había llegado sola sin su marido.
Adoptó un camuflaje que a Bruno le pereció muy acertado. Cambió su peinado y se ató un pequeño almohadón debajo de la pollera, simulando un embarazo: la policía no buscaba a una embarazada.
Caminaba por las calles casi despoblada del pueblo. Estaban en pleno otoño y el turismo,  hacía tiempo que había desparecido.
Le costaba mucho creer lo que estaba pasando en ella. No era la misma…no se sentía la misma. Lo único que le preocupaban eran sus padres, pero su angustia era mucho más serena que cuarenta y ocho horas antes. Además, sabía que Aldo los llamaría desde Córdoba para tranquilizarlos. Que sueño, que realidad impensada estaba viviendo. Sabía que estaba en juego su vida y la del hombre que amaba; que Bruno era un pistolero, un ladrón de bancos, un prófugo, pero también lo único importante que había ocurrido en su gris existencia. Siempre estuvo atada a sus padres, con una vida casi monacal, obligada a asistir a misa todos los domingos. Confesar y comulgar cada dos semanas, siendo que ella odiaba los ritos de la iglesia. Soñaba, soñaba despierta: con un hombre, con un lecho compartido, con los suspiros y  jadeos del amor, hechos en la entrega total en la unión de cuerpos y almas. Sentir que una palabra, un beso, una caricia le hacían recordar que era mujer, que todavía podía suspirar y transpirar, al contacto de otra piel, con su piel.
Bruno, llegó un día para comprar aspirinas, después para conversar, y a pesar de creerlo casado, se fue introduciendo lentamente en su vida: lo esperaba y le agradaba verlo. Hasta que una mañana, bruscamente se la llevó por la fuerza, tal vez para siempre. Él había abierto una ventana que siempre estuvo cerrada, detrás de la cual había espejos, al igual que en los parques de diversiones, donde ella, la chica de la farmacia, podía ver a las múltiples Tanias que vivían en su interior.
A su regreso, Bruno la estaba esperando con ansiedad.
─ ¿Cómo se comporto, Brunito?─dijo con el rostro serio.
─ Excelente─ respondió, Tania, tocándose el almohadón.
Una hora después, un Bruno rubio y con anteojos se parecía bastante a la foto del documento falsificado.
─Tania, a la madrugada nos vamos a Mendoza. Tenemos un largo viaje, más de cuatrocientos kilómetros. Nuevamente te pido que no sigas arriesgándote a mi lado: es muy peligroso. Regresa a tu casa. No podría soportar que te pasara algo. Yo soy un prófugo, me van a echar los perros encima.
─Ya lo hemos hablado, Bruno, y por una vez en la vida quiero tomar una decisión propia, pase lo que pase. Nos vamos a Mendoza y de allí sigues tu camino y yo el mío ¿Dónde está el auto de mi papá?
─Aldo, lo llevó a un galpón, en el campo, donde lo tiene bien oculto. También le cambió las patentes. Además ha llenado el tanque de nafta. De todas maneras tendremos que cargar nuevamente para llegar a Mendoza.
Se abrazaron y besaron apasionadamente, y esa noche sobró una cama.
A las cuatro de la mañana, acompañados por Aldo, se perdieron en la densa penumbra del campo, caminando hacia el cobertizo donde estaba el auto. Harían el viaje hasta llegar al límite de la provincia por caminos rurales que generalmente estaban en mal estado, pero era la única forma de tratar de eludir los controles policiales y tendrían que rogar al cielo de no quedar empantanados o en una zanja. Afortunadamente era noche de luna llena, lo que les permitiría usar las luces lo menos posible. Llevaban un pequeño plano, para poder orientarse en el laberinto de senderos que cruzaban el campo en todas direcciones.
Iniciaron la marcha, luego de una afectuosa despedida, por un estrecho y poseado camino de tierra bordeado de altas malezas. Avanzaban lentamente, cuidando el auto, sin el cual la situación de ambos sería muy comprometida. Pasaron un largo rato en silencio, tratando de que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad.
─Anoche fue la primera vez que hice el amor─, murmuró ruborizada, Tania.
─Lo sé, me di cuenta de ello─ respondió afectuosamente, Bruno.
─ ¿Fuiste feliz?
─ Sí, muy feliz
─ ¿Estuviste alguna vez enamorado?
─No tuve tiempo, Tania. Mi actividad, no permitía ataduras de ningún tipo.
─ ¿Y ahora lo estás?
─Querida, hasta el presente, eras perfecta, pero has comenzado con preguntas propias de mujer, en el momento menos oportuno.
─Perdoname,Bruno. ¡Sí! soy mujer, no lo puedo evitar, y el paso que he dado, para mí, es tan trascendente, como si tú hubieses asaltado el Banco Central.
Bruno iba a responder, cuando sintió un fuerte golpe y un sacudón. Bajó de inmediato y vio la rueda delantera derecha en un pozo arenoso. Rogó a todos los santos que no se hubiese roto el tren delantero. Confiaba en la robustez del Chevrolet. ¿Qué hacer? ¿Cómo salir?, pronto amanecería. Con regocijo pudo ver una luz que se encendía en una humilde vivienda situada a unos doscientos metros. Le pidió a Tania que se quedara dentro del auto. Él iría a pedir ayuda para zafar de la incómoda situación.
No había caminado más de diez metros, cuando dos enorme perros salieron ladrando ferozmente de atrás de la casa. Bruno se quedo inmóvil; transpirado frio, con la mano en la pistola. Se abrió bruscamente la puerta y una imponente figura apareció en la puerta, con un farol de kerosén en la mano:
─¡Negro, Lobo! ¡Quietos!, bramó, una voz penetrante y ronca. Los perros quedaron “clavados” en el piso, con la cola entre las patas y aullando lastimeramente. Tania miraba desde el auto con los ojos desorbitados. Bruno saco la mano de la cintura.
─Acérquese, no tenga miedo. Los peros no lo van a atacar ¿Qué quiere?
Bruno caminó lentamente hacia el dueño de casa. Al llegar frente al mismo le revolvió el estómago el olor a alcohol que de él emanaba y el olor a comida rancia y mugre, que salía de la que parecía ser la única habitación.
Se metió la rueda derecha del auto en una zanja, aquí frente a su casa y necesito: una pala, algunas maderas y un poco de ayuda…si es posible, para poder sacarlo.
¿Y qué hace por estos caminos y a estas horas,cuando ni el diablo anda por aquí?.
─Me extravíe, le contesto, Bruno.
─ ¿Usted cree que yo soy estúpido? Me juego la cabeza que está metido en alguna “fulería” y esto no le va salir gratis.
Mire amigo, soy hombre de pocas palabras ¿me va a ayudar o me arreglo solo? ¿Cómo es su nombre?
─”Tenga a mano tallador”: primero: me llamo Sebastián y no soy su amigo; segundo: no me”chumbe” que le largo los perros.
Mientras discutían, acostumbrado como estaba a observar un ambiente de una sola mirada, pudo ver que el individuo vivía solo y tenía una escopeta colgada en la pared.
─¡Vamos! ─Dijo tomando una pala y dos o tres madera medias podridas. Llevaba un cuchillo en la faja de la cintura─ Al llegar al auto le dedicó una larga mirada a Tania y la saludó con un: ─buenos días, señora,
Se fueron turnando para cavar alrededor de la rueda. El dueño de casa no dejaba de mirar a Tanía que se sentía muy incómoda y rogaba que terminaran de una vez. Los perros daban vueltas gruñendo y olfateando alrededor de su amo.
Después de cavar un rato, Bruno se acostó boca abajo, para ver si había lugar suficiente para introducir las maderas. Tania que estaba alerta, vio los ojos vidriosos, dementes de Sebastián y que levantaba la pala con la intensión de dar un golpe mortal. Alertó con un grito Bruno, quien dio muestra de su experiencia, girando de inmediato sobre sí mismo y disparando sin vacilar sobre su atacante quien como un gigante herido de muerte cayó de espalda. La bala, dio en el cuello seguramente en la arteria carótida por la manera en que fluía sangre a borbotones de la herida abierta. Los perros se lanzaron al ataque: uno fue muerto por, Bruno y el otro de un palazo en la cabeza propinada por Tania, cuando vio que la pistola había saltado de sus manos.
Todo era muerte y sangre.Tania vomitaba y lloraba a los gritos. Estaban en medio de una masacre con un hombre y dos perros muertos y Bruno con la cara, la camisa y las manos manchadas de sangre.
─¡Basta, Tania, basta! ¡Te rogué que no me acompañaras!, pero vos quisiste hacer la heroína y aquí estas! Este demente nos hubiese matado a los dos  y previamente te hubiese violado. Nosotros no buscamos esta situación ¡fue el destino que nos puso frente a este monstruo! Ayudame vamos a arrastrar el cadáver del gordo y los perros detrás de la maleza y yo voy a ir al aljibe a lavarme. Afortunadamente tengo una camisa limpia que me dio Aldo.
Después de higienizarse, puso las tablas en la zanja…y el Chevrolet, salió de su trampa. La pala y las maderas, las arrojaron varios kilómetros más adelante en un bosquecillo. Ambos viajaban en silencio. Lo vivido había sido muy fuerte.
Dos horas después, debieron salir a la ruta principal para poder tomar el puente sobre el  Río Desaguadero en el límite con Mendoza. La policía los paró, pero fue una inspección muy rápida al ver que viajaba una mujer embarazada, con rostro de no sentirse muy bien. Cargaron combustible y siguieron hasta la capital.
─Tania, va llegando el fin de tu aventura. Fueron tres días de una intensidad inusitada. No sé cuando volveremos a vernos, pero sí sé que todos los días de mi vida estarás conmigo ¿Sabes? Me has dado una lección de vida que jamás olvidaré. Sin duda representa para mí, el haber aprendido que no siempre la vida comienza en primavera, también puede florecer en otoño.
Tanía escuchaba sin mirarlo, sus ojos estaban húmedos y sus mejillas sonrojadas.
─Tal vez algún día haya en tu “panza” algo más dulce, en lugar de un almohadón.
─ Te esperaré siempre, no importa el tiempo que pase. Tú me dices que yo te di una lección de vida. A mí, Bruno me enseñaste a vivir, a luchar y jugarme por lo que quería, a ser yo misma, a romper las cadenas con mis padres, con el pueblo y con el que diran.Cuídate mucho. Sé que no podrás comunicarte conmigo, para que no te ubiquen, aunque sea por el matasellos de una carta,. Pero si existe una forma de decirme de tanto en tanto, como estas sin poner en riesgo tu vida, te bendeciré con todas las fuerzas de mi alma.
Se dieron un prolongado beso en la entrada del Cerro de la Gloria, donde habían detenido el auto. Bruno descendió del mismo y se alejó con paso rápido sin mirar atrás.
Sé entregó a la policía en cuanto llegó a la Ciudad de San Luís. Avisaron a sus padres que viajaron de inmediato. El fiscal que entendía la causa estuvo varios días interrogándola. Ella contaba siempre la misma versión que había ensayado decenas de veces. Juró y re juró que no había sido mancillada en su honor y que no sabía una palabra del dinero.
De nuevo en San Javier, en su farmacia de donde le parecía que hacía mucho tiempo que había salido, rememoraba cada uno de los instantes vividos. Le hubiese gustado escribirlos, pero sabía que podía ser muy peligroso para Bruno. Las chicas jóvenes del pueblo la miraban como a una heroína. Las mujeres mayores la evitaban y no les agradaba que sus hijas se relacionaran con una mujer que “seguramente estaría marcada por el pecado”
Su madre, la trataba con cariño y comprensión. Intuía lo que había pasado y los sentimientos de Tania. Su padre se dirigía a ella con fría cordialidad. La hacía sentir como a las cautivas de los malones, que nunca podían volver a sus hogares.
En una oportunidad mientras tomaban unos mates su madre le dijo:
─Voy a decirte algo, Tania que nunca te conté, pero creo que ahora es el momento oportuno. Tu padre hizo su fortuna estafando a la mayoría de la gente de este pueblo y él se cree y habla como si fuera el individuo más honesto del mundo. “no todo lo que brilla es oro”. A pesar de ello siempre estuve a su lado. Vivimos en una sociedad enormemente hipócrita, tanto en los pueblos como en las grandes ciudades. La gente representa lo que los demás quieren ver y dicen lo que los otros quieren oír, o queda bien. Mientras que en su fuero íntimo, piensan y sienten de una manera totalmente distinta ¿sabes cómo le llamo yo a eso, querida?: «mascarada de simulación social»
Tania la estrechó en un fuerte abrazo. Había interpretado el mensaje de su madre.
Pasaron cuatro años desde el día en que comenzó su odisea. Solo sabía que Bruno había llegado a Chile sin mayores problemas y que a Guido lo mataron al tratar de huir de la cárcel. Los diarios, como ocurre siempre hacía tiempo que habían olvidado el caso y muy de tanto en tanto aparecía alguna referencia al mismo. El destino de la mayor parte del dinero robado continuaba siendo una incógnita, lo mismo que el paradero del “Tano Baldatti”

Una fría mañana de agosto de 1944 ingreso a la farmacia alguien a quien no conocía. Seguramente no era del pueblo. Era muy raro ver turistas en esa época del año. Compró algunos medicamentos y al pagar dejo junto con el dinero un pequeño sobre. Tania sintió que su corazón se detenía, pero disimuló, hasta encontrarse sola. Sentía una emoción que la ahogaba: sabía de quien era. Por supuesto el sobre no traía matasellos, ni nada que pudiera identificar la procedencia.


Mi inolvidable y querida Tania:
Deseo de todo corazón que pienses en mí como yo lo hago en vos.  También en que todavía me esperes y puedas conmigo, algún día no tener que usar un almohadón, sino llevar un verdadero bebe en tu vientre
Voy a pedirte algo que sé que es difícil de aceptar: que puedas compartir mi vida, que ya es otra, sin ninguna relación con la que conociste. Lamentablemente sería lejos de tu casa, en otro país, hasta que mi causa prescriba. Me he enterado con mucho dolor de la muerte de Guido. Su mujer recibió lo que le correspondía.
Tania yo estoy en Buenos Aires. Por razones obvias no puedo quedarme mucho tiempo. A partir del cuarto día de recibir esta esquela, durante dos día a las diez de la mañana y cinco de la tarde estaré durante una hora en Plaza de Mayo próximo a la Pirámide. Si faltas a la cita, sabré comprenderlo y regresaré a donde estoy viviendo.
                    Con todo amor.
                                             Bruno.

Por favor NO conserves esta esquela. inmediatamente después de leerla la quemas


Preparó su ropa. Compro un boleto para Buenos Aires en Villa Dolores que le permitiera subir en San Javier. Se despidió de su madre quien la bendijo con todo su corazón regándole que fuera feliz, que no se preocupara por ellos que ya habían hecho su vida. Dejó una carta para su padre.
Hacía mucho frio en esa tarde de agosto, aumentado por la brisa que venía del río que estaba oscuro y encrespado. Un hombre elegantemente vestido, parado próximo a la pirámide, rodeado de palomas, que picoteaban a su alrededor, las miguitas que dejaba caer; miraba hacia la Casa Rosada totalmente abstraído. Tuvo un presentimiento y giró sobre sí mismo. No se equivocaba. Tuvo que contener un grito, un nombre que brotaba de lo más profundo de su alma. Una mujer menuda, de grandes ojos verdes y encantadora sonrisa se arrojó a sus brazos y él la estrechó con todas sus fuerzas contra su pecho. Se miraron largamente; se besaron dulcemente. Luego tomados de la mano, con paso firme se encaminaron hacia una nueva y esperanzada incógnita en la infinita aventura de vivir.