El
que quiere puede
Ramón
ingresó al hospital de madrugada. Como se dice en la jerga médica: “pidiendo
pista”. Estaba muy grave: tenía un 30% de la superficie corporal quemada
fundamentalmente en la cara y el tórax con lesiones de segundo y tercer grado
producidas por agua hirviendo y dos profundas puñaladas en el abdomen que
interesaban: intestino grueso y delgado hígado
y bazo. Había perdido mucha sangre.
Una
riña en la cárcel con el “dueño” del sector, un convicto con muchos años de
prisión y de experiencia carcelaria, había sido la causa de la brutal agresión. Cuando Ramón dormía el “Negro Silverio” le arrojó una pava de agua hirviente. Ramón saltó de la cama
desesperado por el intenso ardor. El Negro aprovecho el verlo de pie y le dio
dos puntazos profundos y llenos de de odio con una “faca tumbera”.¡ Vas a
aprender quien manda aquí, carajo!.
Ramón
era fuerte, joven y muy “calentón”. Sus dos entradas a la prisión habían sido
por hurto. Quería salir. Tenía dos hijos que lo necesitaban, pero como dice el
refrán: “La cabra al monte tira” y a pesar de los ruegos de su mujer, volvía a
caer en el delito Es cierto que por sus antecedentes le costaba mucho encontrar
“laburo”, pero, también es cierto que no se esmeraba demasiado. Era más fácil
“afanar”. Teresa, su mujer ya no cría en sus palabras. No se lo imaginaba, a
Ramón en un trabajo honrado, pero algún día la virgen tendría que escucharla:
Por los chicos principalmente. Para ella no pedía nada. Se unió a Ramón
sabiendo lo que era, con la infantil creencia, frecuente en muchas mujeres, que
podría cambiarlo. Ahora ya era tarde para quejarse.
Los
médicos que lo atendieron al ingresar al sector de emergencias, no daban diez
centavos por su vida: quemado en un 30% y
con “las tripas afuera”. Cuatro horas duró la intervención quirúrgica
del abdomen, para suturar y poner las cosas en su lugar. Al salir de quirófano,
Juan me dijo:” sinceramente no creo que este tipo viva con mucha suerte, más de
setentas y dos horas.
Daba
mucha tristeza ver diariamente a su esmirriada y ojerosa mujercita, que dos
veces por días se presentaba a recibir informes de su marido
Una
semana después de su ingreso seguía en estado crítico, a pesar de haberse
detectado algunos progresos. Su médico Clínico el Dr.Arrieta, ponía el mayor
empeño, para que no se descompensara y poder sacarlo de terapia intensiva.
Ramón era un excelente paciente. Cumplía al pie de la letra las indicaciones
médicas y jamás se quejaba, a pesar de la amplia superficie quemada y las dos
grandes heridas quirúrgicas del abdomen que continuaban con drenajes.
̶ No
se preocupe tanto Dr. Arrieta, porque no me voy a morir. No está en mis planes.
Tengo mucho que hacer todavía.
̶ Ya
lo creo respondió el médico. Tenés que terminar de criar a tus hijos y darle un
poca de paz a esa pobre mujer, que a pesar de todo sigue a tu lado.
̶ Tiene razón, Dr., pero volver a una vida
normal es casi imposible. La gente nos mira con mucha desconfianza y tienen razón ¿Cómo les hacemos
creer que no vamos a volver a “chorear”. Y por consecuencia, después de unos
meses de necesidades que no pueden cubrirse, y los chicos que te miran con cara
de hambre y tu mujer con odio, tenés que volver a las andadas o suicidarte.
Mucho
de lo que decía Ramón era comprensible, pero también era cierto que nunca quiso
aprender un oficio, que lo podría haber hecho en la cárcel de Bower. Tenía
buena conducta, pero en su interior bullía el malandra. Hay etapas de la vida
que dejan una impronta indeleble y Ramón se había criado en un ambiente muy
malo, entre ladrones, asesinos y prostitutas
Se había cruzado “fiero” con el “Negro Silverio”
que estaba preso por asesinato y asalto a mano armada un verdadero” peso
pesado”. Muchos guardias le temían y hacían “vista gorda” de sus atropellos, porque era muy “taimado” y
la vida propia o ajena le importaba un
carajo, por lo cual estaba siempre dispuesto a cualquier alevosía.
Ramón
lo evitaba, no quería problemas con nadie y no era cobarde, sino prudente. Ya
no había códigos en las cárceles como años atrás.
A
medida que pasaban las semanas su estado iba mejorando de manera lenta pero
segura. Sus médicos estaban asombrados. El intenso deseo de vivir había logrado
el milagro.
̶ Vio que no me iba a morir “dotor”
̶ Te
salvaste “de pedo” Ramón. Sin duda tenés un Ángel de la Guarda. Propio y muy activo.
̶
Mire, “dotor” a mi padre me decía siempre: mire
m’ijo se muere el que se quiere morir. El que se entrega y no lucha. Pero
cuando empezas poniendo “la pata” fuerte y le rezas a “San la Muerte” es
difícil que te “cambien de barrio”.
̶No
hables macanas Ramón, que te salvamos entre todos porque estabas casi con las
dos “patas” metidas en el infierno
̶ ya lo sé dotor , pero creame que es muy
cierto que ha todo lo manda “la chiripiorca” y yo juré que no iba a morirme y
ha visto que da resultado. El que lucha con fe puede y cuando “el Tata” baja el
dedo, cagaste.
̶ Bueno, Ramón. Espero que todo lo que hicimos
nosotros, el “Tata” Dios y “san la muerte” sirva para que de la misma forma que luchaste para
no morirte, lo hagas ahora para no entrar más a la cárcel, por tus chicos y tu
mujer que demasiado ha sufrido, ya.
Ramón
se quedo callado como dando a entender que la conversación había terminado. Así
lo interpreto Arrieta y continuó con los otros pacientes que estaban a su cargo.
Habían
pasado dos meses del día en Ramón guiñándole el ojo a la muerte entró al
hospital. Su recuperación fue más rápida que lo esperado. Habían quedado
secuelas graves de sus quemaduras sobre todo en la cara y el pecho que le daban
un aspecto bastante desagradable y que solo numerosas cirugías estéticas
podrían mejorar en parte.
̶ A donde quiere que vaya con esta cara “dotor”
si antes no conseguía laburo, ahora menos. Solo puedo “servi pa
asusta chicos” dijo lanzando una carcajada que tenía más de odio que de
gracia.
Arrieta
no respondió. Sabía que en gran parte Ramón tenía razón, si antes su vida había
sido difícil, ahora sin duda todo había empeorado. Su mujer no podía evitar un
gesto de dolor y de rechazo cada vez que lo visitaba y él lo percibía.
Veinte
días después bajo fuerte custodia policial fue trasladado al penal de Bowers.Había
sido cambiado de pabellón para que no se cruzara con Silverio, pero esa misma
noche con la complicidad de otros presos artos del “Negro” y la “distracción”
de un par de guardia, consiguió llegar al otro pabellón y sorprenderlo en el
baño. Con los ojos desorbitados “el Negro Silverio” vio como una fiera se le
lanzaba encima y antes de que pudiera intentar una mínima defensa, ya había
recibido dos puñaladas. Tendido en el piso del baño en un charco de agua y
sangre, ante la mirada indiferente de otros presos, mientras seguía hundiendo
el cuchillo en una carne que iba quedando pálida y fláccida. Le decía al oído: Viste hijo de puta que iba a vivi pa
matarte.El odio me mantuvo vivo. Y seguía clavando sin compasión el
cuchillo en un hombre que ya estaba muerto.
Lo
condenaron a prisión perpetua, no le importaba, era “carne de presidio”, pero
había cumplido con su sueño de venganza y había sobrevivido porque se lo había
propuesto.
Pequeño diccionario de lenguaje carcelario.
1)
Faca tumbera :Cuchillo hecho en la cárcel
2)
Calentón: nervioso agresivo.
3)
Afanar : robar
4)
Chorear :Robar
5)
Malandra :de mala vida
6)
Taimado: mañoso, mentiroso, traidor
7)
Chiripriorca: cerebro
8)
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