OCTAVIO GUIDO MOYA
(un personaje inolvidable)
Conocí a Guido hace
muchos años (ya ni vale la pena pensar cuantos).Fue una noche de bohemia
tanguera, en ese hermoso boliche “ Simplemente Tango “, que tenían Miguel
Baccola, y Hugo La Valva, en la calle Avellaneda entre Humberto Primo y La
Rioja, a metros del puente. Fuimos presentados por un señor de la vida y de la noche : el Dr.
Abraham Obeide, el “Negro Obeide” para sus amigos del dos por cuatro.
Confieso que a partir de ese primer encuentro, en que compartimos la
mesa, conversando e intercambiando opiniones sobre la obra literaria y poética
de Enrique Cadicamo, se estableció una corriente de simpatía y afecto, que
perduró y se acrecentó hasta el desgraciado día de su fallecimiento: el 9 de Mayo del año 2003.
Llegue a conocerlo profundamente ya que lo visitaba con asiduidad en su
departamento de la calle Tampa, en Villa Cabrera, y sin lugar a dudas, no solo
disfrute de su amistad, si no que además me enriquecí con la misma. Guido Moya
fue uno de los hombres más cultos que he conocido.Lector apasionado, gozaba de
una memoria prodigiosa a pesar de sus años. Era poseedor de sólidos y fundados
conocimientos, no solamente sobre el tango, que era su gran pasión, si no
también muy versado en : música clásica , jazz, literatura argentina,
literatura española, literatura francesa, cine europeo en general, y en
particular de la cinematografía francesa e italiana.Enamorado de la poesía, era
también un excelente poeta, que dominaba con soltura el soneto, tanto en lengua
castellana, como en ese otro.....casi idioma (porteño y tanguero por
excelencia) que es el lunfardo.Escribió varios poemas de estas características,
metafóricas lenguisticas, y métricas, y así podemos citar a algunos de ellos :
“ Al Dr. Abraham Obeide”, “Brindis”, “ Lirismo ( pal polaco)” “A Don Osvaldo” y
otros, que no tengo, o no recuerdo. Asimismo publico dos libros: “ Tangos que
yo quiero “, recopilación de más de cien de las mejores letras del acervo
tanguero, y “ Cien sonetos lunfardescos”
una antología con lo más distinguido de la poesía de ese género literario,que fue publicado por la Academia Porteña del
Lunfardo.
Vivía solo desde hacía muchos años, pero no le molestaba su soledad
física, tenía una enorme vida interior, que suplía otras ausencias. Rendía
culto a la comunicación epistolar, recibía, y respondía muchas cartas , a la
mayoría de ellas de puño y letra, “ la lapicera en la mano es la continuación
del corazón” le gustaba decir “ no me vengan a mí con cartas por computadora” .
Su amigo entrañable, fue indudablemente ese grandulon de corazón de oro
y alma de niño, que se llamó Agustín Cortez, el inefable Coquito Cortez, con
quien se trenzaba en largas discusiones deportivas, políticas y filosóficas. Su
muerte lo afecto profundamente, Guido no volvió a ser el mismo, lo recordaba constantemente, siempre el Coco
estaba presente en su conversación, sin dudas le dejo un vacío muy grande, y
antes de un año de la partida del amigo irremplazable, lo siguió por el mismo
derrotero.
Siempre estaba muy informado de lo que ocurría en el país, y en el
mundo. Leía Clarín de Lunes a Sábado y los Domingos, religiosamente La
Nación.Era un analista crítico y profundo, verdaderamente preocupado por
nuestra realidad y futuro,
fundamentalmente en lo referido a la educación y la cultura.
Viajaba con frecuencia a Buenos Aires, donde se reunía con la elite de
la bohemia porteña: Horacio Ferrer, José Gobello ( a quien lo unía una larga y
sincera amistad), y Orlando Punzi, entre otros. De allí volvía espiritualmente renovado,lleno de
proyectos de trabajos y estudio. Meses antes de enfermar grave, y
definitivamente recibió una medalla de la Academia Porteña del Lunfardo, en un
acto donde la misma premió a sus miembros mas distinguidos. Estaba muy
orgulloso de ella.
Guido era, y fue toda su vida, un autodidacta, que desde muy joven se
trazó un camino que recorrió con sacrificio, tesón y talento, y así a través de
años, logró conformar una selecta biblioteca, con obras en poesía y prosa de
aquellos escritores que marcaron hitos en la literatura de todos los tiempos,
desde Cervantes a Stefan Sweig, Sabato, Borges y García Márquez, por nombrar a
algunos.Su discoteca referida, a lo que ya anteriormente había expresado fue la
pasión de su vida: el tango, era envidiable, fundamentada en su colección de
viejos long play y casetes, que los tenía por decenas.Lo que se quería escuchar
allí estaba, nunca le pedí algo, que no lo tuviera, realmente llegó a
sorprenderme.En esos empolvados estantes de gastada madera, que alguna vez
estuvo lustrada, descansaban en perfecto orden, joyas del tango.
Miembro Titular de la Academia Nacional del Tango filial Córdoba desde
su fundación, ocupó diversos cargos en su Comisión Directiva, aportando a la
misma, sus conocimientos, su pasión, y su entrega al trabajo serio y
responsable, que no sabía de claudicaciones.
Partió..... Cuando todavía tenía mucho para dar.Murió, como vivió, como
muere un hombre, sabiendo de antemano , que “contra el destino nadie la
talla”.Hoy , creo estará al lado de :
Gardel ,Troilo , Goyeneche , y otros tantos, con su mal humor y bonomía,
característicos. Guido viejo amigo, los que bien te conocimos, jamás
olvidaremos, tu cariño (siempre disimulado), tus enseñanzas, tus consejos, tus
frecuentes rabietas, (por cualquier cosa ) tu vivir y morir de pie, mirando de
frente, con los ojos bien abiertos y el rostro ceñudo, a la adversidad.
Carlos J. Alfonso
Escrito para la revista de la filial Córdoba de la Academia Nacional
del Tango
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